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INTERNACIONAL

El desconcertante mundo del Papa Francisco

A diferencia de sus antecesores, este Pontífice viaja poco y no alza la voz de protesta en los foros internacionales ante las amenazas que sufre su grey en todo el mundo, pero le indignan sobremanera el libre mercado, la meritocracia y el individualismo. Repasemos el extraño mundo de irrealidades y distorsiones en que vive el primer Papa latinoamericano

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OCTUBRE, 2021. Antes que nada, quiero dejarlo en claro: como católico (no acostumbro ir a misa pero estoy consciente que mis actos como cristiano contarán más a la hora de rendir cuentas que el pararse por inercia en un templo cada domingo. ¿Y no nos han dicho que Dios está en todos lados?) el Papa Francisco no me representa, no es una autoridad para mí.

Un Pontífice, ahora que sí que consubstancial al Padre (como se decía antes, según recuerdo cuando me llevaban a misa) tiene como misión terrenal la defensa de la fe ante toda amenaza, venga de donde venga. Pero sigo esperando una frase, siquiera una palabra de indignación por parte del Santo Padre en relación al asesinato cobarde de Sir David Amess, miembro del Parlamento británico y católico devoto (fue uno de los organizadores de las visitas que Juan Pablo II realizó a las islas británicas). Amess murió a manos de un fanático musulmán, ¿pero dónde está la indignación de Roma?

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Igualmente, el Papa Francisco ha refrendado su posición antiaborto, la cual ciertamente mantiene inalterada una postura vaticana. ¿Pero por qué no ha abierto Su Santidad la boca para advertir de una  excomunión, mínimo al presidente Joe Biden, quien es católico, por su abierto apoyo al aborto y a que el gobierno norteamericano siga financiando cientos de "clínicas" donde a diario innumerables embarazos son "interrumpidos voluntariamente"?

En cambio, lo que hoy tenemos es a un Papa hiperpolitizado, que no duda en llamar "sistema de muerte" al capitalismo, de voltear hacia otro lado ante el hecho que cientos de disidentes cubanos católicas están siendo torturados por la dictadura castrista-canelista y que incluso dio la comunión a Nicolás Maduro, acto igual o más repugnante que cuando Pinochet fue fotografiado con una hostia consagrada en la lengua.

Este Papa quizá no ha escuchado aquello de "Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios". Y si lo ha escuchado, simplemente le importa un cuerno retorcido.

Desde la llegada del Papa Juan XXIII a la Santa Sede, la Iglesia católica se declaró "peregrina" y fue moviéndose más y más hacia el espectro de la izquierda, labor que se aceleró tras la celebración del Concilio Vaticano II, ya con el Papa Paulo VI en el trono de San Pedro. Luego vendría una oleada contranatura donde cientos, quizá miles de sacerdotes, aparte de declararse "peregrinos", también lo hicieron a favor de los movimientos guerrilleros en América latina, pese a que éstos contaban con la venia de la Unión Soviética, un régimen que asesinó a millones de cristianos que se negaron a renegar de sus creencias religiosas (algo que también había ocurrido recientemente en Cuba, aunque los sacerdotes "peregrinos" se desentendieron de ese punto.

Poco después aparecía la Teología de la Liberación, del párroco peruano Gustavo Gutiérrez, las diatribas antiimperialistas del obispo Samuel Ruiz en Chiapas, y una corriente que pareció irse diluyendo tras la desaparición de la URSS en 1991 y en la cual Juan Pablo II tuvo un papel decisivo, incluido su activismo como arzobispo de Cracovia en los años 60 y 70. Pero ahora, insospechadamente, Su Santidad ataca con toda franqueza a todo lo que considera "nocivo" en el mundo que habría sonrojado a sus antecesores. Su Santidad ha hablado poco, poquísimo, en defensa de la fe cristiana y mucho, demasiado, en todo a l que --en sospechosa concordancia con el discurso" internacional--- el Papa Francisco piensa que es un "sistema de muerte".

Cómo olvidar la declaración aquella, por demás insensata, acerca del milagro de la multiplicación de los panes y los peces. Su Santidad cambió la frase a su gusto para salirnos con que "hoy día, la multiplicación de los bienes no resuelven los problemas sin una justa distribución, me viene a la mente la tragedia del hambre" para sacar la novedad que las escrituras "hacen referencia a la 'división' de los panes y no a la multiplicación".

¿Quiere esto decir que los catequistas y los sacerdotes que nos remacharon esa enseñanza en nuestra infancia vivían en el error pese a que la cita de la multiplicación de los panes aparece en Mateo, 14, versículos 13-21? Y perdone usted, pero no es cierto, Su Santidad; en ningún momento la Biblia nos habla de la "división" de los panes. ¿Hace cuanto que no repasa sus páginas?

Ya en fechas más recientes y con motivo del Día Mundial de la Alimentación el pasado 16 de octubre, Su Santidad propuso "superar la fría lógica del mercado, centrada ávidamente en el mero beneficio económico y en la reducción de los alimentos a una mercancía más, y afianza la lógica de la solidaridad".

¿Qué será eso de la "lógica de la solidaridad" y la "fría lógica del mercado?" ¿Acaso que es anticristiano producir alimentos y ponerles un precio en vez de regalarlos pues aspirar a un beneficio económico representa un billete sin retorno a los avernos? ¿Cómo espera Su Santidad que al producir alimentos, el empresario se capitalice, haga crecer su negocio y por ende produzca más alimentos si los regala como si fuera Santa Claus en Nochebuena? Aparentemente, la "lógica de la solidaridad" del Santo Padre equivale a que un grupo de seráficos burócratas se encarguen de repartir los alimentos porque los particulares solo ven una ventaja económica en ello.

