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El día después de
mañana ya no la recordará
El revisionismo de los
estudios Disney continúa, esta vez con una película ambigua, confusa,
con fantásticos efectos especiales, sí, pero insospechadamente
aburrida. La casa que Walt construyó presenta aquí otra incursión en
pantalla que, a diferencia de sus producciones legendarias, se esfumará
de su mente antes de acabarse la cubeta de las palomitas
Tomorrowland
George Clooney, Hugh Laurie, Britt Robertson, Raffey Cassidy
Dirigida por Brad Bird
Walt Disney Productions/2015
MAYO, 2015. Quien visitara Disneylandia a en California a mediados de los sesenta podía atestiguar el desbordado optimismo de Walt Disney por las
perspectivas del futuro, algo que él sabía no habría de tocarle --falleció en 1966-- pero
del cual su legendario parque de diversiones podría dar sobradas cuentas a sus visitantes. El más claro ejemplo
estaba en el "hogar del futuro" con todas las comodidades electrónicas imaginables y que por varios años fue parte de un pabellón en el parque de Anaheim.
Una década después la "casa del futuro" parecía más bien un remedo de
Los Supersónicos y fue desarmada, lo mismo que la Feria Mundial de 1964 donde se reflejaba cómo era visto el futuro en aquellos años, esto es, lleno de optimismo, con los seres humanos que logran colonizar ciudades bajo el agua, en la Luna, en Marte y en los desiertos más remotos. Para los años setenta, el futuro ya era visto
sombríamente, como un destino oscuro, pesimista, donde el hombre era el principal causante de su desgracia, si no es que el único.
Para nadie es un secreto que los estudios Disney atraviesan por una etapa revisionista que ya nada tiene que ver, quizá con excepción del nombre, con la forma en que su creador veía el futuro.
Tomorrowland, película que lleva el nombre de ese pabellón, en apariencia es esperanzadora pero, si le rascamos tantito, encontramos un sitio desolador, robotizado, una copia de
Blade Runner. Nada de los grandes logros humanos que se veían hace ya medio siglo; en cambio, lo que aquí se nos presenta es un universo al cual, la única manera de poder recuperar algo de nuestra esencia, se logrará si abandonamos el progreso y la tecnología.
Frank Walker (Clooney) era un niño prodigio que asistió a la Feria Mundial de Nueva York en 1964. Mientras habla de esa experiencia frente al público y ser interrumpido constantemente, una extraña niña, llamada Athena (Rafferu Cassidy) le entrega un pin y le pide que lo
siga. Poco después, mientras ambos viajan en un bote teniendo como fondo la legendaria canción de Disney "It's a Small World". Walker es transportado a Tomorrowland, una ciudad futurista. Y es que el pin posee esos poderes especiales, como lo es también el hecho de
conforme transcurre la película que Walker va envejeciendo y Atenha se mantiene niña.
Tomorrowland, sin embargo, está amenazada por unos tipos saboteadores que llevan
pistolas de plasma que, nos enteramos luego, son unos robots a los cuales --algo que horrorizaría a Mr. Disney) les cortan las cabezas en forma bastante gráfica. Pero qué podemos esperar, si ya en la fallida Llanero Solitario,
producida también por Disney, a uno de los personajes le arrancan el corazón.
Dirigida por Brad Bird (entre sus logros se encuentran The Incredibles, Up y
Ratatouille), Tomorrowland es una serie de cambios de escenas confusas y modificaciones cronológicas que desorientarán a buena parte de los espectadores. Sí, ya sabemos que el pin es capaz de asomarnos al futuro, pero también debemos aprender de un viejo
indígena cherokee cuya sabiduría debemos escuchar en el presente. También detectamos la lección de esta película: todos somos capaces de cambiar nuestro destino si primero modificamos nuestro presente. Tampoco nos quedan claras las intenciones de Frank (Thomas Robinson) por crear una máquina teletransportadora donde quienes viajen en ella perderán buena parte de azúcar en el proceso (y se toman unas coca colas
para compensar, tip comercial).
En una escena que se da en la Torre Eiffel vemos un grupo de maniquís de personajes que se "asomaron al futuro" con el fin de mejorarlo, entre ellos Thomas Edison, Julio Verne, Nikola Tesla y, claro, el mismo Eiffel. Curioso que entre tan prestigiada lista no viéramos al mismo Walt Disney..
Como decíamos al principio, Tomorrowland nunca abandona su tono desolador. Como suele ser en las cintas de Bird, los efectos especiales son espectaculares pero, a diferencia de otras de sus películas, repletas de buen humor aunque con algunos coscorrones al progreso --algo que detectará fácilmente cualquierq que analice con detenimiento las películas
que ha dirigido en Pixar-- aquí tenemos un largometraje enredado donde quien Clooney, quien se supone es el héroe, no lo es, mucho menos la
niña Athena.
Esa es la máxima, en conclusión, que nos deja Tomorrowland: para cuando llegue mañana, usted habrá olvidado casi toda la trama.
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