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NACIONAL

Los Presidentes: Adolfo López Mateos

Por un lado reforzó las políticas corporativistas y por el otro impulsó al sector productivo privado como no había ocurrido en décadas. Un sexenio que parece haber ocurrido en otra dimensión, de cuando se veían reales posibilidades de México para dejar atrás su subdesarrollo

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MAYO, 2013. Cuando se revisa el sexenio de Adolfo López Mateos, es inevitable concluir que todo ello ocurrió en otra dimensión, en un mundo análogo, radicalmente distinto al actual. Si los jóvenes estudiaran a fondo aquel periodo pensarían que se les está narrando una historia de ficción. Basten estos ejemplos: en 1964, el último año de su gestión, la inflación había sido de .42 por ciento (consíderese el punto decimal) y en las ciudades del norte los crímenes que reportaba la prensa eran pasionales o de cantina, casi todos ellos en forma esporádica. Los adolescentes mexicanos únicamente veían a los soldados cuando les tocaba cumplir con su servicio militar y a los agentes de tránsito se les colmaba de regalos el 24 de diciembre por parte de automovilistas agradecidos. Más insólito aún: encontramos una nota periodística donde daba cuenta que John McFenn, funcionario del FBI de visita en el país, daba cuenta que la policía mexicana "era un modelo a seguir" para las corporaciones de América latina. 

Aún no existían los sondeos actuales, pero para todo sentido práctico, Adolfo López Mateos terminó su sexenio con una popularidad arrolladora. Era de esperarse que los sindicatos lo despidieran con porras pero lo mismo ocurrió con los grupos empresariales que durante su gobierno prosperaron como no había ocurrido en más de 60 años. La clase media empezó a consolidarse, señal inequívoca de que el país avanzaba hacia su desarrollo. Paradójicamente, López Mateos siempre expresó ser de izquierda, algo que demostró al nacionalizar empresas como Teléfonos de México y la Compañía Federal de Electricidad. Su discurso a favor de los proletarios contrastaba con su gusto por los autos de lujo que le gustaba correr a toda velocidad en la carretera México-Puebla. Sin embargo todo parecía provenir de su fortuna familiar --ya era millonario desde antes de asumir la presidencia-- y aunque los miembros de su gabinete ganaban bien, sus hijos acudían a la escuela o la universidad en autobuses urbanos, sin guaruras.


Adolfo López Mateos nació en 1910 en Toluca, Estado de México, en una familia de ideas liberales, lo mismo simpatizante de la revolución rusa que de los republicanos españoles, y que ensalzaba, naturalmente, a la revolución mexicana. Estudio Leyes y se graduó como abogado al mismo tiempo que comenzaba a interesarse en la política. Finalmente el "donjuán" López Mateos se casó con Eva Sámano, también procedente de una familia de ideas "progresistas" y tuvieron una hija, a la que apodaban "Avecita". 

El presidente Ruiz Cortines, a quien apodaban "El Viejito", se hizo rodear de jóvenes colaboradores en su gabinete. Uno de ellos era López Mateos, quien asumió la cartera del Trabajo. Cuando llegó el momento del "destape", en 1958, Ruiz Cortines lo designó como su sucesor, se decía, "por sus cualidades de liderazgo" aunque al final, como suele pasar, ganó por su discreción y por haber sabido jugar sus barajas apropiadamente.

Las elecciones, a diferencia de otras anteriores, se desarrollaron sin mayores incidentes y López Mateos ganó la presidencia con facilidad. El primer año fue de algunas dificultades por el flanco de las huelgas, como una realizada por los médicos y que fue reprimida. También se encarceló al pintor David Alfaro Siqueiros y al líder comunista Demetrio Vallejo, quien organizó una huelga de ferrocarrileros. La Secretaría de Gobernación señaló denunció que todo se debía a "infiltraciones" del exterior, dando a entender que el único "izquierdismo" aceptado en el país es el que provenía del gobierno federal.

