Otros
textos de Y Demás
Candace Owens busca sacar a
más afroamericanos del redil demócrata
Camille Paglia y su lucha contra el
troglofeminismo
Julian Assange, un hacker
que solo cree en sí mismo
Por última vez, Peter Frampton llegará
en vivo
Martina Navratilova o cómo el
feminismo actual pisotea a sus pioneras
Archivo
Y DEMÁS /Obituario
Lee
Iacocca, genuino icono del espíritu empresarial
Otro de los grandes del siglo XX se nos adelanta en el
camino pero deja un inmenso legado de éxito y perseverancia
que rescató a una moribunda empresa para colocarla en el
plano mundial. Así es, antes de Steve Jobs, hubo un Lee
Iacocca, con logros igualmente impresionantes
Versión impresión
JULIO, 2019 . Es
frecuente escuchar cómo Detroit pasó a ser un emporio
mundial del automóvil a una ciudad económicamente devastada
que lleva décadas sumida en un crecimiento negativo. El
cineasta
Michael Moore puso énfasis
en esa situación hace exactamente tres décadas con su
documental Roger & Me y donde ubicaba a Roger Smith,
por entonces el director de General Motors, como un monstruo
por haber cerrado su planta en Flint, Michigan, y de la cual
dependían 30 mil trabajadores. La opinión pública brincó
indignada ante lo que parecía una clara muestra del
capitalismo más inhumano.
Solo que Moore se enfocó en las consecuencias y no en las
causas del cierre pues como suele hacerlo, tergiversó el
asunto para acomodarlo a su manera. A los cariacontecidos
espectadores Moore jamás les dijo por qué Roger Smith
había tomado esa decisión: el sindicato de la General Motors
en Flint llevaba tiempo exigiendo más injerencia en la toma
de decisiones de la empresa, y al no conseguirlo, emplazó a
huelga solicitando un desproporcionado aumento en sueldos y
prestaciones. Cuando las pláticas no llegaron a ningún lado
estalló la huelga; GM se declaró en quiebra, declaró
inexistente la huelga y enseguida cerró la planta, la única
que hasta ese momento operaba de forma más o menos racional
pues la planta en Detroit ya se encontraba en la ruina desde
hace rato, víctima de la voracidad sindical.
Smith tenía una poderosa razón para oponerse a la injerencia
del sindicato: cuando cayeron las barreras proteccionistas y
el país comenzó a inundarse de automóviles económicos y
compactos procedentes de Japón y Corea del Sur, las
principales plantas de Detroit quedaron en desventaja. La
General Motors propuso cambiar los modelos de ensamblaje
para de ese modo fabricar autos más pequeños, pero el
sindicato se opuso rotundamente, alegando que ello
significaría un considerable recorte presupuestal.
Finalmente se salió con la suya de manera que la empresa se
vio forzada a seguir fabricando pesados "carrotes" de 6 y 8
cilindros con lo cual su mercado terminó desplomándose. De
hecho algo que Moore "olvidó" mencionar fue que la planta en
Flint trabajaba bien hasta antes que el sindicato impulsara
esa estrategia suicida.
En contraste y por ese mismo tiempo, Lee Iaccoca ya se había
convertido en icono del éxito empresarial en la industria
del automóvil luego de haber abandonado la Ford Motor
Company y entrar a Chrysler, la cual hasta entonces se había
mantenido en el cabús de los tres gigantes de Detroit. Y a
diferencia de Roger Smith, ciertamente un tipo de mecha
corta y e igual de terco que el sindicato de la General
Motors, Iacocca puso en marcha una estrategia basada en el
incentivo al empleado, no solo económico sino moral:
"Cualquiera puede cumplir un horario de trabajo, pero quien
lo cumpla y se sienta más valioso por ello dará el doble al
día siguiente", refirió en varias ocasiones.
En estos días los empresarios norteamericanos son unos
pusilánimes totalmente divorciados no solo de los anhelos de
sus trabajadores sino de los consumidores mismos. Qué rápido
pasaron al olvido aquellas palabras de Iaccoca en el sentido
de que "el orgullo por una compraventa debe involucrar a los
dos extremos, al fabricante y al consumidor".
Es triste, pero en estos días alguien como Lee Iacocca sería
considerado promotor del "privilegio blanco" por sus
postulados, algo doblemente increíble si recordamos que
Iacoccca nació en el seno de una familia pobre de origen
italiano que logró salir adelante gracias a la ética del
trabajo: a los pocos años los Iaccoca abrieron un pequeño
local de hot dogs . Las ganancias le permitieron
costear sus estudios en Ingeniería Industrial.
