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La biografía de Juan Pablo Rojas Paúl

 

 

RAMÓN J. VELÁSQUEZ:

LA RED DE LIBERALES Y SOCIALDEMÓCRATAS

Edgar C. Otálvora

 

  Diplomacia sigilosa

  Siendo la reciprocidad una norma de oro diplomática, en noviembre de 1991 el gobierno de Cesar Gaviria Trujillo decidió condecorar a los miembros venezolanos de la Comisión de Asuntos Fronterizos. La imposición de las condecoraciones fue realizada por el Ministro Luis Fernando Jaramillo en el Palacio de San Carlos, sede desde 1979 de la cancillería colombiana. Dos rumores corrían en el salón aquella noche: el presidente Gaviria habría ofrecido el Ministerio de Relaciones Exteriores a su Embajadora en Caracas, Noemí Sanín de Rubio. Por otra parte, entre los venezolanos presentes se comentaba que la orden impuesta a Ramón J. Velásquez ya le había sido entregada muchos años antes. La condecoración en cuestión era la Orden de Boyacá, la máxima distinción que otorga el Estado colombiano,  creada por el general Simón Bolívar en 1819.

            Por razones de cortesía diplomática nunca se comentó a los jóvenes funcionarios de la Cancillería colombiana sobre aquel desliz protocolar. Ya eran veintinueve largos años que separaban esta fecha del otorgamiento e imposición original de la condecoración

 

El Canciller de Colombia condecora a los miembros de la COPAF venezolana y al ministro Roberto Smith. Bogotá, Palacio de San Carlos. Noviembre 1991.

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En agosto de 1962 se cumplió el primer cambio de gobierno dentro del esquema del Frente Nacional. Alberto Lleras Camargo llevó el bote a puerto y se dispuso para entregar el Solio de Bolívar  a  Guillermo León Valencia. Ramón J. Velásquez, Secretario de la Presidencia del gobierno de Rómulo Betancourt,  viajó a Bogotá como jefe de la delegación venezolana invitada a presenciar la toma de posesión. En su visita al Palacio de San Carlos, sede de la Presidencia, Velásquez fue sorprendido por el presidente Lleras quien le impuso la Orden de Boyacá. De esta forma, el saliente gobierno colombiano mostraba su reconocimiento para quien durante los últimos tres años había sido el enlace directo con su homólogo de Venezuela.

El gobierno de Rómulo Betancourt, además de los mecanismos institucionales para sus relaciones con el gobierno colombiano,  recurrió a la figura del emisario de alto nivel que ponía en comunicación directa al Palacio de Miraflores con el Palacio de San Carlos. Los viajes de Velásquez eran públicos y recibían el apoyo logístico de la Embajada venezolana en Bogotá, pero por la naturaleza y las consecuencias de la agenda, debe considerarse a Velásquez como un alto agente de la diplomacia sigilosa que mantuvieron ambos gobiernos. El Ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de Lleras Camargo, con quien Velásquez mantuvo usuales reuniones,  fue Julio Cesar Turbay Ayala, el amigo desde los años cuarenta y quien había jugado un papel estelar en el gobierno de transición que siguió a la salida de Gustavo Rojas Pinilla. Los primeros años sesenta registraron fuertes tensiones políticas en el Caribe. Velásquez señala que:

 

-- El gobierno del que yo formaba parte estaba circundado de enemigos. De distinto matiz. En el Caribe teníamos a Fidel Castro enviando armas y oficiales, teníamos a Rafael Leonidas Trujillo fabricando el magnicidio contra Betancourt. En Nicaragua teníamos a Anastasio Somoza hijo, en el mismo tono. Y en Colombia actuaba un grupo numeroso de perezjimenistas, con grandes relaciones con gente de allá.  De allá vino la invasión de Castro León. Allá estuvieron fabricando otro atentado contra el presidente Betancourt, el cual finalmente no se dio. Había que defender la estabilidad del gobierno. Me pregunta qué se trataba en mis reuniones con el Presidente Lleras y con su Canciller, yo le digo que temas de la política sobre los cuales están obligados a conversar y hablar quienes ejercen altas funciones como las que yo ejercía.

