En
la Catedral Primada
El 27 de septiembre de 1994 falleció Carlos Lleras
Restrepo. El presidente Caldera consideró preciso realizar un gesto especial
por parte del Estado venezolano en memoria del ex mandatario colombiano.
Pidió al ex presidente Ramón J. Velásquez que viajara en representación de
Venezuela, para asistir a las honras fúnebres a cumplirse en la Catedral
Primada de Santa Fe de Bogotá a ser encabezadas por el presidente Ernesto
Samper Pizano. Tras arribar a la base aérea militar CATAM en Bogotá,
Velásquez fue conducido a la Casa de Nariño, el palacio presidencial
colombiano. Allí fue recibido por el presidente Ernesto Samper, a cuya toma
de posesión Velásquez había asistido un mes atrás. Hasta el salón donde
Samper y Velásquez hablaban sobre Carlos Lleras, pronto llegó el
Vicepresidente Humberto de la Calle y la Primera Dama de la Nación Jacquin
Strouss Lucena de Samper. Tras una conversación de cuarenta minutos se puso
fin a la reunión, en la cual los temas tratados dejaban en evidencia lo poco
que Venezuela representaba en la historia personal de los nuevos dirigentes
del gobierno colombiano.
La carrera séptima estaba cerrada al paso vehicular.
Pequeños grupos de personas, muchas de avanzada edad y vestidas con trajes
oscuros, caminaban por el medio de la calle en dirección a la Plaza de
Bolívar. Velásquez, escoltado por el Embajador Abdón Vivas Terán, recorrió a
pie las cuadras que llevan desde la puerta este del Palacio de Nariño hasta
las escaleras de la Catedral Primada, frente a la cual se congregaba un
sólido grupo de personas mostrando pañuelos rojos en memoria del jefe
liberal muerto.
Velásquez fue llevado por el personal de
ceremonial hasta los primeros asientos en la nave central de la iglesia,
donde se vio rodeado de altos funcionarios, personalidades colombianas y
representantes diplomáticos. Concluidos los actos religiosos, el cortejo
fúnebre tomó camino hacia el norte. Por su parte, Velásquez caminó en
sentido contrario, procurando entre la multitud el vehículo que debería
movilizarlo. Ya al frente del edificio del Congreso observó que a un lado
Virgilio Barco Vargas caminaba a paso lento.
-- ¿Cómo estás Virgilio?. Preguntó Velásquez.
Barco Vargas lo miró sin reconocerlo. Dibujó una
sonrisa amistosa, respondió que él estaba bien, dio las gracias a aquel
desconocido que se interesaba por su estado y se introdujo en la parte
posterior de su vehículo.
Aquel mediodía bogotano, Velásquez comprobó
el avanzado deterioro en la salud de su amigo Virgilio Barco Vargas. Corría
el año 1994, casi cincuenta años después de su primer viaje a la capital
colombiana. Colombia era otra, Venezuela era otra. Colombia era gobernada
desde cinco años atrás por una generación que no conoció el exilio ni la
violencia entre los partidos. Una generación que se formó al cobijo del
Frente Nacional y que vio crecer la presencia, las finanzas y la violencia
del narcotráfico y la guerrilla en la vida de su país. Venezuela era otra.
El presidente Caldera había recibido la presidencia de la República de manos
de Velásquez a principios de aquel año, luego de ganar las elecciones
rompiendo con el esquema partidista venezolano que él mismo había ayudado a
construir. Aquellas reformas que Velásquez visualizaba en su carta de 1980
a Virgilio Lovera, no se habían logrado materializar. Las relaciones entre
los dos países comenzaban una nueva etapa donde el tema de la violencia
fronteriza absorbería la agenda bilateral.
Caracas, junio 2002. |