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¿Ya extrañan a Trump?: Biden y Estados Unidos se derrumban a sin remedio

Tonto es un adjetivo que le queda corto a este presidente que, apenas cumplido su primer año de gobierno, lleva acumulado una asombrosa sarta de fracasos, metidas de pata, dislates verbales, inflación desbocada, ridículos  diplomáticos y casos de COVID que hacer rato rebasaron las marcas de su antecesor. Un desmadre del que ni la prensa lambiscona ni los cíbermagnates podrán salvarlo. Pero decían que el inepto y el tarado era Donald Trump...

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ENERO, 2024. Apenas el año pasado el otrora prestigiado semanario TIME designó a Joe Biden y a Kamala Harris "personas del año", una portada donde sus rostros aparecían serios, reflexivos, conscientes de la responsabilidad que tenían frente a sí pero convencidos de que juntos harían de Estados Unidos un paraíso de tolerancia, progreso, unidad, armonía y estabilidad económica. En otras palabras, borrarían de la memoria colectiva del país toda obra y recuerdo de Donald Trump.

Un año después esa revista publica una portada que sin mayor texto presenta a Biden sentado en la Oficina Oval, con unas ominosas nubes grises encima suyo. La idea, naturalmente, es que los elementos y la mala suerte conspiran contra Joe Biden cuando es éste, y nadie más, el responsable de la debacle por la que están atravesando los Estados Unidos. De hecho y como apunta el analista Matt Walsh: "nadie ha dicho a los editores de esa revista que la tormenta ya ocurrió y que un rayo cayó en Joe Biden, dejándolo totalmente achicharrado".

El 2022 le está resultando infernal al mandatario norteamericano: nada le sale bien, todo lo que ha planeado se derruye sin remedio y, para colmo, sus propias declaraciones no hacen más que agravar el desastre. Como ejemplo, su cacareado programa Build Back Better, un plan que supuestamente daría a los norteamericanos un mundo de felicidad acompañada de ambrosia proecologista,  se topó de frente con la oposición de dos senadores demócratas, Krysten Sinema de Arizona y Joe Manchin de West Virginia quienes votaron en contra y detuvieron en seco este proyecto que habría sepultado, sin duda, a los Estados Unidos como los hemos conocido.

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Otro golpe le llegó a Biden por parte de la decisión de la Suprema Corte, más conocida como SCOTUS, cuando dictaminó la inconstitucionalidad al exigir a las empresas que obliguen a sus empleados a ponerse tapabocas y vacunarse contra el COVID. Este punto es importante dado que una posible venia de la Suprema Corte habría facilitado al Estado norteamericano, aun con los argumentos más pueriles, para seguir suprimiendo las garantías individuales como lo ha estado haciendo desde los atentados del 2001.

Y para colmar el asunto, el martes 18 de enero Biden convocó a una rueda de prensa en la Casa Blanca, apenas la tercera en 12 meses y en la previamente se escogió a los periodistas que realizarían las preguntas y se les aleccionó que únicamente se tocaría el tema de la posible invasión rusa a Ucrania. Sin embargo el presidente estalló en furia cuando ante las preguntas incómodas de los medios  y de ribete llamó "pregunta estúpida" cuando una reportera le inquirió sí había previsto la reacción de Putin (naturalmente que Biden no respondió esa "pregunta estúpida").

En otro momento Biden le entregó un regalito valuado en oro a Trump cuando advirtió que la federalización del voto que promueven los demócratas (la cual prohibiría a todos los estados a exigir identificación a la gente que acudiera a votar y que finalmente fue rechazada, de nuevo, con el voto en contra del legislador Manchin) "en caso de no ser aprobada, permitirá que ocurra otro fraude electoral como el que se dio en el 2020" (!!!) con lo cual  Biden, dentro de su asombrosa ingenuidad o estulticia, da como un hecho lo que se ha sospechado desde noviembre del 2020.

