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TEORIA GENERAL DE PSICOLOGIA


LIBRO:
LAS LEYES DEL PSIQUISMO

Alberto E. Fresina


CAPITULO 2
-(páginas 27 a 36 del libro de 426)


Indice del capítulo:

LEYES GENERALES DEL PSIQUISMO
1. El concepto de lucha
2. La contradicción psicológica básica
3. Leyes derivadas
4. Objeciones a la ley de la decisión
5. La esencia de la elección
6. Recuento de las leyes fundamentales





CAPITULO 2


LEYES GENERALES DEL PSIQUISMO


Lo visto en el capítulo anterior será de utilidad en los diversos temas a desarrollar en este libro. Pero por ahora dejaremos de lado la historia de la evolución de la especie, hasta que sea el momento de recurrir a los importantes fundamentos que ella nos ofrece en relación a la explicación del psiquismo humano. El presente capítulo estará dedicado al tratamiento sobre las leyes más generales y esenciales del funcionamiento psíquico.


1. El concepto de lucha

Lo que define el concepto de lucha es la presencia de dos fuerzas que tienden a producir efectos contrarios y excluyentes. Los resultados básicos alrededor de los cuales se plantea toda lucha son el o no de algo. Una fuerza tiende a la afirmación de un efecto y la otra a su negación. Tanto la afirmación como la negación en este caso son objetivas. Ello implica que no consisten en "decir" sí o no, sino que la afirmación y negación objetivas son respectivamente la existencia o el ser concreto de algo y su no ser.

La lucha de contrarios, como una ley de la lógica dialéctica, no debe entenderse como un enfrentamiento entre cualquier par de elementos contrarios, sino que siempre se trata de la oposición entre dos fuerzas que tienden a producir uno u otro resultado. Por ejemplo, cuando un animal depredador procura atrapar una presa, mientras que ésta trata de huir y quedar a salvo, estamos en presencia de una lucha. Pero la misma no está dada entre los efectos excluyentes: captura y huida, sino entre las fuerzas enfrentadas que tienden a producir uno u otro hecho. Es evidente que la afirmación de alguno de esos efectos es automáticamente la negación del otro. En este caso, el efecto central, o de lo que se trata, sería la captura. Una fuerza, el accionar decidido del depredador, tiende a que se produzca la captura, y la otra procura su negación.

Llamaremos fuerza activa a la tendencia orientada a afirmar un hecho que aún no ocurre; mientras que la fuerza que tiende a impedir que se produzca el efecto, o a mantener su negación, es la resistencia. Supongamos que se produce un terremoto bajo el edificio en el que nos encontramos. Los efectos excluyentes que consideramos aquí son el derrumbe o su negación: el "no derrumbe". La fuerza activa que tiende a la afirmación del derrumbe es sin dudas el terremoto. Sin embargo, no tiene vía libre para provocar el efecto. Para ello debe vencer la resistencia que el edificio ofrece. Tal resistencia es la fuerza que tiende a la negación de ese hecho o, lo que es lo mismo, al mantenimiento en pie del edificio. La lucha se desarrolla entonces alrededor de los dos posibles resultados: afirmación del derrumbe - negación del mismo, es decir, se plantea entre la fuerza que tiende al ser del derrumbe y la que tiende a su no ser.

Sabemos que el concepto: fuerza, es un tanto oscuro y su uso en un contexto científico muchas veces es inadecuado. Pero si hacemos exacto su significado, lo transformamos en una útil categoría científica y lógica. En primer lugar, dicho concepto será siempre relativo a un efecto considerado. Una vez que enfocamos un hecho al que concebimos como efecto, de allí en más debemos observar qué factores de la realidad ejercen algún tipo de influencia a favor o en contra de su afirmación. Así, todo aquello cuya influencia sea a favor de la afirmación del efecto pasará a formar parte del bloque de la fuerza activa, y todo lo que ejerza alguna influencia en contra de dicho efecto, o a favor de su negación, caerá bajo el bloque de la resistencia. De esa manera, en base a los posibles resultados considerados previamente: afirmación o negación de un hecho, ordenamos en dos bloques de fuerzas a todo lo que influya a favor o en contra de su aparición. En tal sentido, todo lo que se entiende por factores, variables, motivos, condiciones, pasan a ser "reclutados" o repartidos en esos dos bloques de fuerzas, según su influencia sea a favor o en contra del efecto. Así por ejemplo, si el efecto considerado es una revolución social, tendremos que en caso de producirse, la causa será siempre, y como algo genérico, el mayor poder de la fuerza activa sobre la resistencia. Mientras que en caso de no llegar a producirse, la causa, en lo genérico, será el mayor poder de la resistencia sobre la fuerza activa. Es evidente que los factores, variables, motivos, o condiciones que pueden influir a favor o en contra de ese efecto, son muchos y bastante complejos. Sin embargo, jamás se desencadenará si la suma total de las influencias parciales a favor, y el bloque de la fuerza activa que forma su conjunto, no supera en poder al total de factores, condiciones, etc., que forman el bloque de la resistencia o fuerza negadora.

