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LITERATURA/Censura PC
La novela
irreverente, otra víctima del no debes escribir eso
Desde hace siglos, la
literatura suele retar no solo a sus lectores sino formas, ideas y
esquemas que se consideraba eran intocables. Con el escollo
políticamente correcto que plaga toda actividad en este nuevo siglo
¿se superará este desafío o caeremos en una literatura insípida,
complaciente y sin chispa?
AGOSTO, 2016. Cualquier
aficionado a la literatura sabe que el leer una novela, un ensayo, y
aun poesía, debe traer consigo un reto, el de la invitación a
pensar, a analizar y llegar a una conclusión que no necesariamente
coincida con la del autor del texto. Cualquier aficionado a la
literatura sabe, asimismo, que la sorpresa, el suspenso, lo
inesperado, constituirán siempre parte de la calidad del escritor, y
si no que lo diga el enorme éxito que tuvieron, y siguen teniendo,
las historias de Agatha Christie y
Arthur Conan Doyle, por ejemplo.
La aparición, o más bien imposición, del código políticamente
correcto sin duda ya está afectando esa parte de la reputación que
debe tener la literatura. Y también en ventas y originalidad: cuando
asumimos que el único éxito editorial mundial que logró escapar de
esta censura fue Harry Potter, cuyo primer libro apareció en 1997, y
vemos cuáles otros títulos han logrado competir en popularidad, nos
toparemos con noticias francamente desconsoladoras. ¿George R.R.
Martin y su serie Game of Thrones? (aparecida, no
irónicamente, un año antes de Harry Potter) ¿50 Sombras de
Grey? Por favor. Lo cierto es que ambas novelas seriadas, por
llamarlas de algún modo, están muy lejos de constituirle un reto a
la mente del lector.
A veces uno se pregunta porqué ya no se producen obras maestras de
la literatura. Las sigue habiendo, naturalmente ¿pero cuántas de
ellas no consiguen la trascendencia por temor a una reacción del
activismo políticamente correcto que detiene su publicación? Porque
si hace 26 años Los Versículos Satánicos de Salman Rushdie recibió
una fatwa y como respuesta la libertad del autor para publicarla fue
defendida tanto por intelectuales, colegas de Rushdie, músicos y
periodistas; hoy en cambio, la novela jamás habría salido a luz y
Rushdie tendría también que estarse escondiendo de la policía PC,
acusándolo de estar promoviendo la islamofobia.
El juicio, hasta hace un par de décadas, se ponía de parte del autor
y hoy lo hace de parte de los "ofendidos", los que se sienten
incómodos con las ideas del autor y piden que se le prohíba seguir
publicando.
Por supuesto que las universidades que ofrecen los estudios de
Literatura han contribuido a este ambiente de cobardía hacia los
lectores, del temor por asomarse a un mundo de historias que retan
intelectualmente y, sí, transgresoras. En muchos de estos planteles
los profesores cometen algo que sería considerado una barbaridad por
los autores analizados: el juicio que emitan luego de leer un libro
debe forzosamente ser idéntico entre todos los alumnos cuando
muchas de estas obras fueron escritas originalmente para incitar a
la disertación, al debate, a la ventilación de conceptos e ideas que
la sociedad no se atreve a exhumar y prefiere mantenerlos bajo las
alfombras.
Por ello aberraciones como el trigger warning ("adelantos" de
pasajes que pudieran ser "ofensivos" para algunos antes de iniciar
la lectura y discusión de un libro o película) son tan nocivos para
la literatura. Por su cuenta el lector debe descubrir, alegrarse,
entristecerse, e incluso indignarse con la narración que le presenta
un autor a través de su obra. Si la obra es excelsa o una
intranscendencia debe ser una conclusión que corresponda al
estudiante, no a sus profesores de Literatura, a quienes su rol
debiera limitarse al de orientadores ansiosos por compartir sus
experiencias dentro de la literatura, y no en censores de sus
alumnos.
Por ello novelas como El Mapa y el Territorio y Sumisión
del francés Michel Houellebecq son tan indispensables en este mundo
plagado de absurdos políticamente correctos. Esta última novela
perfila, como en su momento lo hiciera 1984 de Orwell, lo que
puede pasar ante la apatía de una sociedad al aceptar como normales
la unanimidad de juicios y el relativismo moral, primeros pasos para
llegar a una sociedad totalitaria.
Dentro de esta cortina PC, ¿es de extrañarse que no hayan surgido
los sucesores de escritores transgresores y de prosa irreverente
como Hunter S. Thompson, Norman Mailer y Gore Vidal, los tres ya
fallecidos? Se podía amarlos u odiarlos, pero igualmente admirarlos
desde cualquiera de estas dos posturas. Y es que ninguno de ellos
--y con la esperanza que genios de similar estatura como Tom De
Lillo y Tom Waits sigan entre los vivos por mucho tiempo-- hubiera
podido publicar su obra en estos días de borrasca PC. Todo afán
hubiera sido extinguido irremediablemente en sus años de
universidad.
Finalmente, es altamente irónico que la censura PC esté dispuesta a
apagar y sacar de circulación la literatura "ofensiva", de idéntica
manera como en su tiempo se prohibieron por "indecentes" novelas
como Lady Chatterley de DH Lawrence o Lolita, de
Nabokov. Solo que anteriormente a estos enemigos de la literatura
como reto les llamaban miembros de la Liga de la Vela Perpetua. Hoy
les dicen promotores del activismo políticamente correcto. Ahora que
termine el gobierno de Barack Obama, y quede quien quede en la Casa
Blanca, los partidarios de la literatura fortalecida con autores
empapados de rebeldía, están obligados a iniciar la contraofensiva.
foto: cortesía broadstuff.com
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