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La biografía de Juan Pablo Rojas Paúl

 

 

RAMÓN J. VELÁSQUEZ:

LA RED DE LIBERALES Y SOCIALDEMÓCRATAS

Edgar C. Otálvora

 

 Violencia política, exilio, cárcel

La violencia política desatada en Colombia tras el 9 de abril de 1948 y la creciente represión política iniciada en Venezuela luego del 24 de noviembre de aquel año, hermanarían a quienes tenían en común la condición de perseguidos.

Anónimos colombianos llegaban a Venezuela desde los pueblos y veredas donde liberales y conservadores cobraban con muertes las deudas políticas. Destacados dirigentes liberales llegaba a Caracas huyendo de las amenazas de muerte a la cual los condenaba su condición de políticos. Carlos Lleras Restrepo, perseguido líder nacional del liberalismo, permaneció en Venezuela por algún tiempo para luego seguir viaje a otro destino. Virgilio Barco Vargas, el joven gaitanista cucuteño cumplió parte de su destierro en Caracas, antes de ir a los Estados Unidos. Alfonso Lara Hernández, turbayista cucuteño, decide quedarse en Venezuela.  El destierro liberal colombiano de los primeros años cincuenta encontró en Venezuela una vía de escape, un sitio para una etapa del viaje y en algunos casos, un nuevo lugar donde fijar residencia.

Uno de esos colombianos, liberal y perseguido, que se residenció en Caracas fue Plinio Mendoza Neira. Aquella figura central del liberalismo colombiano de mediados de los cuarenta, se hizo editor en Caracas. Inició la producción de libros de alta calidad gráfica, estimuló la creación de empresas litográficas y actuó como centro de referencia para los exiliados en Caracas. Sus empresas editoriales, financieramente desastrosas según su hijo Plinio Apuleyo, lo juntaron a Velásquez en el mismo camino.

La dictadura perezjimenista exigía que las fotografías de la junta gobernante apareciera en los libros que Plinio editaba sobre Caracas. También la dictadura amenazaba a Plinio con expulsarlo junto a todos los liberales exiliados, caso que El Tiempo continuara atacando desde Bogotá al gobierno venezolano (Mendoza, 1984, 279). El Tiempo mantenía abiertas sus páginas a las plumas y opiniones del exilio democrático venezolano, mientras liberales de aquel país servían de correos entre ese exilio y los sectores políticos de  Caracas y Bogotá.

Por su parte, el periodista Ramón J. Velásquez tras su detención en noviembre de 1948 y su prisión en 1953, se transformó en conspirador político y en paria laboral. Cuando en 1955 procuró trabajo en los principales diarios de Caracas obtuvo cuatro respuestas. Un director intentó sacar su billetera para darle una ayuda económica. Otro director le ofreció trabajo en las páginas deportivas. Un tercero le aclaró que los intereses del joven periódico no eran compatibles con la abierta posición de Velásquez contra el gobierno. Finalmente, el editor Miguel Ángel Capriles se mostró dispuesto a contratarlo para dirigir la revista Elite, condicionándolo a que el nombre de Velásquez no apareciera impreso (Velásquez, 20, 1990). Velásquez también consiguió trabajo y apoyo, anónimo como el ofrecido por Capriles, en las ediciones de Plinio Mendoza Neira. Una de sus aventuras editoriales fue la producción de la revista Quince Días.

En la revista Hechos de principios de los años cincuenta, en la Elite de mediados de década y en la Quince Días de Plinio Mendoza, está la pluma de Velásquez oculta tras seudónimos de ocasión. Tanto en Hechos como en Elite, Velásquez utilizaría la reseña de la actualidad política colombiana, brasileña o cubana, como artilugio para evadir la censura y presentar al país los términos de un debate imposible (dictadura-democracia) en la Venezuela de la época (Velásquez, 16, 1990).

En Elite Velásquez trabajó hasta agosto de 1956 cuando la Seguridad Nacional lo acusó de formar parte de un plan magnicida. Velásquez fue a la cárcel hasta el final de la dictadura y su puesto en la revista lo ocupó Plinio Apuleyo Mendoza, quien con veintidós años comenzaba a dirigir la revista más importante en aquella Venezuela.  

Terminada la década, Plinio Mendoza Neira regresó a Colombia cuando su país se aprontaba a inaugurar el Frente Nacional. Ramón Velásquez salió de la cárcel de Ciudad Bolívar para formar parte de la actividad política de la naciente democracia. Un nuevo  régimen se establecía en Venezuela y su primer presidente, Rómulo Betancourt, le daría una alta relevancia a las relaciones con la restituida democracia colombiana. En carta fechada en Caracas dirigida a Germán Arciniegas, a la sazón Embajador de Colombia en Italia, el presidente Betancourt comentó  que mantenía contacto frecuente con el presidente Alberto Lleras con quien esperaba impulsar la formación de un bloque latinoamericano, “no estructurado contra nadie, sino para nuestra propia grandeza” (citado en Cobo, 1987, 358).   

 

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