Medios/Televisión
Restauradores de una
TV hundida en la mediocridad
Quién adivinaría que
desde Las Vegas llegaría un programa que aparte de proporcionarnos
lecciones de historia, rescata del olvido y deja como nuevos objetos
emblemáticos de un país que no por casualidad pasó a convertirse en
potencia mundial. Un programa que nos hace recordar que, en cuestión de
amor por el trabajo, el tiempo pasado sí fue mejor
American Restoration
History Channel
NOVIEMBRE, 2011. Rick Dale es un tipo fornido con tatuajes en los brazos y quien desde joven tuvo que trabajar duro para salir adelante. La vida en Las Vegas es mucho más que el placer, la diversión y las maquinitas tragamonedas, las cuales
por cierto actualmente utilizan tarjetas con chips computarizados. Pero también Dale está orgulloso del pasado de su país y por el desarrollo que ha experimentado a lo largo de su historia. De todos los trabajos que ha realizado en su historia hoy tiene el que lo hace más feliz y hace lo que realmente le
gusta, no solo porque hoy es su propio jefe sino porque también se ha convertido en celebridad mundial.
American Restoration es el programa hermano de El Precio de la Historia, que cuenta las andanzas en un bazar de Las Vegas y que se convirtió en la emisión de más
rating en The History Channel. Con frecuencia Rick Harris, el dueño de ese bazar, acude con Dale para restaurar y vender artículos a un precio mayor de modo que lso productores pronto concluyeron que éste también podía contar con su propia emisión. El pasado abril
American Restoration se estrenó en el canal y el éxito también ha sido enorme. No todo lo que pasa en Las Vegas se queda ahí; en ocasiones recorre el mundo y es sintonizado por millones de televidentes.
La temática del programa es un tanto distinta. Dale cuenta con un taller de restauración al sur de Las Vegas. Su negocio, que desde hace meses desarrolla frente a las cámaras, es reparar artículos viejos, hacer que recobren el color de antaño y dejarlos como si se les
hubiera fabricado ayer. La mayoría de las veces hace trabajos por encargo donde se acuerda el precio final, otras ocasiones acude a deshuesaderos o tiraderos de chatarra, tras reparar los artículos pide a coleccionistas que vayan a su taller para acordar un precio de venta. Otras ocasiones decide poner los artículos en subasta. A lo largo de todos esos años ha desarrollado un olfato que le permite, aparte de recuperar la inversión, llevarse un dinero extra, una ganancia pura. "El único objetivo es ganar dinero. Estoy orgulloso de la historia norteamericana y de quienes fabricaron todos estos objetos
pero también creo que merezco una buena recompensa por rescatar nuestro pasado", dijo Dale a la revista
Entertainment Weekly.
La idea llegó a los productores una vez que Dale remozó una silla de barbero para Harris. Aquel episodio fue tan famoso que muchos seguidores de El
Precio de la Historia también se interesaron en las restauraciones. Sobra decir que la mayoría de los fans de estas series están más
ansiosos por atiborrarse de datos históricos que sobre el precio final
con que se venden los artículos restaurados. Gracias a ambas series los televidentes más jóvenes han descubierto que detrás de ellos hubo muchas generaciones que trabajaban con dedicación para ofrecer bienes de alta calidad, tanto así que han resistido décadas de descuido e intemperie. "Anteriormente las cosas en Estados Unidos se hacían para durar por siempre pero hoy son diseñadas para que a los tres años comiencen a deshacerse... eso es algo realmente triste", dijo Dale en uno de los episodios.
En el programa le acompaña su equipo de siete empleados aunque quienes aparecen con más frecuencia
son su hijo Tyler, de 17 años así como Kowboy, un tipo calvo, fornido, hosco y quien no tiene interés alguno en hacer amigos. "Kowboy trabaja muy a su manera, y yo respeto eso. Es tan eficiente y confiable que si un día nos llega a faltar será prácticamente imposible reemplazarlo", dijo Dale a EW.com. También con
frecuencia acude al taller a un grupo de expertos en radioactividad, cerrajeros, pintores y valuadores. Lo importante siempre es evitar que el artículo sometido a restauración sufra daño alguno o pierda su esencia: "Sería absurdo colocar un mecanismo moderno a un reloj cucú de hace 100 años; siempre tratamos de conseguir piezas o repuestos originales, también como forma de mantener la memoria de quienes diseñaron y fabricaron esos objetos", refirió Dale.
Entre las restauraciones más recordadas se encuentran una caja fuerte de fines del siglo XIX, una lámpara de keroseno que dejó de fabricarse en 1905, un extraño aparato que servía para medir zapatos mediante rayos X, una máquina para hacer palomitas de
maíz, un extinguidor con ruedas de carreta, un trenecito infantil, un polo de peluquería y un carrito expendedor de hot dogs de los que eran muy populares a mitad del siglo XX. El propósito es dejarlos en la misma condición que cuando fueron adquiridos por primera vez. Casi siempre y a menos que el cliente lo exija, todo lo restaurado parece haber salido de una máquina del tiempo que del pasado brincó súbitamente al 2011.
Las restauraciones no son baratas, pues oscilan desde los 300 hasta los 10 mil dólares, pero para Dale siempre habrá coleccionistas que adquieran esos artículos ya sea porque así se acuerdan de su infancia, que sus abuelos tenían un artilugio parecido o también para presumirlos frente a sus amigos. Y es aquí donde radica la principal diferencia entre
El Precio de la Historia y American Restoration. En el primer programa a los clientes les interesa muy poco la historia del artículo pues quieren saber cuánto pueden ganar vendiéndolo. En el segundo los compradores suelen ser apasionados de la historia, sobre todo de Estados Unidos, una historia que, en términos de estándares de calidad ha ido irremediablemente a la baja desde los años 80.
Desde finales de los sesenta la ley laboral en ese país comenzó a llenarse de requisitos y los sindicatos aumentaron sus exigencias, muchas de ellas exageradas y descabelladas. Ello hizo más onerosa la contratación de obreros y el despido de aquellos que eran ineficientes por lo que muchas empresas optaron por importar bienes de consumo desde Asia pues les salía más rentable y barato. El problema fue que como respuesta las grandes fábricas norteamericanas crearon bloques homogéneos por lo que se hicieron más complacientes en la fabricación de sus bienes. Dale no lo señala abiertamente pero resumió lo ocurrido en uno de sus programas: "Cuando un empleado no está contento con su trabajo no va a hacer las cosas bien. Eso es algo que no ocurría en el pasado en Norteamérica". Apenas cabe recordar que el protagonista solo repara artículos hechos en Estados Unidos: "Tengo el encargo de evitar que la historia de este país se pierda para siempre. Quiero que estos artículos reflejen nuestra grandeza y de lo que hemos sido como país"..
Hay quienes han comparado a Dale como un restaurador de la Edad Media reencarnado en este siglo. La comparación no lo molesta. "Gracias al trabajo de aquellos hombres conocemos más de cómo fueron
esos tiempos, cómo se vivía. Yo hago exactamente lo mismo...", dijo en otra entrevista.
Pocos saben que Los Restauradores reemplazó en el History Channel a otro programa donde un tipo gustaba de partir en dos toda serie de artículos, desde computadoras hasta automóviles, para ver cómo funcionaban por dentro. Varios televidentes protestaron indignados; en su opinión, el canal debe tener como misión el preservar legados, no destruirlos. El programa se desplomó en ratings en unas semanas y pronto salió del aire. Fue también la restauración de un horario cuyo daño se veía
irreparable. Rick Dale y su equipo han ayudado, y de qué manera, a que vuelta a dar gusto encender el televisor.
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