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NACIONAL

 

Lo que se esconde (y en toda América latina) tras el nuevo etiquetado

 

En lo que parecía ser otro capricho del gobierno lopezobradorista, lo cierto que el "etiquetado" forzoso en los productos considerados "comida chatarra" también se está aplicando en otros latitudes como una estrategia coordinada a nivel internacional. ¿Pero en realidad se trata de tener menos gorditos en el país o los objetivos son otros? Abramos la bolsa de fritangas y veamos

 

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Por Roberto Rojas P.

 

OCTUBRE, 2020- Hace poco menos de una semana platicaba vía Skype con dos amigos virtuales, uno peruano y el otro chileno (y espero que un día esa amistad virtual sea presencial) donde el tema infaltable fue mi queja respeto al "etiquetado" en los productos considerados "chatarra" y solté una diatriba contra los pejesenadores y el presidente mismo. Mi sorpresa fue mayúscula cuando Álvaro, un diseñador gráfico que vive en San Isidro, un distrito de Lima, refirió que el "etiquetado" ya lleva rato aplicándose en su país, lo mismo que en Chile donde, asegura mi amigo virtual, llamado Felipe, "las etiquetas obligadas en los productos comenzaron a darse aquí durante el segundo gobierno de Bachelet".

 

Más adelante supe que el "etiquetado" también fue propuesto en Argentina, en Ecuador y en Uruguay (en el primer país, de hecho, es un hecho que comenzará  a aplicarse a principios del próximo año). Entonces no es capricho nada más del señor que dice que nos va a llevar a la 4T, es un asunto continental.

 

El lector seguramente ya notó el "etiquetado" en varios productos que se expenden en misceláneas, tiendas de autoservicio y supermercados. Son unos pequeños hexágonos con letra blanca y fondo negro que incluyen palabras como "alto en sodio", "alto en calorías" o "alto en grasas saturadas". Por supuesto hacía falta, era indispensable, necesarísimo, que un grupo de burócratas me hicieran saber, por ejemplo, que un refresco ("gaseosa", le llamarían mis amigos sudamericanos) tiene un alto contenido de azúcar. Jamás lo habría imaginado, como igualmente nos saldrán con información insólita como que el pan de caja tiene alto contenido de harina; quizá me llevaré una enorme sorpresa si confirmo mis sospechas  de que un cigarrillo es "alto en tabaco".

 

Por lo visto, el "etiquetado" no es una decisión soberana de un país: posiblemente sea "sugerencia" --y ya sabemos el verdadero sentido de esas palabra en el lenguaje diplomático internacional-- de la Organización Mundial de la Salud, la misma que con gran eficiencia ha logrado contener el Covid 19 alrededor del mundo. O tal vez de las mismas Naciones Unidas, un armatoste que desde hace apesta a muerto.

 

Ya en otro texto hemos hablado sobre la NOM 51, una legislación que obliga a las empresas que distribuyen estos productos a llevar en la parte frontal el "etiquetado". No fue suficiente que hace años se les obligara a presentar en detalle el contenido calórico de cada ingrediente como tampoco bastó que la leyenda "come fruta y verduras" en los comerciales televisivos y que arruinaron el factor sorpresa del producto que estaban ofreciendo, lo cual viene a ser la diferencia entre el éxito y el fracaso en la venta final.  (Igualmente, en el otro texto hablamos que el "etiquetado" es apenas la primera parte del plan pues posteriormente se prohibirá comercializar cereales y otras golosinas con imágenes de superhéroes, animales o personajes animados).

 

Curiosamente, mis amigos sudamericanos y yo coincidimos en que este "etiquetado" no toca, ni de chiste, a las golosinas y dulces tradicionales pese a que son igualmente "altos en calorías" y "altos en grasas saturadas". En ningún momento la legislación exige incluir estas etiquetas en la venta de golosinas tradicionales como la cocada, las campechanas, los dulces de leche (altos en leche, supongo) o advertir con hexágonos negros a la entrada donde se vende pozole con un "alto contenido calórico" pues un plato equivale en calorías a comerse un cuarto de pastel de chocolate de regular tamaño. Igualmente mi amigo Álvaro advierte que no ha visto "etiquetados" donde se vende el "suspiro limeño", un postre tradicional limeño.

 

Y es que si asumimos que la "comida chatarra" es toda aquélla que "llena, pero no nutre", el potencial alcance de estas medidas se antoja draconiano pues el etiquetado estaría incluyendo la venta desde mazapanes y bombones, y posiblemente tendría la facultad de regular la preparación de la tradicional capirotada.

 

Pero veamos la situación objetivamente y supongamos que, en efecto, súbitamente esta sarta de burócratas y legisladores  se muestran profundamente consternados por la salud de sus gobernados y ya no quieren que tengamos más niño gorditos en las escuelas o, por el momento, tomando clase virtual vía zoom. ¿Cuánto influirá el etiquetado" en las ventas de este producto?

