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Camille Paglia y su lucha contra el troglofeminismo

Es una de las ensayistas más brillantes y reconocidas de Estados Unidos, pionera del feminismo y miembro de esa izquierda coherente y valerosa que hoy se encuentra amenazada por la extinción. Sin embargo la inaudita ignorancia de los alumnos que no la quieren frente a su salón de clase expone hasta qué punto se encuentra podrida la calidad educativa en ese país

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MAYO, 2019. Hasta hace muy poco, cuando los alumnos exigían el cambio de maestro en su salón se debía porque tenía mal genio, era un irresponsable o simplemente no sabía enseñar, aunque esta última queja nunca era atendida cuando se trataba de una escuela pública. Eso era entonces: ahora también es válido querer dejar a un profesor sin chamba por impartir una materia que no le gusta a los alumnos.

O más bien, una materia donde su profesor(a) les dice o enseña cosas distintas a las que esos alumnos quieren escuchar. Muchos de nosotros odiábamos profundamente el álgebra y la trigonometría en los años de la prepa pero jamás fuimos a la dirección para pedir que quitaran al maestro por ese motivo.

Los gringos llaman snowflakes (copos de nieve) a esos alumnos educados --aunque la palabra más precisa sería adoctrinados-- para rechazar toda información que no concuerde con la ideología que se les ha inculcado... no se les puede cuestionar ni criticar porque se deshacen en lloriqueos, se asumen víctimas del "racismo", del "privilegio blanco" y demás tonterías inventadas por la progresía; en vez de debatir y de discutir, mandan callar a quien trate de enseñarles cualquier visión distinta que incomode sus creencias.

Por años se nos dijo que la labor de un profesor consistía en guiarnos en el aprendizaje de cosas nuevas, muchas de las cuales quizá no serían de nuestro agrado pero que de una u otra manera nos serían útiles en la vida. Sin embargo un grupito de snowflakes --que parecen estar hechos de azúcar, como los jugadores del América-- y quienes cursan su carrera en la Facultad de las Artes de Filadelfia (UArts) publicaron el siguiente texto en línea poco después de entregarlo a la dirección del plantel:

"Camille Paglia debe ser removida de la facultad y ser reemplazada por alguien que sea gay y de color. En caso que sea ilegal removerla, entonces la facultad deberá ofrecer clases alternas a las que ella enseña con profesores que respeten a los alumnos trasgénero y aquellos sobrevivientes a un ataque sexual".

Los alumnos agregaron que, si no se le despide del plantel, entonces "se deberá prohibir el acceso a Paglia para participar en actos públicos o vender sus libros dentro del campus" en el entendido de que sus ideas "no solamente son controvertidas sino peligrosas". En otras palabras, los alumnos copos de nieve están pidiendo que esa profesora deje de impartir clases y, si continúa en el plantel, realice una labor invisible y que no cause controversias, prácticamente relegándola a un trabajo de vigilante o de intendente que, si bien son respetables, están totalmente alejados de la labor académica.

Hemos dejado deliberadamente al final a la causante de la indignación de estos monstruitos quienes, como el trío de changuitos, se tapan oídos, ojos y boca para no saber de lo que pasa a su alrededor. Camille Paglia es una de las personalidades más importantes de la intelectualidad en Estados Unidos, ensayista y autora de una veintena de libros que cubren desde la historia del arte, literatura, sociología, comportamiento y apreciación artística. Además de eso, desde los 60 Paglia es una feminista que ha luchado por los derechos de las minorías sexuales, y se aceptó públicamente como lesbiana, algo que en aquella década aún podía derrumbar la reputación de una mujer, especialmente en su caso: Paglia nació en una tradicionalista familia ítalo-americana donde el rol social de la mujer ya estaba determinado aun y antes de su nacimiento.

Por tanto, la ignorancia de los alumnos copos de nieve que exigen su destitución raya en la estupidez. ¿Cómo es posible que quieran sacar del plantel y cubrir de lodo a alguien que por más de medio siglo ha luchado por los derechos de ese segmento de la sociedad que, innegablemente, por décadas estuvo relegado a un segundo plano en Estados Unidos?

