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La era de los telegramas para reportar bajas militares fue sustituida por las visitas personales, algo que resulta en insultos y cosas peores por parte de los familiares. The Messenger deja en claro, ahora sí, su mensaje antibelicista, lo cual no necesariamente va ligado con una propuesta destacable. Su nominación a dos oscarines la resucitó temporalmente de la ignominia, y fue así como supimos de ella

The Messenger
Ben Foster, Jena Malone, Eamonn Walker, Woody Harrelson
Dirigida por Oren Moverman
OmniLab Media/2009


FEBRERO, 2011. Decenas de veces hemos visto en el cine cómo las malas noticias llegan a través de un telegrama, sobre todo cuando se trata de soldados destacamentados en el frente de guerra. En esos filmes éste era el momento cúspide de la historia, pero aquí, el debut como director de Owen Moverman, es apenas el principio, una asidera que Hollywood --bueno, reconozcámoslo, el Hollywood indie, aunque The Messenger recibió dos nominaciones al Óscar-- utiliza como --valga el pleonasmo-- el fuerte mensaje antibelicista de esta película, algo que, por cierto, en estos años de Obama se han visto muy apagado en las calles gringas pese a que las tropas siguen en Irak y se enviaron más contingentes a Afganistán por lo que la cosa no ha cambiado gran cosa desde los años de Bush.

He aquí mi propio mensaje:

Will Montgomery (Ben Foster, a quien vimos en la nueva versión de 3:10 to Yuma) es un soldado enviado a Irak que resulta herido y regresa a Estados Unidos donde se reencuentra con una novia que ya está comprometida con otro. Mientras cumple el año de su servicio le es encomendada la misión de convertirse en un mensajero; en esta era de Internet el telegrama ha pasado a la historia por lo que el ejército ha suplido aquella costumbre con visitas a domicilio. Para el efecto recibirá la asesoría del capitán Tony Stone (Harrelson), un alcohólico en rehabilitación que estuvo en la primera guerra del Golfo. Stone le advierte que en el trabajo de mensajero "no hay clientes satisfechos" y hay que evitar expresar emoción alguna, dar la mala noticia únicamente a un familiar inmediato y siempre adelantarse a que alguien más lo haga. También deberá llevar consigo un beeper a toda hora pues habrá que estar disponible "aunque estés viendo una película o la ópera".

El trabajo, en apariencia, es sencillo aunque involucra una fuerte carga emocional. Al conocer la noticia, los familiares los reciben con golpes, cachetadas y escupitajos, como ocurre cuando se le comunica la mala nuevo al padre de un soldado, caracterizado por Steve Buscemi. Pero el director no se aguantó las ganas de echarle algo de lodo a quienes realmente son los autores de aquel sufrimiento: cuando Montgomery y Stone viajan en su auto para entregar el mensaje, en la radio van escuchando a Rush Limbaugh. ¿Cuándo se habrá convertido ese locutor político en asesor de Dick Cheney? Jamás se nos dice.

Quitándose las máscaras, el mensaje de The Messenger es tan sencillo como la trama: "¿Por qué ustedes no están allá?", les reclama el fúrico padre del soldado y que encarna Buscemi. Montgomery pudo haberle dicho que él sobrevivió a un ataque y que simplemente tuvo más suerte; aparte de ello, los guionistas --el director y Alessandro Camon, conocido opositor a la invasión a Irak-- creen que todavía estamos en 1975 cuando el servicio militar aún era obligatorio en Estados Unidos. Desde ese año es voluntario por lo que los soldados que mueren en el frente estaban plenamente conscientes de esa posibilidad, al igual que sus familiares. 

Qué ironía: cuando los jóvenes norteamericanos eran obligados a servir en el ejército Hollywood los presentaba como héroes, pero ahora que son enviados al frente sin que un sargento los ande sacando debajo de sus camas se les presenta, si mueren, como víctimas de los intereses de Washington y si sobreviven, como el caso de Montgomery y Stone, en calidad de parias. Adicionalmente, ninguno de los familiares lanza maldiciones ni escupitajos a los iraquíes, quienes fueron los que realmente mataron a sus seres queridos.

Sin embargo Montgomery sabrá lo difícil que es mantenerse al margen de sus sentimientos cuando da la noticia a la joven viuda de un soldado pues la relación se profundizará y lo comprometerá, con resultados inesperados, así como un insospechado secreto que guarda el capitán Stone y Kelly (Jenny Malone), la ex novia de Montgomery.

The Messenger recaudó 44 millones de dólares en Estados Unidos desde su estreno el pasado octubre --aquí nos acaba de llegar simplemente para aprovechar su nominación--, cifra ínfima que se suma a otras películas sobre la guerra en Irak y que también han resultado en fracasos económicos. Pero inevitablemente, en el extranjero se le ha adorado y ha ganado premios en Cannes, Berlín y otros festivales donde el cine indie, Michael Moore y demás incomprendidos resarcen ganancias que no consiguen en su propio país (los norteamericanos son el pueblo más estúpido del planeta, nos ha dicho el regordete Moore, aunque al tener aún el pasaporte de su país, a él también deberíamos incluirlo entre la bola). 

The Messenger es ideal para quienes suspiran por no haber vivido los sesenta y quieren recrear esa época cada vez que su gobierno se mete en intrínguilis militares. No es una película fácil de digerir, lo que explicaría el rechazo del público norteamericano, renuente a tragarse la píldora antimilitar que Hollywood insiste en meterle por el cogote. Y es una película aburrida, densa, que termina por empantanarse en borracheras y cuyo cuasitransparente tramado apenas y esconde el odio que los guionistas profesan a las fuerzas armadas de su país. ¿Sabe qué? Mejor le recomendamos ver otra cosa. El mensaje, diría McLuhan, es que en The Messenger no hay mensaje fresco de la izquierda hollywoodense. Ya los conocemos todos.

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