En 1947 Iacocca se integra a la Ford y rápido destaca por su
espíritu innovador. Su ascenso es vertiginoso y muy pronto
se convierte en uno de los empleados mejores pagados de la
planta. A principios de los 60 Ford se enfocó en la creación
de un auto deportivo y tras varias salidas en falso, en 1964
aparece el Ford Mustang que enamoró a millones de
consumidores desde el primer momento. "No solo era su
nombre, el de un caballo salvaje, indomable, muy apegado a
su libertad", escribió Iaccoca en su biografía, "el Mustang
también encerraba los anhelos de alguien que pensaba que ese
era el mejor automóvil que podría adquirir y sentirse
orgulloso de ello".
"Lee Iaccoca fue de los primeros en detectar la liga entre
un producto ofrecido y el orgullo que ese producto puede
provocar en el consumidor, de ahí el extraordinario diseño
del Mustang", dice Tomás Guerrero, experto en marketing.
"Hasta entonces los autos se vendían como símbolo de estatus
o como herramienta de trabajo; lo que hizo Iaccoca con el
Mustang fue venderlo como símbolo de orgullo para el
comprador. Si te recomendaban comprar un Mustang y tuvieras
el dinero posiblemente lo adquirirías pensando en lo
orgulloso que ese auto te haría sentir, no por el estatus
sino por el auto mismo". Y agrega: "Tampoco es casualidad
que de todos los automóviles de esa época, los Mustang hayan
sobrevivido hasta hoy, la mayoría de ellos en perfectas
condiciones. ¿Quién quisiera ver su orgullo envejecido y
arruinado?"
Y aunque ese auto tuvo ventas
multimillonarias, los choques con Henry Ford II se hicieron
más frecuentes. A diferencia de su legendario y visionario
padre, el vástago carecía de liderazgo, era malhumorado y
solía tratar despóticamente a Iaccoca, quien no dudaba que
los celos profesionales lo llevaron a su despido en 1978. Y
al igual que Steve Jobs cuando fue despedido de Apple,
Iacocca tuvo ante sí la oportunidad de aplicar su propia
filosofía ahora navegando por su cuenta, aunque al principio
sufriera de depresiones.
"Pensé en jubilarme pero con ello dejaría inconcluso mi
proyecto de vida", escribió. Entonces Iacocca recibió una
llamada de John Riccardo, de Chrsyler, quien también había
trabajado en Ford, se le despidió de mala gana y deseaba
darle una lección al pedante Ford Jr. Pero en vez de la
lujosa y cómoda oficina como la que tenía en su antigua
empresa, lo que le aguardaba a Iaccoca era una planta en
quiebra total y a punto de cerrar. "Mi compromiso inicial
era evitar el cierre y dejar sin sustento a miles de
familias" escribió Iacocca (y lo cual representa una
magnífica cachetada con guante de acero a la demagogia de
Michael Moore).
La filosofía de Iacocca era bastante sencilla, basada en el
principio de la motivación. "Todo empleado improductivo
alguna vez tuvo intención de ser productivo, de otro modo la
empresa jamás lo habría contratado. Ponle una escalera hacia
arriba a ese empleado y pídele que llegue ahí, y luego ponle
otro escalón, y otro, y recuérdale que detrás suyo hay otros
en busca de escalones superiores".
Iacocca tuvo que cerrar algunas áreas improductivas y
despedir personal de sobra aun a costa de echarse encima al
sindicato de Chrysler; de hecho Iacocca dejó en claro que
"de no haber sido por ellos (el sindicato) la empresa habría
llegado mucho más lejos". Pero convencidos en la necesidad
de superar a Ford y a la General Motors, llegó el momento en
que se lograron acuerdos de productividad con los líderes
sindicales".
Luego vino al masterstroke , o golpe genial: Iacocca
lanzó al línea de autos K, automóviles compactos y con un
diseño elegante dirigidos a la clase media que aspiraba a
más. Asimismo lanzó el Voyager, un revolucionario auto para
transportar familias tanto en carretera como en la ciudad (y
expresamente enfocados al consumidor femenino). Para 1993,
cuando Iaccioca finalmente se retiró, Chrysler había ganado
influencia no solo en el mercado interno sino internacional.
Desafortunadamente y para la siguiente década, el sindicato
retomó su discurso de siempre y poco a poco la filosofía de
Iacocca fue desterrada de la empresa. No sorprende, por
tanto, que en el 2009,
Barack Obama salvara de la
empresa de la quiebra con un préstamo o, más bien, pagó la
factura para que el sindicato apoyara su candidatura.
Las empresas hoy no solo faltan el respeto a sus
consumidores considerándolos racistas y "demasiado hombres",
lo cual eventualmente repercutirá en sus ingresos
económicos. Ojalá después de pasado ese vendaval
totalitario, se hable nuevamente de empresarios genuinos
como Lee Iaccoca. Sin duda, el mundo de los negocios lo va a
extrañar.
Textos
relacionados
¿Es Detroit el
adelanto de un futuro post Obama? [Agosto 2013]
¿Desea opinar
sobre este texto?
[email protected]
[email protected]
0
opiniones