Ericson, la compañía que por décadas había ostentado el monopolio en las comunicaciones telefónicas, comenzó a tener problemas económicos en sus oficinas matrices por lo que se hizo incosteable mantenerla a flote. El Estado compró su deuda para más tarde anunciar el traspaso de esa empresa al sector público, algo que no sorprendió a nadie; incluso hubo quienes se entusiasmaron por esa venta, esperanzados en la mejoría del servicio. Por el contrario, hasta su privatización en 1991, Telmex ofreció un servicio deplorable. 

Otro caso ocurrió cuando las empresas que vendían electricidad comenzaron a descapitalizarse ante el incremento de sus tarifas. Alegando el "bien público" establecido en la Constitución, el presidente decretó la nacionalización del sector, con lo que nació la Comisión Federal de Electricidad, de donde salió una mafia sindical que aun hoy agobia al país.

López Mateos aceptó ser un "neófito" en decisiones económicas por lo que delegó la Secretaría de Hacienda a otro abogado, Antonio Ortiz Mena, un funcionario circunspecto y de hablar pausado quien, sin embargo, supo conciliar los intereses de los sindicatos y las empresas. A los primeros, encabezados por Fidel Velázquez, les ofreció respaldo y prerrogativas del sector oficial para que ya no se organizaran más huelgas --todo el sexenio las hubo, pero la mayoría fueron reprimidas y asilenciadas por la prensa-- y a los segundos les otorgó facilidades fiscales y, algo que beneficiaba enormemente al comercio local, el proteccionismo del sector para evitar ser invadido por artículos extranjeros. A la distancia del tiempo, puede verse que muchos de los bienes producidos entonces por el sector privado eran de buenos a mediocres, pero al consumidor no se le daba otra opción ante la imposibilidad de importarlos, y que en su país de origen probablemente tenían un costo inferior.

La historia oficial refiere que, a petición de su esposa Eva Sámano, López Mateos instituyó los desayunos escolares para acelerar el aprendizaje entre los niños. La razón más posible radica en la creación de otro programa asistencialista donde los ganones eran los políticos, los lecheros y los productores que lograban jugosos acuerdos de distribución. Con todo, en sus primeros años hubo un incremento notable en el aprovechamiento de los niños que ya no entraban al salón con el estómago vacío. El asistencialismo (que no era un capricho directo del presidente sino que estaba establecido en la Constitución) llevó más tarde a la creación del Instituto Nacional de la Infancia (INDI), que décadas después se fusionó con el DIF, y a la fundación de la Comisión Nacional de Subsistencias Populares, Conasupo, que por mucho tiempo fue objeto de saqueos, fraudes y actos de corrupción en nombre de los "más necesitados".

Sin embargo la creación de esos armatostes no repercutió gran cosa en el gasto público. Se mantenía la estabilidad financiera y el Estado trabajaba con números negros. Para una población de 42 millones de mexicanos en 1960 --hoy casi se ha cuadruplicado-- existían, según Gabriel Zaid, menos de 80 mil burócratas. El margen era bastante grande como para llegar a alterar el gasto público.

Y aunque los empresarios estaban satisfechos con el arranque de ese sexenio, lo cierto es que López Mateos nunca hizo de lado el ansia corporativista del priísmo cuando se concretó, luego de varias salidas en falso, el libro de texto en las primarias y con el cual se pasaba por alto a la Constitución donde se daba a los padres el derecho a educar a sus hijos como mejor lo consideraran. Los libros se hicieron obligatorios incluso para los planteles privados. Era un claro paso hacia una sociedad totalitaria y que permanece hasta hoy: las instituciones privadas --aun los colegios americanos-- están obligados a usar los libros de texto.

Y a diferencia de sus antecesores que rara vez salían del país en gira, López Mateos de inmediato tomó gusto a los viajes incluso a otros continentes, en especial a Asia, donde visitó Las Filipinas, Japón, Indonesia y China, sin olvidar a Sudamérica, sitios a donde era la primera vez que los visitaba un mandatario mexicano por lo que la sabia popular terminó llamándole "López Paseos", viajes que, sin embargo, estaban lejos del derroche descomunal que se daría años después cuando Luis Echeverría se iba de gira en los setenta.