 

"Estas advertencias sirven de poco o nada", responde la sicóloga Verónica Celis. "Sabemos sobradamente que el consumo excesivo de alcohol te produce horribles crudas al día siguiente ¿pero eso ha evitado que la gente deje de comprarlo? Del mismo modo la mayoría de nosotros estamos conscientes de que la llamada comida chatarra al final puede producir diabetes y colesterol pero de todos modos se sigue vendiendo, sobre todo cuando tenemos fiestas y reuniones. A la gente no le interesan los efectos que pueda tener ese producto en su salud, la gente los consume porque se sienten bien al hacerlo".

 

Hay otra razón: como mencionamos en el ya comentado artículo, para muchos mexicanos es más barato llenarse el estómago con esos "productos chatarra" que con las frutas y verduras para mantener una dieta sana. Por ejemplo, una "charola" de ensalada mediana en la cadena Alsuper que contiene pepinos, espinaca, lechuga y rebanadas de perejil sin faltar el aderezo cuesta 27 pesos, cantidad con la que se puede comprar una bolsa tamaño regular de Doritos (13 pesos) y una Coca Cola de regular tamaño (10 pesos) o cuatro piezas de bolillo a 7 piezas cada una, dan un total de 28 pesos. Por donde se le vea, en México y en otros países subdesarrollados sale mucho más caro comer bien que simplemente comer.

 

Ante esta situación, los legisladores y los burócrata  suelen reaccionar en sentido inverso al sentido común, esto es, aumentar el precio de la "comida chatarra", algo que, se ha visto siempre, desestimula temporalmente la demanda pero luego ésta vuelve a repuntar por la sencilla razón (y en consecuencia, imposible detectar para esta parvada de ineptos) que el precio de la comida saludable sigue estando alto. Quien tenga un salario bajo no cuenta con otra alternativa.

 

"Hay dos maneras de contrarrestar el consumo de 'comida chatarra'", advierte el economista Israel Castillo. Una, elevar los índices de productividad, algo que se reflejará en mejores salarios y dos, una mejor educación acerca de lo que representa consumir estos alimentos en exceso. Pero estas dos metas deben alcanzarse al mismo tiempo, no se puede separar; de nada sirve estar consciente que unos 'chetos' traen más calorías que aire en cada bolsa si por otro lado si con un aguacate, una bola de lechuga y un cuarto de queso ya se te fueron 50 pesos. Quienes fabrican estos productos no tienen porqué estar pagando la pésima calidad educativa que sufrimos en nuestros países, los índices de gordura entre los mexicanos son el reflejo de una deficiente calidad educativa y el deterioro del poder adquisitivo. Contrario a lo que creen estos legisladores y funcionarios, la mayoría de la gente no es estúpida".

 

Pero este fracaso parece ser inducido. Recordemos la habilidad de los legisladores y políticos de izquierda para achacar a sus enemigos sus propias pifias.

 

En principio, esta nueva legislación cambia brutalmente las reglas del juego a una industria que por años ha estado forzada a cubrir kilómetros y kilómetros de requisitos y regulaciones. ¿Por qué hasta ahora los gobiernos del área se dieron cuenta que las deliciosas galletas con chispas de chocolate son "altas en grasa saturadas"?

 

Si estos productos causan gordura, los legisladores también son culpables por haber autorizado que salieran a la venta: Ellos son igualmente cómplices. Igualmente, extraña que hasta hoy nadie ha exigido que a esa sarta de parásitos se les exija que a las puertas de las cámaras legislativas se coloquen "etiquetados" con las leyendas "Alta  Corrupción", "Elevados Índices de Ausentismo" y "Alto en Despilfarro de Recursos Públicos".

 

Las autoridades sanitarias están exigiendo a estos empresarios que gasten dinero que no tenían contemplado para cambiar el diseño de sus envolturas del mismo modo que arruinaron a decenas de familias cuando se prohibió el uso de bolsas de plástico en los centros comerciales.

 

El "etiquetado" está condenado al fracaso, lo cual servirá de excusa de los gobiernos latinoamericanos para alegar que "no hay otra manera de detener la epidemia de sobrepeso" para así agregarles más gravámenes en el costo de esos productos para finalmente sacarlos del mercado.. pero no a todos, naturalmente. Según el economista Castillo, "en vez de las expropiaciones que se daban en otros tiempos, la izquierda actual encuentra más provechoso hacerla de cómplices de los grandes corporativos para evitar que surjan nuevos competidores que pudieran amenazar sus jugosos negocios. Dado que el capital neto de estos gigantes está tasado en dólares, les resulta más fácil amortiguar las pérdidas que pudieran tener".

 

Y es que, concluye, "la venta de 'comida chatarra' no va a disminuir mientras la comida saludable sea más cara. Esta es una estrategia para solidificar el monopolio de Pepsico --entre sus productos se encuentra la marca Sabritas-- y echar del mercado a los competidores menores. La salud de los niños le importa un bledo a los legisladores y a los burócratas que aprueban estas leyes".

 

Mercantilismo puro, y continental, para quienes pensábamos que esta viene a ser una ocurrencia de la "cuarta transformación", lo que en resumen arrojará, dentro de poco, más niños gorditos quienes únicamente tendrán como opción un megacorporativo que controle todo el mercado. O como lo dice Castillo: "El objetivo de convertir a Pepsico en el Google de la 'comida chatarra'. Para allá va el asunto".

 

 

 

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