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Sinéad O'Connor, sus años de incongruencias

Con una prometedora carrera que se detuvo en seco cuando cometió una tontería mayúscula en televisión, Sinéad O'Connor representa claramente un caso de indudable talento consumido por la insensatez de quien lo posee. No es un caso aislado, por supuesto

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OCTUBRE, 2012. En la película Amadeus, el mayor tormento de un viejo Salieri era tratar de comprender porqué Dios había dado un talento inconmensurable a una criatura malcriada que retozaba en el piso y decía palabrotas. El caso es que ser un gran cantante o un compositor notable no exime a nadie de ser un patán o un insoportable. Casos más recientes: los hermanos Gallagher, ex miembros de Oasis, Frank Sinatra y, en México, a un padre desobligado como Luis Miguel (aunque aquí cuestionaríamos mucho lo de gran cantante... en fin). Sin embargo de repente hay excesos que, efectivamente, nos hacen pensar qué tendría en mente la divinidad al crear semejante contraste en una misma persona. Es el caso de la irlandesa Sinead O'Connor.

Como acotación personal, señalo que, cuando por primera vez supe de ella, encontré cierta afinidad con Sinéad O'Connor. Nacimos en el mismo mes, en el mismo año, con apenas cinco días de diferencia y yo, como ella, alguna vez tuve el deseo adolescente, no cumplido, de pelarme al rape y escandalizar así a la escuela de monjas donde estudiaba. Ambos éramos Sagitario, aparentemente el signo de mayor creatividad, y los dos encontramos en la música el refugio ideal a la represión que significaba estar encerrado todas las mañanas en una aula escolar. Y, sin duda, la O'Connor también en algún momento sufrió el escarnio de sus compañeros de clase. Viéndolo en retrospectiva, México e Irlanda compartían enormes similitudes en los setenta, sobre todo en tener un sistema educativo que desde entonces ya apestaba a obsoleto y una Iglesia católica que, indudablemente, muchas veces cometió excesos al manejar decenas de esos planteles. 

Por ello fue inevitable sentir cierta identificación con Sinéad O'Connor cuando se dio a conocer mundialmente a fines de los 80 con "Nothing Compares 2 U", una canción que Prince escribió y grabó aunque con poco éxito. También me quedé sorprendido la primera vez que vi el video donde solo aparecía su rostro mostrando varias emociones seguidas, un video sin ediciones ¡y qué voz! Nítida, impecable, entonadísima, por mencionar lo menos. (Hubo otra canción anterior, por cierto, llamada "Mandinka", pero en ella O'Connor aún no establecía si irse al punk o a un pop mas melódico. "Nothing Compares 2 U" nos dejó una clara respuesta).

Y cuando fui a la tienda de discos a comprar Am I Not Your Girl que incluye esa canción, comencé a hojear una revista que presentaba una entrevista con Sinead O'Connor. La poseedora de esa voz maravillosa no tenía nada cautivante dentro de su rapada cabecita. Me refiero, claro, a la doble moral que padecen muchas de esas celebridades. Hacía poco tiempo que la irlandesa había ido por primera vez de gira a Estados Unidos y comentó "mis sospechas de que es una sociedad racista se confirmaron" y agregó que "nada tengo, ni quiero que ver con ese país..." Nada, claro, excepto los dólares que recaudó en sus conciertos; nada, por supuesto, que la obligara a dar presentaciones gratuitas; nada, naturalmente, que la moviera a tomar un artero de sus discos y regalarlo a quien pasara por la calle. "Me asquea un país obsesionado con el lucro", señaló en otro párrafo. 

"Aceptémoslo, todos estamos aquí por el dinero... quien diga lo contrario es un un hipócrita a menos que no cobre por su trabajo", dijo alguna vez Steven Tyler, el vocalista de Aerosmith. Chichón para la O'Connor.