Los ejemplos que hemos visto hasta ahora se refieren a luchas simples y únicas entre dos fuerzas o dos bloques de fuerzas que tienden al sí o no de un efecto. Pero la lucha simple es sólo la "unidad de medida" o la "célula" de las sucesivas luchas de contrarios que sostienen la dinámica de los procesos en desarrollo. En éstos tiene lugar un acople coordinado de reiteradas luchas simples entre fuerzas que tienden a producir efectos contrarios y excluyentes, dándose el repetido pasaje de uno al otro. El mejor ejemplo al respecto lo tendremos ingresando al fenómeno psíquico.


2. La contradicción psicológica básica

Los elementos contrarios que expresan la contradicción psicológica básica o fundamental son el placer y el displacer. Pero la lucha de contrarios no se plantea entre esos efectos pasivos excluyentes, sino entre las fuerzas que tienden a producir uno u otro. Una de las fuerzas en lucha es la intencionalidad del individuo (o animal), su propósito básico, su motivación esencial, que tiende a los efectos de afirmar el placer y negar el displacer. La otra fuerza, o el otro bloque de fuerzas, por el contrario, tiende a afirmar el displacer y a negar el placer. Esa fuerza contraria, al igual que el terremoto, es una fuerza completamente objetiva. No debemos creer que se oculta en nuestro interior un ente subjetivo a modo de "espíritu enemigo". Simplemente la naturaleza limitó las pretensiones de la intencionalidad activa, de modo que la lucha sea pareja o equilibrada, asegurándose el pasaje de uno a otro de aquellos contrarios, lo cual permite el movimiento de la actividad psicológica y la conducta.

El bloque de la fuerza contraria está constituido por todo aquello de la realidad que ejerce alguna influencia a favor de la afirmación del displacer y en contra del efecto de placer. Entre esas fuerzas encontramos una diversidad de elementos, ejemplo: las condiciones ambientales adversas que se oponen constantemente a nuestros propósitos, haciendo de resistencia ante aquellos resultados a los que aspira la intencionalidad. Pero lo más importante de las fuerzas contrarias estaría dado en los mecanismos neurofisiológicos autónomos responsables de la forzosa aparición del displacer, a los que se agregan los mecanismos neurofisiológicos autónomos inhibidores de la actividad nerviosa generadora del placer, y que oponen a la intencionalidad del organismo una resistencia interna y objetiva, radicada en nuestro propio cerebro.

Tenemos así, que el desarrollo de la vida psíquica, en lo esencial, no es más que el desarrollo de una contradicción o lucha de contrarios, donde la intencionalidad es una de las fuerzas en lucha; mientras que la fuerza contraria es un bloque de factores puramente objetivos o inanimados, pero que tienen un poder similar o mayor a la fuerza de la intencionalidad, en relación a su capacidad de producir los efectos de su tendencia.

En el movimiento de esta lucha o contradicción psicológica fundamental, nos encontramos con cuatro efectos y no sólo con dos. Los cuatro efectos o resultados posibles de la lucha son: 1- afirmación del placer. 2- negación del mismo. 3- afirmación del displacer. 4- negación de éste.