 

Cuando el presidente Rómulo Betancourt invitó a Velásquez a formar parte de su gobierno, le señaló dos razones. Velásquez por su origen tachirense, podía mejorar  las relaciones del gobierno con los sectores políticos de la región andina, donde Betancourt sentía que no era bien visto. Además, Velásquez “inspiraba confianza” en personas que no se atreverían a acercarse a Betancourt, en aquellas que el Presidente no recibiría por sus convicciones o por la necesidad de guardar la jerarquía del Jefe de Estado (Consalvi, 1988, 143).  Aquellos sectores en que se dividía el mundo político venezolano de principios de democracia, incluyendo a la izquierda descontenta y a militares inconformes tendrían en Velásquez su acceso a las alturas del poder. Pareciera, en razón de la misión diplomática encomendada a Velásquez, que Betancourt  tenía en mente una tercera razón no confesada: su cercano conocimiento del mundo político colombiano.

La política exterior del gobierno Betancourt estuvo dedicada primordialmente a la defensa del naciente régimen y para ello, se habría valido de tres líneas de acción: la promoción de la Doctrina Betancourt, las acciones en el seno de la Organización de Estados Americanos OEA para aislar a los gobiernos agresores de Cuba y República Dominicana, y  las relaciones con el gobierno estadounidense en procura de apoyo (Josko, 1984, 352).  El reflejo de la revolución cubana, el predominio de visiones geopolíticas y de seguridad nacional, así como el surgimiento de guerrillas enlazaron los problemas  internos de los países latinoamericanos con el estado de tensión internacional de la Guerra Fría. En ese contexto se desarrolla la relación entre los gobiernos de Rómulo Betancourt y Alberto Lleras, los cuales cumplieron intensa actividad internacional con un “alto e ideologizado perfil a favor del Panamericanismo y la Guerra Fría” (Ramírez et al, 1999, 122).  En esa dinámica diplomática, Velásquez  actuó como un ejecutor directo.

El presidente Rómulo Betancourt y el Secretario de la Presidencia, Ramón J. Velásquez. caracas, 1961

 

El 24 de febrero de 1962, los presidentes Rómulo Betancourt y Alberto Lleras Camargo se encontraron para inaugurar el “Puente Internacional Simón Bolívar”, que uniría el estado Táchira y el Departamento Norte de Santander, reemplazando el viejo Puente Bolívar construido durante el gobierno de Juan Vicente Gómez. Lleras Camargo en su discurso puso en evidencia la importancia de los lazos políticos entre quienes formaban los gobiernos en ambos países.

“Nuestros gobiernos, Excelentísimo Señor, y no por coincidencia sino por la necesaria afinidad de su naturaleza popular y por haber insurgido ambos contra la insurrección nacional, contra la dictadura, han mantenido ambos una conducta paralela en el campo internacional y una colaboración constante que sin duda se ha hecho más fácil y grata por la antigua amistad que nos une a Vuestra Excelencia y a mí, así como la que existe entre muchos de nuestros colaboradores” (Lleras, 1963).

Uno de esos colaboradores evocados por Lleras era, sin duda, Ramón J. Velásquez, quien seguía de cerca las palabras de ambos presidentes.

Por su parte, Betancourt en su discurso rememoró su primer exilio, cumplido en parte en tierras colombianas durante 1931 (Venezuela-MRE, 1964). En aquel exilio, el joven político venezolano había  redactado el Plan de Barranquilla, el primer proyecto de acción política, “el arranque de la filosofía y el programa” de quienes luego serían los socialdemócratas venezolanos (Morales, 1988,126). Luego, el presidente Betancourt al referirse a las relaciones entre su gobierno y el del presidente Lleras, afirmó que en ellas privaba una comunidad ideológica y se producían en el marco de una confrontación contra teorías políticas antagónicas.  

 

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