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MEDIOS/Internet
De plataforma de denuncia a Torquemada a
cibernético, el #MeToo comienza a desmoronarse.
Ojalá sea rápido
Tras las trapacerías de un alto ejecutivo de
Hollywood, surgió en twitter una plataforma para
demandar a ese sujeto. Sin embargo sus intenciones
se tergiversaron para convertirse en arma de
venganza. Esperamos que un reciente escándalo ponga
fin a uno de los trending topics más
aberrantes surgidos de twitter
Versión impresión
AGOSTO, 2018.
Cuando quedó al descubierto el asunto de Harvey
Weinstein, que lo transformó de brillantísimo
productor cinematográfico a un vulgar y repugnante
acosador de mujeres, a las poca horas apareció en
twitter el trending topic llamado #MeToo para
que las actrices que habían sufrido vejaciones por
parte de Weinstein pudieran denunciarlas
públicamente. Una de las primeras en hacerlo fue
Naomi Judd, quien acusó a Weinstein de hacerle
tocamientos indebidos; le siguió Rose McGowan y
hasta
Salma Hayek, quien
dijo que Weinstein la había amenazado de muerte
durante el rodaje de la película Frida.
Muy pronto se sumaron otras actrices, no
necesariamente para desenmascarar al Weinstein sino
a otros directores y colegas. Cada denuncia
aparecida en el #MeToo era rápidamente objeto de
escrutinio y de investigación al tiempo que
Weinstein renunciaba a Miramax y la empresa,
productora de muchos de los filmes más exitosos --y
violentos-- las últimas dos décadas, sería declarada
en quiebra meses después.
Sin embargo (y como ha ocurrido otras veces en
twitter, una red social que comenzó como plataforma
de denuncia y hoy está totalmente sometida por los
activistas gastapolíticamente correctos), #MeToo se
fue desvirtuando de modo que lo que en principio fue
un foro para denunciar a personajes de la industria
cinematográfica prepotentes y misóginos, se
transformó en una plataforma que habría hecho las
delicias de Torquemada o del mismo Stalin.
De hecho la última personalidad importante del cine
expuesta en #MeToo fue el actor Kevin Spacey, quien
a causa de ello tuvo que abandonar el elenco de
House of Cards y ser sustituido, "borrada"
digitalmente su presencia en ua película donde se le
sustituyó por el canadiense Christopher Plummer.
Súbitamente #MeToo comenzó a imponer lo que parecía
ser un axioma: Todos los hombres eran unos
monstruos y pervertidos sexuales mientras que
todas las mujeres eran parangones de virtud,
idea que se manejó aun más cuando la actriz italiana
Asia Argento acusó a Weinstein de haber abusado
sexualmente de ella. Con lo que acertadamente el
periodista de Fox Tucker Carlson ha llamado "cacería
de brujos", cualquier mujer que hubiera recibido un
piropo, una caricia o cualquier otro comentario
pícaro en su sitio de trabajo podía vengarse de su
coscolino compañero.
No importaba en lo mínimo que ese coqueteo hubiera
ocurrido hace 10, 20 años. Ha habido acusaciones de
"acoso sexual" que se remontan hasta los años 70,
cuando el flirteo, el "echar los perros" o incluso
el célebre silbido que denota admiración al físico
de una persona eran totalmente comunes y no eran mal
vistos.
#MeToo pasó a ser una arma de desquite aun y cuando
originalmente la mujer hubiera aceptado esos
coqueteos, tanto así que muchas de ellas prefirieron
esperar hasta treinta años cuando desde entonces el
acoso sexual ya había sido tipificado cono inmoral y
en algunos casos considerado un como delito si la
mujer se atrevía a hacer la denuncia.
La conocida feminista Gloria Steinem dijo en torno
al #MeToo: "Las mujeres siempre hemos sido las
víctimas de la historia y es momento de
desenmascarar a nuestros victimarios" (sin mencionar
a Weinstein, por supuesto) para más adelante apuntar
que "las mujeres no cometen acoso sexual".
