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Masters of Sex, los amos del lugar común

Para buena parte de la crítica norteamericana, esta nueva serie de cable es casi casi la nueva versión del Templo de Halicarnaso. Ni tanto: es una caratata de los viejos clichés en torno a la represión sexual de los cincuenta en la sociedad norteamericana

OCTUBRE, 2013. Los críticos norteamericanos de TV se encuentran como mocosos con Ipad nuevo tras la salida al aire en la cadena Showtime de un programa al que han llamado, entre otros inflados adjetivos "refrescante" (The Washington Post), "con el potencial de superar a The Sopranos" (Los Angeles Times) y "una serie magnífica, diferente" (The New York Times). Esta serie, estrenada el pasado agosto y que ya puede sintonizarse en los canales de cable latinoamericanos, lleva el nombre de Masters of Sex y por acá también ha recibido epítetos igualmente elogiosos, como el que le dio el diario El Tiempo, de Bogotá, generalmente conservador: "Una razón clara para contratar a la televisión de paga".

Es verdad que desde hace rato, la TV por cable lleva la delantera a la TV abierta en seriesan alto rating. Desde Queer as Folk, de Showtime, que aborda abiertamente una relación gay, hasta la reciente The Sopranos, sobre la mafia contemporáneos, quedan pocas dudas que en ese sector es donde se consiguen los televidentes más devotos. Sin embargo, el punto que sorprende en torno a Masters of Sex es el que más se he repetido, el de ser "original", o al menos "una propuesta refrescante". 

Masters of Sex, que por su título pudiera referirse a una película porno, en realidad alude a dos sexólogos que hicieron furor en los años sesenta y setenta, un matrimonio conformado por John Masters y Virginia Johnson. En plena revolución sexual sesentera, estos dos espoecialistas, ya fallecidos, se enfocaron en temas como la disfunción eréctil, la impotencia y los problemas de la relación en la pareja. Alguien comparó sus planteamientos con los que Sigmund Freud había empleado en la psiquiatría. Y de hecho, las coinbdiencias entre Masters y Johnson y el austriaco no eran para nada coincidentales.

Entre otras cosas, la pareja sugería que un problema sexual solía nacer en la mente del individuo, ya fuera poir traumas de la infancia, tocamientos y la, escribió Masters, "inapelable autoridad represiva en la que habían crecido muchos de nuestros pacientes". Algunas "recetas" eran escandalosas para su tiempo: una de ellas, para que la mujer "se reencontrara" a sí misma, implicaba tener una relación lésbica. Si el hombre no lograba una erección con su pareja, se le pedía acudir a un prostíbulo para que "aprendiera" las técnicas de excitación. Masters y Johnson promovían "pulverizar" todos los tabúes en torno a la sexualidad y que la humanidad ha cargado por siglos. Era la sociedad, y no la pareja, los causantes de que no alcanzaran sunplenitud sexual.

Así es, amigos lectores. ¿Dónde está la "propuesta novedosa" de Masters of Sex? Lo que aquí tenemos es el sobado cliché de los progres norteamericanos de que antes de la revolución sexual, más específicamente los años cincuenta o principios de los sesenta, el concepto de familia era ideal para suprimir o castigar la libido de los seres humanos mientras por el otro se denuncia la hipocresía, ya en sí otro cliché, el del ministro protestante ultraconservador que es atrapado en una aventurilla sexual.

El ejemplo de películas o series que tocan el tema de la represión-sexual-de-los-cincuenta podrían llenar un libro. Limítemonos a unos ejemplos: Footloose, originalmente filmada en 1983, Pleasantville, de 1997, cuyas escenas iniciales transcurren en blanco y negro hasta que todos se liberan sexualmente y el color retorna a las pantallas; Peggy Sue Got Married, de 1983, que habla de una mujer reprimida en los 50; Catch Me I f You Can, del 2002, de Spielberg donde pronto se cae la fachada de un matrimonio sesentero aparentemente perfecto.

Lo único que hace Masters of Sex es remacharnos el cliché de que antes de ellos, y de otras escandalosas de otrora como el doctor John Condon o Xaviera Hollander, la mujer era un mero objeto y que tras la revolución sexual el mundo enteró se llegó al mundo de una liberación donde ellas son dueñas de su cuerpo y donde se busca destruir el concepto de familia por considerarlo "sexista". Ciertamente sorprende que hasta hoy, los guionistas hubieran empleado a Masters y Johnson como protagonistas de su denuncia.

Valdría deternernos un momento para ver si esos clichés, y si lo que pasó después de derrumbados lo que Masters y Johnson llamaban "tabúes", en verdad representaron una liberación. Los guionistas de esta serie, romanticistas sin remedio, se hacen tontos al hecho de que, desde los primeros momentos de la "liberación" de los sesenta, muchas jóvenes hippies descubrieron que el "patriarcado" y "la pertenencia a un hombre", ambos actos "sexistas", tenían el objetivo de evitar que fueran violadas o abusadas, algo que se presentó muchísimas veces al integrarse a esas comunas donde "todo era de todos". No fue una feliz experiencia.

Desde entonces, y con la sociedad hipersexualizada (pero eso sí, liberada) que tenemos hoy: ¿el mundo es mejor, las mujeres son más felices y ya no sienten que ya no son objetos? La mujer "liberada" que va a abortar sigue siendo un objeto, esta vez de un médico sin escrúpulos, la pérdida del concepto de familia difícilmente es actualmente ideal o recomendable. Y pese a los sermoneos de Johnson que acusaban a la disfunción eréctil de "traumas impuestos por la autoridad patriarcal", el problema quedó resuelto hace unos años con unas pastillitas moradas que obran milagros en los hombres que las consumen. Se denuncia la doble moral social" de los cincuenta pero hoy ésta sigue siendo igual o peor por parte de los progres que un día realizan manifestaciones contra la pena de muerte y al día siguiente marchan a favor del aborto.

Aún es pronto para saber su Masters of Sex logrará enraizarse entre el público, pero algo es claro: ni es una "proipuesta original" ni viene a ser una razón de peso para conservar el servicio de cable. Es la misma chatarra progre de siempre, y nada más

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