Air America,
el sueño liberal que se desplomó
Decididos a conquistar
el espectro de la radio hablada, los liberales norteamericanos
emprendieron una embestida contra los conservadores aunque al final, y en
medio de acusaciones, el proyecto se hundió sin remedio. Las causas de
ese fracaso son tan obvias que ninguno de los implicados las pudo detectar
JUNIO, 2011. Ya suena a lugar común
decir que la prensa, la televisión y el cine en Estados Unidos se encuentran dominados por los liberales, como se denomina allá a la centro-izquierda. Basta ver cualquier programa o ir al cine para ver cómo se ridiculiza al bando contrario, los conservadores, cómo se promueve su agenda y cómo todo ese espectro muestra una concordancia absoluta en defender el calentamiento global, cambio
climático o como se le llame ahora, en promover emisiones donde abunda la
disolución familiar, se critica a todas las religiones, excepto --y en otra extraña concordancia-- a la musulmana y donde escasean las críticas a Barack Obama, en contraste con las porras dedicadas a todos los vestidos que la primera dama Michelle Obama ha
lucido en público.
Hay, sin embargo, un espacio que los liberales no han logrado dominar, y es la radio hablada. No que no lo hayan intentado: por lo menos desde mediados de los noventa han lanzado proyectos y más proyectos que buscan desbancar al conservador Rush Limbaugh, el soberano de ese formato en aquel país. También lo han hecho de manera
menos sutil; actualmente hay al menos diez iniciativas en el Congreso, todas ellas enviadas por legisladores demócratas, que buscan revertir una ley que daría comienzo a la radio hablada como hoy se conoce, un tiempo en el cual, escribe el ensayista canadiense Mark Steyn, "el formato hablado en AM era un total aburrición, lleno de interminables discusiones tan absurdas como bizantinas".
Todos esos proyectos fueron recibidos con irrefrenable gozo por los medios, en especial uno en el que se le invirtieron 50 millones de dólares. Se trataba de Air America, lanzado en el 2003 por un grupo de empresarios "progresistas" que tenían el claro objetivo de desbancar a
Limbaugh. Por ejemplo, The New York Times refirió, poco antes de su lanzamiento: "Sus días (de Limbaugh) están contados con el
lanzamiento de Air America, el cual busca competir directamente en el campo de radio hablada con un formato que habla más al público en vez de constituir un monólogo constante".
The New York Post fue igualmente optimista: "Pronto veremos cómo Rush se va
de prisa cuando comience a caer su rating" (se trata de un juego de
palabras dado que la palabra rush también significa prisa, o apuro). Incluso el diario colombiano
El Tiempo hizo eco en una editorial que afirmaba "la radio liberal, al contraataque, un proyecto que busca revertir la influencia de la radio hablada en Estados Unidos", postura extraña si asumimos la postura
centrista de ese matutino.
Así pues y con enorme fanfarria, Air America salió al aire el 23 de junio del 2003. Su lanzamiento mereció espacios en
The New York Times, The Washington Post, Los Angeles Times, Chicago Tribune y otros diarios liberales. Sus conductores parecían garantizar el alto
rating pues se trataba de Al Franken, un comediante stand up, y Jeaneane Garofalo, más conocida por su rol en la cinta
La verdad acerca de perros y gatos. Ambos se habían convertido en abiertos opositores al entonces presidente George W. Bush y a la intervención norteamericana en Irak. Y ambos, según reveló después la revista
Newsweek, recibieron cada uno un salario de 4 millones de dólares más bonos y gratificaciones... nada mal para dos celebridades que dicen estar contra la pobreza y la injusta distribución de la riqueza.
La intención de Air America era cubrir las ciudades norteamericanas con tendencia "peogresista", entre ellas Nueva York, Portland, Oregon, San Francisco, California y Minneapolis,
Minnesota para de ahí retar directamente a la radio hablada conservadora que tiene sus índices más fuertes, entre ellas Dallas, Texas, St. Louis, Missouri y los estados de Indiana y Oklahoma. Al principio las cosas parecían marchar de acuerdo a lo planeado: un reporte de Rasmussen publicado en diciembre del 2003 daba cuenta que la emisión de Rush Limbaugh había tenido un descenso de escuchas de 4.5 por ciento desde que Air America salió al aire. "A este paso Limbaugh será echado del cuadrante", presumió Franken, autor de un libro dedicado enteramente a atacar al comentarista
radiofónico.
