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La Policía del Pensamiento se asienta en Estados Unidos

El pensar lo que uno quiera es uno de los derechos consagrados en las leyes norteamericanas, ¿cierto? Lo ocurrido a uno de los fundadores de un gigante de la red pone en duda esa aseveración, y además levanta una pregunta: ¿se materializan los temores de Orwell en el país que hasta hace poco parecía  el menos propenso a ver amenazada su libertad de expresión?

ABRIL, 2014. Los fanáticos del mundo de la computación saben muy bien quién es Brendan Eich. Su primer salto a la fama fue al crear el software Java, que permitía una visualización más clara de las páginas junto con animaciones menos pasadas para la computadora. Pero su consagración, por decirlo así, se dio al lanzar Mozilla Firefox, un buscador mucho más rápido y eficaz que el Internet Explorer y, a la vez, mucho menos susceptible a llenarse de esos bichos publicitarios conocidos como spyware. Desde entonces Eich ha sido un icono de quienes anhelan que Microsoft abandone para siempre el mundo de la red. También se considera que Mozilla Firefox es un aliado para quienes buscan evitar una eventual censura en la red que afecte la libre circulación de ideas.

Por ello no deja de ser indignante e increíble que Eich, uno de los cerebros más grandes de la computación, perteneciente al Olimpo donde también dejaron huella Steve Jobs y Mark Zuckerberg, haya sido cesado de la multimillonaria compañía que él ayudó a fundar. Su retiro forzado no se debió a alguna metida de pata administrativa o al lanzamiento de algún software fallido. Su renuncia tuvo origen en un pecado que Eich cometió, no recientemente, sino hace cinco años, cuando donó 10 mil dólares a una organización que se opone a la legalización de los matrimonios gay en California.

Eich buscaba un ascenso en la compañía que él ayudó a fundar cuando alguien desenterró el "pecado" por lo que se decidió despedirlo de la compañía la cual luego difundió un comunicado que defendía "la tolerancia de ideas y convicciones entre los empleados de Mozilla Firefox", incongruencia increíble y similar a la que los nazis cerraran un comercio judío en nombre de la "libre convivencia y la tolerancia". (Eich, en extraña ironía, profesa esa religión).

Por supuesto que el asunto marca un peligroso precedente para una compañía que a diario se mueve para evitar que la censura termine por ser impuesta en Internet por burócratas a quienes disgusta la libertad de expresión. ¿Cómo es posible que ese principio, que Mozilla Firefox tiene establecidos en sus "términos y condiciones", no los aplique hacia sus propios empleados? Eich hizo un movimiento que --todavía-- está garantizado en la Constitución norteamericana, esto es, donar dinero a la organización que más se le pegue la gana para promover las causas que se le antojen. Hasta dónde se sabe, se puede aceptar que dos personas del mismo sexo afirmen amarse y sientan la urgencia de contraer matrimonio, pero no necesariamente implica estar de acuerdo. En eso consiste la tolerancia.

La Policía del Pensamiento de Orwell suena aquí más vigente que en otros momentos en la historia de Estados Unidos. Eich realizó ese donativo sin promocionarlo entre quienes utilizan su buscador, sin andarle diciendo a los usuarios por quién deben votar, a quién deben apoyar en determinada elección y a quién no. Fue una decisión exclusivamente personal: los que exigen su retiro quieren darse para sí mismos la libertad de expresión que buscan asfixiar entre los que no piensan como ellos. Eso se llama totalitarismo, hasta hace poco un ente impensable en Norteamérica.


Si se consuma esta acción, no es descartable un futuro donde se arreste a comerciantes o empleados por oponerse al aborto, a simpatizantes del Tea Party o de quienes consideran, por sus convicciones éticas o religiosas, que el matrimonio debe ser únicamente entre un hombre y una mujer. ¿Llegará el día en que unos agentes se lleven a prisión a alguien que no haya votado por un candidato perteneciente a una minoría racial? "Lo políticamente correcto es la nueva policía del pensamiento", escribió el columnista Jonah Goldberg. "El estar en desacuerdo equivale hoy a ser intolerante".

Por lo visto ya no será necesario que esas convicciones jamás las mezcle el acusado en su área de trabajo. Sonará exagerado, pero se trata de una intentona para revivir los tiempos de la Gestapo o de la Rusia estalinista.

Un pasaje de 1984, la inmortal novela de Orwell, ya nos advertía al respecto: "Era también delito pensar lo inconveniente; no era necesario hacerlo, con pensar en hacerlo se había convertido en motivo de persecución". El mismo Orwell señala en su ensayo La Política y el Idioma Inglés: "El lenguaje político nunca expresará directamente sus propósitos y en cambio recurrirá al eufemismo". Así, Eich no es víctima del totalitarismo sino de su "intolerancia" cuando ésta consiste en querer imponer a los demás un punto de vista y reprimir cualquier opinión distinta. "El aspirante a represor clamará ser víctima de la represión", escribió Fréderic Besquiat hace siglo y medio.

Los fundadores de Estados Unidos lucharon incansablemente contra el totalitarismo. Si Estados Unidos no rescata esa memoria, la libertad de expresión que ha caracterizado a ese país pronto será asunto del pasado.

 

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