La intencionalidad tiende a afirmar el placer y a negar el displacer. Por ello, tal motivación esencial está formada por dos fuerzas complementarias. En relación al placer, la intencionalidad del organismo es en principio la fuerza activa que trata de lograr el placer como efecto; y en relación al displacer, es la resistencia que procura impedir el efecto de displacer. Por tanto, la intencionalidad, en su esencia, es la unidad de dos tendencias parciales que cooperan en la lucha contra las fuerzas contrarias.

La tendencia parcial de la motivación que trata de afirmar el placer será llamada tendencia parcial afirmadora, y tendencia parcial negadora será el nombre de la subtendencia intencional que trata de negar el displacer. En cuanto a las fuerzas contrarias a la intencionalidad, no hace falta la distinción, sino que basta concebirlas e identificarlas como fuerzas contrarias, donde ya sabemos que tienden a producir el displacer y a negar el placer.

Las dos tendencias parciales de la intencionalidad se hallan fuertemente unidas en una misma fuerza. Son respectivamente el "ataque" y "defensa" del mismo equipo. A esta doble tendencia le llamaremos: ley general del psiquismo. Es decir, la ley general, como esencia de la intencionalidad y de toda motivación, es la fuerza constante que tiende a producir como efectos la afirmación del placer y la negación del displacer.

Si esos efectos buscados por la intencionalidad fueran muy fáciles de conseguir, o por el contrario imposibles, el movimiento de la conducta perdería todo su vigor. Para que ello no suceda, la lucha debe ser equilibrada, dándose el pasaje de un contrario a otro. Por eso la naturaleza impone el displacer y dificulta la obtención del placer, de modo de mantener el vigor del movimiento de la actividad psicológica y la conducta. En realidad es intensísima y turbulenta la lucha que la intencionalidad libra continuamente contra las fuerzas naturales contrarias, que accionan en nuestro propio cerebro. Sólo que venimos adaptados para que no se note mayormente.


3. Leyes derivadas

A partir de la ley general se derivan dos importantes leyes. Una es la ya conocida ley del efecto, formulada por Thorndike. Esencialmente nos dice que existe una tendencia a repetir las conductas que llevaron al efecto de placer y se tiende a evitar la repetición de las que concluyeron en el displacer*. A lo que se debe agregar, que el poder de la tendencia a repetir o evitar la repetición de la conducta es aproximadamente proporcional a la magnitud del placer o displacer que la misma tuvo como consecuencia.


* El enunciado formal de Thorndike es el siguiente: "todo acto que en una situación dada produce satisfacción, se asocia con esa situación, de modo que cuando la situación se reproduce la probabilidad de una repetición del acto es mayor que antes. A la inversa, todo acto que en una situación dada produce desplacer se desliga de la situación, de modo que cuando la situación recurre la probabilidad de repetición del acto es menor que antes". (Citado en Marx M. H. y Hillix W. A. Sistemas y teorías psicológicos contemporáneos. Traducción castellana de Jorge Colapinto. Paidos México 1992 pág. 70).

En el hombre, la cuestión del efecto de la conducta tiene mayor riqueza que en el resto de animales, dado que el sujeto humano no siempre necesita haber vivenciado el efecto concreto de placer o displacer para luego repetir o no su conducta, sino que puede imaginar o deducir en su representación mental el efecto que puede tener cada conducta, y decidir según ello. Esto nos lleva a formular otra ley más abarcativa, que llamaremos ley de la decisión. Su enunciado sería el siguiente: "en toda decisión se opta por la conducta que promete más placer y/o menos displacer".

Debemos tener en cuenta que el quantum de placer o displacer que la ley de la decisión trata (grado de ventaja-desventaja o de conveniencia-inconveniencia de cada posibilidad a elegir) es el producto de los cálculos (gigantescos y a veces instantáneos) que realiza el cerebro, basándose en el análisis de tres factores:

1-Intensidad del placer y/o displacer previstos.
2-Duración.
3-Probabilidades estadísticas de presentarse el placer o displacer. Esto significa que ante dos placeres iguales en intensidad y duración se preferirá aquella conducta en que su logro es más probable; y cuando lo que está en disputa son dos displaceres, y tenemos constantes las demás condiciones, se preferirá la conducta en que su aparición es menos probable.

