Capítulo Decimoctavo
EL GRAN ALGORISTA
JACOBI
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Hay una tendencia cada vez más pronunciada en el Análisis moderno
a sustituir el cálculo por las ideas; de todos modos existen ciertas
ramas de las matemáticas donde el cálculo conserva sus derechos.
P. G. Lejeune Dirichlet
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El apellido Jacobi aparece frecuentemente en la Ciencia, no siempre
refiriéndose al mismo individuo. En el año 1840 un Jacobi muy
famoso, M. H. tuvo un hermano relativamente obscuro, C. G. J., cuya
reputación era insignificante al lado de la de M. H. Luego la
situación se invirtió: C. G. J. es inmortal, mientras que M. H.
va hundiéndose rápidamente en la oscuridad del limbo. M. H.
adquirió fama como fundador de la galvanoplastía, charlatanismo
que estuvo de moda. La fama de C. G. J., mucho más limitada pero mucho
más honda, se basa en la Matemática. Durante su vida el
matemático fue siempre confundido con su hermano más famoso, o,
todavía peor, felicitado por su involuntario parentesco con el
charlatán sinceramente engañado. Al fin C. G. J. no pudo resistir
más: "Perdón, señora, contestó a una entusiasta
admiradora de M. H. que le felicitaba por tener un hermano tan distinguido,
pero yo soy mi hermano". En otra ocasión C. G. J. replicó
malhumorado,: "Yo no soy su hermano, él es mi hermano".
Carl Gustav Jacob Jacobi nació en Postdam, Prusia, Alemania, el 10 de
diciembre de 1804, siendo el segundo hijo de un próspero banquero,
Simón Jacobi, y de su mujer (cuyo apellido era Lehmann). Fueron cuatro
hermanos, tres varones, Moritz, Carl y Eduard, y una. mujer Therese. El primer
maestro de Carlos fue uno de sus tíos maternos, quien
enseñó al muchacho las lenguas clásicas y
Matemáticas, preparándolo para que ingresara en el Instituto de
Postdam, en 1816, cuando tenía 12 años. Desde el principio Jacobi
dio pruebas de poseer una "mente universal", según declaró el
Rector del Instituto cuando el muchacho salió de él en 1821 para
ingresar en la Universidad de Berlín. Como Gauss, Jacobi pudo haber
logrado una gran reputación en filología, si no le hubiera
atraído más fuertemente la Matemática. Habiendo observado
que el muchacho tenía genio matemático, el maestro (Heinrich
Bauer) dejó que Jacobi trabajara como quisiera, después de una
prolongada reyerta en la que Jacobi se reveló, negándose a
aprender la Matemática de memoria y siguiendo reglas.
El desarrollo matemático de Jacobi ofrece en ciertos respectos un
curioso paralelo con el de su gran rival Abel. Jacobi también
leía a los maestros; las obras de Euler y Lagrange le enseñaron
Álgebra y Cálculo y le hicieron conocer la teoría de
números. Esta precoz autoinstrucción iba a dar a la primera obra
sobresaliente de Jacobi, sobre funciones elípticas, su dirección
definida, y Euler, el maestro de los recursos ingeniosos, encontró en
Jacobi su brillante sucesor. Por su aguda capacidad para tratar problemas de
Álgebra, Euler y Jacobi no han tenido rival, como no sea el genio
matemático hindú Srinivasa Ramanujan, en nuestro propio siglo.
Abel también trataba las fórmulas como un maestro, cuando
así deseaba, pero su genio fue más filosófico, menos
formal que el de Jacobi. Abel está más cerca de Gauss, al
insistir acerca del rigor, que lo estaba Jacobi, pues aunque éste no
carecía de rigor, su inspiración parece haber sido más
formalista que rigorista.
