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Cine

En la corte de un Arturo reciclado

Hay cosas que sería mejor dejarlas como estaban. Una de ellas es esta comedia que, por sí sola, habría tenido mejor suerte, sólo que se trata de una nueva versión de una de las cintas ochenteras más recordadas. Por lo visto, ya ni los ricos son lo que eran hace tres décadas

Arthur
Russell Brand, Helen Mirren, Greta Gerwig, Jennifer Garner, Geraldine James 
Dirigida por Jason Wiener
Warner Bros/2011

MAYO, 2011. Algo que podría explicar la razón por la cual la mayoría de los remakes fracasan en taquilla pudiera ser que la versión original es un producto de su tiempo. Arthur fue estrenada en junio de 1981 en momentos que Estados Unidos atravesaba por una fuerte recesión a la cual se culpaba --como siempre-- a los banqueros y a los millonarios. Lo que hizo esta película fue asomar al espectador ordinario al mundo de los adinerados, un mundo que la mayoría vemos con una mezcla de admiración, curiosidad y envidia. Lo que hizo que esta cinta fuera una de las taquilleras de aquel año fue ver cómo un heredero reniega de su fortuna por amor, alguien que padece alcoholismo, enfermedad que comúnmente se achaca a las clases más bajas.

El éxito también se explica, naturalmente, por la espontánea actuación de Dudley Moore, actor inglés a quien el público norteamericano adoraba. El carisma que Moore dio a su personaje lo hizo único, si bien en la segunda y tercera partes, ya sin los guionistas originales, quedó claro que Arthur había sido diseñado como personaje de una sola película, y con ello se infiere que no requería, ni necesitaba, de remakes.

El fallecido crítico de cine Gene Siskel sugería que mejor se hicieran nuevas versiones de películas que habían fracasado, con el fin de mejorarlas, en vez de filmes taquilleros que no requerían ser perfeccionados. Siskel tenía razón (aunque el comentario lo hizo en tono irónico) y sería lo más lógico, sólo que en Hollywood las cosas no funcionan así, y por eso ha habido tantos reciclados que se desploman en taquilla. Para los estudios, lo que funcionó alguna vez volverá a funcionar; aunque la trama sea modificada radicalmente, jamás se habrá de cambiar el nombre original como forma de garantizar la asistencia de los nostálgicos y las ganas de las nuevas generaciones para ver de qué se trata todo el asunto. El hecho que en la reciente Karate Kid no hubiera absolutamente nada de karate es un detalle nimio ante la codicia hollywoodense por explotar, hasta donde sea posible, las ideas que han resultado lucrativas.

Mucha gente se pregunta si Moore, tristemente fallecido en el 2003, habría aprobado la actuación del también inglés Rusell Brand como Arthur. En estos tiempos políticamente correctos seguramente habría dicho que esa fue la mejor elección que pudo haberse dado. Sin embargo y como vimos en el fiasco del Inspector Closeau personificado por Steve Martin, hay personajes que son simplemente irremplazables.

Y ya que hablamos de corrección política, ésta aparece casi desde el principio de la película. En la cinta original el despreocupado millonario recoge a una prostituta de color y la lleva a cenar al restaurante más caro de Nueva York. La escena desaparece por completo --¡no vaya a ser que salgan acusaciones sexistas!-- y es sustituida por Arthur y su chofer vestidos como Batman y Robin. Ambos son llevados a la comisaría por "conducta desordenada" y liberados cuando Hobson (Helen Mirren), su mayordoma y consejera, vuelve a sacarlo de problemas. En la primera cinta el rol de Hobson correspondió a John Gielgud, algo que le valió el Óscar. Hobson es una mujerona mucho menos circunspecta y más envalentonada. Es un rol de reparto bastante difícil aunque Mirren logra soportar la carga, desafortunadamente, y como pasa a lo largo de esta cinta, el demonio de las comparaciones brinca alegremente a lo largo del guión; aunque no se haya visto la primera parte, se sabe que existe y que es parte de la leyenda del cine norteamericano.

Arthur constituye una pieza del ajedrez de negocios de su familia, la cual desea crear una alianza con el casamiento de Susan (la siempre adorable Jennifer Garner), hija de un multimillonario (Nick Nolte) quien le advierte a su futuro yerno que "más le vale" que la trate bien. Nuestro protagonista realmente no desea contraer matrimonio y prefiere tomar para olvidarse de sus problemas y su realidad. Pero todo cambia cuando conoce a Vivienne (James) una chica de clase media y por tanto una "plebeya" pero con la que tiene más cosas en común. Ante la situación él promete regenerarse y entra a Alcohólicos Anónimos. Tremenda falla argumental: algo que hizo tan divertido al Arthur de 1981 fue, precisamente, que hasta el final reconoció su alcoholismo y aun ebrio jamás perdía la compostura; de haber ingresado a AA se habría perdido buena parte de la gracia de la historia.

Pero como no se puede jugar con dos barajas al mismo tiempo Susan y Vivienne se topan en el hospital donde Arthur está internado. La primera decide dejarlo y la segunda... bueno, mencionarlo sería revelar buena parte de la trama. El asunto es que, ya sin su confidente Hobson, Arthur tendrá que crecer y enfrentar responsabilidades de las que nunca se había preocupado. También deberá decidir si casarse con una chica que le cae bien pero no ama, o a la mujer que le late aunque ello le represente perder una fortuna de 940 millones de dólares.

En suma Arthur no es tan mala como la han pintado varios críticos; es una comedia convencional, adaptada a los tiempos, no muy distinta a la comedia a la que Hollywood nos ha acostumbrado. El problema es que se optó por rehacer una cinta cuyo peso sigue siendo muy fuerte y que cuya memoria termina por aplastar este intento. Dicho de otro modo, no existía real necesidad de exhumar una película que ya era redonda y a la que no hacía falta meterle resanadas. Sin embargo esto es algo que veremos seguido mientras los estudios no encuentren nuevas ideas y tengan que recalentar éxitos del pasado.

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