Elementos de la Taquigrafía

La Taquigrafía -de las voces griegas Taxos (celeridad, rapidez) y graphy (escritura)- se vale de signos más sencillos que los de la escritura corriente para escribir tan de prisa como se habla. El término fue utilizado por primera vez por Shelton en 1641, luego por Coulon de Thévenot en 1776 y finalmente adoptado por Francisco de Paula Martí. El inglés John Willis, inventor del primer sistema geométrico, la había denominado Estenografía en 1602.

La Taquigrafía dispone de escasos elementos básicos -líneas rectas, arcos, elipses, ganchos, lazos, comas, puntos y demás trazos cursivos- que apenas han sufrido modificación en un período de tres siglos. Los primeros métodos ingleses y franceses del siglo XVII se valían de los mismos signos que se utilizan en la actualidad.

La indicación de las vocales en la escritura taquigráfica siempre ha sido un problema, porque con ellas se lee bien pero no se avanza y sin ellas se corre demasiado pero no se lee con perfección; de ahí el penoso entrenamiento hasta acostumbrarse a ver la figura taquigráfica a fuerza de repetición.

Willis, en 1602, representaba las vocales y las consonantes con signos de igual tamaño. Este método fue modificado por Byrom en 1767, quien recurrió a su representación simbólica a través de puntos colocados a diferentes alturas. Taylor, en 1786, también expresa las vocales por puntos que coloca encima, delante, detrás o debajo de los signos. Pitman utilizó al principio este procedimiento, prefiriendo luego el recurso de la simbolización de la vocales a través de la altura del estenograma.

Cossard, en 1651, reserva a las vocales los signos más cortos y utiliza los de mayor dimensión para las consonantes. Este procedimiento fue utilizado por Martí en 1801 y por Conen de Prépean en 1813. Coulon de Thévenot, en 1779, procura dar a sus vocales cierta movilidad para evitar los ángulos, por lo que a veces son un simple apéndice de las consonantes. Gabelsberger indica las vocales como letras modificando las consonantes con las que forman sílaba. Stolze escribe las vocales de tres maneras: por signos ligados a la consonante, largos o pequeños; por mayor grueso en el trazo; o por colocación respecto a la línea de escritura. Garriga presenta una pauta de seis líneas para indicar las vocales. Moat, en 1833, escribe las consonantes a diversas alturas para indicar la vocal que las acompaña. Lefevre, en 1872, escribe las consonantes a diversas alturas para conocer la vocal que le precede. Blanc, en 1801, utiliza el pentagrama para fijar el valor de las vocales. Duployé divide las vocales y diptongos franceses en cinco grupos, a los que asigna trazos característicos de porciones de círculo. Mignon, en 1874, no usa vocales en el armazón de la palabra porque cada signo es una sílaba directa o inversa. Graves, en 1775, tampoco se sirve de las vocales en su sistema, método que es seguido por Bertin y la generalidad de los autores. Riom, en 1835, que indica las consonantes por líneas rectas grandes, añade otras pequeñas para representar las vocales. Otros autores, como Cuest, emplean signos de consonante de tres tamaños para indicar la vocal que la acompaña.

Todos los sistemas taquigráficos adolecen de ventajas y defectos. Son buenos, practicables y legibles a una velocidad moderada, cuando el orador permite al taquígrafo seguirlo sin deformar el signo y sin que el pulso de la mano se altere. Pero cuando el torrente de palabras surge, la serenidad del ejecutante desfallece, los bloques de voces se despeñan en el oído y el signo taquigráfico pierde el trazo justo y perfecto; entonces, la escritura ya no se lee. En ese momento surge la personalidad de quien escribe; su cultura, su habilidad, sus facultades físicas y la modificación del sistema de un modo que él sólo interpreta porque ha llegado a estudiar y concebir algo que forma parte de su propio espíritu.

La cuestión no es el sistema ni el hecho de que los rasgos sean más o menos cortos o largos, sino la mano del escritor, la memoria y la cultura del traductor.

La Taquigrafía en la Literatura, la Filosofía y la Ciencia.

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