Abel tenía dos años más que Jacobi. Sin saber que Abel
había abordado el estudio de la ecuación general de quinto grado,
en 1820, Jacobi, en el mismo año, intentó una solución,
reduciendo la ecuación general de quinto grado a la forma
y demostrando que la solución de esta ecuación podía ser
deducida de la de una cierta ecuación de décimo grado. Aunque el
intento quedó abortado, enseñó a Jacobi una buena cantidad
de Álgebra, y constituyó un paso de importancia en su
educación matemática. Pero no parece que se le ocurriera, como se
le ocurrió a Abel, que la ecuación general de quinto grado no se
podía resolver algebraicamente. Esta falta de imaginación o de
visión, o como queramos llamarla, por parte de Jacobi es típica
de la diferencia entre él y Abel. Jacobi, que tenía una mente
objetiva magnífica y cuyo corazón no albergaba celos de ninguna
clase dijo, refiriéndose a una de las obras maestras de Abel:
"Está por encima de mis elogios y por encima de mis propias obras".
Los estudios de Jacobi en Berlín duraron desde abril de 1821 hasta mayo
de 1825. Durante los primeros dos años dedicó su tiempo
igualmente a la filosofía, a la filología y a la
Matemática. En el seminario filológico Jacobi atrajo la
atención de P. A. Boeckh, un renombrado humanista que había
publicado, entre otras obras, una excelente edición de Pindaro. Boeckh,
felizmente para las Matemáticas, fue incapaz de atraer a su notable
discípulo a los estudios clásicos para que constituyeran la
disciplina de toda su vida. En Matemática poco era lo que se
ofrecía para un estudiante ambicioso, y Jacobi continuó su
estudio privado de maestros. Las conferencias universitarias de temas
matemáticos eran consideradas por Jacobi como pura charlatanería.
En este punto Jacobi era hasta grosero, aunque sabía ser cortés
como un buen palaciego cuando quería lograr que algún amigo
matemático consiguiera una posición digna de sus méritos.
Mientras Jacobi estaba dedicado a la labor de hacer de sí mismo un
matemático, Abel ya había iniciado el camino que habría de
conducir a Jacobi a la fama. Abel había escrito a Holmboë el 4 de
agosto de 1823, comunicándole que estaba trabajando en las funciones
elípticas: "Esta pequeña obra, como recordarás, se ocupa
de las inversas de las trascendentes elípticas, y he demostrado alguna
cosa [que parece] imposible. He solicitado a Degen que lea tan pronto como
pueda desde el principio al fin esta obra, pero no puede encontrar la falsa
conclusión ni comprender donde está el error; Dios sabe como voy
a salir de esto". Por una curiosa coincidencia Jacobi dirigía su
actividad a la Matemática casi precisamente en la época en que
Abel escribía esto. La diferencia de dos años en la edad de estos
jóvenes (Abel tenía 21 y Jacobi 19) tiene más importancia
que dos décadas cuando se llega a la madurez. Abel había partido
veloz, pero Jacobi, sin saber que tenía un competidor en la carrera,
pronto le alcanzó. La primera gran obra de Jacobi tuvo lugar en el campo
cultivado por Abel de las funciones elípticas. Antes de continuar esta
descripción haremos un resumen de su atareada vida.
Habiendo decidido dedicarse a la Matemática, Jacobi escribió a su
tío Lehmann, refiriéndose a la labor que había emprendido:
"El enorme monumento que las obras de Euler, Lagrange y Laplace han levantado
exige la fuerza más prodigiosa y el pensamiento más profundo si
se desea penetrar en su naturaleza interna, y no simplemente examinarlo
superficialmente. Para dominar este monumento colosal y no ser vencido por
él se precisa un esfuerzo que no permite reposo ni paz hasta llegar a la
cima y contemplar la obra en su integridad. Sólo entonces, cuando se ha
comprendido su espíritu, es posible trabajar en paz para completar sus
detalles".
