Cine/Obituario
La
extrañaremos, Elizabeth Taylor
Poseedora
de una belleza extraordinaria, fue acusada de quitamaridos y
creadora de escándalos fuera de la pantalla. Con su partida se va otro
importante trozo de aquél Hollywood legendario del que ya quedan muy
pocas piezas
MARZ0, 2011. Con frecuencia olvidábamos el
tamaño de leyenda que tenía Elizabeth Taylor, Había sobrevivido no sólo a otras figuras del cine, en especial Richard Burton, quien para todo propósito falleció antes de tiempo, sino a su propio alcoholismo y de su propia belleza, al punto que a sus 79 años había envejecido mucho menos drásticamente por lo que aparentaba menos
edad. Pero también olvidamos que su último gran filme fue la épica Cleopatra, la cual, pese a su boato y
expectativas (fue el Titánic de su época) resultó ser un tremendo fiasco comercial. El mejor trabajo de la Taylor había ocurrido años antes, cuando merecidamente llegó a ganar
un Óscar, si bien en 1966 recibiría el segundo.
Con todo, Elizabeth Taylor no perdió vigencia. Cualquier persona que guste del cine sabía perfectamente quién era y conocía, así fuera superficialmente, los clichés en torno a ella, que coleccionaba joyas y maridos, que llegó a ser confidente de Michael Jackson, que inició un romance con Burton mientras filmaban
Cleopatra, un escándalo al que se acumulaba el hecho que ambos tenían sus respectivas parejas, que acudió
innúmeras veces al cirujano plástico para restirarse la piel, y que nunca dejó de tener una peculiar hermosura, misma que la periodista española María Montero objetó porque "sus fotos producen un aterrador efecto de enana avejentada."
La Taylor fue una figura pública desde su infancia debido a su madre, una actriz fracasada. La presión fue tanta que apenas a los 16 años la chica contrajo matrimonio con tal de escapar de ese mundo. Fue el primero de muchos intentos, que acabó
mal por cierto pues él, miembro de la familia de los hoteleros Hilton --sí, el mismo de Paris-- la
golpeaba salvajemente. Otro de sus enlaces fue con Mike Todd, un self-made man donde aparentemente había encontrado la felicidad hasta que él murió en un accidente aéreo dos meses después del nacimiento de su única hija. Luego vendrían los escándalos: le "voló" el marido a Debbie Reynolds, actriz que hasta entonces había sido una de sus mejores amigas y vivió con él hasta que optó por abandonarlo tras una relación digamos, poco ortodoxa
(Eddie Fisher, el esposo en cuestión, tuvo con Reynolds a Carrie Fisher, la Princesa Lea en La
Guerra de las Galaxias).
Nuevamente casada, Taylor conoció al galés Richard Burton en el set de Cleopatra, la gran superproducción de Twentieth Century Fox. Bien pronto el romance de la pantalla saltó a la vida real y no pudo ocultarse más.
Entonces la puritana Hollywood (¡si, alguna vez Hollywood fue puritana) amenazó con echarlos si ambos no guardaban las formas. Como indicábamos al principio, la película fue un fracaso
monumental pese a que obtuvo ocho nominaciones, algo atribuible más al boato que a una
historia tediosa que superaba las tres horas de duración.
La relación con Burton fue una de las más duraderas, si bien también llena de inestabilidad. Adquirieron una casa en Puerto Vallarta y eso ayudó a promocionar turísticamente ese sitio. Se separó de Burton, vivió otros romances y volvió con él para separarse
definitivamente. Pasaron los años y con ellos la decadencia de la Taylor. Tuvo varias relaciones, entre ellas una con el abogado jalisciense Víctor Luna quien la invitó, claro, a Puerto Vallarta. Pero aquello no fructificó y todo terminó sin mayores explicaciones; aparentemente la Taylor nunca pudo sacudirse de la cabeza la imagen de Burton.
Contrajo matrimonio otra vez, ahora con un multimillonario que había estado prendado de ella durante décadas. Al poco tiempo él falleció y ella se sorprendió al ver que su testamento apenas y la mencionaba. Luego vino la muerte de Burton, en 1984, una noticia devastadora que la hundió en las drogas y el alcoholismo además de engordar y hacerse crecer desmesuradamente la misma cintura que había causado admiración por su estrecha forma durante sus años de
Cleopatra. Varias veces entró a centros de rehabilitación.
Lo que sucedió, refiere Montero, es que a la Taylor nunca se le tomó en serio como actriz pese a sus dos Óscares. se le veía, primero, como una comehombres que paradójicamente provocaba grandes simpatías entre los miembros de la recatada Academia. Y como para rematar lo anterior, en los
noventa hizo el papel de la mamá de Vilma en la película de Los
Picapiedra, un churro impecable. Le seguirían otros papeles menores incluso en películas clase B y comedietas de infumable calidad.
Lo que es incuestionable es Elizabeth Taylor era una leyenda, parte de un momento del cine hollywoodense que hoy ya se ha ido para siempre. Sus ojos violeta siempre serán recordados. La extrañaremos, naturalmente. Por siempre será la
Cleopatra más recordada del cine.
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