Otro que también sabía de ese business, Frank Sinatra, le envió un comentario: "No seas idiota y disfruta del viaje (...) buscaste la fama y la conseguiste ¿por qué ahora te quejas?", algo que surgió luego de otra declaración de la calva cantante donde señalaba que "ser famosa es horrible, nunca he querido ser famosa". Curiosa declaración: como si raparse fuera un distintivo femenino para matizarse entre la multitud.

Por ese tiempo el boxeador Mike Tyson fue sentenciado a prisión por haber abusado de una mujer. Recuerdo que Rolling Stone entrevistó a Connor y le pidió su opinión: "Lo veo con compasión, los negros norteamericanos han sufrido mucho, es una forma de desquite ¿sabes?". Más adelante, al opinar sobre el rap y sus letras misóginas defendió el mismo argumento y al referise a Axl Rose --quien recientemente había sido acusado de abuso doméstico-- dijo "Axl es producto de un hogar desecho (...) lo que hizo no lo culpa directamente..."

Si empleáramos el torpe relativismo de O'Connor en otras situaciones, entonces los descendientes de Al Capone tendrían patente para cometer delitos o todo aquel asesino que tuvo una infancia infeliz quedaría exculpado de toda responsabilidad dado que lo que comete es un "desquite" social. La señora O'Connor ya mostraba, desde entonces, tener un endemoniado pleito con la congruencia.

Y como se sabe, en 1992 la cantante apareció en Saturday Night Live pero a mitad de una canción sacó una foto del Papa Juan Pablo II y la rompió en pedazos. Más tarde dijo, primero, que todo había sido una "broma" pero más tarde se arrancó la máscara diplomática y refirió que, en efecto, lo había hecho por protesta contra la "misoginia" de El Vaticano y sus "siglos de intolerancia". Raro que tampoco hubiera roto en televisión una imagen de los rapperos 2 Live Crew quienes grabaron un tema con la letra "Slap the bitch hard/b'fore you fuck the ho" (algo así como pégale duro a la perra antes de... bueno, ya saben). Por lo visto hay quienes son menos misóginos que otros, en orwelliana alusión.

Quizá sea coincidencia, pero el caso es que ese incidente marcó el lento declive de Sinead O'Connor. Su siguiente disco fue un fracaso comercial y Prince (sí, ese Prince, el poco recatado autor de "Nothing Compares 2 U") reprobó lo hecho por la irlandesa quien, en consecuencia, se negó a volver a interpretar esa canción. Años después se le invitó a un concierto de beneficencia en Nueva York y el público la abucheó. ¿Qué esperaba, la verdad, después de haber dicho que ese país era una porquería?

Para el 2002 su disquera la dio las gracias y ella, por mientras, optó por convertirse en "sacerdotisa". Ha grabado varios discos y no es raro que llene los sitios donde se presenta, pero las cosas nunca serán como antes.

Hay quienes admiran a gente como Sinead O'Connor porque rompen las reglas, "empujan y van más allá", en palabras de Bill Buck, guitarrista de los desaparecidos R.E.M. Y está bien; los inconformes, los que no se sujetan a lo establecido, son parte de la creatividad artística. Después de todo, sin esa actitud jamás habríamos tenido un Picasso, un Dalí, una Sarah Bernard, una Greta Garbo, un Steve Jobs. Pero esa rebeldía debe darse con un objetivo claro, de lo contrario se convierte en rabieta infantil que no lleva a otra cosa que a la autodemeritación pública, a la inmadurez del adolescente que por desquite contra la chica que no le hizo caso le habla por teléfono para importunarla o le manda recaditos de resentido por MSM.

Cuando rompió la foto de Juan Pablo II en público, si O'Connor esperaba desatar un debate público o vender más discos, estaba tan equivocada como alguien que abre una tienda de tablas de surf en Phoenix, Arizona. Lo que consiguió fue dejar a la vista de todos su inestabilidad emocional.

 

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1 comentarios

raul_olvera escribe 17.10.12

Esta mujer está loquita, qué mas se puede decir...

 

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