Con esta declaración de consciente esclavitud Jacobi llega a ser uno de
los más extraordinarios trabajadores en la historia de la
Matemática. A un amigo tímido, que se queja de que la obra
científica es agotadora y que pone en peligro la salud del cuerpo,
Jacobi contesta:
"Es natural. Seguramente que he puesto algunas veces en peligro mi salud por
exceso de trabajo, pero ¿qué importa? únicamente las coles
carecen de nervios y de pesadumbres. ¿Y qué beneficio sacan de su
perfecto bienestar?"
En agosto de 1825 Jacobi recibió su título de doctor en
filosofía por una disertación sobre las fracciones simples y
problemas afines. No necesitamos explicar la naturaleza de esta
cuestión, que no tiene gran interés y puede encontrarse expuesta
en el segundo curso de Álgebra o de Cálculo integral. Aunque
Jacobi trató el caso general de su problema y mostró un ingenio
considerable para resolver fórmulas, no puede decirse que la
disertación tuviera gran originalidad, o permitiera suponer el soberbio
talento del autor. Al mismo tiempo que obtenía su título de
doctor en filosofía, Jacobi terminó su aprendizaje para la
función docente.
Después de obtener su título Jacobi pronunció conferencias
en la Universidad de Berlín sobre las aplicaciones del Cálculo a
las superficies curvas y a las curvas alabeadas, (curvas determinadas por las
intersecciones de superficies). Ya de estas primeras conferencias puede
deducirse que Jacobi era un maestro innato. Más tarde, cuando
comenzó a desarrollar sus propias ideas con una velocidad sorprendente,
llegó a ser el maestro matemático más inspirado de su
época.
Jacobi parece haber sido el primer matemático que en una Universidad
condujo a los estudiantes a la investigación, haciéndoles conocer
los últimos descubrimientos y dejando a los jóvenes que
vislumbraran la elaboración de los nuevos temas que se presentaban ante
ellos. Creía que si un individuo se sumerge en agua helada, aprende a
nadar o se ahoga. Muchos estudiosos no intentan resolver nada por su propia
cuenta hasta que no han dominado todas las cuestiones relativas al problema y
conocen la labor realizada por los otros autores. El resultado es que pocos
adquieren la capacidad de trabajar con independencia. Jacobi combatió
esta erudición dilatoria, desconfiando de los jóvenes que no se
lanzan a hacer algo hasta que creen conocer todo lo hecho, y al referirse a
esto solía decir: "Vuestro padre no se habría casado ni vosotros
estaríais aquí ahora si él hubiera insistido en conocer a
todas
las mujeres del mundo antes de casarse con una".
Toda la vida de Jacobi estuvo dedicada a la enseñanza y a la
investigación, salvo un desagradable paréntesis a que luego nos
referiremos, aparte también de los viajes que emprendió para
asistir a reuniones científicas en Inglaterra y en el continente o las
forzadas vacaciones para recuperar la salud perdida después de un exceso
de trabajo.
El talento de Jacobi como maestro le aseguró una posición en la
Universidad de Königsberg, en 1826, después de haber permanecido
durante seis meses en un cargo semejante en la de Berlín. Un año
más tarde, algunos resultados que Jacobi publicó sobre la
teoría de números (la reciprocidad cúbica; véase el
capítulo sobre Gauss) provocó la admiración de Gauss. Como
éste no era un hombre que se emocionara fácilmente, el Ministro
de Educación pronto tuvo conocimiento de la obra de Jacobi, y lo
colocó a la cabeza de sus colegas para el cargo de profesor asistente,
cuando el joven tenía 23 años. Como es natural, los hombres que
habían sido pretendientes protestaron contra el ascenso, pero dos
años más tarde (1829), cuando Jacobi publicó su primera
obra maestra,
Fundamenta Nova Theoriae Functionum Ellipticarum
(Nuevos fundamentos de la teoría de las funciones elípticas),
fueron los primeros en decir que se había hecho justicia y felicitaron a
su brillante y joven colega.
