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Everest, una cumbre de clichés y lugares comunes

Otra película de desastres. ¿Realmente necesitamos una más en la ya infinita colección que acumula el género? Quizá sí, pero no cintas que meten al ecologismo a chaleco y su argumento termina siendo más predecible que una cinta XXX. Everest no es para quiénes buscan emociones en el cine, sino regaños chafas por pertenecer a la depredadora raza humana que, al final, la naturaleza da su merecido

Everest
Emma Watson, Keyra Nightley y Josh Brolin.Michael Groom
Dirigida por Baltasar Kormákur
Walden Media-Universal/2015


OCTUBRE, 2015. Desde que sir Edmund Hillary y Tenzig Norgay dominaron por primera vez la cumbre del temible monte Everest, su conquista se ha convertido en obsesión para miles de seres humanos. Los cortos de entendederas concluirán que carece de toda lógica arriesgarse a perder una extremidad por congelamiento, a viajar miles de kilómetros sin saber si se regresará vivo. Es el espíritu que todos llevamos dentro, aunque no todos explotamos, el que nos conduce a semejantes aventuras. A alguien le preguntaron porqué la locura enorme de querer llegar a lo más alto del Mont Blanc, una cumbre mucho más traiciones que el Everest, y ofreció una respuesta tan lacónica como certera, "porque está allí".

O como bien lo dijo el humorista Art Buchwald hace muchos años: si no existieran en este mundo los locos ávidos de aventura, la humanidad seguiría viviendo en la edad de piedra.

¿Entonces por qué razón Everest, la más reciente versión de películas de desastre que nos llega de Hollywood, es una mediocridad dentro del género? Tiene efectos especiales espectaculares, más admirables aún si llega a verse en tercera dimensión, cuenta con actores de primer nivel como Emma Watson, Keyra Nightley y Josh Brolin y un director capaz, el islandés Kormákur (2 Guns y Contraband, entre otras) ¿Por qué entonces esta producción, que se desarrolla entre el hielo y vientos gélidos que arrancarían la nariz, se derrite con estrépito?

Podemos aludir a la sarta de lugares comunes que plagan Everest, ya sean los hippies alivianados, alguien que deja en casa a una esposa en estado de gravidez, un multimillonario que financia la misión (ah, y esconde un tenebroso secreto) y los participantes en la misión que van muriendo, uno a uno, dándole oportunidad al espectador de ir atinando quién será el siguiente. De hecho, con estas referencias tememos haber revelado buena parte de Everest... bueno, no toda.

Basado en una historia real que se desarrolla en 1996, Rob Hall (Clarke) y su equipo se encuentran en Nueva Zelanda con dirección a Nepal donde piensan llegar a lo más alto del Monte Everest. Entre el equipo de Hall se encuentran Weathers (Brolin), Handen (John Hawkes), Namba (Naoko Mori) y Harris (Henderson). La mayoría de ellos están curtidos en el difícil mundo del montañismo pero están dispuestos a acometer una de las hazañas que pocos hombres y mujeres han logrado en esta vida. Les acompañará el periodista Jon Krakauer (Michael Kelly).

Al llegar al Everest se le advierte al equipo de un posible mal clima en el trayecto (los cambios de temperatura ahí son genuinamente bipolares) pero tienen confianza en lograr la hazaña. Ese será apenas el inicio de enfrentamientos personales, entre ellos el de Rob con Scott Fisher, un multimillonario (¡spoiler: Fisher será uno de los villanos!). Beck llama a su esposa Peach (Robin Wright, Jenny en Forrest Gump) tras olvidar su aniversario de bodas. Las cosas entre ambos no andan bien; de hecho le había advertido a Beck que si insistía en escalar montañas le pediría el divorcio.

La subida a la cima es acompañada de impresionantes efectos especiales, solo que la expedición no escuchó la advertencia sobre la tormenta de nieve porque, ustedes saben, Fischer decide seguir adelante (el empresario avaricioso e insensible ¿por qué Hollywood nunca antes había empleado antes este recurso?). Sin embargo, conforme avanzan la salud de algunos de ellos se va deteriorando; se alcanza la cima del pero al iniciar el descenso, por si el lector aún no lo adivina, comienza la tormenta de nieve que no solo hace pedacitos su campamento sino que viene a ser una metáfora de la naturaleza furiosa porque el hombre se atreve a ingresar en sus dominios, todo dentro del ecologismo tan burdo como obvio que nos presenta esta película.

Y de hecho ese es el punto que diferencia a Everest de otras películas de desastre: Por años se nos dijo que la hazaña de Edmund Hillary y Norgay era un triunfo del espíritu humano pero ahora se nos cambia el concepto y éste viene a convertirse en un intruso que termina recibiendo su merecido. Cierto que Hall, quien muere congelado en la misión --al final aparecen su esposa y su hija, casi veinteañera-- es el héroe de la película, pero porque en todo momento se opuso a tomar la expedición como un negocio. 

Total. Esto es lo único nuevo que aporta Everest al género, el poner al hombre como el villano de la historia. Por lo demás está plagada de los mismos clichés que usted y yo conocemos ad nauseam. Recomendación final: absténgase de ver esta película y dedíquele dos horas y pico a otra cosa.

 

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