La explicación inmediata parecía sonar razonable: mientras Limbaugh rara vez recibía invitados en cabina, Franken y a Garofalo los tenían a montones. Por sus micrófonos pasaron Al Gore, el
vocalista de R.E.M. Michael Stipe, el crítico de cine Roger Ebert, John Cougar y decenas más, tanto así que en ocasiones Air America se antojaba como competidora de
The Tonight Show, de David Letterman, por la cantidad de celebridades.
Otra de sus cartas fuertes era Ron Reagan, así es, hijo de ese ex
presidente y quien en su juventud fue un bailarín mediocre.
Sin embargo cuando el programa cumplió su primer año hubo pocas celebraciones. Primero porque nuevos sondeos indicaban que Air America había descendido en preferencias hasta su punto original una vez que se había perdido el factor novedad del programa. Los números ya nunca se recuperaron, Garofalo y Franken fueron suplidos por otros conductores --entre ellos, temporalmente, Jane Fonda--, todo esto mientras se buscaban desesperadamente las causas.
Los implicados habían tenido éxito en otros medios, ¿por qué en la radio no? Por las mismas razones que habían hundido a proyectos anteriores, como el del ex gobernador de Nueva York Mario Cuomo: Hollywood, las grandes productoras dr televisión y aun compañías discográficas pueden exportar su material a otros países,
algo imposible de hacer con la radio hablada de Estados Unidos al punto que casi nadie fuera de ese país --a excepción de un par de emisoras australianas y de Gran Bretaña-- ha escuchado una sola vez a Rush Limbaugh. Dicho de otro modo, el grueso del mercado "liberal" (y de las ganancias) se encuentra en otros países.
En segundo lugar, el espacio para el mercado "liberal" en la radio hablada es tan reducido que aun quienes se supone eran "compañeros de viaje" de Air America, como la National Public Radio --cadena con un planteamiento político de izquierda financiado por el gobierno norteamericano-- vieron amenazado su coto una vez que quedó claro que los radioescuchas que ganaban Franken y Garofalo no lo eran de Limbaugh sino de sus programas.
Y en tercer lugar la razón más obvia: las celebridades son adoradas mientras cantan, actúan, bailan y hablan de sus romances o de los buenos tiempos, sin embargo suelen ser personajes aburridísimos y tediosos cuando se radicalizan y abordan temas políticos.
(1)
Irónicamente, el clavo final en el destino de Air America se dio con la elección de Barack Obama. Seis meses después de su elección la empresa se declaró en quiebra y con un déficit cercano a los 175 millones de dólares, según Newsweek, uno de los pocos medios "liberales" que se refirió a la caída del proyecto, en contraste con la marabunta de periodistas que habían cubierto su lanzamiento años antes
Y así como se ve remoto que los "conservadores" logren tumbar a los "liberales" en Hollywood, igualmente se antoja difícil que la radio AM sucumba pronto ante el embate de estos últimos. La única baraja que les queda es en el Congreso donde esperan resucitar la
fairness doctrine (poliza de réplica) que obligaba a las difusoras a
pasar al aire la opinión de quienes no estuvieran de acuerdo con el conductor, algo que había hecho de ese espectro radiofónico una zona desértica hasta su abolición. El mismo Obama ha dicho que no le interesa meterse en el asunto de la
fairness doctrine... por el momento. Los liberales norteamericanos están
obsesionados con que pronto el presidente cambie de opinión.
(1) Una muestra legendaria de ello: el público solía abandonar la sala antes que Charlie Chaplin terminara su discurso al final de la cinta El Gran Dictador, algo que echó a perder lo que había sido una sátira genial contra Hitler y
Mussolini.
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Esa
revista llamada Tele-Guía
Aunque
en sus últimos años era la referencia inmediata de la frivolidad
promovida por Televisa, hubo un momento en que esta revista llegó a
reflejar el lado inteligente de la TV mexicana, que alguna vez lo
hubo. Una remembranza a una publicación que en su tiempo contó con
plumas envidiables, y divertidas
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