En 1832 murió el padre de Jacobi. Hasta entonces no tuvo necesidad de
trabajar para vivir. Su prosperidad continuó durante cerca de ocho
años, pero entonces la fortuna de la familia se derrumbó. Jacobi
se vio privado de su capital cuando tenía 36 años, debiendo
además atender al cuidado de su madre que había quedado arruinada.
En esta época Gauss seguía observando la actividad fenomenal de
Jacobi con un interés mayor que el meramente científico, pues
mucho de los descubrimientos de Jacobi coincidían con algunos de los
hechos por Gauss durante su juventud, que nunca habían sido publicados.
Se dice que también llegaron a conocerse personalmente. Jacobi
acudió a visitar a Gauss, aunque no se conservan detalles de la visita,
en septiembre de 1839, al volver a Königsberg después de unas
vacaciones en Marienbad para recuperar su salud quebrantada por el exceso de
trabajo, Gauss parece que temió que el colapso financiero de Jacobi
repercutiera desastrosamente sobre sus estudios matemáticos, pero Bessel
le tranquilizó: "Por fortuna ese talento no puede ser destruido, pero me
hubiera alegrado que conservara la sensación de libertad que asegura el
dinero".
La pérdida de su fortuna no tuvo consecuencias sobre los estudios de
Jacobi. Jamás se refirió a sus reveses y se mantuvo trabajando
como antes. En 1842 Jacobi y Bessel acudieron a la reunión de la
British
Association
en Manchester, donde el alemán Jacobi y el irlandés Hamilton se
encontraron. Fue una de las grandes glorias de Jacobi continuar la obra de
Hamilton sobre dinámica, y en cierto sentido completar lo que el
irlandés había abandonado en favor de un fuego fatuo.
(Véase más adelante).
En este momento de su carrera Jacobi sintió la repentina
tentación de dedicarse a algo más brillante que la simple
Matemática. Para no interrumpir la historia de su vida
científica, cuando hagamos su exposición, nos ocuparemos en este
momento de las singulares desventuras políticas del ilustre
matemático.
El año siguiente de volver de su viaje de 1842, Jacobi sufrió un
completo derrumbe de su salud por exceso de trabajo. En el año 1840, el
progreso de la ciencia en Alemania, estaba en las manos de los príncipes
y reyes de los pequeños Estados que al fundirse habrían de dar
lugar al Imperio alemán. El buen ángel de Jacobi fue el rey de
Prusia, quien parece que comprendió el honor que reportaban al reino las
investigaciones de Jacobi. En consecuencia, cuando Jacobi cayó enfermo,
el buen rey le concedió las vacaciones necesarias para que pudiera
reponerse en el suave clima de Italia. Después de cinco meses en Roma y
Nápoles con Borchardt (a quien más tarde conoceremos en
compañía de Weierstrass) y Dirichlet, Jacobi volvió a
Berlín, en junio de 1844. Podía permanecer en Berlín hasta
que su salud se restableciera completamente, pero, debido a los celos, no le
fue concedida una cátedra en la Universidad, aunque como miembro de la
Academia le era permitido pronunciar conferencias sobre los temas que eligiera.
Por otra parte, el rey concedió a Jacobi, de su propio peculio, una
pensión de cierta importancia.
Después de esta generosidad por parte del Rey podría pensarse que
Jacobi se dedicaría en cuerpo y alma a sus Matemáticas. Pero por
el imbécil consejo de su médico, comenzó a mezclarse en
política "para beneficiar su sistema nervioso". Nunca fue hecha una
prescripción más idiota a un paciente, cuyo padecimiento no se ha
podido diagnosticar. Jacobi ingirió la dosis. Cuando el movimiento
democrático de 1848 se inició, Jacobi estaba ya maduro para
dedicarse a las nuevas tareas. Por el consejo de un amigo, precisamente uno de
aquellos que se vieron perjudicados hacía 20 años por el ascenso
de Jacobi, el ingenuo matemático salió a la arena de la
política, con la misma inocencia con que un virtuoso misionero pone pie
en una isla de caníbales.