También el pueblo le achacaba a López Mateos aires de casanova y adicto a los autos deportivos. Aunque la publicidad oficial definía a su esposa Eva Sámano "un ejemplo de la dedicada mujer mexicana", lo cierto es que el matrimonio había naufragado casi desde el inicio del sexenio. Los rumores decían que el mandatario, por lo demás galán, había llevado al lecho a muchas de las actrices más bellas del cine nacional y de la incipiente televisión; también se hablaba de banacales en Los Pinos con jovencitas inexpertas. Lo que sí es cierto es que con López Mateos se afianzó la verticalidad de su poder en especial para domar los cacicazgos en todo el país y así evitar la alteración de la paz social y la infiltración de las guerrillas inspiradas en la revolución cubana.

Un logro innegable fue que todas las fuerzas políticas y económicas lograron acuerdos para alcanzar un objetivo común de modo que para 1963 el país estaba creciendo a un 6.7 por ciento anual, la delincuencia en las ciudades se circunscribía a los llamados "barrios bravos", los salarios rendían más --¡crecieron hasta un 97 por ciento en seis años!-- y aun se registró una inflación cero ese año, lo cual redundó en un crecimiento notable de la clase media mexicana.

También ocurrieron cosas hoy impensables, como la visita, primero, del premier hindú Nehru, de los Reyes de Bélgica y del presidente Kennedy, a quien incluso se le cubrió de papel picado tras su paso por la calles de la capital. También estuvieron en México el Príncipe Rainero, la reina de Inglaterra y el general De Gaulle, lo cual dio a México una favorable exhibición en el exterior, sin contar que Acapulco terminaba por convertirse en sitio obligado para las celebridades del mundo. Se creó la Secretaría de Turismo, que en sus primeros estimuló la creación de agencias de viajes; sitios como Mazatlán y Puerto Vallarta empezaron a ser atractivos en especial para los turistas norteamericanos y canadienses.

La buena suerte incluso le sonrió al presidente desde ángulos insospechados: la Corte Internacional de La Haya falló a favor de México sobre un litigio con Estados Unidos por lo que se obligó a éste a restituir a su vecino una porción de territorio colindante con Ciudad Juárez que se había "movido hacía abajo" por el curso del Río Bravo y que hoy es un parque conmemorativo en esa ciudad norteña. El acontecimiento impulsó el nacionalismo en radio, prensa y televisión por lo que el país se llenó de orgullo patrio. A la ceremonia asistieron los presidentes de los dos países en la franja fronteriza.

Conforme se acercaba el fin del sexenio comenzaban a circular los rumores sobre la salud del presidente, quien se quejaba de constantes dolores de cabeza. Con todo y un leve derrame cerebral, siguió gobernando y designó como su sucesor a Gustavo Díaz Ordaz, un secretario que nunca sonreía y a quien ya desde entonces apodaban "el feo".

López Mateos dejó al país en mucho mejor condición que cuando asumió la presidencia, y con un esquema económico que apuntaba al desarrollo sostenido. Es cierto que su gobierno fortaleció el corporativismo y el paternalismo como no se había visto desde Lázaro Cárdenas, pero también es innegable que dio facilidades para el crecimiento de la iniciativa privada, en especial la industria de la construcción, que durante su gobierno tuvo un auge sin precedentes. Asimismo, durante ese sexenio la corrupción ya presentaba una baja considerable.

La última aparición de López Mateos en público ocurrió en el Estadio Azteca donde se le dio una prolongada ovación pese a su evidente deterioro físico debido a un derrame cerebral. Falleció el 22 de septiembre de 1969.

Enrique Peña Nieto ha dicho que Adolfo López Mateos es su ejemplo a seguir. Deberá realizar esfuerzos gigantescos si realmente desea emularlo.

 

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1 Comentarios

luisjosemeade escribe 04.05.13

Aunque yo todavía no nacía cuando fue presidente, López Mateos fue el último mejor presidente de México que si bien reforzó el corporativismo tubo que hacerlo para sacar adelante su plan económico y porque de acuerdo a las circunstancias de su tiempo logró consensos impensables hoy, pero creo que su mayor mérito fue que los mexicanos logramos consensos hacia un objetivo común. Como nos hacen falta políticos como López Mateos

 

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