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Manzanar: ¿quienes son los verdaderos racistas de Estados Unidos?

Fueron virtuales campos de concentración sobre los cuales jamás se filmó una película, y existieron dentro de los mismísimos Estados Unidos durante la segunda guerra mundial. Ahí se encerró a miles de personas cuyo único delito era su origen étnico. ¿Consecuencia del malvado racismo de los políticos republicanos? No precisamente...

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NOVIEMBRE, 2021. Si bien sería exagerado llamarlo el Auschwitz de Estados Unidos en el entendido de que no hubo cremaciones masivas ni se realizaron diabólicos experimentos médicos, lo cierto es que los campos de concentración que hubo en ese paí durante la segunda guerra mundial ni remotamente equivalían a una estancia en el Holiday Inn.

Como se sabe, el 8 de diciembre de 1941 decenas de aviones japoneses bombardearon Pearl Harbor y provocaron la muerte de por lo menos 10 mil personas, la mayoría marinos y personal militar. Entonces no existían cosas como sanciones económicas y ni Naciones Unidas de modo que, como respuesta, en febrero del año siguiente el presidente Franklin Roosevelt firmó  la Orden Ejecutiva 9066 la cual "convocaba" a todos los ciudadanos japoneses de primera generación a "registrarse" en una especie de censo donde proporcionaron dirección, trabajo e ingresos económicos.

Al igual que sucede hoy, la prensa estaba totalmente sometida a los dictados del Partido Demócrata de modo que ésta tranquilizó a la población de origen nipón. de acuerdo al vloguero Jeff Benziger, del canal History Hunters, Los Angeles Times aseguró que ese "registro" tenía como objetivo "detectar posibles labores de espionaje entre la comuidad nikkei --américo-japonesa-- (...) los ciudadanos que sean leales a este país no deben temer ni por su libertad ni por sus garantías individuales..." Pero cómo no: durante las siguientes semanas miles de personas de origen japonés fueron obligadas a permanecer en sus hogares para más tarde ser llevadas a lo que eufemísticamente se llamó "campos de reubicación".

Fueron en total 10 campos los que se establecieron en estados como Wyoming, Kansas, Nevada y Utah. Durante mucho tiempo el estado norteamericano negó que hubiera habido campos en Hawaii en el entendido que éstos podrían dar motivo a otro ataque nipón y a que en los años 40 las islas aún eran posesiones y no se convertirían en estado sino hasta 1957. Pero recientes investigaciones dan cuenta que por lo menos hubo un "campo de reubicación" ahí, ocultado a la opinión pública y se manejó con máxima discreción.

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Los mismos medios que hoy se ufanan de ser antirracistas y promotores de la armonía racial como Los Angeles Times publicaron encabezados como éste que justificaban el encierro: "Imperante, neutralizar el peligro japonés dentro de Estados Unidos" ; adicionalmente a ello, los editores de esos periódicos espolearon a la opinión pública para ir creando una corriente antinipona en el sur de California; incontables negocios propiedad de japoneses fueron pintarrajeados mientras se exigía a los japs (término abiertamente discriminatorio) a que se "regresaran a su país". Sobra decir que el gobierno de Roosevelt hizo poco o nada para detener esa ola de exacerbado racismo. Por lo visto, cuando los demócratas están en la Casa Blanca, semejantes humillaciones no tienen nada de criticables.

A lo largo de 1942 por lo menos 50 mil ciudadanos cuyo único delito era su origen étnico, fueron llevados a estos campos: solo se  les permitió llevar consigo dos cambios de ropa y sus pertenencias personales como cepillos, anteojos, etc. Se permitió que ellos mismos organizaran sus jornadas laborales pero los maestros de escuela fueron asignados directamente por el gobierno. Se advirtió a los prisioneros que los soldados tenían órdenes de disparar a todo aquel que intentara escapar. Los trabajadores recibían su sueldo, había iglesias, un pequeño cine, tiendas de abarrotes, un saloncito de baile, una enorme pila para nadar y refrescarse, un campo de beisbol así como jardines creados por los mismos presos.

De cualquier modo hubo motines dado que la información era muy controlada, los presos podían recibir correspondencia pero ésta era "revisada " por las autoridades lo que provocó enormes tensiones, aunadas a las terribles condiciones del "campo de reubicación" por las temperaturas que en verano sobrepasaban los 50 grados centígrados y en invierno podían llegar a varios grados bajo cero.