El partido liberal moderado al que su amigo le condujo pensó en Jacobi
como candidato para la elección de mayo de 1848. Pero Jacobi
jamás pudo ver el interior del Parlamento. Su elocuencia ante el partido
convenció a los prudentes miembros de que Jacobi no era el candidato
apropiado. Pensaron que Jacobi, el protegido del rey, podría ser tan
liberal como él suponía, pero era más probable que fuera
un contemporizador, un renegado y un embaucador para los realistas. Jacobi
refutó estas insinuaciones en un discurso magnífico lleno de
lógica irrefutable, olvidando el axioma de que la lógica es la
cosa menos importante para un político práctico. Le abandonaron
dejándole con un palmo de narices. No fue elegido y sus sistema nervioso
poco se benefició porque su candidatura rodara por las
cervecerías y bodegas de Berlín.
Pero las cosas no pararon ahí. ¿Quién puede culpar al Ministro de
Educación por querer saber, en el mes de mayo, si la salud de Jacobi se
había restablecido suficientemente para que pudiera regresar a
Königsberg? ¿A quién puede sorprender que la protección del
rey fuera suspendida pocos días más tarde? Un rey puede muy bien
permitirse esa petulancia cuando la boca que intenta alimentar pretende
morderle. De todos modos, la situación de Jacobi era lo suficientemente
desesperada para atraer la simpatía de todos. Casado, y
prácticamente sin el menor ahorro, tenía siete hijos
pequeños que mantener, además de su mujer. Un amigo de Gotha
tomó a su cargo a la mujer y a los hijos, y Jacobi permaneció en
la sucia habitación de un modesto hotel para continuar sus
investigaciones.
Tenía entonces (1849) 45 años y, exceptuando a Gauss, era el
matemático más famoso de Europa. Al conocer sus cuitas, la
Universidad de Viena pensó en llevarle a su seno y Littrow, el amigo
vienés de Abel, tomó una parte esencial en las negociaciones.
Cuando al fin le fue hecha una definida y generosa oferta, Alexander von
Humbolt habló con el malhumorado rey, y la pensión fue
restablecida. Jacobi pudo continuar en Alemania, que así no se vio
privada de su segundo gran hombre. Permaneció en Berlín, gozando
nuevamente del favor real, pero completamente apartado de la política.
Ya hemos indicado, a propósito de las funciones elípticas, en
donde Jacobi realizó su primera gran obra, el puesto que parece
corresponderle; después de todo, actualmente tan sólo es un
detalle de la teoría más amplia de las funciones de una variable
compleja, que a su vez va borrándose de la cambiante escena, al
difuminarse su interés. Como la teoría de las funciones
elípticas será mencionada varias veces en los capítulos
sucesivos, intentaremos hacer una breve justificación de su al parecer
inmerecida importancia.
Ningún matemático puede discutir la pretensión de que la
teoría de las funciones de una variable compleja ha sido uno de los
campos esenciales de la Matemática del siglo XIX. En este lugar puede
hacerse mención de una de las razones de que esta teoría haya
tenido tal importancia. Gauss ha demostrado que los números complejos
son necesarios y suficientes para demostrar que una ecuación algebraica
cualquiera tiene una raíz. ¿Son posibles otros tipos más
generales de números"? ¿Cómo pueden surgir tales "números"?
En vez de considerar los números complejos como presentándose por
sí mismos en el intento de resolver ciertas ecuaciones sencillas, por
ejemplo
x
2
+
1 = 0,
podemos ver también su origen en otro problema de Álgebra
elemental. El de la
factorización.
Para descomponer
x
2
-
y
2
en factores de primer grado no se necesita otra cosa que los números
enteros positivos y negativos:
(
x
2
-
y
2
) =
(x +
y)
(x -
y).