He ahí la más increíble de las paradojas: de no haber sido por gente como Camille Paglia, esos alumnos emocionalmente inmaduros ni de chiste tendrían hoy acceso a esas instituciones educativas de las que hoy se sienten dueños al punto de presionar a la dirección el tipo de profesor que quieren que les imparta clase, alguien que solo les arrulle los oídos con lo que esos alumnos quieren escuchar, no vaya a ser que cualquier opinión distinta a la suya los traume de por vida y les haga orinarse en sus camas.

Por otro lado, esta es una manera de presionar a la facultad luego que la aguda inteligencia de Paglia ha hecho pedazos cualquier argumento de esos alumnos que quieren ponerla en ridículo; simplemente no pueden con ella dado que esos estalincitos de bolsillo suelen manejar lo que el columnista Jonah Goldberg llama "clichés adjetivados" y que por tanto, son sencillos de desbaratar cuando los manejan alumnos a quienes su propio criterio les ha sido castrado.

Estos muchachitos inmaduros incapaces de ver más allá del perímetro de sus campus y que se sienten "discriminados" o "ofendidos" todo el tiempo sin duda desconocen la verdadera represión que gente como Paglia sufrió durante los sesenta cuando efectivamente la policía o la Guardia Nacional de Estados Unidos deshacían a macanazos los "sentones" y protestas estudiantiles, los mandaban arrestar y los encerraban un rato "para que se les quitara", en espera que los avergonzados padres de esos jóvenes llegaran a la comisaría para sacarlos bajo fianza.

Una de las alumnas, de origen afroamericano, argumentó que Paglia merecía ser removida "pues no sabía de nuestro sufrimiento? ¿Nuestro, en serio? A Rosa Parks quisieron incendiarle su casa una decena de veces por negarse a ocupar los asientos asignados a los negros en un autobús; Jackie Robinson, el primer afroamericano en las Mayores, recibía todo tipo de injurias e insultos cada vez que entraba al diamante; Martin Luther King fue arrestado una decena de veces por organizar marchas no autorizadas --sin olvidar, por supuesto, que su lucha terminaría por costarle la vida-- mientras Sammy Davis Jr. recordaba cómo cuando empezaba su carrera los dueños de los clubes donde era contratado le prohibían bajar del escenario o dirigir la palabra al público, conformado enteramente por blancos.

Esos fueron años de sufrimiento y humillación para los afroamericanos; sus ancestros fueron víctimas directas del racismo más crudo y deleznable, no estos niños malcriados que se autoflagelan como víctimas, horrorizados ante la posibilidad de escuchar argumentos diferentes a los que les han inculcado en sus duras cabecitas.

En el caso de Paglia las humillaciones fueron igualmente crueles pues se trataba de una lesbiana, condición que todavía en aquellos años era vista casi como degeneración sexual. ¿Y estos adolescentes con neuronas que jamás han usado se ofenden porque alguien como Paglia les exige que se quiten de los ojos sus telarañas ideológicas para apreciar la realidad de las cosas?

Por fortuna, la dirección de la UArts ha aseverado que mantendrá a Paglia en su puesto. Y así debe ser, máxime porque se trata de una profesora que se integró a ese plantel en 1984 y, por tanto, constituye uno de sus activos más valiosos. Al respecto escribe la columnista, Monica Showalter, "un eventual despido de Paglia equivaldría a que los Chicago Bulls hubieran dejado ir a Michael Jordan a cambio de nada". Además, si a esos alumnos no les gusta el modo en que Paglia imparte sus clases, ¿por qué no se cambian a otra institución donde sus maestros sí les impartan lo que ellos quieren oír? ¿Por qué una minoría debe imponerse sobre el resto?

Decía Borges que prefería deleitarse platicando con una sola persona que tiene una opinión distinta a la suya que aburrirse platicando con 100 personas cuya opinión era igual a la suya. No extraña por tanto que el mundo de esos snowflakes sea tan anodino, tan insípido, incapaz de enfrentar y asumir riesgos, un mundo donde en vez de entender que la historia jamás ha sido lineal, la juzgan por lo que ellos creen, no por como fue en la realidad. Ese ha sido precisamente el mayor reto de Camille Paglia, tratar de hacer salir a estas nuevas generaciones de feminazis de la burbuja donde las encerraron esos maestros que las convirtieron en autómatas.

Por fortuna, a Camille Paglia no le faltará trabajo mientras la vela de la inteligencia siga viva en Estados Unidos. El embrutecimiento colectivo perpetrado en los planteles educativos de ese país necesariamente es temporal. El contraataque está cerca.

 

 

 

 
 

 

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