fasenlínea.com

Análisis, comentario Y Demás

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Otros textos de  Internacional

Adiós al arrogante Barack Obama, salúdame a jamás vuelvas

De dar pena: las hordas anti Trump

La tonta de esta semana: Hillary Clinton [Diciembre. 2016]

Sin Fidel Castro, el castrismo también garantiza su epitafio

Nueve puntos que llevaron a Donald Trump a la Casa Blanca

Puerto Rico o cómo se hunde la Grecia del Caribe

Colombia: la apuesta de Juan Manuel Santos por el nada o nada

Archivo

 

INTERNACIONAL

Los rusos, hoy villanos de la izquierda gringa, ayer eran los héroes

Cómo fue que súbitamente Vladimir Putin y sus hackers pasaron a ser los chicos malos del momento para los demócratas y los progres norteamericanos, cuando por décadas les virtieron miel y justificaron toda sus trapacerías

Versión impresión

FEBRERO, 2017. Hace exactamente tres décadas un conocido senador, hermano de un presidente y de un precandidato arteramente asesinados, viajó a la entonces Unión Soviética, no precisamente para criticar a Mijail Gorbachov, sino para pedir, a él y al pueblo ruso, que no apoyaran la posibilidad de una reelección para Ronald Reagan. Lejos de censurar al senador, de nombre Edward Kennedy, sus correligionarios demócratas lo aplaudieron al regresar sin que nadie cuestionara cómo es que había ido a otro país para que interviniera en el proceso electoral de Estados Unidos.

Durante décadas --e incluso en algunos años de Vladimir Putin-- la izquierda norteamericana celebraba con fruición todo aquello que proviniera de la Madre Rusia. Cuando Nikita Kruschev visitó el país y dijo que "sus nietos vivirán bajo el comunismo", los progres le crearon un comité de bienvenida al calvo sátrapa. Igual con la visita de Brezhnev años después, en los años de Nixon y donde éste último, naturalmente, era considerado el malo de la historia.

Ya en los setenta y ochenta, la izquierda solía tomar como modelo a seguir a los rusos, de paso justificando todas sus trapacerías, entre ellas la invasión soviética a Afganistán, en 1978, la cual no mereció crítica alguna por parte de esos medios como The New York Times que hoy acusan a Rusia de ser artífice de la derrota de Hillary Clinton (y ya en serio: ¿cuándo comprenderán los progres que su candidata perdió por las corruptelas que cargaba a cuestas?). Cuando un misil soviético derribó un avión de Korean Airlines, ningún académico, periodista o analista adorador del Kremlin se atrevió a censurar el asesinato de los cientos de pasajeros inocentes que viajaban a bordo.

Al ocurrir el accidente de Chernobyl, en 1986, ninguna voz "progresista" norteamericana, ya fuera ecologista o académica, levantó indignada la voz ni organizó protesta alguna como sí se hicieron, con miles de asistentes, para repudiar la fuga del reactor Three Mile Island registrada siete años antes.

En 1983, Samantha Smith, hija de un matrimonio izquierdista, escribió una carta al entonces dictador soviético Yuri Andropov pidiéndole que cooperara en la paz mundial, y para su sorpresa, Andropov no solo respondió su misiva sino que la invitó, con todos los gastos pagados, para que visitara la Unión Soviético. Lo que vino fue un circo mediático donde se insistía en que ¿ya ven? los rusos no son tan malos como los pintan.

La cobertura de los medios norteamericanos alcanzó niveles de orgasmo tales que cuando la niña falleció dos años después en un accidente aéreo, se culpó a la CIA y al gobierno del presidente Reagan.

Cuando el matrimonio Gorbachov visitó Washington por primera vez, los progres norteamericanos procuraron darle una bienvenida de rock stars a la pareja.

En los años de Barack Obama el embelesamiento continuó durante los primeros años. ¿Ya olvidaron los progres gringos cuando Hillary Clinton entregó a Moscú el "botón de reinicio" de la relación con Estados Unidos? Cuando Obama se reunió con el entonces presidente ruso Dmitry Medvedev, el primero le pidió "tiempo, después de la reelección tendré más margen de maniobra", esto es, ya no tendría que pensar en las consecuencias electorales. Aquél fue un desliz del cual la izquierda norteamericana jamás refirió que se estaban dando concesiones a un gobierno extranjero; en aquel entonces todavía de trataba de "nuestros amigos los rusos".

Asimismo, la izquierda norteamericana se sorprende e indigna de que los rusos interfieran en la vida política de Estados Unidos, algo que han hecho impunemente desde el triunfo de la revolución soviética en 1917; durante décadas los rusos obtuvieron toneladas de información procedente de Estados Unidos cortesía de sus espías los cuales, al verse descubiertos, eran defendidos como inocentes palomitas, como fue el célebre caso del matrimonio Rosenberg.

Los hackers rusos se meten sin problema alguno en las redes norteamericanas todos los días. Pero en vez de criticar la estupidez --no hay otro término para describirlo mejor-- por parte de Hillary Clinton el enviar miles de mails clasificados a través de sus correos personales, resulta que esos hackers, al igual que su jefe Vladimir Putin, poseen capacidades desconocidas para el resto de la humanidad capaces incluso de cambiar el curso de una elección mediante triquiñuelas manipuladoras en la red y balconeos a la candidata.

A esa izquierda norteamericana que hoy acusa "intervencionismo" jamás le molestó que los rusos financiaran directamente al Partido Comunista de Estados Unidos, o que sus simpatizantes prorusos obtuvieran puestos claves en sindicatos, escuelas, medios de comunicación y el gobierno federal. Hasta hace unos años, como indica el ya referido caso del ya fallecido senador Kennedy, darle por su lado a los rusos y festejar sus puntadas era parte del ideario progre norteamericano.

Cerremos este teatro de absoluta incongruencia con lo que dijo Barack Obama el 12 de diciembre en The Daily Show:

"El que Rusia trate de influenciar nuestras elecciones se remonta a los días de la Unión Soviética. Lo que ellos hicieron aquí al hackear y difundir algunos mails no es necesariamente un caso de espionaje o propaganda. La verdad, nos preocupaba más el desarrollo de la elección que cualquier manipulación del voto, algo de lo que no tenemos evidencia". Días después el mismo Obama acusaba a Rusia y a Putin de haber influido en el resultado final de las elecciones en Estados Unidos.

Una de dos: Obama mintió flagrantemente y sin consecuencias como lo hizo en buena parte de su gobierno, o los servicios de inteligencia norteamericanos están conformados por idiotas.

Por muchos años la izquierda se burlaba de los grupos conservadores que advertían "ahí vienen los rusos", acusándolos de paranoicos, exagerados y aun débiles mentales. Paradójicamente, los progres norteamericanos se encuentran en idéntica posición. Todo ello ante su imposibilidad para asumir con madurez que, ni modo, perdió Hillary Clinton.

 

Textos relacionados

El espía que se burló de Obama [Abril, 2014]

No todo lo que le pasa a Obama es noticia [Julio, 2013]

 

 

¿Desea opinar sobre este texto?

[email protected]

[email protected]  

0 comentarios

 

Inicio

Nacional

Internacional

Cibernética

 

Literatura

Cine

Medios

Y demás