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Políticos y multiculturalistas, coludidos en el suicidio asistido de Europa

La inmigración indiscriminada procedente de Medio Oriente alterará profundamente el rostro del viejo continente los próximos años, en lo que cada vez se con más claridad tiene, además de ese objetivo, el eliminar el legado europeo por lo que representa para los progres de todo el mundo

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JULIO, 2017. Es cierto, al visitar París es posible todavía encontrar la grandeza de Francia, su acervo y el sitio donde reposan los restos de sus glorias de la literatura, la filosofía, la política y la ciencia; la Torre Eiffel se yergue orgullosa a orillas del Sena al tiempo que la Puerta de Brandenburgo en Berlín sigue siendo admirada por su referencia histórica al tiempo que Londres mantiene su marca como una ciudad llena de vitalidad, comercio, extravagancias y su consabida flema inglesa. Quien visite el comúnmente llamado Viejo Continente este 2017 refrendará mucho de lo que en resto del mundo conocemos acerca de Europa.

Sin embargo, las cosas ahí ya no son como antes como notará quien opte por permanecer ahí más que como mero turista. En Marsella, por ejemplo, la tan buscada multiculturalización le ha sido abrumadoramente favorable a los inmigrantes islámicos al punto que hay sectores donde éstos son una notable mayoría y ni la autoridad local puede entrar a esos sectores. Otro caso es Birmingham, en Gran Bretaña, considerada ya la capital islámica de Gran Bretaña mientras que un reciente informe apunta que casi la mitad de los habitantes de Francfort, una de las principales urbes alemanas, no nacieron ahí.

La expansión de inmigrantes musulmanes ha alcanzado una alta proporción en Suecia, Dinamarca y Holanda; de hecho se estima que antes del 2040, Amsterdam será una capital mayoritariamente islámica. No puede olvidarse, por supuesto, la catastrófica decisión de la canciller Angela Merkel al dar cabida a más de un millón de asilados procedentes de Medio Oriente y cuyas repercusiones a futuro son incalculables.

Esta es apenas una parte del problema que enfrenta Europa. Por el otro tenemos que ante esa inmigración indiscriminada el activismo políticamente correcto no permite la aplicación de un antídoto que al menos regule lo que se antoja es una invasión premeditada la cual nada tendría de preocupante si esos inmigrantes tuvieran intención de integrarse a sus nuevos países. Pero claramente se ve que no es así.

Un reciente artículo escrito por Rael Jean Isaac menciona el libro The Strange Death of Europe, de Douglas Murray, donde el autor prácticamente hace alusión al "suicidio de la civilización europea el cual explica el porqué esta marejada es contraria a los intereses de Europa y atenta contra su historia y su herencia, representada, por un lado, en actos terroristas, hasta hoy impunes y, peor aún, relativizados, de Theo Van Gogh y los empleados de la revista irreverente Charlie Hebdo así como un punto, agrega Murray, que los medios no se ocupan en mencionar y que es el alarmante resurgimiento del antisemitismo en Europa.

"Este afrenta constituye un reto monumental para Europa", escribe Rael Issac, "sin embargo, el EXTRAÑO comportamiento de Europa está siendo inducido por las élites políticas que llevan al abismo a una población renuente pero al mismo tiempo impasiva para reaccionar".

¿Y a qué se debe esta inmovilidad? Murray lo atribuye "al factor permanente de culpabilidad de una Europa que ha perdido la fe en sus creencias, en sus tradiciones, en su legitimidad, un fatal sentido de obsesión por la culpabilidad" y que moldeado su comportamiento"; asimismo Murray concluye que "este aspecto apenas y ha recibido la atención que merece".

No parece ser casual que los multiculturalistas se enfoquen en destruir una civilización fundada y expandida por caucásicos a quienes éstos activistas culpan de la barbarie, la explotación y el saqueo que ha sufrido el resto del mundo. Por otro lado, agrega Murray, se encuentra el remache de la culpabilidad histórica ocurrida en suelo europeo: Cuando un amante del arte y la música como Adolfo Hitler fue capaz de cometer crímenes tan execrables, la culpabilidad histórica pareciera ir enfocada y responsabilizada a su legado cultural. Dicho de otro modo, si Hitler fue un monstruo, también merece igual apelativo todo tipo de arte que él admiraba, creado por una civilización cacuásica promotora de la barbarie.

El ensayista canadiense Mark Steyn, él mismo un opositor a la oleada indiscriminada de inmigrantes islámicos en Europa, señala como "ridícula y peligrosa" esta generalización: "Charles Manson admiraba a los Beatles. ¿Significa esto que todos quienes gustan de escuchar a ese grupo inglés sin igualmente asesinos despiadados?"

