Otros textos de
Internacional
El patético tour
de la señora Clinton, pobrecita ella
Respuestas del Papa y Putin a los atentados en Egipto. ¿Qué está mal
en este cuadro?
Los rusos, hoy
villanos de la izquierda gringa, ayer eran los héroes
Adiós al
arrogante Barack Obama, salúdame a jamás vuelvas
De dar pena: las
hordas anti Trump
La
tonta de esta semana: Hillary Clinton [Diciembre. 2016]
Sin Fidel Castro, el
castrismo también garantiza su epitafio
Archivo
|
|
INTERNACIONAL
Ante los
desatinos del Papa Francisco, el legado de Juan Pablo II crece
todavía más
Ser más papista
que el Papa puede definir al actual pontífice, un gran contraste con
uno de sus antecesores inmediatos quien ayudó a cambiar la historia
del mundo y antepuso siempre la defensa de los cristianos en una
tierra hostil como lo es Medio Oriente. Ante este contraste, el
legado de Karol Wojtyla adquiere más preponderancia
Versión impresión
JUNIO, 2017. Cuando fue elegido
Papa en 1978, las expectativas acerca del hasta entonces cardenal
Karol Wojtyla eran enormes, no solo por tratarse del primer
pontífice no italiano en casi medio milenio sino por ser una figura
que, dados sus antecedentes, se perfilaba más como un conservador,
un contraste amplio con los postulados de sus antecesores Juan XXIII
y Pablo VI, quienes habían abierto la puerta al progresismo en la
Iglesia a partir del Concilio Vaticano celebrado en Medellín. (Los
infaltables conspiracionófilos dirán que este papa llegó tras el
supuesto "envenenamiento" de Juan Pablo I, quien estuvo en el trono
de San Pedro poco menos de un mes).
Además de haber tenido uno de los papados más largos de la historia,
el de Juan Pablo II ayudó a transformar profundamente el mundo que
le tocó vivir como pontífice. Se comprometió a ser el "Papa
viajero", donde visitó no solo países afines a la Iglesia católica
sino otros que le eran francamente hostiles . Bien pronto quedó
claro que se trataba de un pontífice distinto que había pisado
callos, tanto así que en 1981 fue víctima de un atentado que, se
supo depsues, había sido planeado por la KGB. Juan Pablo II se
reveló como un Papa comprometido con la libertad de manera que, al
hacer buena química con Lech Walesa,
Margaret Thatcher y
Ronald
Reagan, se propusieron dar fin al imperio soviético, un bloque que
había suprimido sus derechos elementales y religiosos a millones de
personas en Europa.
A qué grado llegó la influencia Juan Pablo II que, apenas unas
décadas después que Stalin preguntara burlonamente "¿Y cuántas
divisiones tiene el Papa"?, Mijail Gorbachov fuera a visitarlo al
Vaticano.
Queda claro que, sin la presencia de Juan Pablo II, el bloque
soviético no habría caído o habría tardado más tiempo en
desplomarse. Y había una razón, Como llegó a recordar el ex dictador
polaco Wojciech Jaruzelski: "Cuando platicábamos y desde que era
cardenal, dentro de toda su amabilidad mostraba una valentía para
decir lo que pensaba y unas convicciones inamovibles, admirables".
El recientemente fallecido filósofo católico Michael Novak escribió:
"He estudiado la vida de los Papas en toda la historia y veo a Juan
Pablo II, en su actuar, casi casi como una excepción, que lo
convirtió en un verdadero apóstol".
Tras la muerte del Papa polaco, le sucedió Joseph Ratzinger, un
intelectual de altísimos vuelos no muy acostumbrado a las grillas
internas dentro del Vaticano de modo que, harto, renunció al trono
de San Pedro y se convirtió en Papa emérito. Fue sucedido por Jorge
Barboglio, el primer Papa latinoamericano aunque, dentro de toda su
herencia, el Pontífice volvía ser italiano luego de la experiencia
de un Papa polaco y otro alemán.