Pero el mismo problema si es
x
2
+
y
2
exige "imaginarios":
Dando un paso en alguno de los muchos posibles caminos que se abren podemos
intentar descomponer
x
2
+ y
2
+ z
2
en dos factores de primer grado. ¿Son suficientes los números
positivos, negativos e imaginarios? ¿Debemos inventar algún nuevo tipo
de número para resolver el problema? Este último es el caso. Se
encontró que para los nuevos números necesarios, las reglas del
Álgebra común no son válidas en un aspecto importante; ya
no es cierto que el orden en que los números se multiplican entre
sí es indiferente, o sea que para los nuevos números, no es
verdad que
a
´
b
sea igual a
b
´
a
.
Seremos más explícitos cuando nos ocupemos de Hamilton, pero por
el momento haremos notar que el problema algebraico elemental de descomponer en
factores nos conduce rápidamente a regiones donde son inadecuados los
números complejos.
¿Hasta dónde podremos ir, cuáles son los números
posibles más generales,
si
insistimos en que para esos números haya que mantener las leyes
familiares del Álgebra común? A finales del siglo XIX se
demostró que en los números complejos
x + ¡y
, donde
x, y
son números reales e
so los más generales en que el Álgebra común es aplicable.
Los números reales, recordaremos, corresponden a las distancias medidas
siguiendo una línea recta fija en ambos sentidos (positivo, negativo)
desde un punto fijo, y la gráfica de una función,
f (x)
trazada como
y
= f(x),
en Geometría cartesiana, nos da una descripción de una
función y de una variable real x. Los matemáticos de los siglos
XVIII y XIX imaginaban las funciones como pertenecientes a este tipo. Pero si
el Álgebra común y sus extensiones al Cálculo que ellos
aplicaban a sus funciones son igualmente aplicables a los números
complejos, que incluyen a los números reales como un caso particular,
era natural que muchas de las cosas que los primeros analistas encontraron sean
en una mitad discutibles. En particular, el Cálculo integral
presentó muchas anomalías inexplicables que sólo fueron
aclaradas cuando el campo de operaciones se amplió en el mayor grado
posible y las funciones de variable compleja fueron introducidas por Gauss y
Cauchy.
La importancia de las funciones elípticas en todo este vasto y
fundamental desarrollo no puede ser desconocida. Gauss, Abel y Jacobi, por su
detenida y detallada elaboración de la teoría de funciones
elípticas, donde los números complejos aparecen inevitablemente,
proporcionan un terreno apropiado para el descubrimiento y mejoramiento de los
teoremas generales en la teoría de funciones de una variable compleja.
Las dos teorías parecen haber sido designadas por el destino para
complementarse recíprocamente, existe una razón para esto en la
profunda conexión de las funciones elípticas con la teoría
gaussiana de las formas cuadráticas, que las limitaciones del espacio
nos obligan a omitir. Sin las innumerables claves para una teoría
general, proporcionadas por los ejemplos especiales de teoremas de mayor
alcance que se presentan en las funciones elípticas, la teoría de
funciones de una variable compleja se habría desarrollado mucho
más lentamente de lo que lo hizo el teorema de Liouville, toda la
cuestión de la periodicidad múltiple con su influencia sobre la
teoría de las funciones algebraicas y sus integrales serán
recordadas por los lectores matemáticos. Si algunos de estos grandes
monumentos de la Matemática del siglo XIX se han perdido ya en la niebla
del ayer, sólo necesitamos recordar que el teorema de Picard sobre
valores excepcionales en el entorno de un punto singular esencial, uno de los
más sugestivos en el Análisis corriente, fue demostrado por
primera vez mediante recursos que se originaron en la teoría de las
funciones elípticas. Con este breve resumen que nos muestra el
porqué las funciones elípticas fueron importantes en las
Matemáticas del siglo XIX, podemos pasar a la obra cardinal de Jacobi en
el desarrollo de la teoría.
La historia de las funciones elípticas es muy complicada, y aunque de
considerable interés para los especialistas, no es probable que atraiga
al lector general. En consecuencia, omitiremos los datos (cartas de Gauss,
Abel, Jacobi, Legendre y otros) sobre las cuales está basado el
siguiente resumen.