Cuando finalmente Japón anunció su rendición en septiembre de 1945 y luego que Roosevelt ya había fallecido --murió apenas unos días antes que Hitler-- el gobierno norteamericano ordenó el cierre de estos "campos de reubicación" y permitió que los presos liberados regresaran a sus hogares, o lo que quedaba de ellos (muchos fueron saqueados o incendiados) sin que en ningún momento Washington se molestara en disculparse.

Dado que todo esto ocurrió con un gobierno demócrata no extraña, por tanto, que ese vergonzoso episodio en la historia norteamericana hubiera estado oculto a la opinión pública y solo hasta principios de los sesenta comenzara a resurgir el tema sobre quienes habían sido prisioneros solo por el hecho de ser japoneses. Esta historia, asimismo, nunca fue enseñada en los planteles escolares ni tampoco Hollywood realizó una superproducción. De hecho Manzanar estuvo abandonado por décadas hasta que en 1987 el entonces presidente Ronald Reagan pidió perdón a la comunidad japonesa y determinó que se indemnizaría con 22 mil dólares a cada ex prisionero o a sus descendientes, Tres años más tarde el presidente George W Bush firmó un documento donde Manzanar quedaba establecido como un museo y un monumento nacional.

De haber sido republicano, Roosevelt seguiría siendo insultado hasta ultratumba por esta decisión claramente racista, que de hecho no fue la única. Como señala el doctor Noah D. Fabricant en su libro Pacientes Famosos, Roosevelt jamás permitió que lo auscultara un médico negro. Pero dado que se trataba de un demócrata --igual que Woodrow Wilson, otro demócrata que se negó a firmar una iniciativa del Senado que permitía el ingreso de los afroamericanos a las fuerzas armadas-- el asunto ha quedado en la mera anécdota, maquillado por la hipocresía.

Ningún presidente republicano jamás abrió "campos de reubicación" donde ciudadanos norteamericanos o con sus permisos migratorios en regla, fueran encerrados simplemente por su origen étnico. Robert Byrd, durante mucho tiempo líder del Senado y amigo íntimo del matrimonio Clinton (Hillary le llamó sin mayor empacho "mi mentor") era un "Gran Dragón" del Ku Klux Klan, algo que habría provocado un escándalo mediático si ese político hubiera sido republicano.

Pero a nadie hasta hoy se le ha ocurrido derribar una sola estatua de Franklin Roosevelt, ni de quitar su nombre de las instituciones educativas, calles o avenidas. Nadie tampoco hasta hoy ha exigido "cancelar" a Roosevelt por este acto de racismo imperdonable.

Más aún, como han notado entre otros el analista político Dave Matthews (no el músico) este racismo queda aún más en evidencia ante el hecho que Roosevelt no ordenó "concentrar" ni encerrar en "campos de reubicación" a los norteamericanos de raíces alemanas luego que Estados Unidos entrara en guerra con el Tercer Reich. "Y no lo hizo por una sencillísima razón: todavía a mediados de los años 30, buena parte de los inmigrantes de los estados del norte, en especial Winconsin, Minnesota y Michigan, provenían de Alemania y Austria; esos estados tenían un peso electoral considerable, a diferencia de la población de origen japonés la cual había estado votando mayoritariamente por los republicanos", escribió Matthews.

Ante la tragedia de Manzanar surge la pregunta: ¿quiénes son los verdaderos racistas en Estados Unidos?: lo que ocurrió en Manzanar y en esos otros "campos de reubicación --el resto fueron desmantelados y ni rastro quedó de ello, ante el silencio de los demócratas-- lo deja en claro: son los mismos que jamás pidieron perdón por haber encerrado durante casi tres años a miles de inocentes ciudadanos japoneses asentados en territorio estadounidense, algo que finalmente hizo un presidente republicano, acción que, recuerda Matthews, fue criticada por la prensa y varios legisladores demócratas, entre ellos el líder de la Cámara, llamado Tip O'Neil; todos ellos acusaron a Reagan de "protagonismo oportunista".

Esos son los verdaderos racistas de Estados Unidos.

 

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