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NACIONAL
No lo es,
pero sin duda aspira a serlo, señora Sabina Berman...
Según una afamada
escritora mexicana, López Obrador es un demócrata que no ha hecho
más debido a las trabas y los embates de los "neoliberales".
Curiosamente, si su visión la aplicara a otros casos que registra la
historia, el "rayito" queda como lo que es: un aspirante a dictador
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Por Roberto Rojas P.
ABRIL, 2021. Hace unos meses que apenas
pasamos el segundo año de gobierno de Andrés López Obrador y las
cuentas distan mucho de ser buenas: crecimiento que apenas y se
acerca a un raquítico 1 por ciento, según datos del INEGI, cuando en
sus primeros 12 meses, Vicente Fox consiguió que el país consiguiera
un crecimiento del 2.3 por ciento que pudo haber sido mucho mayor si
los diputontos y senahorrores tanto del PRI como del PRD no hubieran
echado a la basura lo que era un plan de desarrollo redactado por
expertos en finanzas y en economía.
Por donde se le vea, las cuentas amloístas están lejos, muy lejos,
de un país con perspectivas: vulneración del estado de derecho,
manifiesta con esa reforma eléctrica que nos manda de vuelta a los
años 80 en cuestión energética así como otra reforma ominosa, ésta
al outsourcing mientras la economía informal, que no es otra
cosa que el subempleo con esteroides, no ha sido tocada en lo mínimo
y sigue expandiéndose mas que en tiempos calderonistas o
peñanietistas.
Las ruinosas cuentas del señor López han incluso abierto a los ojos
a personas que hasta hace poco eran porristas incondicionales suyos,
en específico Víctor Trujillo, más famoso por caracterizar al Payaso
Brozo, así como el conductor Ricardo Rocha, quien durante el proceso
electoral del 2006 fue uno de sus principales simpatizantes en los
medios mexicanos.
Durante este año se rompió la marca de muertes violentas por la
guerra entre bandas del crimen organizado, la cantidad de
feminicidios va en dramático aumento al tiempo que el diario
madrileño El País, otrora porrista de López, publicó
recientemente un informe de Amnistía Internacional donde señala que
las 10 ciudades más peligrosas de América latina se encuentran en
México, información que por cierto ningún otro medio reprodujo. El
silencio de la 4a. Transformación obliga.
Y aunque el señor López también le quitó recursos a los cineastas
mexicanos y las becas para quienes realizan actividades culturales
--un rubro que históricamente ha apoyado a todo político que se diga
de izquierda-- éste sector ha reaccionado tibiamente a esos
recortes, quizá porque la mayoría del material que producen es
mediocre y no interesa a muy pocos lectores o espectadores o,
simplemente, hay que callar y esperar mejores tiempos porque se
trata de un gobierno "progresista" y no un "neoliberal". El caso es
que sí hay una novelista, Sabina Berman, quien recientemente alzó la
voz y ¡sopas! llamó "dictador" a López Obrador.
No estoy muy familiarizado con la obra publicada de Sabina Berman.
Solo encuentro que entre sus novelas más famosas están Entre
Villa y una Mujer Desnuda (luego llevada al cine) que sus
temáticas suelen ser de corte feminista, que en varias ocasiones se
ha manifestado "lopezobradorista, y que actualmente es conductora de
un programa de TV en el Canal 11, propiedad del Politécnico. ¿Pero
entonces por qué Berman titula en una columna publicada por El
Universal, "AMLO, dictador"?
Veamos una parte del texto, donde Berman aborda las protestas
de los legisladores panistas y priístas en relación a extender el
periodo del juez Arturo Zaldívar:
La acusación de que el Presidente es o quiere ser un dictador no
es nueva. De hecho, es la razón de ser y la propuesta de futuro de
toda la Oposición partidista que contiende en estas elecciones. La
coalición México Va, formada por el PRI, el PAN y el PRD, fue
formada expresamente para lograr una mayoría en el Congreso que
obstruya con su voto las aspiraciones dictatoriales de López
Obrador. Es así: México Va no tiene más oferta de futuro que esa,
decirle que no a cada iniciativa del Presidente, y misteriosamente
no siente que requiera más narrativa.
Es curioso que Berman critique que los partidos de Oposición (¿por
qué las mayúsculas? me pregunto) por "formar expresamente una
mayoría que obstruya con su voto las aspiraciones dictatoriales de
López Obrador", esto cuando Morena no es otra cosa que una coalición
de partidos creada para detener "el proyecto neoliberal", el cual
claramente López Obrador, los morenistas y la misma Sabina Berman
consideran prodictatoriales.
El poder que ha acumulado López Obrador se debe, sin duda, a su
habilidad para crear coaliciones. Pero por lo visto, según intuimos
por lo que escribe Berman, cuando estas coaliciones
lopezobradoristas eran "Oposición" no fueron creadas para detener a
los contrincantes, ni para ponerles trabas, ni para echar abajo sus
iniciativas. Nos preguntamos entonces para qué las crearon.
