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Si ellos lo dicen, debe ser verdad

¿De repente ve usted en su serie favorita de televisión esquemas y patrones que ridiculizan a la familia o atacan el concepto que de ella hemos conocido por décadas? De acuerdo a este autor, más que coincidencia, ello es uno de los propósitos de los principales magnates de la TV norteamericana quienes, ya en confianza, externaron lo que rara vez declaran en público

Primetime Propaganda
Ben Shapiro
HarperCollins/2011


JULIO, 2011. A simple vista pareciera ser una contradicción: al igual que Hollywood, la televisión norteamericana se mueve dentro de esquemas puramente capitalistas, ya sean la distribución, inversión en propaganda, distribución, salarios y venta de un producto a niveles masivos. ¿Entonces por qué en este medio se difunden mensajes que satanizan al mercado, la cohesión familiar, la creación de riqueza y los valores que hicieron de Estados Unidos un imán de inmigrantes?

Esa fue la pregunta que se hizo Ben Shapiro, un egresado de Periodismo en Harvard y quien con una cachucha de esa universidad sobre la cabeza se dio a la caza de una respuesta, más bien varias respuestas, y entrevistó a por lo menos un centenar de honchos y tycoons de la televisión norteamericana, así como productores, presidentes de cadenas, guionistas y demás gente que trabaja en la que es considerada la industria del entretenimiento más grande de Estados Unidos, con Hollywood en un relativo lejano segundo lugar. Su apariencia desenfada a la Michael Moore inspiró confianza a sus entrevistados, quienes se explayaron y confirmaron que, en efecto, hay un consenso (subrayado nuestro) en torno a que los programas de TV tienen como objetivo bombardear los valores familiares tradicionales de se país, ridiculizar en lo posible a quienes se asumen como conservadores e incluir mensajes --algunos de ellos bastante sutiles-- capaces de modificar, ensalzar y destruir la reputación de determinado grupo social y gobierno.

El mismo Shapiro refiere en el prólogo de Primetime Propaganda (que esperamos, aunque dudamos, que tendrá una pronta edición en español): "Mi apellido les dio confianza para hablar abiertamente; sólo hasta que uno de los entrevistados visitó mi página web y vio quién era yo en realidad, corrió la voz y muchos productores cancelaron sus entrevistas programadas conmigo. Irónicamente, antes de ello todos habían defendido la tolerancia y la libre expresión de ideas... supongo que la condición es que quien los entreviste tenga las mismas opiniones preconcebidas de ello".

Shapiro señala que esta tendencia se remonta a los primeros días de la televisión norteamericana aunque hubo un momento que se remonta a mediados de los cincuenta a mediados de la década siguiente en que los programas de comedia enfatizaron la defensa de la familia y sus valores aunque fueran unos extravagantes o "bichos raros" ante el resto de la gente. Tal fue el caso de Los Locos Addams y Los Monsters o de Samantha, protagonista de Hechizada y quien vive en un típico hogar clasemediero norteamericano. Ese sesgo relativamente conservador se fue modificando a principios de los setenta cuando se dio paso a los padres solteros, divorciados o vueltos a casar, "algo evidente en The Brady Bunch y La Familia Patridge, donde se rompía el concepto tradicional de padre-madre-hijos", escribe. Asimismo Shapiro señala que un guionista que colaboró en series como The Carol Burnett Show, en el medio se llegó al acuerdo de considerar "políticamente incorrecto" volver a usar el término "familia" en programas futuros, por lo que pudo haber sido "The Simpson Family" terminó en The Simpsons. Al respecto Martha Kauffman, productora de la exitosa serie Friends aceptó que existe el objetivo de "derribar el concepto de familia que hemos conocido hasta hoy, pues encierra cierta discriminación".

La página de The Huffington Post se mofó abiertamente del libro con el argumento de que "¡los programas infantiles de PBS [la cadena pública de televisión norteamericana] contienen mensajes secretos izquierdistas!" y remató con que todo resumía una "supuesta conspiración armada por Shapiro y que dudosamente existe". El caso es que el autor entrevistó a Donald Vence, productor de la barra infantil de PBS y quien abiertamente enfatiza que "el objetivo es que desde la infancia se inculque el desdén a los valores conservadores, si bien de una manera más sutil que cuando son adultos". Nada hay de dudoso cuando un insider habla abiertamente de ese objetivo.

