Stalin
(1879-1953), político soviético de origen georgiano, moldeó los
rasgos que caracterizaron al régimen de
la Unión
de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URRS), Estado del que fue
su máximo dirigente (1929-1953), y configuró más que ningún
otro gobernante
la Europa
posterior a
la II
Guerra Mundial.
Iósiv
Visariónovich Dzhugachvili (su verdadero nombre y que 1910 adoptó el apodo de Stalin, que en
español significa "Acero") nació el 21 de
diciembre de 1879, en Gori (Georgia). Sus padres eran campesinos
georgianos y no hablaban ruso, pero Stalin fue obligado a
aprenderlo cuando asistió a la escuela religiosa de Gori
(1888-1894), centro en el que obtuvo una beca para acudir al
seminario ortodoxo de la capital georgiana, Tbilisi.
Mientras
estudiaba teología, Stalin leyó, entre otras obras, Das Kapital
(El Capital) de Karl Marx y pronto adoptó el marxismo ruso como
forma de pensamiento. Fue expulsado del seminario en diciembre de
1899, días antes de cumplir 20 años de edad.
Se
afilió al Partido Obrero Socialdemócrata Ruso en 1899 y actuó
como propagandista entre los trabajadores de los ferrocarriles de
Tbilisi. La policía le detuvo en 1902. Arrestado en Batum, estuvo
más de un año en prisión antes de ser exiliado a Siberia, de
donde escapó en 1904. Fue la primera de las ocho detenciones que
sufrió bajo el régimen zarista; la última se produjo en 1913 y
duró hasta 1917.
A
su regreso de Siberia en 1904 Stalin se casó con Yekaterina
Svanidze, que murió en 1910. Su segunda esposa, Nadezhda
Alliluyeva, con la que había contraído matrimonio en el año
1919, se suicidó en 1932.
Durante
los últimos años del régimen zarista (1905-1917) Stalin apoyó
siempre a la facción bolchevique del partido, pero su contribución
fue más pragmática que teórica. Así, en 1907, ayudó a
organizar un atraco a un banco de Tbilisi para
"expropiar" sumas de dinero. Lenin le nombró en 1912
miembro del Comité Central del partido. Al año siguiente, editó,
por poco tiempo, el recién creado periódico del partido, Pravda
(Verdad) y, a petición de Lenin, escribió su primera gran obra,
El marxismo y la cuestión nacional. Sin embargo, antes de que se
publicara (1914), fue deportado a Siberia.
Tras
la revolución de marzo de 1917 (febrero según el calendario
juliano), Stalin regresó a San Petersburgo, donde reanudó la
publicación de Pravda. Junto a Liev Kámenev, controló las
decisiones del partido en la capital antes del regreso de Lenin en
abril. Ambos propugnaron una política de moderación y cooperación
con el gobierno provisional.
Dada
su categoría de bolchevique experto en nacionalismo, Lenin le
escogió como comisario del pueblo para las Nacionalidades tras la
revolución de noviembre (octubre según el calendario juliano).
Junto a Yákov Mijáilovich Sverdlov y Liev Trotski, asesoró a
Lenin durante los primeros y difíciles momentos de la guerra
civil que siguió a
la Revolución Rusa.
Stalin participó en esa guerra como comandante en varios frentes.
Reforzó su posición en el seno del partido por su obstinado
trabajo de organización y dedicación a las tareas
administrativas del mismo. Fue comisario del pueblo para el
Control del Estado entre los años 1919 y 1923, y, lo más
importante, se convirtió en secretario general del partido en
1922. Desde entonces surgieron las diferencias de opinión con
Lenin, el cual en su testamento político aconsejó el cese como
secretario general de Stalin, por lo que éste ocultó dicho
documento.