Más adelante escribe Berman:
De hecho, México Va nace de una carta circulada por Enrique
Krauze y firmada por 30 intelectuales al inicio del año pasado. El
Presidente llevaba gobernando apenas un año cuando la carta llamaba
ya a los partidos de Oposición a reunirse bajo una sola bandera para
"detener la deriva autoritaria de López". Que resulta ser la misma
acusación de la campaña del PAN en contra del entonces candidato
López Obrador en la contienda electoral del 2018: López quiere ser
un dictador y hay que pararlo. Que a su vez retomaba la acusación
del PAN en las campañas electorales del 2012 y del 2006: López es un
peligro para México, porque quiere ser un dictador de Izquierda,
idéntico a Hugo Chávez.
La "amnesia" de Berman, por llamarle de algún modo, no deja de
sorprender. Aparentemente, antes del 2018 el llamado a las
coaliciones para detener los afanes totalitarios de un gobernante, o
eran cosa desconocida en México, o eran plausibles porque los
protagonizaban los mismos políticos que hoy están incrustados en
Morena (aunque ciertamente muchos de ellos brincaron
oportunísticamente al barco morenista cuando le vieron posibilidades
de triunfo electoral).
¿Ya se le olvidó a Berman cómo, aun antes que tomara posesión,
decenas de intelectuales, entre ellos Elena Poniatoswka, José
Agustín, Julio Scherer,
Carlos
Monsiváis y otros publicaron manifiestos donde
denunciaban al "espurio" Felipe Calderón y llamaban a los
legisladores del PRD y otros "Oposicionistas" a no colaborar en lo
absoluto con el nuevo gobierno? Pero aparentemente, con el apoyo de
esos intelectuales y a diferencia de Krauze, aquellos intelectuales
no buscaban descarrilar a un gobierno sino respaldarlo para así
enriquecer a la democracia.
Pero hay más, como dijo cierto conductor, ya fallecido:
Tiene su gracia la longevidad de la paranoia de los neoliberales
y su pobreza discursiva: López quiere ser o ya es un dictador. "Es
como el loco que inventa al coco y luego le tiene miedo",
parafraseando a sor Juana Inés de la Cruz.
De hecho es mucho más graciosa la longevidad --sin tener que citar a
Sor Juana-- y la paranoia de la izquierda lopezobradorista y
morenista, su paranoia de que cualquier iniciativa de Fox, por
ejemplo, era un claro intento por llevar a México de vuelta a los
tiempos de Maximiliano, y ya no digamos la crónica pobreza
discursiva de la izquierda que no sale de los trasnochados adjetivos
"neoliberal", "fifis", "agente de la CIA" y demás palabrería hueca
que no ha cambiado poco o nada desde los años 40 en vez de acudir a
los argumentos para confrontarlos con la realidad, porque sabe que
ahí tiene de antemano perdida la batalla.
La carta de Krauze, lejos de representar una "paranoia", estaba
fundamentada en los antecedentes del hoy mandatario. De hecho Krauze
realizó un visita a Venezuela para entrevistar a Chávez (no lo
logró) pero a su regreso publicó un libro titulado
El Poder y
el Delirio donde Krauze publica el testimonio
de varios funcionarios chavistas y prácticamente todos coincidieron
en que se estaban construyendo "puentes" con la izquierda mexicana
para "repetir el experimento socialista bolivariano en la trastienda
del imperio".
Veamos enseguida este párrafo donde aparentemente Berman justifica
que todo se vale, aun el asociarse con mafiosos y corruptos, para
llevar a cabo un proyecto progresista, de alegría prosocialista:
(V)emos a un presidente de Izquierda que juega en el tablero
democrático sus piezas, para asegurar que su proyecto avance.
Realiza alianzas con partidos para asegurarse una mayoría en el
Congreso. Nombra jueces afines en la Suprema Corte de Justicia y
busca alargar en su presidencia a un juez afín, para lo propio. Más
de un purista ha objetado que en este ajedrez López Obrador ha
sacrificado ideales, y es verdad, que se ha asociado a políticos
truhanes, algunos de los cuales merecerían estar en la cárcel, y es
verdad también, y que se le pueden señalar más desviaciones de la
ética hacia el pragmatismo. Pero si lo que hace es para ganar en el
ajedrez democrático, es delirante acusarlo de estar destruyendo la
Democracia.
¿Cuál ajedrez democrático? Esas alianzas que refiere Berman se dan
únicamente con los partidos que le son afines al señor López y que
están sometidos a su designios. Es como esa afirmación, que más bien
parece pésimo chiste, de que en Cuba hay democracia porque se vota a
varios candidatos aunque todos pertenezcan al Partido Comunista. La
relación del presidente con los gobernantes de "Oposición" y con los
partidos que no son porristas suyos, está muerta desde hace rato.