En primer lugar se ha establecido que Gauss se anticipó a Abel y Jacobi
en 27 años en algunos de sus más notables trabajos. En efecto,
Gauss dice que "Abel ha seguido exactamente el mismo camino que yo seguí
en 1798". Esta afirmación es exacta y así lo demuestran las
pruebas que fueron publicadas después de la muerte de Gauss. Segundo,
parece que puede aceptarse que Abel se anticipó a Jacobi en ciertos
detalles, pero que Jacobi consiguió grandes progresos ignorando
completamente la obra de su rival.
Una propiedad capital de las funciones elípticas es su
doble periodicidad
(descubierta en 1825 por Abel).
Si E (x)
es una función elíptica, habrá dos números
distintos, es decir p
1
, p
2
, tales que
E(x +
p
1
)
= E(x)
E(x +
P
2
)
= E(x)
para todos los valores de la variable
x
.
Finalmente, por lo que se refiere a la faceta histórica, mencionaremos
el papel algo trágico desempeñado por Legendre. Durante cuarenta
años estuvo esclavo de las
integrales
elípticas, (no de las funciones elípticas), sin darse cuenta de
que Abel y Jacobi vieron casi al mismo tiempo, que invirtiendo su punto de
vista todo el problema se simplificaba infinitamente. Las integrales
elípticas se presentan primeramente en el problema de hallar la longitud
de un arco de elipse. A lo que hemos dicho acerca de la inversión al
ocuparnos de Abel, puede añadirse lo siguiente enunciado en
símbolos, que nos mostrará claramente el punto en que Legendre se
equivocó.
Si
R(t)
es un polinomio en
t
, una integral del tipo
se llama una
integral elíptica si R(t)
es de tercer o de cuarto grado; si
R(t)
es de tercer grado la integral se llama abeliana (porque gran parte de la obra
de Abel se refiere a tales integrales).
Si R(t)
es de sólo segundo grado, la integral se puede calcular por medio de
funciones elementales. En particular
(sen
-1
x
se lee "un ángulo cuyo seno es
x").
Es decir, si
consideraremos el límite
superior, x,
de la integral, como una función de la integral misma, o sea de
y
. Esta inversión del problema elimina la mayor parte de las dificultades
con que Legendre tropezó durante cuarenta años. La exacta
teoría de estas importantes integrales pudo progresar una vez eliminada
esta obstrucción, como los trozos de leño siguen la corriente del
río eliminado el remanso.
Cuando Legendre supo lo que Abel y Jacobi habían hecho les alentó
con suma cordialidad, aunque pudo darse cuenta que esta forma más simple
de abordar el problema [de la inversión], anulaba lo que había
sido su obra maestra de 40 años de trabajo. Para Abel el elogio de
Legendre llegó demasiado tarde desgraciadamente, pero para Jacobi fue un
estímulo para seguir trabajando. En una de las correspondencias
más interesantes de toda la literatura científica, el joven de 20
años y el veterano, cumplido los 70, se expresan recíprocamente
sus elogios y gratitud. La única nota discordante es el menosprecio
manifiesto de Legendre por Gauss, a quien Jacobi defiende vigorosamente. Pero
como Gauss jamás consistió en publicar sus investigaciones,
había planeado una obra importante sobre las funciones elípticas
cuando Abel y Jacobi se le anticiparon en la publicación,
difícilmente puede culparse a Legendre por tener una opinión
totalmente equivocada. Por falta de espacio debemos omitir párrafos de
esta hermosa correspondencia. (Las cartas están publicadas en el volumen
1 de la
Werke
de Jacobi).
