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LITERATURA

Andanzas literarias del papá de James Bond

Un total de 23 veces hemos visto a James Bond en una nueva aventura fílmica, pero también es bueno repasar al agente secreto desde el ángulo de la literatura, donde fue creado por Ian Fleming,. Al hacerlo nos llevaremos más de una sorpresa si realizamos comparaciones

NOVIEMBRE, 2012. Parecerá extraño, pero Ian Fleming escribió su primera novela sobre James Bond mientras se encontraba de luna de miel en Jamaica. Jamás supimos la opinión de su esposa (algo que, al final, debiera importar poco), lo cierto es que Fleming, retirado del servicio secreto británico y con una generosa pensión, podría ya dedicarse de tiempo completo a escribir y a desarrollar a un personaje que hoy ya es inmortal, una novela que vio la primera luz hace ya sesenta años y que hace medio siglo apareció en el cine con un éxito espectacular que ninguna otra franquicia ha igualado.

Fleming ha sido subestimado por la crítica literaria que con frecuencia otorga loas a John LeCarre, otro autor de libros de espionaje. Quizá lo consideran "superficial" porque villanos como Blofeld, némesis de Bond, dirige Spectra, una tenebrosa organización que más bien parece la casa donde nació Boris Malosnov, aquel espía que aparecía en las caricaturas de Rocky y Bullwinkle. Ya desde antes que el término best-seller se convirtiera en moneda desprestigiada, se consideraba que Fleming era un peso ligero cuyas novelas estaban saturadas de clichés, exhumaban machismo y, por demás, ubicaban a una potencia en declive como Gran Bretaña en el rol de importante bisagra en el tablero internacional. En lo personal creo que ese desdén se debió --más que al hecho de que sus críticos alguna vez hubieran leído sus novelas-- a que el mundo atravesaba por un momento de descolonización y James Bond se veía como un afán obsoleto de la Corona por mantener esos territorios. Un neocolonialista, pues.

A Fleming, que conocía ese tablero internacional mucho mejor que esos críticos quisquillosos, jamás le preocupó gran cosa el-qué-dirán de sus novelas. Casino Royale, la primera de ellas, fue un éxito inmediato de librería, tanto así que lo convirtió en millonario en cuestión de meses. Lo mismo sucedería con sus subsecuentes novelas, como si Fleming hubiera encontrado una mina que le producía dividendos a exigencia de los lectores. Bien lo dijo el comentarista Mark Steyn respecto al personaje de Fleming: "Después de aparecida la primera novela de James Bond, nadie podía ya concebir un mundo donde no existiera", del mismo modo en que hoy no podemos imaginar un mundo sin Internet aunque hasta hace poco vivíamos sin él.

Fleming empleó la misma máquina de escribir, chapada en oro, para escribir la mayoría de sus novelas. En su residencia GoldenEye, en Jamaica (isla que fue posesión británica hasta que adquirió su independencia en 1962), solía levantarse al amanecer, encendía su pipa y se ponía a teclear hasta entrado el mediodía. Se tomaba un receso y continuaba otro rato por la tarde, registraba apuntes y por la noche se iba a departir a un bar cercano. Él mismo se preparaba cada mañana sus huevos revueltos y para el almuerzo se acompañaba con una copita de vino. Ese fue su ritmo de trabajo incluso cuando vendió los derechos del personaje y pasó primero a la televisión, ni tampoco lo alteró cuando dos productores, el inglés Albert Broccoli y el canadiense Harry Saltzman, adquirieron los derechos fílmicos. 

Solo hasta 1962 Fleming regresó a Londres a la premiere de Dr. No y volvió a la isla a seguir escribiendo sobre el espía, con un paréntesis para publicar Shitty Shitty Bang Bang, una novela infantil acerca de una carcacha voladora. Broccoli y Saltzman llevaron el libro al cine, su única producción que nada tenía qué ver con James Bond. La película, estrenada dos años después de la muerte de Fleming, tuvo un recibimiento regular.

Hay que constar que existe una diferencia, tangible desde las primeras páginas, entre el Bond literario y el Bond del cine. El primero, lo conocemos sobradamente, con todo y que la presión políticamente correcta le ha quitado mucha de su esencia que lo caracterizó hasta mediados de los ochenta. El segundo Bond, el de los libros, en ocasiones apenas y es reconocible para quien solo sepa de él por el cine.

Bond es un personaje hasta cierto punto antipático, altanero y quien tras matar a alguien sufre de terribles remordimientos. En algunas novelas, por ejemplo, Quantum of Solace, la historia transcurre en una cena y le es contada a Bond por uno de los asistentes. Y es que en las tramas que escribió Fleming ocurrió algo curioso: a diferencia de las películas, donde por mucho tiempo imperó la fórmula --ya sa sabe: Bond entra a la oficina, coquetea con Moneypenny y luego M le asigna una nueva misión para da ahí ir con Q quien le proporciona los artilugios con cuales defenderse-- en los libros la fórmulas se evita en todo lo posible... lógicamente una película carente de fórmulas probadas vendría a representar una inversión arriesgada, de ahí que los guiones en pantalla con frecuencia difieren con lo que se leía en una página impresa.

Fleming falleció en 1964. Poco antes había cedido los derechos para que otros autores siguieran desarrollando las aventuras de James Bond en el mundo literario. Quizá
Harry Potter  haya vendido hoy muchos más libros que James Bond, pero es difícil que el mago de Hogwarts sea igualmente recordado cuando cumpla su primer medio siglo de vida, máxime que ya se publicaron todos los libros. ¿Y por qué semejante éxito? Ya lo explicó alguna vez el columnista Jonathan V. Last: "Los libros y las películas de James Bond son las preferidos por los niños con cuerpos de adulto. Ian Fleming tuvo el rol del tío que contaba excelentes historias que entretenían a los sobrinos". Niñotes que, sin embargo, y por lo demás felizmente, siempre han contado con poder económico.

 

Foto: cortesía steynonline-com

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1 comentarios

felipillovox escribe 17.11.12

Es bueno saber más de este autor quien hoy es inmortal gracias a este personaje que durará por mucho tiempo.

 

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