Veamos por ejemplo, el caso del juez Zaldívar. ¿Qué habría pasado si
esa presión legaloide para prolongar la permanencia de un magistrado
se hubiera dado en los años de Fox, de Calderón o de Peña Nieto? No
se dude que la "Oposición", encabezada por Berman, estaría
denunciando el "totalitarismo" del gobierno en el poder, las puertas
del Congreso estarían bloqueadas y el Zócalo ya llevaría semanas de
estar invadido de huestes lopezobradoristas.
Cuando brotaron los casos de corrupción del empresario brasileño
Marcelo Odebrecht que involucraban a varios políticos mexicanos para
generar contratos de obras públicas, la izquierda lopezobradorista
rugió a grito pelado e incluso exigió la renuncia de Felipe Calderón
en boca de Ricardo Monreal y un tal Félix Salgado Macedonio, por
entonces senador de la República. Pero hoy, cuando López Obrador ya
es presidente, el hacer migas con truhanes y gente que merecería
estar en prisión es válido porque esta vez se hace en pro de la
democracia.
Y si esa doble moral de Berman ya llegó a niveles que pudieran
estarle provocando urticaria al lector, espérese a lo que sigue en
la columna:
Un dictador no asegura una mayoría en el Congreso. Lo disuelve.
Un dictador no coloca en la Suprema Corte de Justicia a sus alfiles.
La clausura. Un dictador no crea una coalición para ganar lugares de
poder en una elección de medio término. Cancela las elecciones. Un
dictador no juega el ajedrez de la Democracia: bota el tablero para
que las piezas vuelen por el aire.
No necesariamente, señora Berman. En sus 71 años de gobierno
ininterrumpido, el PRI nunca disolvió un Congreso ni canceló
elecciones, como tampoco lo hicieron Francisco Franco o Alfredo
Stroessner, pero ello no evitó que la izquierda los acusara de
autoritarios y enemigos de la democracia. Ni las dos presidencias
PAN cancelaron unas elecciones y en su lugar se propusieron crear
coaliciones para mantener el poder en el Congreso, pero difícilmente
Berman los va a aplaudir como demócratas del mismo modo en que lo
hace con López.
No es necesario llegar a esos extremos para que un político
demuestre su espíritu autoritario. Pero para Sabina Berman, de
nuevo, lo que hoy hacen mis correligionarios es magnífico, pero si
eso mismo hacen mis enemigos políticos, es un claro atentado a la
democracia. Sectarismo enfermizo que provoca agruras.
Finaliza la autora Berman:
Lo que vemos en realidad es una Oposición que cuando fue gobierno
no pudo resolver los dos problemas más graves y antiguos de México.
La desigualdad y la corrupción. Al contrario, los gobiernos
neoliberales del PAN, como los gobiernos neoliberales del PRI,
agravaron esos problemas. Ahora que es el turno de la Izquierda para
intentarlo, un turno otorgado por los ciudadanos en las urnas, la
Oposición haría bien en concentrarse en el esfuerzo intelectual de
urdir una nueva narrativa de futuro que pretenda lo propio.
Este último párrafo se comprendería si el gobierno de la "cuarta
transformación" estuviera ya encarrillando a México hacia un
desarrollo sostenido. Y de hecho los gobiernos "neoliberales"
anteriores no agravaron el problema de la desigualdad y la
corrupción en México sino los gobiernos de más atrás, en específico
los de
Luis
Echeverría y
López
Portillo, padrinos ideológicos de muchos políticos
hoy morenistas, entre ellos López Obrador, quien durante aquellos
sexenios ya era un prominente líder priísta en el estado de Tabasco.
Es difícil imaginar que Sabina Berman no esté al tanto de ello.
Por cierto, es mentira que la desigualdad haya empeorado en los 12
años de gobiernos panistas: De acuerdo al mismo INEGI, en el sexenio
de Vicente Fox, México tuvo un crecimiento del 2.4 por ciento
mientras en el primer año del "rayito", el país apenas y arañó el 1
por ciento. Asimismo, la 4T ha hecho poco o nada para reforzar el
estado de derecho que garantice a los inversionistas que no habrá
cambios legislativos imprevistos que pudieran afectarlos. Con el
reciente sablazo que representó la
"reforma
eléctrica", esos inversionistas ni siquiera
considerarán a México como opción para hacer negocios.
López Obrador quizá no sea un dictador disfrazado de presidente,
como lo fue Hugo Chávez, pero su espíritu totalitario e
imposicionista es innegable, como tampoco es un demócrata
comprometido con quienes votaron por él, como supone la novelista
Sabina Berman. Es, más bien, un político rebasado por la
presidencia, un político que se está dando cuenta que gobernar la
capital de un país es totalmente distinto que gobernar a un país, un
político que no puede criticar a sus adversarios sin morderse la
lengua ni caer en las más aberrantes contradicciones, un presidente
que descubrió que no se puede gobernar un país mediante decretos si
en ese país nadie respeta la ley, empezando por las huestes y
funcionarios a su servicio. Y, peor aún, es un político que nunca
reconocerá que se ha equivocado, que ha cometido errores.
López Obrador no es enteramente un dictador, como dice Sabina
Berman. Pero se le acerca.
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