La creación, en unión con Abel, de la teoría de funciones
elípticas fue sólo una pequeña, aunque importante, parte
de la enorme producción de Jacobi. Para sólo enumerar todos los
campos que enriqueció en su breve vida de trabajo de menos de un cuarto
de siglo, sería necesario más espacio de lo que podemos dedicar a
un hombre en un libro como éste. Por tanto, mencionaremos tan
sólo algunas de las cosas más importantes que hizo.
Jacobi fue el primero en aplicar las funciones elípticas a la
teoría de los números. Esta iba a ser la diversión
favorita para algunos de los grandes matemáticos que sucedieron a
Jacobi. Es un tema curioso, donde los arabescos de la ingeniosa Álgebra
revelan inesperadamente relaciones, hasta entonces insospechadas, entre todos
los números comunes. Por este medio Jacobi demostró la famosa
afirmación de Fermat de que cualquier número entero, 1,
2, 3,
... es una suma de cuatro cuadrados de números enteros (siendo
considerado el cero como un entero), y además su bello análisis
le permitió ver las
diversas ma
neras en que cualquier entero puede ser expresado como tal suma.
Para quienes gustan de aspectos más prácticos, podemos citar la
obra de Jacobi en dinámica. En este tema de fundamental importancia para
la ciencia aplicada y para la física matemática, Jacobi hizo el
primer significativo progreso más allá del logrado por Lagrange y
Hamilton. Los lectores familiarizados con la mecánica de los cuantos
recordarán el importante papel desempeñado en algunos de los
aspectos de esa revolucionaria teoría por la ecuación
Hamilton-Jacobi. Su obra sobre ecuaciones diferenciales inicia una nueva era.
En Álgebra para mencionar una sola cosa entre muchas, Jacobi ideó
la teoría de determinantes en la simple forma ahora familiar a todo el
que estudie segundo curso de Álgebra.
Para la teoría de la atracción de Newton-Laplace-Lagrange, Jacobi
hizo contribuciones especiales mediante sus bellas investigaciones sobre las
funciones que se repiten varias veces en esa teoría y mediante
aplicaciones de las funciones elípticas y abelianas a la
atracción de los elipsoides.
De una originalidad aun mayor es su descubrimiento de las funciones abelianas.
Tales funciones surgen al invertir una integral abeliana, en la misma forma que
las funciones elípticas surgen de la inversión de una integral
elíptica. (Los términos técnicos fueron mencionados a
principio de este capítulo). Aquí no tenía nada que le
guiara y durante largo tiempo tuvo que caminar en un laberinto sin claves. Las
funciones inversas apropiadas en el caso más sencillo son funciones de
dos variables, que tienen cuatro períodos; en el caso general, las
funciones tienen n variables y 2n períodos; las funciones
elípticas corresponden a n = 1. Este descubrimiento fue para el
Análisis del siglo XIX lo que el descubrimiento de Colón fue para
la geografía del siglo XV.
Jacobi no murió tempranamente por exceso de trabajo, como sus amigos
predecían, sino de viruela (18 de febrero de 1851), teniendo 47
años. Antes de terminar citaremos su respuesta al gran físico
matemático francés que reprochaba a Abel y Jacobi de "gastar" su
tiempo en las funciones elípticas, mientras aun debían ser
resueltos problemas sobre conducción del calor.
"Cierto es dice Jacobi, que M. Fourier opina que el principal objeto de la
Matemática es la utilidad pública y la explicación de los
fenómenos naturales; pero un filósofo como él debía
saber que el único objeto de la ciencia es honrar la mente humana, y que
bajo este título un problema referente a los números es tan digno
de estima como una cuestión acerca del sistema del mundo".
Si Fourier reviviera quedaría asombrado de lo que le ha ocurrido al
Análisis que él inventó para "utilidad pública y
para la explicación de los fenómenos naturales". Por lo que se
refiere a la física matemática, el Análisis de Fourier hoy
tan sólo constituye un detalle en la infinitamente más vasta
teoría de los problemas del valor-límite, y es en la más
pura de la Matemática pura donde el Análisis que Fourier
inventó encuentra su interés y su justificación.