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Martina Navratilova o cómo el feminismo actual pisotea a sus pioneras

Mientras se acrecienta la intolerancia de las feminazis, queda claro que no respetan ni a las leyendas ni a quienes abrieron camino hace décadas al feminismo en el mundo. Lo que sucedió a la afamada tenista a quien mandaron callar, debe haberle recordado, sin duda, cómo era la vida en el país comunista donde nació

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FEBRERO, 2019.
Desde mediados de los setenta hasta fines de los 90 se marcó una época increíblemente productiva para el tenis femenino mundial con nombres que aún hoy causan admiración a quienes las recuerdan jugar en la cancha. Chris Evert, Steffi Graf, Gabriela Sabatini, Jennifer Capriati --quien, lamentablemente, terminó sumida en las drogas-- Monica Seles y otras que escapan al recuerdo. De entre todas ellas hay una que destacó sobremanera, nacida en lo que entonces se llamaba Checoslovaquia, una mujer de rasgos duros pero poseedora de un estilo único, llamada Martina Navratilova.

Uno de los pocos puntos loables de los regímenes comunistas, quizá el único, fue su constante promoción del deporte; únicamente quienes estaban físicamente incapacitados quedaban exentos de practicar regularmente una disciplina. Según cuenta Navratilova en su biografía, cuando tocó su turno notó que tenía una especial destreza para el tenis. Muy pronto se dio cuenta que en un país comunista, como atleta lo más a que podía aspirar era a terminar como títere de la parasitaria clase gobernante (algo que le sucedió a Nadia Comaneci en Rumania) por lo que en una gira en la Florida desertó y buscó refugio en Estados Unidos. Lo que vino después es una de las carreras más admirables en el tenis internacional, lo que incluye el haber ganado 18 Grand Slams y 9 veces el clásico de Wimbledon. Casi nada.

Cuando se encontraba en la cúspide, Navratilova confirmó los rumores que habían estado circulando sorbe su sexualidad y en un comunicado reconoció que era bisexual aunque poco después dijo que se consideraba lesbiana y que tenía su pareja del mismo sexo. Es importante notar que la tenista dio un paso que en aquél momento se consideraba tabú e incluso pudo haber puesto fin a su carrera, lo cual no ocurrió.

Pero para darnos idea de cómo el feminismo y la defensa de la propia sexualidad han degenerado en una absurda persecución y amordazamiento a quienes tienen opiniones diferentes, aun si son atletas gay, lo tenemos con lo que recientemente escribió Navratilova en el Sunday Times:

"Un hombre puede decidir convertirse en mujer, tomar hormonas si así lo requiere en cualquier deporte, y quizá con ello gane una pequeña fortuna para más tarde echar reversa a su decisión, volverse hombre de nuevo y tener bebés si así lo desea. Pero eso es una locura y es trampa. Me alegra dirigirme a una mujer trasgénero en la forma que ella prefiera, pero no me alegraría competir contra ella. No sería justo".

Totalmente lógico ¿cierto? Lo que escribe Navratilova es congruente con lo que hemos visto en competencias recientes donde los atletas trasgéneros compiten contra quienes han sido mujeres toda su vida, y con frecuencia, éstas resultan vencedoras, simplemente porque sus cuerpos generan mayor testosterona, la hormona que hace los hombres verse, actuar y hablar, bueno, como hombres.

Pero pese a que Navratilova ha respaldado públicamente a la organización LGBT, que asegura defender los derechos de la comunidad gay, la lógica y la congruencia parece que ya no son lo que eran hasta hace unos años. Como respuesta a lo que escribió la ex tenista, una tal Rachel McKinnon, una trasgénero en ganar un título en ciclismo mundial, tachó las declaraciones de "perturbadoras, molestas y transfóbicas". A las pocas horas la LGBT expresó que rompía "toda relación" con Navratilova.

Y como ha sucedido en otras ocasiones, los aludidos responden con adjetivaciones en vez de argumentos, algo doblemente desconcertante pues en ningún momento Navratilova criticó a los trasgéneros ni pidió que se les impidiera competir. Simplemente expresó que nunca competiría con una trasgénero dado que ésta, por haber nacido hombre, posee mayor fuerza física y resistencia que una mujer debido a que sus niveles de testosterona son mayores. ¿Qué hay de "molesto y "trasfóbico" en ello?

Por supuesto que no es justo, como afirma Navratilova, pues las atletas trasgénero llevan una ventaja de nacimiento. En tal sentido Steve McCann, de la página americanthinker.com, propone que se abra la categoría de trasgéneros que compitan contra otros trasgéneros. ¿O acaso esa sugerencia también denota "transfobia" o "perturbación"?

Tampoco es la primera vez en que el feminazismo devora y manda al matadero a una de sus pioneras. Brigitte Bardot representaba la combinación perfecta de seducción, belleza y femineidad francesas, y bien pronto dio cuenta que se trataba más que un rostro hermoso; buena parte de sus películas, entre ellas Y Dios Creó a la Mujer (1956), su rol era protofeminista, el de una mujer presta a tomar sus propias decisiones y crear su propio destino, una cinta que llegó al punto de causar la ira de los grupos ultrarreligiosos

Sin embargo y pese a ese rol de pionera dentro del movimiento feminista, las feminazis actuales consideran a Brigitte Bardot una loca que vive recluida rodeada de perros y gatos, todo porque en su momento ella escribió algo también lógico y evidente: que la comunidad musulmana es intolerante hacia las mujeres y que busca destruir la historia y la cultura de Francia.

Hasta el momento la afamada ex tenista no ha ofrecido disculpas por lo que escribió; no tiene porqué hacerlo: la suya fue una opinión que debe ser respetada pues en apariencia toda idea disidente ya no está permitida en ese mundo más orwelliano con cada minuto que transcurre. La reacción a su texto (que, se deduce, fue cuidadosamente redactado para evitar cualquier acusación en su contra, lo que sucedió de todos modos) debe haber recordado a Martina Navratilova los días en que vivía bajo la bota de la Checoslovaquia comunista.


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