¿En serio? Incluso Hollywood ya ha abordado el
asunto del acoso sexual contra un hombre en la cinta
Disclosure, donde Demi Moore caracteriza a
una poderosa ejecutiva que demanda penalmente
(precisamente) de abuso sexual a un empleado
(Michael Douglas) luego que éste decide cortar su
relación extramarital con ella. Pero ahora acaba de
presentarse un caso real el cual, faltaba más, su
protagonista es Argent, una de las acusadoras del
pervertido Weinstein.
De acuerdo con lo dicho por el músico y actor Jimmy
Bennett, Argento lo obligó a que tuvieran relaciones
sexuales cuando ella tenía 37 años y el 17, es
decir, aún era menor de edad, una acusación que, de
ser a la inversa, ya habría llevado al hombre a
prisión. Obviamente la acusación fue vista con
escepticismo por otras denunciantes del #MeToo,
entre ellas McGowan, quien escribió: "Ninguna de
nosotras sabe lo que ocurrió en realidad y estoy
segura que pronto algo más será revelado. Tengan
paciencia".
Mira Sorvino --otra
acusadora e hija del comediante Paul Sorvino, quien
dijo que "un día le destrozaré el rostro a golpes a
Weinstein"-- dijo sentirse "triste y deprimida" por
las acusaciones de Bennett y agregó "quizá Argento
será exonerada". Qué extraño: cuando las acusaciones
eran de una mujer hacia un hombre las activistas del
#MeToo no dudaban en señalar flamígeramente al
inculpado, pero cuando se hablaba del acoso de una
mujer hacia un hombre, exigían paciencia, no
precipitarse y analizar las cosas con calma.
A las pocas horas la misma Argento dijo que su
esposo, el afamado y recientemente fallecido chef
Anthony Bourdain fue el que hizo los pagos a
Bennett, pues supuestamente estaba chantajeando a la
actriz quien, "temorosa de la posible publicidad
negativa y para no sufrir más intromisiones en
nuestras vidas".
Es muy fácil culpar a los muertos dado que ya no
pueden responder: Días después salieron a la luz
fotografías donde Argento y Bennet aparecían
contentos en la cama y con poca ropa. Argento y sus
declaraciones desaparecieron súbitamente de escena.
Y para dejar en claro que las mujeres también pueden
acosar a otras mujeres, Cara Mund, ganadora del
concurso Miss América el año pasado, acusó a la
titular de ese certamen, una tal Gretchen Carlson de
incesante bullying que la llegó a afectar
emocionalmente: "Carlson sistemáticamente me
asilenció, me marginó y borró mi papel como Miss
América de manera sutil y a veces no tanto". Mund
afirmo que el encono surgió cuando ella rechazó los
avances y coqueteos de Carlson quien, paradoja de
paradojas, previamente acusó de acoso sexual a Roger
Ailes, un alto ejecutivo de Fox, obligándolo a
renunciar, además de ser una de las principales
promotoras del #MeToo (Carlson, por cierto, y en un
claro afán por desviar la atención sobre el
escándalo que se le venía encima, fue quien anunció
que las mujeres
ya no competirían en traje de
baño en el certamen).
El principal problema del #MeToo, aparte de su
reiterado objetivo de abolir la "toxicidad
masculina" --es decir, que los hombres se comporten
como hombres-- es ubicar a los primeros como
villanos y a las segundas como inmaculadas heroínas,
sin tomar en cuenta que el comportamiento humano es
mucho más que una simple caricatura: en ocasiones
parece que el #MeToo basa sus juicios en torno a las
novelas de Caridad Bravo Adams donde los malos son
malos-malos y las buenas son buenas buenas, sin
puntos intermedios.
Es ridículo asumir, por tanto, que solamente hay un
tipo de persona capaz de cometer acoso sexual, así
como pensar que los hombres son los únicos capaces
de caer en ese comportamiento. No hay puntos grises
en el juicio de las #MeToo.
Y es que mientras las acusaciones se fueron por otro
lado, ni al #MeToo ni a los medios norteamericanos
se se les ha ocurrido indagar más sobre el actuar de
los acosadores sexuales dentro de la industria
cinematográfica, pues es ridículo asumir que Harvey
Weinstein es el único que se aprovecha de su poder
para exigir favores sexuales a actrices incipientes
a cambio de un estelar.
El #MeToo ya es un chiste, una plataforma burdamente
politizada que no merece mayor seriedad.
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[Agosto, 2016]
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