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EgObama nomás no tiene para cuándo callarse

Durante ocho años torturó a millones de norteamericanos con su egolatría, su populismo y sus mentiras, aparte de dejarles un país profundamente dividido. Pero el ego pesa más que el retiro forzoso que debió llegar cuando se fue de la Casa Blanca. La indiferencia a sus peroratas por quienes ya están hartos de él será la mejor manera de hacerlo callar

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OCTUBRE, 2018. Cuando Barack Obama anunció que al terminar su presidencia se quedaría a vivir en Washington, definitivamente era un mal augurio. Una vez que terminó su periodo de gobierno, Lyndon Johnson volvió a su rancho de Texas, lo mismo hizo Ronald Reagan, Jimmy Carter se dedicó de nuevo a sembrar cacahuates en Georgia y los dos Bush, padre de hijo, acabaron por encerrarse en sus residencias. Era un acuerdo tácito que dejaba el campo libre al sucesor, además que, una vez finalizado su periodo presidencial, ese político ya nada tenía qué seguir haciendo en la capital.

Pero como se sabe, con esa promesa que más bien sonó a amenaza, Barack Obama se sigue creyendo presidente de los Estados Unidos. Claramente extraña los días en que acaparaba los noticiarios, las primeras planas y que se hablara de él todo el santo día en los medios. Sin embargo, como acertadamente dijo Jonah Godlberg, director de la revista National Review: "Pronto llegará el día que Obama se dé cuenta que la gente hablaba de él porque era un hombre poderoso. Pero mientras llega ese día tendremos que soportarlo". O como lo estableció Dick Morris, un ex asesor de Bill Clinton: "Barack Obama tuvo ocho largos años para hacer algo trascendente para este país, y no lo hizo. El que ahora se ponga a pontificar no es más que una broma de muy mal gusto."

La diferencia con otros presidentes es que Obama posee un ego enorme, descomunal, y eso le ha impedido reconocer que su destino final es la intrascendencia y donde a la mayoría de los norteamericanos ya importa poco lo que tenga que decirles. Pero el señor no parece resignarse a ello.

Hace unos días Obama estuvo en Las Vegas, no para jugar con las maquinitas de los casinos sino para dar un espaldarazo a la candidata demócrata al Senado Jacky Rosen. Lo del espaldarazo es un decir pues el discurso de Obama fue, naturalmente, acerca de él mismo, tanto que en un recuento hecho por Kayle Olson de la página American Mirror, Obama se refirió a él 92 veces en 38 minutos, es decir, una autoalusión cada 24.7 segundos.

Dijo Obama: "A diferencia de otros, yo siempre trato de establecer los hechos, yo no creo en eso de estar inventando las cosas. Siempre he pensado que debes decirle a la gente todo aquello que es verdad". Pero por supuesto, como la vez que en red nacional anunció el Obamacare y aseguró que no cambiaría las pólizas existentes de servicio médico y agregó que "si usted está contento con su plan y su doctor, podrá mantenerlos" para después cancelarlos y obligar a los norteamericanos a someterse al nuevo servicio médico el cual, afortunadamente, hoy está a punto de ser desarmado dado el monstruoso déficit que agravaría la de por sí endeudadísima economía norteamericana.

Enseguida Obama manifestó, quizá seguro que estaba criticando "duramente" a Donald Trump: "Cuando ustedes escuchan todo eso que se habla acerca de los milagros económicos que hoy están sucediendo, recuerden quién inició todo eso", con lo cual el presidente a quien la actriz Gynweth Paltrow lo denominó "el más inteligente de toda la historia", estaba reconociendo implícitamente que la economía hoy está mejor que cuando él era mandatario.

Sin embargo, los números y las cifras indican que el "milagro" económico comenzó a manifestarse con el actual gobierno al punto que Obama criticó a Trump cuando éste prometió impulsar la creación de empleo la vez que estaba en campaña. En esa ocasión Obama dijo muy enfático: "Todos esos empleos ya se perdieron y jamás van a regresar", sin embargo tan solo en este año y de acuerdo a The Wall Street Journal, periódico al que nadie insultaría llamándole fan del mandatario, "desde la reforma fiscal de Trump se han creado 3 millones 234 mil nuevos empleos, cuando en el mismo año fiscal de Obama se crearon apenas 1 millón 342 mil empleos", es decir, esos empleos que supuestamente nunca iban a regresar, no solo lo hicieron sino que llegaron acompañados de casi un millón y medio más.

Asimismo Obama ironizó en ese entonces: "Me pregunto si el candidato republicano tiene una varita mágica". Quizá no, pero puso en vigor algo mucho mejor y más efectivo: reducirle la carga fiscal a los norteamericanos en vez de seguirlos expoliando con impuestos que el Estado norteamericano gasta de la manera más irresponsable posible. Pero más importante que una varita: esa reforma ha dado más espacio a los ciudadanos y que por lo menos desde los tiempos de Jimmy Carter el Estado les había confiscado con sus políticas fiscales.

Afortunadamente, la mayoría de los norteamericanos ya no están dispuestos a ser embaucados por Barack Obama una tercera ocasión. La mejor manera de obligarlo a callar será con la indiferencia a la hipocresía de su discurso, su cinismo pero sin olvidar el enorme daño que provocó a los Estados Unidos en sus ocho años de mandato.

 

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