Los tres factores son de orden cuantitativo. En nada afecta el matiz o el tipo cualitativo de placer o displacer. Cuando un sujeto se vuelca en su elección por cierto tipo cualitativo de placer o displacer, es sólo aparente, es decir, lo prefiere porque a él le produce más placer o menos displacer ese tipo cualitativo.

Puede pensarse que habría un cuarto factor a considerar en la ley de la decisión: la inmediatez. Esto es, que ante dos placeres iguales en intensidad, duración y probabilidades de presentación, se preferiría el más cercano, y viceversa con el displacer; frente a dos displaceres iguales en el resto de condiciones se elegiría el más lejano. Sin embargo, parecería tratarse, en rigor, de un caso de manifestación del factor probabilidad. Lo más cercano es naturalmente sentido como más seguro, más realista, más probable; mientras que lo más lejano en el tiempo tiende a ser vivenciado como más inseguro, improbable o incierto, y de allí que muchas veces se manifieste una cierta tendencia espontánea a desear con más fuerza el placer más cercano, y a rechazar o temer en mayor grado el displacer inmediato, prefiriéndose postergarlo.

De todas formas, puede tenerse en cuenta si se quiere este cuarto factor de la inmediatez, ya que su agregado no alteraría la esencia de la ley. Se trataría solamente de un elemento más de ese quantum global de ventajas-desventajas, en términos de placer-displacer, de cada posibilidad a elegir.


4. Objeciones a la ley de la decisión

Cuando un sujeto se somete intencionalmente a un sacrificio muy displacentero, parece contradecir la ley de la decisión. Para responder a ello hay que aclarar primero que los conceptos: placer-displacer no se limitan a lo corporal o material, sino que abarcan todo tipo de placer o displacer, sean de naturaleza estética, moral o espiritual. Hablamos del sentirse "bien" o sentirse "mal" y del quantum de esos estados anímicos básicos, sin importar su tipo cualitativo. Tanto el placer de ingerir alimentos como el placer moral o espiritual más elevado son producto de la actividad neuronal del mismo cerebro. Otra aclaración es que la ley sólo funciona en el marco de la intencionalidad. Si alguien se pincha un dedo accidentalmente, por ejemplo, el efecto displacentero obtenido no corresponderá al campo funcional de la ley de la decisión, por ser un hecho imprevisto y ajeno al dominio intencional.

Para entender las conductas o decisiones que parecen contradecir la ley, el método es siempre el mismo. Consiste en preguntarnos: ¿qué ocurriría si el sujeto no decide lo que decidió?. La respuesta es que cualquier otra posibilidad ha sido descartada en su cerebro, por ser concebida como más desventajosa o menos ventajosa que lo que finalmente decidió. Cuando alguien decide someterse a un sacrificio, encontramos que en caso de no hacerlo ocurriría un displacer más doloroso, o se perdería la posibilidad de un placer intenso, el cual sólo se logra por medio del sacrificio. Si un individuo, por ejemplo, se somete a un displacer o renuncia a la posibilidad de placer con el propósito de beneficiar a otro, y sin pretender ninguna retribución, aquí el método es el mismo: ¿qué ocurre si no lo hace?. A saber: sentiría un displacer moral o culpa por no ayudarlo. También significaría someterse al dolor propio de la pena o lástima que produce el sufrimiento del otro. En cambio, al hacerle un bien se evita por un lado ese sufrimiento moral, y por otro se logra el placer moral por haber hecho algo bueno, más el placer fraternal por percibir el bienestar de aquél.

Como no es posible demostrar la ley en cada uno de los miles de casos imaginables, escogeremos unos pocos ejemplos, pero que son los que más hacen "tambalear" la veracidad de la ley. Uno de los casos es el de aquellas conductas que el individuo se siente impulsado irresistiblemente a cumplir, aunque objetivamente tendrán una consecuencia displacentera, lo que es sabido claramente por el sujeto. Aquí la ley de la decisión está presente con todo su rigor por lo siguiente: en primer lugar, admitamos que la consecuencia de la conducta, en el ejemplo, será muy displacentera. Pero nos preguntamos nuevamente: ¿qué pasa si no la cumple?. La respuesta es que sentiría un displacer más intenso, que es el de la fuerte necesidad compulsiva, la cual es un estado de displacer insoportable y peor que lo que "venga" después. Por ello, el sujeto prefiere el otro displacer: el de la consecuencia de la conducta, que continuar en ese estado de agudo displacer. A esto se agrega que en caso de negarse a realizar la conducta, el fuerte displacer de la necesidad compulsiva se intensificaría más todavía.