Otra estupidez dentro de esa rueda de prensa ---que, recordemos, tenía como objetivo levantar los bajísimos ratings de popularidad que presenta entre el electorado, todo a cargo de una prensa sumisa que no le preguntó sobre otro temas ingentes como la inflación y la crisis en la frontera con México-- se dio cuando Biden presumió que "en mi primer año de gobierno he logrado más que cualquier otro presidente en la historia", presunción que incluso los mismos "analistas" incapaces de cuestionar a los demócratas pusieron en duda.

En ningún momento Biden tocó los temas que más preocupan a los  norteamericanos, esencialmente la inflación, el aumento de la criminalidad en las grandes ciudades y la escasez de bienes de servicio en varias tiendas comerciales. Como consecuencia, a los tres días de la conferencia de prensa, la encuestadora Rasmussen  refirió que la popularidad de Joe Biden había bajado al 48 por ciento, aunque otras encuestas la ubican ya cercana al 30 por ciento.

Lo asombroso es que el desastre está ocurriendo pese a la mano suavecita con que la prensa ha tratado a Biden así como la complacencia del Poder Legislativo el cual ni de chiste se le ha ocurrido establecer un juicio político al mandatario por el espantoso fracaso en Afganistán cuando eso mismo habrían exigido en caso que el desastre le hubiera sucedido a Donald Trump, y quizá lo habrían depuesto de la presidencia. Queda claro, entonces, la razón por la cual los asesores de Joe Biden han evitado que hable al país u ofrezca conferencias de prensa y, por el contrario, no les incomoda que el presidente haya pasado una tercera parte de su mandato encerrado en su casa de New Hampshire haciendo no se sabe qué.

Ante esta situación, la mayoría de los analistas, incluso simpatizantes demócratas, dan por un hecho que ese partido perderá la Cámara de Representantes el próximo noviembre. La paciencia de millones de norteamericanos hacia los demócratas comenzó a  agotarse con el alza de precios. "De nada sirve que un político diga muy orgulloso que el país está mejor que nunca si a la gente ve que no el rinde su dinero cada vez que va de compras", apunta el analista Jesse Watters, de la cadena Fox. Y como solía ocurrir en México en los años de Echeverría, López Portillo y De la Madrid, la Casa Blanca está culpando a la "avaricia" de "algunos comerciantes" para subir los precios. ¿Pero por qué esa "avaricia" de los comerciantes no se había dado hasta que el Departamento del Tesoro comenzó a imprimir dólares como si se tratara de volantes?

Y es que contra las promesas de esos "especialistas financieros" de CNN, el canal Bloomberg y The Washington Post en el sentido que el fenómeno inflacionario "es pasajero", las expectativas para este 2022 advierten de un brote inflacionario aún mayor, incluso superior al 10 por ciento, algo que no se ha registrado desde fines de los años 70. "Es ingenuo, incluso idiota, llamar 'una bendición' al alza de precios", señala el analista cubano-americano Sylvio Canto, quien vivió en México durante la debacle lopezportillista. "Si en realidad fuera una 'bendición' todos los países de América latina que han la padecido serían prósperos y felices".

Dado que su plan Build Back Better, que en principio se anunció como una nueva versión del New Deal rooselveltiano y que fue rechazado en el Congreso, no es exagerado sugerir que el gobierno de Joe Biden prácticamente se ha ido al suelo envuelto en llamas. El problema inmediato es que, sin Biden, la llegada de Kamala Harris podría poner su presidencia como un mero jueguito de incompetencia.

De aquí a noviembre, cuando se realicen elecciones legislativas y que todo indica los republicanos conquistaran con creces la mayoría de las curules en disputa, los demócratas están liquidados en forma increíblemente temprana. Lo peor del asunto es que ni siquiera se han dado cuenta de ello y, al mando de un presidente que sufre deterioro mental inocultable, siguen acelerando su carrera rumbo al abismo.

 

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