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Duck Dynasty contra los verdaderos intolerantes

Conforme los reality shows sobre celebridades comienzan a aburrir a los telespectadores, del delta de la Lousiana aparece una familia políticamente incorrecta que ha disparado el rating dela televisora que los transmite. Ya le ganaron un round a los activistas pro censura escudados en el antirracismo. Mientras, cada vez más gente sigue sintonizando Duck Dynasty

ENERO, 2014. Durante varios años estuvieron buscando la fórmula y por fin la consiguieron. El canal A&E logró finalmente darle una dentellada al History Channel, su principal competidor. Los reality shows con celebridades suelen tener ratings muy volubles y sus protagonistas exigen miles de dólares que raras vez se recuperan o, más aún, suelen ser emisiones malísimas (una excepción puede ser Family Jewels que cada día está mejor). Han resultado más redituables las emisiones con gente desconocida y que por tanto no asume posturas de divas que exigen, por ejemplo, cambiar el tapiz del hotel donde se hospedan.

El reality show más sorpresivo del 2013 fue Duck Dynasty, un concepto muy sencillo pero que ha dado a A&E el rating más alto de su historia: ¡10 puntos en cuatro días!, un salto que otras cadenas como la CBS, ABC, Fox o NBC, de señal abierta, no han dado en años. Nuevamente las cámaras nos llevan a la intimidad de una familia, en este caso los Robertson. liderados por Phil, un tipo de largas barbas que le dan un look patriarcial, un sureño --de Lousiana-- que tuvo el gran tino de crear una enorme fortuna comercializando patos. Al igual que los Beverly Ricos de hace algunas décadas, los Robertson no han perdido sus orígenes, ni sus convicciones religiosas ni sus costumbres pese a que hoy son multimillonarios y quienes, como cualquier familia, tienen sus diferencias y sus choques pero a la hora de la cena todos se reúnen alrededor de la mesa.

Duck Dynasty representa a una familia norteamericana que jamás ha oído, ni le interesa, lo que es ser políticamente correcto. Para esos activistas que tienen sus oficinas en Manhattan y Los Ángeles, la puesta al aire de Duck Dynasty debió haberles caído como una patada en sus partes inmencionables.

La familia Robertson ora, se va de cacería, no tiene TV ni tampoco contempla suscribirse algún día al New York Times. En efecto, se trata del tipo de familia que hemos visto ridiculizado en las películas de Hollywood y en innumerables programas de TV. Son el "ma" y el "pa", unos ignorantes que no saben lo que ocurre más allá de su perímetro. Los especialistas en medios televisivos pronosticaban que Duck Dynasty tendría muy poco público y sin embargo cada día adquiere nuevos seguidores. ¿Cómo se dio eso?

Quizá porque buena parte del público ya está harto de las Khardasian, de las Paris Hilton y aun de la cantante ochentera Cyndi Lauper, quien también tiene su reality show. Los Robertson suenan espontáneos y son parte de un segmento de la población norteamericana que los progres quisieran ver eliminados de ese territorio. Y es un público decidido a defender lo que Phil y su camarilla tengan que decir.

Hace algunas semanas la revista GQ entrevistó al patriarca del clan y éste refirió, entre otras cosas, su disgusto por la comunidad gay. Robertson habló al reportero como quien platica con el vecino de modo que al aparecer la entrevista, los progres saltaron, indignados, encabezados por GLAAD, una organización que se dice opuesta al racismo y a la discriminación racial. Eso es bueno, pero en ninguna parte de su página web, GLAAD marca como ofensivos términos despectivos contra la población caucásica ("white trash" o basura blanca, whiteys, rednecks y otros más) pero condena sin más a quien utilice palabras como "black" o "indian".

Una vez aparecida la entrevista, GLAAD exigió a A&E que Phil Robertson, y si se podía la serie entera, fuera retirada del aire. "Solo dije lo que pensaba", se defendió Phil Robertson, quien sin embargo luego ofreció una disculpa pública.

Temerosos de un escándalo, los ejecutivos del canal decidieron sacar del aire indefinidamente a Robertson pero se toparon con una inesperada repuesta de los televidentes quienes enviaron 250 mil mails y misivas para exigir el retorno del patriarca, lo cual ocurrió a los pocos días. GLADD tuvo que tragarse su coraje.

Naturalmente que GLAAD utiliza la etiqueta políticamente correcta como forma de amordazar a quienes no piensan como ellos; es una censura que enarbola las banderas antirracistas cada vez que alguien que no sea progre expresa su opinión. Pero cuando la opinión pública se muestra harta de esos imitadores orwellianos la conclusión es saludable. Quizá lo que Phil Robertson y su familia manejan como conceptos están lejos de ser simpáticos o los compartimos. Pero el respeto, sin caer en la agresión directa y sin sentido, es un derecho eminentemente norteamericano: los miembros de Duck Dynasty simplemente lo están ejerciendo.

 

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