Es indudable que en ese ejemplo habría un cierto trastorno psíquico. Pero la aparición del doloroso sentimiento compulsivo escapa a la intención del sujeto, es ajena a ella. Por lo tanto, escapa al dominio de la ley de la decisión, que comprende la intencionalidad como condición. Porque de un modo similar, el displacer de la sed, cuando no se ha bebido por un tiempo, es una necesidad que puede ser un deseo compulsivo, insoportable e irresistible de beber. Pero la aparición de tal necesidad o displacer, por más que sea producto de un proceso psicofisiológico ocurrido en el propio cerebro, nada tiene que ver con la intención. (Para que sea más preciso, esos dolorosos sentimientos son efectos promovidos por las fuerzas contrarias en la contradicción psicológica básica; por los factores objetivos e inanimados que tienden a producir displacer y negar el placer).

Con respecto a las conductas compulsivas de suicidio, el mecanismo es el mismo. Si la intensidad del displacer de la necesidad compulsiva es superior al displacer del temor, el sujeto intentará suicidarse. La aparición de esa intensa necesidad compulsiva de autodestruirse tampoco es obra de la intencionalidad. Lo que es intencional es la conducta que responde a un deseo o necesidad que aparece, pero la aparición de un deseo o necesidad es algo ajeno al dominio intencional. Por ello, el sujeto no contradice con su acción la ley de la decisión. Sólo está obedeciendo a la sugerencia compulsiva. Trata de salir del intenso displacer de la necesidad compulsiva, cuya aparición es ajena a la intencionalidad.

En otros casos el suicidio no es compulsivo, sino algo reflexivo y elaborado. Pero en ningún caso se viola la ley. Por ejemplo, si un sujeto experimenta intensísimos displaceres, y su vida es un círculo vicioso, una continua amenaza de dolor, y no ve salida alguna, es preferible la neutralidad afectiva de la muerte: ni placer ni displacer, que un displacer continuo y seguro.

Cuando se decide morir por el honor, generalmente se está evitando vivir bajo una constante humillación, que implicaría someterse al displacer de un eterno desprecio social y autodesprecio, lo que es captado como más horroroso que la muerte.

Quién procura quitarse la vida por sentir que es un estorbo para el resto del grupo, lo hace para poner fin al constante displacer de ver que su presencia no contribuye sino al malestar de los seres queridos, más el displacer moral de sentirse inútil, inservible, etc.

Un último ejemplo es el de aquellos casos en que se entrega la vida o se la arriesga en grado extremo en un acto de gran arrojo y altruismo. Aquí tampoco se viola la ley como puede parecer. La conducta del sujeto, en tales casos, responde a la necesidad que impulsa a cumplir con ese acto, buscando poner fin al sentimiento displacentero que define a toda necesidad. No nos debe interesar ahora el porqué de la presencia de esa necesidad en su vivencia (esto tendría su explicación desde la utilidad del fenómeno para la sobrevivencia de la tribu). Sólo debemos tener en claro que la aparición de todo deseo o necesidad es producto de mecanismos ajenos a la intencionalidad. Por eso, debemos centrar siempre el análisis en el momento de la decisión del sujeto, y con el supuesto de la fuerte necesidad ya aparecida en su vivencia, sin ser buscada. Dicho análisis consiste como siempre en averiguar lo que ocurriría en caso de negarse a cumplir aquella conducta que sugiere la necesidad. En primer lugar, se intensificaría el sentimiento displacentero de ésta, llegando según el caso a tornarse insostenible. Luego, aparecería el displacer moral o sentimiento de culpabilidad por no cumplir con lo que el propio individuo concibe que es su deber, junto al displacer del sentimiento de cobardía y autodesprecio por no ser capaz de realizarlo. También, si ese acto tiende, como suele suceder, a evitar que ocurra algo trágico a un ser querido, se produciría, al no cumplirlo, un profundo dolor espiritual ante lo que significaría por ejemplo la muerte de aquél. A eso se sumaría el agravante de la peor humillación de sentirse responsable de ello. Así, el enorme temor y horror que genera la imagen de todo el dolor que significaría esa posibilidad trágica para el ser querido contrarresta y supera el temor hacia la propia muerte.

