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Pemex. hundida bajo el peso de absurdos dogmas

Con maquinaria obsoleta, exceso de personal y atiborrada de ineficiencia, la paraestatal más grande México requiere de urgentes cirugías a riesgo de llegar a la ridícula paradoja de convertirse en importador de gasolina. Pero derribar los dogmas a su alrededor será un verdadero campo minado

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SEPTIEMBRE, 2013. Si revisamos el entorno de las compañías petroleras a mediados de los años 30, el tomar medidas drásticas contra ellas era algo imperativo. Estas empresas se habían convertido en feudos que aplicaban a su antojo reglamentos y decretos inadmisibles para cualquier país soberano. En estados como Tamaulipas, por ejemplo, y donde por entonces se encontraba la base de la mayoría de ellas, extendidas a lo largo de la costa del Golfo de México, las petroleras se habían convertido en cacicazgos donde a sus empleados pagaban lo que querían, en el entendido de que eran trabajadores escasamente capacitados, declaraban al fisco lo que se les pegaba en gana y muchas veces llenaban buques de petróleo que enviaban a Europa y Sudamérica, por entonces sus mercados más fuertes, sin notificarlo al gobierno mexicano.

Harto de esa situación, el nulo acceso al diálogo de los dueños de las petroleras que solían referirse a él como that little Mexican president (ese presidentito mexicano), Lázaro Cárdenas anunció el 18 de marzo de 1938 que los bienes naturales del subsuelo como el petróleo pasaban a ser propiedad de la Nación con lo cual dio un plazo a las petroleras para abandonar el país. A diferencia de la minería, donde se otorgan concesiones de explotación a los particulares, el Estado se reservaba para sí este derecho. La medida fue impecable en términos legales aunque también levantó una barrera demagógica que sobrevive hasta hoy.

Pero a diferencia de muchos de sus adoradores, Cárdenas no era un hombre radical: bajó sus ínfulas a la "educación socialista" cuando se sentó a platicar con los altos prelados de la Iglesia, algo que de ribete regularizó los servicios religiosos y marcaba la cimentación de los colegios particulares, lo que luego ayudaría para que se quitara de encima al hampón sindical Luis N. Morones, el Carlos Romero Deschamps de aquellos años. Asimismo decretó el reparto agrario de 1936, una enorme pifia en términos de producción agrícola, pero no ahogó en su totalidad al régimen de la pequeña propiedad, cuyas consecuencias habrían sido catastróficas. Y como muestra de que no tenía en mente profundizar el radicalismo del Estado mexicano, se abstuvo de intervenir en la designación de su sucesor. A Cárdenas le siguieron dos presidentes de línea diferente: el segundo de ellos, Miguel Alemán, era gran amigo del empresariado y casi casi su némesis ideológico.

Cárdenas era también precavido. Habría sido insensato haberse quedado con todo el petróleo sin tener la tecnología para explotarlo (otro mito es que las petroleras extranjeras eran yanquis. Falso; la mayoría eran británicas, holandesas y apenas un puñado eran estadounidenses). Por ello ordenó la creación del Instituto Politécnico Nacional dado que en ese momento hablar de institutos tecnológicos era tan extravagante como hoy sería referirnos a escuelas para capacitar astronautas mexicanos que viajarán a Venus. Pero también estaba consciente que, en primer término, la industria petrolera no había sido administrada por mexicanos, la modificación al artículo 27 dejaba una "rendijita" para que los particulares realizaran los llamados "contratos de riesgo" de nuevos mantos ante la escasa tecnología con que contaba la nueva paraestatal.

La "rendijita" seguiría abierta hasta 1960 cuando el entonces presidente Adolfo López Mateos decretó cerrarla, aparentemente por la corrupción que había desatado la asignación de esos contratos. En ese momento Pemex pasó a ser apéndice del gobierno federal y, desde el sexenio de Luis Echeverría, en "caja chica" de su financiamiento.