Paradójicamente, es gracias a esa "fría lógica del mercado" ha conseguido que el hambre en el mundo se haya desplomado un 42 por ciento desde 1990, momento en el cual los mercados capitalistas experimentaron una expansión ilimitada?

¿Por qué motivo el Papa Francisco se abstiene de nombrar un ejemplo, uno solo, donde la "lógica de la solidaridad" haya combatido el hambre? Después de todo sobran los ejemplos donde ya se aniquiló o se tiene asfixiado a ese "sistema de muerte", ya sean Cuba, Corea del Norte, Venezuela e incluso Argentina, su país natal, que está viendo resurgir peligrosamente la inflación a causa de esa "lógica de la solidaridad". Un razonamiento debe defenderse con argumentos, aquí en la tierra como en cielo.

Ese mismo día y dentro de un discurso a los movimientos populares, el Papa exigió ajustar nuestros modelos socio-económicos que tengan rostro humano", de modo que "volver a los esquemas anteriores a la pandemia, sería verdaderamente suicida, ecocida y genocida (...) urge elegir un nuevo camino.  Ustedes son un verdadero ejército invisible, son parte fundamental de la humanidad que lucha por la vida frente a un sistema de muerte". Y no, el Papa no se refería a Boko Haram, a los talibán, a ISIS o a otros grupos que han jurado "borrar" al cristianismo de la tierra, ni tampoco contra quienes han incendiado iglesias católicas en Canadá. Francia o Gran Bretaña. No: para El Papa Francisco, ese "sistema de muerte" es el capitalismo.

En ese mismo foro, Su Santidad pidió "a los grupos financieros e instituciones internacionales de crédito que permitan a los países pobres garantizar las necesidades básicas de su gente y condonen esas deudas tantas veces contraídas contra los intereses de esos mismos pueblos". ¿Por que no incluir en esa exigencia la denuncia a esos partidos políticos, a esos políticos y a esos liderzuelos que se enriquecieron con esos préstamos?

Igualmente al Papa nadie le ha informado que ya se dio esa condonación de los organismos internacionales de crédito, de que Dinamarca, Holanda, Bélgica, Irlanda y Canadá desistieron de cobrar los adeudos contraídos por los países africanos?

Más adelante su Santidad regaña a los gigantes de las telecomunicaciones para "que liberen el acceso a los contenidos educativos y el intercambio con los maestros por Internet". El desconocimiento del Papa Francisco respecto al mundo es pasmoso, preocupante: ¿nadie le ha mencionado que estos gigantes ofrecen no solo contenidos educativos gratuitos o plataformas como Skype, Zoom, Google Classroom a las que se puede acceder sin costo para impartir o tomar cursos?

Decía Marx que la historia sucede por primera vez como tragedia y la segunda como farsa. Y eso es precisamente lo que estamos viendo con el Santo Padre cuando sentencia "no al neocolonialismo, los conflictos deben resolverse en instancias multilaterales como las Naciones Unidas". En este punto es imposible pensar que el Papa habla en serio: ¿Darle mas autoridad  a un organismo decrépito, parasitario, burocratizado hasta la médula y que con frecuencia, en vez de ayudar a resolver los conflictos internacionales, los empeora?

Más adelante el primer Papa argentino le tunde a los discursos que "promueven la meritocracia y el individualismo", es decir, le echa pestes a esa misma escalera que le sirvió para ir escalando posiciones dentro del clero argentino, hasta llegar a cardenal.

Hay más, por supuesto. Su Santidad también ha abogado por un ingreso básico universal, noble propósito que, como país, el propio Vaticano debería empezar a pregonar con el ejemplo. Es dudoso que a los habitantes de la minúscula nación en pleno centro de Roma se les esté regalando el dinero en vez de recibirlo por estar devengando un salario. Finalmente, el Papa Francisco exige reducir la jornada laboral con lo cual se estaría aplicando la "lógica de la estupidez": incrementar la distribución de la riqueza y al mismo tiempo reducir el número de horas para crearla.

Así como el Papa Francisco alteró a su gusto las Sagradas Escrituras, hoy nos sentimos con la libertad de hacer lo mismo. "Señor, perdónalo porque, definitivamente, el Papa Francisco no sabe lo que dice".



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EXTRA:

El Papa y el anillo ¿fue mera prevención o ya sabía algo?

OCTUBRE, 2021. Al terminar una de sus audiencias, los asistentes que se acercaron al Papa Francisco se sorprendieron al ver que éste movía hacia atrás su mano derecha cuando los fieles tenían la intención de besarle el anillo, y en ocasiones rechazó el intento con firmeza.

Besar el anillo papal  ha sido una costumbre que se remonta a la Edad media, esto como una manera de mostrar respeto ante ala autoridad terrenal y celestial del también llamado Vicario de Cristo. Pero en esa ocasión, y varias más, el Papa Francisco rechazó que los fieles besaran el anillo, sin dar más explicaciones.

Uno podría alegar que el Papa Barboglio actuó así por razones sanitarias: quizá padecía de alguna infección o no deseaba que le involuntariamente le pegaran algún virus. Pero se sabe perfectamente que,  después de las audiencias papales, el anillo es puesto en una solución especial para sanitizarlo, precisamente para evitarle infecciones virológicas al Papa. Excepto, lo dirá cualquier epidemiólogo íntegro, si se trata de un virus bastante poderoso.

Este rechazo a que besaran el anillo, por si hace falta recordarlo, se dio en septiembre del 2019, es decir, en momentos que en China comenzaba a darse la alerta sobre los primeros casos de Covid 19. Como diría el clásico encabezado periodístico: ¿qué sabía entonces el Papa Francisco sobre el Covid y cuándo lo supo? (OFM)

 

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