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Si los venezolanos hubieran escuchado a Carlos Rangel

Hubo quienes desde mucho antes advirtieron sobre la trampa populista que se le podría tender a Venezuela mediante un caudillo redentor. Desafortunadamente, nadie escuchó a esas voces y hoy ese país está pagando las consecuencias. Una de esas voces fue la de, periodista y diplomático Carlos Rangel

JUNIO, 2O16. Un reciente reportaje del The New York Times da cuenta de cómo viven, o más bien sobreviven, los venezolanos de hoy, donde hay que hacer colas prácticamente para todo y donde luego de tres o cuatro horas de espera se acaba el producto a la venta lo cual ha provocado, como furiosa respuesta, el saqueo de los artículos que aún quedan en existencia. El aprovechamiento escolar de los niños ha descendido un 35 por ciento desde el 2005 producto de sus pobres dietas alimenticias que reciben en casa. Fiel a su "progresismo" hay un detalle que olvidó ese periódico, mencionar la palabra "socialismo" en todo el texto como producto de ese caos, pero al menos ya envió un corresponsal a la zona.

La conclusión inmediata es que los venezolanos cayeron en una trampa, tendida por un tipo que, con una desvergüenza imperdonable, había prometido "dar todas las facilidades a los empresarios para invertir y producir" y que se decía "devoto de la Constitución y la libertad de prensa", según constata un video muy difundido en Youtube. Peor aún, Hugo Chávez dejó como herencia a un delfín absolutamente inepto cuyo discurso hace rato dejó de ser ridículo y hoy cae en la estupidez más asombrosa y con quien se ha agravado un deterioro que, se pensaba, no podía empeorar más.

Sin embargo Venezuela tuvo dos oportunidades para haberse salvado de ese destino. Uno fue en el 2000 cuando Hugo Chávez fue sacado unos días del poder mediante una remoción pésimamente planeada (posteriormente se recibió a Chávez con vítores en las calles adyacentes al Palacio de Miraflores), lo que aceleró su "camino al socialismo" que tiene hoy a Venezuela en una espiral de inflación, violencia y racionamiento.

La otra advertencia que desdeñaron los venezolanos fue la de su compatriota Carlos Rangel, cuya obra Del Buen Salvaje al Buen Revolucionario, publicada originalmente en junio de 1976 y que hoy cumple cuatro décadas de su aparición, dejaba en claro cómo la escasez, el racionamiento y la represión que sufrían los cubanos podría reproducirse son dificultades en cualquier otro país latinoamericano.

Previa a otros libros excelentes que han denunciado al "progresismo" latinoamericano (y recientemente español) como destructor virtual de la democracia, la economía y la libertad --recordamos entre ellos El Conocimiento Inútil de Jean Francois Revel y la serie del Idiota Latinoamericano de Apuleyo Mendoza, Vargas Llosa hijo y Alberto Montaner-- Del Buen Salvaje es una obra escrita apenas unos años después de la llegada de Pinochet al poder tras el desastre allendista y en momentos que la Unión Soviética era vista en América latina con una mezcla de respeto apenas contenido de admiración que no podía ser criticada, algo como lo que hoy vemos con el ISIS y los fundamentalistas islámicos.

Periodista, diplomático e incómodo comentarista radial para la comodina política venezolana de los 60 y 70, Rangel tardó aproximadamente un decenio en preparar su obra y el resultado fue magnífico: un desglose histórico de cómo los latinoamericanos abjuramos del padre peninsular hablando español y cómo ensalzamos a la madre indígena cómo un ente inmaculado. Pero el libro no se detiene ahí pues nos lleva paulatinamente al encuentro entre de esa corriente hipernacionalista que, paradójicamente, nunca ha logrado definirse, y el marxismo, un producto esencialmente europeo. La mezcolanza daría origen a un antiyanquismo exculpador que sigue hasta nuestros días.

Lejos de ser algo nuevo, apuntaba Rangel, "el antiyanquismo es una versión adaptada a nuestros tiempos y presente en la tradición judeo-cristiana de culpar al más poderoso por nuestras propias debilidades y fracasos".

Esta idea, convertida ya en una masa inseparable, viaja de vuelta a Europa y de ahí brinca a Estados Unidos donde profesores e historiadores dan por cierta e irrefutable la tesis que Franz Fannon retrató en Los Condenados de la Tierra.

Con la mejoría en el nivel de vida en sus propios países (producto de una retirada del Estado intervencionista desde mediados de los 50 hasta finales de la década siguiente) los norteamericanos comenzaron a ver como irrealizable la utopía socialista en sus propios países, pero de repente surgió Castro y sus esperanzas se enfocaron en el "buen salvaje" que da título a este libro. "Así, el irremediable romanticismo europeo se refleja en ver a estos enemigos del imperialismo como versiones locales de un Robin Hood, de un Saint Just, de un Quijote o de un Cid Campeador", escribe Rangel. (De hecho, los intelectuales y los principales periódicos de Europa emplearon hasta el hartazgo la analogía de Fidel Castro con Robin Hood durante los primeros años de la revolución cubana).

Los salvajes que viven en los Andes, en la jungla, en las montañas preparando el momento de la liberación de un pueblo sojuzgado por gobiernos o dictadores cómplices del imperialismo, capitalistas que explotan sin clemencia los recursos naturales... ya para cuando Rangel publicó este libro, hace cuatro décadas ese concepto del "buen salvaje" ya era un cliché. Lo ocurrido en Sierra Maestra idealizó esa idea de un modo que ha perdurado por casi 60 años, y si no recordemos cómo la intelectualidad europea y universitaria brincó de gusto cuando el sub Marcos se convirtió en celebridad mundial.

Desafortunadamente, Carlos Rangel sufría frecuentes depresiones por lo que en 1988 decidió terminar con su vida, y quizá frustrado porque los venezolanos optaron por seguir disfrutando la vida chévere y subsidiada que les daba la bonanza petrolera de los setenta. De haberlo escuchado, Hugo Chávez no habría pasado de ser un teniente paracaidista del ejército venezolano que quiso compensar así su anhelo frustrado por convertirse en beisbolista de las Ligas Mayores.

Del Buen Salvaje al Buen Revolucionario
Carlos Rangel
Monte Avila Editores/1982

 

 

 

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