En conclusión, cuando se lleva a cabo un acto de esa naturaleza, se debe a que en el momento de la decisión no queda ninguna alternativa más ventajosa o menos desventajosa en términos de placer-displacer. Tales actos se cumplen por tratarse de la mejor de las alternativas que ve el sujeto, o más exactamente de la "menos peor" entre lo que queda para elegir.


5. La esencia de la elección

La elección o selección no existen en términos absolutos. Así como la "selección natural", en la evolución biológica, es sólo una noción que refleja el resultado de la lucha por la sobrevivencia, de igual forma, la elección o selección de la subjetividad es la expresión del resultado de la lucha entre conductas u opciones posibles. Si una conducta ofrece un placer "5" y la otra un placer "6", y consideramos constante el resto de condiciones, al ser excluyente la decisión, y dado que sólo cabe una conducta, se trata de una lucha entre ambas opciones, donde al igual que en toda lucha vence la fuerza que tiene más poder. El poder, aquí, está expresado en la oferta del mejor producto anímico para la ley de la decisión. Por tanto, en la hipótesis, se elegirá necesariamente la segunda opción (placer 6).*


* Si alguien, contrario a aceptar este punto de vista, supone que en la hipótesis podría elegir la otra opción (placer 5), aunque más no sea con la sola finalidad de desacreditar el postulado, veremos que para hacerlo deberá "romper" la constancia del resto de condiciones, ya que al agregar el placer de la satisfacción moral que sentirá por contradecir la ley, se sumará a los cinco puntos superando los seis de la otra opción.


6. Recuento de las leyes fundamentales

Tenemos en resumen cuatro importantes leyes del psiquismo. La primera es la ley de la unidad y lucha de contrarios, que es la manifestación en un caso particular como es el psiquismo, de la ley universal de la contradicción dialéctica, como fuerza motriz que posibilita el movimiento y desarrollo de cualquier fenómeno. Esta ley, por tanto, es el motor de la actividad psíquica, y consiste en la eterna lucha entre la intencionalidad, que procura afirmar el placer y negar el displacer, y las fuerzas naturales contrarias que tienden a afirmar el displacer y negar el placer. La segunda es la ley general del psiquismo, que desde el enfoque subjetivo puede llamarse tendencia general. Tal ley es la referencia a una de aquellas dos fuerzas en lucha, es simplemente definir la fuerza constante de la intencionalidad y los destinos necesarios de su orientación*. Las dos últimas son la ley de la decisión y la del efecto. Estas son ya especificaciones de la forma en que actúa la ley general. La ley de la decisión se refiere a las luchas ocurridas en el interior de la intencionalidad, donde hay que elegir entre dos o más posibles caminos para lograr el placer y/o negar el displacer. El triunfo en la lucha interna es siempre de la alternativa que tiene, según los cálculos del cerebro, la mejor oferta anímica. La ley del efecto es la expresión de la memoria afectiva, y significa que se actúa según los datos sobre los efectos de placer o displacer, y su quantum, que ha tenido cada conducta en el pasado, lo cual se traduce a la tendencia a repetir lo asociado al placer y a evitar la repetición de lo que llevó al displacer.


* A Epicuro correspondería atribuir el haber sido el primero en comprender con claridad la existencia de esta tendencia general y absoluta de la motivación (véase, por ejemplo, Nizan Pablo. Los materialistas de la Antigüedad. Editorial Hemisferio. Buenos Aires 1950).

© Autor: Alberto E. Fresina
Título: Las Leyes del Psiquismo
Editorial Fundar
Impreso en Mendoza, Argentina

I.S.B.N. 987-97020-9-3
Registrado el derecho de autor en la Dirección Nacional del Derecho de Autor en el año 1988, y en la Cámara Argentina del Libro en 1999, año de su publicación.
Características del ejemplar: Número de páginas: 426; medidas: 15 x 21 x 2,50 cm.; peso: 550 gs.


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