Y tenemos, así, otro Papa de contrastes. Del conservadurismo de
Wotjlyla y Ratzinger hemos pasado a un curioso cóctel de peronismo
con teología de la liberación aderezado con un discurso progre
norteamericano, algo más que desconcertante si asumimos que, como
arzobispo de Buenos Aires, se catalogaba a Barboglio como un
cardenal más bien de tendencia conservadora. Los feligreses de la
capital austral aún se regocijan al recordar los "pleitos verbales"
entre el actual Papa y la ex presidente Cristina Kirchner, quien
llegó a llamarle "anticuado" y "pieza de museo por manifestar su
oposición al matrimonio homosexual y el aborto, pero una vez que fue
elegido Papa, la exmandataria corrió, casi de rodillas, a felicitar
a Barboglio al mismísimo Vaticano.
Y en lo que podría considerarse la corona de las ironías, Barboglio,
ya convertido en el Papa Francisco, parece ser fiel acólito del
populismo que caracterizó al matrimonio de los Kirchner.
Cuando un Papa advierte que "no existe un solo ejemplo donde el
capitalismo haya combatido las desigualdades", dan ganas de
recordarle cómo en 1962, una devastada Corea del Sur tenía menos de
un tercio del PIB argentino y hoy, gracias al libere mercado, su PIB
es de 27,221,52 dólares contra los 13,431,88 dólares del país donde
nació Su Santidad. Cuando el Papa dice que "si una mujer está
arrepentida por haber abortado puede recibir el perdón", se trata más
de una idea propia que la de una Iglesia que por milenios ha
condenado lo que eufemísticamente se ha llamado "interrupción
voluntaria del embarazo". Cuando el Papa Barboglio canoniza a los 6
mil civiles asesinados en Paracuellos, España, durante la guerra
civil española y luego afirma que "los comunistas son como los
cristianos porque buscan que sean los pobres y los marginados sean
quienes decidan", cae en una brutal incongruencia de ideas.
Un Papa que pide "diálogo" en Venezuela ante un gobierno que solo ha
ofrecido represión y lleva casi 60 muertos en su haber y que hace
unas semanas ofreció la comunión a Nicolás Maduro --escena tan
repugnante como la famosa foto donde a Augusto Pinochet se le ve
comulgando-- solo puede provocar retortijones.
Un Papa que, como respuesta cuando dos fanáticos musulmanes
degollaron al padre Jacques Hamel en Francia, dijo que "también hay
cristianos violentos que golpean a sus esposas y nadie dice nada",
nos deja en claro que el Papa Francisco es bastante peculiar, y no
precisamente en los mejores términos.
Cuando cientos de miles de cristianos son perseguidos y asesinados
en Medio Oriente y el Papa relativiza el asunto aludiendo "los
excesos cometidos por los cristianos durante las Cruzadas", la
diferencia de Barboglio con su antecesor ya es insalvable; si
recordamos cómo Juan Pablo II le dijo en su cara al dictador Saddam
Hussein, "si los cristianos en Irak son objeto de agravios, vendré
desde Roma a luchar por ellos, por ello delego en sus manos su
integridad", la actitud del Papa Francisco es pasmosa, inexplicable.
Los resultados están a la vista: si bien el Papa Francisco se ha
convertido en un favorito de la izquierda --ha sido hasta hoy en el
único pontífice al que Rolling Stone la ofreció una portada--
y millones de católicos, por el solo hecho de ser el sucesor de
Pedro toman como dogma inapelable toda declaración que diga, lo
cierto es que su influencia en el panorama mundial queda muy lejos
de la de sus antecesores, en especial Juan Pablo II.
Es elogiable que el Papa Francisco lo haya canonizado y
prácticamente convertido en santo. Pero la mejor manera de honrar su
memoria es continuar su obra pastoral, muy alejada de las telarañas,
espejismos y desconocimiento que el Papa Francisco ha demostrado
estos años al frente de la Iglesia católica.
Textos relacionados
Respuestas del Papa y Putin a los
atentados en Egipto: ¿qué está mal en este cuadro? [Abril, 2017]
El padre Hamel, mártir de una Europa doblegada [Septiembre, 2016]
¿Desea opinar sobre este
texto?
[email protected]
[email protected]
0
comentarios |