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INTERNACIONAL

Es el fin de Europa como la conocemos, y no resultará bien

Las diferencias culturales e históricas entre Alemania y los refugiados procedentes de Medio Oriente son insalvables y ello repercutirá en el futuro de ese país con resultados inimaginables, que van desde imposiciones por parte de los huéspedes hasta choques como los que Francia experimenta actualmente. El legado de Angela Merkel no será, ni de lejos, el mejor

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DICIEMBRE, 2015. Alemania, 2025: El Bundestag, o Parlamento, da por terminada una tradición que se remontaba a más de 300 años cuando aprueba prohibir la celebración del Oktoberfest tras la presión de los mullahs que la consideraban contraria al Islam. En París queda formalmente convertida en mezquita la emblemática catedral de Notre Dame poco tiempo después que las iglesias cristianas comenzaran a desaparecer al mismo tiempo que una iniciativa hace obligatoria la enseñanza del árabe en las escuelas primarias del país. 

En Holanda por primera vez nacieron más niños con nombre árabe que de cualquier otra etnia al tiempo que la prohibición que ordena cerrar "centros de perdición" donde los décadas se reunían los jóvenes en Amsterdam se hace extensiva a todo el país. En Londres hace algunos meses se hizo ilegal comercializar la carne de cerdo luego que en Alemania entrara en vigor una ley similar que ya no permite consumir ni fabricar las tradicionales salchichas pues, se alegó, "ofendían a la fe musulmana".

El arzobispo de Londres, lejos de alarmarse por el dramático descenso en el número de anglicanos en Gran Bretaña, celebra que "una religión ligada al cristianismo utilizada como pretexto para someter a otros pueblos durante siglos, finalmente esté a punto de desaparecer". Otro dato no menos irrelevante: en el más reciente Mundial de Futbol, más de la mitad de los seleccionados de Francia, Holanda, Alemania y Suecia eran de origen árabe.

Algunas de estas predicciones quizá jamás se materializarán ese año, pero otras muy probablemente sí, o por lo menos una de ellas. Pero tampoco se necesita hacerle al Nostradamus para señalar que en ese año, la mayoría de los desempleados en esos países o que vivirán del subsidio público, serán los emigrantes o sus descendientes que llegaron desde Medio Oriente este 2015 en parvadas a unos países con los que prácticamente nada tienen en común. Será, como advierte el analista Fred Barnes, "el enorme costo en una de los mayores errores de cálculo político cometidos en la historia", en especial por la canciller alemana Angela Merkel, quien estará heredando a Alemania, añade Barnes, "una pérdida de competitividad que convertirá al país germano en un país agobiado por problemas de asimilación como actualmente lo es Francia. La situación será explosiva dentro de una década".

Es insólito que a la señora Merkel no le haya pasado por la mente, antes de tomar su riesgosa decisión, que estos casi 750 mil inmigrantes recién llegados a su país carecen, casi en su totalidad, del mismo nivel académico de sus compatriotas. Alemania es una economía altamente competitiva donde, al igual que en Estados Unidos, ya no es suficiente un diploma universitario para entrar al mercado laboral y se requiere mínimo una especialización. La mayoría de estos inmigrantes y sus descendientes solo tienen en su futuro puestos mal pagados o, peor aún, el vivir de la asistencia pública del gobierno para subsistir. Muchos de ellos prosperarán y a su vez crearán fuentes de empleo, es indudable. Pero la carga que se acaba de echar encima Alemania con inmigrantes con escasa preparación es imposible de calcular. 

Imaginemos como inicio los millones de euros que el Estado alemán tendrá que erogar tan solo para que esos inmigrantes aprendan la lengua local. 

Por esa razón Barnes coincide con el ensayista canadiense Mark Steyn en el sentido de que Alemania está viviendo sus últimos días como la conocimos y que el paisaje de las ciudades se irá pareciendo paulatinamente al de cualquier ciudad en Medio Oriente. "Esto es algo que los alemanes y los franceses se cuentan en privado, de cuánto tiempo pasará para que el día de descanso cambie a los viernes y se incluya el Ramadán en el calendario", escribio Steyn recientemente, "de ello rara se vez se habla públicamente ante el temor de ser objeto de la censura políticamente correcta".

Algunos analistas señalan que se trata de temores infundados y que la comunidad musulmana en Europa Occidental sigue siendo bastante baja aún con la llegada de más inmigrantes árabes. "Creo que se trata de una exageración", señaló recientemente Daniel Larison en la página web de la revista American Conservative, "esa región aún se encuentra bastante lejos de adoptar las costumbres islámicas y obligar a los no creyentes a que las sigan, como ocurre al visitar cualquier país musulmán". Esa opinión, sin embargo, es refutada por Steyn: "Medir la influencia islámica en un lugar por la cantidad de habitantes es absurdo. En Gran Bretaña los musulmanes no representan ni el 4 por ciento de la población pero ya han logrado prohibir celebraciones y costumbres que según ellos, eran ofensivas para su religión. Y la razón es muy sencilla: se está cediendo por miedo".

Hay otro aspecto importante que se ha abordado poco, pues más que refugiados se trata de inmigrantes. Mientras hay miles de ciudadanos que han esperado meses, incluso años, haciendo trámites legales en espera que se les permita entrar legalmente a Francia y Alemania (lo que incluye exhaustivas referencias académicas y técnicas) de un plumazo se permite la entrada a miles de refugiados quienes, a diferencia de los emigrantes preparados que de inmediato comenzarían a aportar conocimientos y riqueza a su nuevo país, Alemania recibe un flujo masivo de personas que apenas tienen conocimientos básicos en lectura y escritura. ya no digamos conocimientos de alemán. Pero de nuevo: exponer este punto se considera políticamente incorrecto, lo cual impide ver el verdadero drama que se cierne sobre Europa occidental los próximos años.

Y, por supuesto, es de ingenuos concluir que entre los recién llegados a Europa no existan "durmientes", es decir, terroristas en espera de recibir órdenes para actuar y como los sujetos que realizaron los atentados en París hace unas semanas.

El asunto lo resume así el analista Michael Bargo Jr.: "La inmigración es como la azúcar: en cantidades racionales enriquece y endulza la vida, pero en exceso es dañina y la pone el peligro, y Europa acaba de recibir una sobredosis de azúcar, letal para su cultura, su legado y su modo de vida".

 

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