El Holocausto, imbuido incesantemente en la psiqué europea, también ha contribuido en ese paralizante semtimiento de culpabilidad. Ciertamente no debe olvidarse que las orquestas europeas despidieron a los compositores judíos y Hitler mismo se asumió como "guardian de la cultura y la civilización de Europa". Lo que se olvida, agrega Steyn, es que "esa cultura que Hitler quería desaparecer también era absolutamente europea por derecho propio. Los multiculturalistas están haciendo una distorsión deliberada que lleva a culpar al blanco europeo de ser esencialmente un fascista y un opresor".

Este sentimiento de culpabilidad igualmente ha afectado a la religión dado que los políticos europeos y los multiculturalistas atribuyen al catolicismo el ser cómplice de esa "opresión blanca" por lo que en nombre de la "tolerancia", la "diversidad" y el "respeto a los derechos humanos" se ha hecho de lado a la religión en colegios, universidades y prácticamente en toda actividad pública.

Ha habido reacciones, por supuesto, pero éstas han sido sofocadas o acalladas por la censura políticamente correcta. "En complicidad con los medios, el activismo PC persigue y castiga a quienes perciben con preocupación cómo Europa avanza hacia el abismo", escribe Murray y menciona que desde 1993 ya existía esta inquietud: Erik Mansson, el director del periódico sueco Expressen, publicó una encuesta donde apuntaba que el 63 por ciento de los suecos querían que los inmigrantes regresaran a sus países de origen. Días después Mansson fue despedido del periódico. Y eso fue hace 24 años. Desde entonces, la situación solo ha empeorado.

Otro problema es que cualquier reacción podría atraer la llegada de radicales de ultraderecha, entre ellos los neonazis y los skinheads, y ello lo saben perfectamente los multiculturalistas. "Como le ocurrió a Tommy Robinson, de la Liga de la Defensa Inglesa, quién rápidamente fue acusado de 'nazi', o del analista Geert Wilderuss en Holanda, ambos acusados de incitar la discriminación y el odio por haberse atrevido a denunciar cómo los políticos de la Unión Europea tienen el objetivo claro de destruir a Europa como la hemos conocido mediante la inmigración indiscriminada", escribe Murray, quien cita un ejemplo surrealista: En la pequeña comunidad alemana de Kessel, en el estado de Hesse, "la autoridad decidió mandar ahí a 800 inmigrantes de modo que los residentes organizaron una reunión para platicar con los políticos locales. En cierto momento Walter Lubcke, presidente del Distrito, señaló que todo aquel que no estuviera de acuerdo, era libre de abandonar Alemania", y se pregunta Murray: "¿Un mundo de gente es ubicado forzosamente en una comunidad y a los residentes que no les parezca esa decisión se les invita a abandonar el país?"

Agrega al respecto Steyn: "Aun la gente bien intencionada que busca una manera de detener este avance encontrará por un lado el flanco del ataque políticamente correcto y, por el otro, el peligro de que ese movimiento sea infiltrado por neonazis", agrega, "por ello muchos europeos consideran que el silencio es el precio que tienen que pagar, aun a sabiendas que el continente se está perdiendo irremediablemente".

Los únicos miembros que se han opuesto a esa desmesurada política migratoria han sido, como pudiera esperarse, los que alguna vez fueron parte del bloque comunista, Hungría, Polonia y la República Checa. En primer lugar porque ya saben hacia donde conduce ese totalitarismo e imposiciones disfrazados de "tolerancia" cuando fueron satélites soviéticos y, segundo, como lo ha dejado en claro el primer ministro de Hungría Vikor Orban, "este país soportó la presencia islámica por 150 años". Como respuesta, la Comunidad Europea trata a Orban como un paria y ha amenazado con sancionar económicamente a los países que se oponen a esta política de inmigración abierta.

Estos refugiados con escasa preparación académica representarán un problema inmediato dentro de sociedades altamente competitivas como la alemana y la británica. El presupuesto que se destinará para que aprendan la lengua local y estudien en un plantel se convertirá en una carga considerable para los contribuyentes locales. Esta erogación, advierte Murray, "se agregará dentro de poco más de una década a otro problema que ya de por sí es alarmante, el de las pensiones de los empleados públicos que anualmente se jubilan, muchos de ellos tempranamente".

Europa sigue conservando mucho de su encanto y su patrimonio histórico. Desafortunadamente, la apuesta por preservarlo a lo largo de este siglo XXI se ve muy remota, y esto si somos excesivamente optimistas.

 

 

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