Tras
la muerte de Lenin, Stalin se unió a Grígori Zinóviev y a Kámenev
para, los tres juntos, gobernar el país. Con esos aliados
temporales, Stalin actuó contra su gran rival Trotski, principal
candidato para suceder a Lenin y cuya teoría de la revolución
permanente contrastaba con la opinión del triunvirato que defendía
"la construcción del socialismo en un sólo país". Una
vez eliminada la amenaza de Trotski, Stalin giró de nuevo, alineándose
con Nikolái Bujarin y Alexéi Ivánovich Ríkov en contra de sus
antiguos compañeros. En respuesta, Trotski, Zinóviev y Kámenev
desafiaron la autoridad de Stalin al considerase como la
"oposición de izquierdas". Stalin venció a todos sus
rivales gracias a una hábil manipulación y utilización de los
órganos del partido y del Estado, y en 1929, ya había
consolidado su posición como reconocido sucesor de Lenin y
reforzado su poder como líder único de
la Unión Soviética.
Ante
el descenso de la productividad agraria a finales de la década de
1920, Stalin reaccionó con el abandono de
la NEP
(Nueva Política Económica) y el inicio en 1929 de un programa de
colectivización acelerada, dirigida contra los kulaks (campesinos
propietarios). Millones de kulaks fueron deportados y miles de
ellos murieron durante la aplicación de esta política que fue
especialmente dura en regiones como Ucrania. El proceso de
industrialización desarrollado durante la década de 1930 tuvo
mucho más éxito. Elevó a la atrasada URSS al nivel de otras
potencias industriales.
A
mediados de la década de 1930 Stalin inició una gran campaña de
terror político. Las purgas, los arrestos y las deportaciones a
los campos de trabajo afectaron a gran parte de la población de
la URSS. Sus
antiguos rivales, Zinóviev, Kámenev y Bujarin admitieron durante
una serie de juicios multitudinarios y con muy pocas garantías
las acusaciones de crímenes contra el Estado y fueron condenados
a muerte. Un número indeterminado de dirigentes del partido y del
Ejército desaparecieron durante este periodo, lo que despejó el
camino a una nueva generación en la que se encontraban futuros
dirigentes como Nikita Jruschov y Leonid Brezhnev. La dictadura
del proletariado se había convertido en la dictadura de la
burocracia del Partido Comunista de
la Unión Soviética
(PCUS) y del propio Stalin; el temor inspirado por la policía
secreta política formaba parte esencial del régimen.
Pese
al Pacto Germano-soviético
de 1939, las tropas alemanas invadieron
la Unión Soviética
en junio de 1941 durante
la II
Guerra Mundial. El Ejército soviético (el Ejército Rojo)
se encontraba muy debilitado por las purgas políticas de la década
de 1930. Stalin dirigió personalmente la guerra contra
la Alemania
nazi y, tras la victoria soviética en la batalla de Stalingrado,
se convirtió en uno de los líderes mundiales.
Stalin
participó en las conferencias de Teherán (1943), Yalta (1945) y
Potsdam (1945), en las que logró el reconocimiento internacional
de una esfera de influencia soviética en
la Europa
del Este. Acabada la guerra, extendió el dominio comunista sobre
la mayor parte de los países liberados por el Ejército soviético,
en los que se establecieron las denominadas democracias populares,
uno de los elementos que propició el inicio de
la Guerra
fría. En enero de 1953 ordenó la detención de numerosos
doctores en medicina de Moscú, principalmente judíos, acusándoles
de asesinatos médicos y de conspiración contra el Estado. El
llamado "complot de las blusas blancas" parecía
presagiar una nueva purga, que sólo evitó el repentino
fallecimiento de Stalin el 5 de marzo de 1953 en Moscú.
Stalin
ha pasado de ser considerado un mito del socialismo internacional
a estar incluido en la nómina de dictadores irracionales del
siglo XX. No en vano se conoce como estalinismo al régimen político
caracterizado por el rígido autoritarismo comunista. Tres años
después de su muerte, el XX Congreso del PCUS denunció a Stalin
y comenzó el denominado proceso de desestalinización.
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