La coincidencia de opinión entre los entrevistados tampoco deja dudas de la agenda liberal de los medios norteamericanos. Shapiro entrevista a Fred Silverman, ex presidente de ABC, NBC y vicepresidente de CBS, a Mark Burnett, productor de Survivor y a Jack Landberg, productor ejecutivo de America´s Funniest Home Videos quien abiertamente señala que ese programa tenía como claro objetivo "ridiculizar a esa clase media ignorante que cada domingo va a la iglesia y organiza barbecues en el jardín, ese segmento que habita en el medio oeste norteamericano". Ello explica que todos esos videos chuscos suelen desarrollarse en hogares de Texas, Oklahoma, Indiana o Alabama y no en Nueva York, Boston o Los Ángeles, o que hayamos visto una cantidad abrumadora de videos chuscos ocurridos dentro de iglesias católicas o protestantes. "Y por qué no dentro de mezquitas o sinagogas"?, le pregunta Shapiro, quien es judío: "Claro que también recibimos esos videos pero no los transmitimos porque, bueno, no son tan graciosos", responde Landberg, con claro sarcasmo.

Shapiro descubrió otras curiosidades: los productores de estos programas que a diario aparecen en cadenas como WB, Fox, ACB, CBS y ABC se dicen todos partidarios de la multiculturalización y se manifiestan opuestos al racismo pero el caso es que desde The Cosby Show en los ochenta, no ha habido un protagonista de color, del mismo modo que en series como Friends, Seinfield, Two and a Half Men los protagonistas son mayoritariamente blancos o, como un ejecutivo de Fox lo dijo, "aunque son amarillos, todos sabemos que los Simpsons son una familia blanca". "¿No encierra esto una contradicción con lo que postulan estos productores, dado que, cuando aparecen actores negros, éstos llevan papeles secundarios?", fue otra pregunta de Shapiro. "Si ponemos a un actor afroamericano como protagonista ello no atraerá a la audiencia blanca hacia la cual van dirigido nuestro mensaje", refirió ese ejecutivo, "y cuando son actores de color serán de un estrato alto, como Will Smith en Príncipe del Rap". Ese productor, refiere Shapiro, "estaba aplicando criterios claramente racistas pero él lo veía como una forma de hacer lucir como tonto a ese estrato social blanco que veía sus programas".

Cuando Shapiro visita Hollywood se encuentra con que el mensaje es menos sutil, y divisa una razón para ello: "Desde hace rato los estudios saben que el grueso de su mercado, el que podría salvarlos de una quiebra económica --la moral ya se dio ahí desde hace rato-- es el mercado externo que gustoso recibe todo aquello que difunda la decadencia norteamericana". Sin embargo un alto ejecutivo de Universal lo admite abiertamente: "Desde hace tiempo hacer películas dejó de ser mero entretenimiento (...) si no se logra transmitir exitosamente un mensaje progresista en el argumento se le considera fracaso, aun si la taquilla fue buena". Además reconoció que en aquellas franquicias que son bien recibidas, para su siguiente parte "se intenta darles un toque progresista que advierta sobre el cambio climático, el racismo, el daño a la ecología y la tolerancia". 

La diferencia del libro de Shapiro y otros que se han asomado al tema es que éste obtuvo declaraciones directas de quienes diseñan la industria del entretenimiento en Estados Unidos. Por años ese gremio ha especulado que si se difunde propaganda progresista en cine, radio y televisión es porque el público lo pide. Falso: una y otra vez las encuestan muestran que el público percibe una exagerada cantidad de programas, películas y canciones con mensajes violentos o soeces. Esas opiniones suelen ser interpretadas por estos magnates como "ataques velados" a la libertad de expresión y aluden a la Primera Enmienda de la Constitución norteamericana.

El punto central de Primetime Propaganda es que "millones de personas reciben esta lluvia de mensajes con la creencia que se trata de mero entretenimiento, y no es así. No se trata de una conspiración pues cuando ello ocurre las intenciones son confiadas solo a quienes forman parte de ella. Quienes entrevisté hablaban de esas intenciones abiertamente, y se enorgullecían de ellas. Lo que aquí tenemos es un claro intento para destruir la base de la familia norteamericana", señala Shapiro.

Por décadas a la televisión se le ha llamado la caja idiota. Hoy más que nunca, es una idiota caja útil.

 

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