Los años, y las toneladas de publicidad oficial que ubicaban a la expropiación como una gesta heroica, han desembocado en el dogmatismo en torno al tema petrolero. La frase más conocida apunta que el petróleo "es nuestro", algo evidentemente falso. Si usted encuentra petróleo en el patio de su casa, la propiedad le será expropiada forzosamente --previa indemnización-- pero usted jamás podrá hacer negocio pues se trata de un bien no enajenable, esto es, que a final de cuentas es propiedad de la Nación. Cada vez que su auto necesita combustible tiene que comprarlo, nadie se lo va a dar gratis aunque, sea "nuestro". Es "nuestro", cierto, pero no podemos tener acceso a él a nuestro antojo. El argumento es tan ridículo como si usted tuviera que pagarle a alguien cada vez que quisiera abrir el refrigerador para tomar comida que supuestamente es de su propiedad.

El petróleo, ya fuera de toda demagogia, es propiedad, precisamente, de quienes insisten en decirnos que "es nuestro": el Estado mexicano y su sindicato. Son éstos los que lo exprimen, se dan vida de jaques a sus expensas, tienen personal donde menos de una cuarta parte, de acuerdo con Gabriel Zaid en El Progreso Improductivo, son técnicos especializados mientras el resto es personal administrativo en su mayoría absolutamente prescindible. Pemex nunca nos consulta respecto al precio en que debe vender un bien "nuestro". Por el contrario: lo vende al costo que le da la gana.

Por supuesto que en el otro extremo está Venezuela, donde se toma muy a pecho lo del petróleo que "es nuestro" y donde el litro de gasolina tiene un costo equivalente a 3.50 pesos mexicanos. Esta es otra manera irresponsable de dilapidar un recurso natural. No se trata, pues, de regalarlo pero tampoco de dejar que continúe la condición actual cuando Pemex, con maquinaria obsoleta desde los años 70

Los dogmas no suelen terminar bien: si Pemex sigue como hasta hoy, para la siguiente décadas estaríamos frente a una de las paradojas más estúpidas concebibles: que un país productor de petróleo que tenga importar toda su gasolina para satisfacer la demanda interna.

Cuauthémoc Cárdenas desestimó la propuesta del gobierno federal al mostrar una carta de su padre escrita en los años sesenta donde manifestaba estar en contra de reactivar los contratos de riesgo. Pero para entonces el ex presidente ya se había movido a la izquierda radical y había realizado viajes, lleno de entusiasmo, a Cuba, a la entonces Unión Soviética y a la China maoísta. Era un político mucho menos moderado al que realizó la expropiación petrolera de 1938.

El objetivo central de la reforme petrolera es permitir que el sector privado se la juegue en la búsqueda de nuevos mantos en vez que deba hacerlo el Estado mexicano, con pérdidas que le serían cargadas a la sociedad entera. Es la modalidad que se hoy se hace en Brasil, lleva décadas vigente en Noruega, e incluso en la comunista Cuba, donde los contratos de riesgo existen desde el 2002. Los países que, como México, mantienen el área petrolera manejada exclusivamente por el Estado, como Ecuador, han visto a esta industria sumirse en la corrupción, la obesidad burocrática y la onerosa ineficiencia.

México es un país sumido por sus propios dogmas. Si no empieza a romper éste, que encierra la idea de un seráfico Estado y unos voraces capitalistas, jamás alcanzará la competitividad ni el desarrollo. No hay de otra sopa o, más bien, de otro petróleo.

 

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1 Comentarios

belton.situs escribe 07.09.13

Las siglas de Pemex realmente significan Porquería y Estiércol Mexicanos

felipillovox escribe 06.09.13

Me temo que así como el fallido combate al crimen organizado de Calderón y que ensangrentó al país, el conflicto magisterial y las pretendidas reformas a Pemex solo empeorarán las cosas y haránn que el país entre en una área peligrosa, no estoy diciendo con ello que sea necesario modernizar a Pemex y a desparasitar al gremio magisterial sino que antes que nada deben preverse las consecuencias y los posibles pros y contras de estas medidas

 

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