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TEORIA GENERAL DE PSICOLOGIA


LIBRO:
LAS LEYES DEL PSIQUISMO

Alberto E. Fresina


CAPITULO 11 -(páginas 231 a 238 del libro de 426)


Indice del capítulo
:

LA MACROPULSION
1. El trabajo y las actividades sociales complementarias




CAPITULO 11


LA MACROPULSION


Todos los impulsos y bipulsiones que hemos tratado corresponden al plano analítico de los motivos. Vimos los múltiples elementos de la motivación, pero con un enfoque desintegrado, y aislando los distintos hechos cuya afirmación o negación interesa a la intencionalidad. Sin embargo, la ley general tiene un plano de su actividad que corresponde a la integración de motivos, a la visión de conjunto de los hechos. En este plano se mueve la macropulsión. Los valores absolutos, aquí, no son hechos sino “macrohechos” o hechos globales. Se trata de situaciones a buscar o evitar. Tales situaciones son concebidas en su configuración global como un solo hecho, pero en su composición son conjuntos de hechos simples.

Para nuestro encuadre, un hecho simple sería a grandes rasgos lo que dura un estado concreto de placer o displacer, ejemplo: todo lo sucedido durante la satisfacción de un impulso, o el disgusto causado por un único estímulo o motivo. En cambio, lo que llamaremos hecho global, es una situación delimitada en el espacio y tiempo, dentro de la cual se incluye un conjunto de hechos simples. Los hechos globales, para ser tales, deben ser delimitados en su configuración espacial y temporal, deben tener un comienzo y un fin relativamente definidos. Cuando la situación es indefinida en su duración, ya no es un hecho global sino una condición virtual. Por ejemplo, “ser médico” es algo que no permite ser encerrado en el espacio y tiempo como un hecho único, sino que es una condición virtual, indefinida en su duración. En cambio asistir a una fiesta o abstenerse de ello es hablar de un hecho global, puesto que permite ser encerrado en la representación mental como un hecho “compacto”, definido en su consistencia y duración aproximada.

En realidad no hay límites exactos entre lo que es un hecho simple, un hecho global y una condición virtual. Dirigirnos a nuestro comedor y sentarnos exclusivamente a comer, podríamos definirlo como un hecho simple. Pero concurrir a una “cena” sería ya un hecho global. La noción sintética de ello integra un conjunto de hechos simples. Por otro lado, plantearse una estadía de cinco o seis meses en “otro país” sería todavía un hecho global, por ser algo definido en su consistencia y duración aproximada, y captado en la subjetividad con una noción globalizadora de todas las vivencias supuestas dentro de ese hecho delimitado. Pero está al “borde” de ser una condición virtual, como sería por ejemplo “vivir” en ese país indefinidamente. Por lo tanto, se trata de una continuidad que va desde los hechos simples, pasando por los globales y siguiendo hasta las condiciones virtuales.

Aunque se trate de una continuidad que impide delimitar exactamente los puntos de separación, igualmente existe la diferencia cualitativa entre esos tres tipos de metas que interesan a la intencionalidad. Esto es lo mismo, por ejemplo, que la diferencia cualitativa entre la mañana, la tarde y la noche. En los instantes intermedios es imposible captar el punto exacto de la separación. Sin embargo, al alejarnos de esos límites confusos aparecen bien distinguibles las tres cosas. Lo mismo sucede con todos los cambios cualitativos determinados por cambios cuantitativos graduales.

Entonces, por un lado están los hechos simples, que son actos concretos que no permiten ser divididos en sus componentes, ejemplo: beber un vaso de agua. Por más que descompongamos ese hecho en los movimientos parciales, en este enfoque psicológico todo el acto de beber, desde que comienza hasta que concluye, es sin dudas un solo hecho simple. Inclusive si son dos vasos seguidos corresponderían al mismo acto: beber. Los hechos globales, por su parte, son los que reúnen varios hechos simples en una sola configuración global concebida como un único hecho, ejemplo: asistir o no a una reunión, presenciar un espectáculo deportivo o artístico, sumarse a una excursión, participar o no en un juego de salón, etc. Luego, las condiciones virtuales son por ejemplo: tener un buen trabajo, contar con condiciones de seguridad ante los peligros, poseer salud, etc.

Las condiciones virtuales, o trascendentes en relación a los hechos concretos, serán tratadas a partir del siguiente capítulo. La macropulsión, que es lo que ahora estamos analizando, se mueve todavía en el nivel de los hechos sin más trascendencia que su propia presentación o evitación. Los núcleos contrarios de este mecanismo son: hecho global placentero - hecho global displacentero. Tales conceptos se refieren a lo que entendemos por “situación agradable” o “situación desagradable”. Pero no usaremos el término: situación, ya que se presta para varios sentidos. A veces se refiere a hechos simples, otras a hechos globales, o también a condiciones virtuales.

La macropulsión se forma con dos impulsos cabecera, que fijan su atención en el hecho global en su conjunto; éstos son los impulsos de gozo y de conservación. El hecho global es concebido en una sola noción sintética del promedio anímico que promete. Cuando el producto anímico es concebido como placentero, surge el deseo del imp. de gozo, que trata de lograr la afirmación del hecho global; y cuando el promedio anímico anticipado por esa imagen resulta displacentero, aparecerá el temor hacia el hecho global, y por ello se procurará evitarlo.

Los muchos placeres o displaceres de los hechos simples incluidos bajo el contorno de los hechos globales pueden ser de los más diversos impulsos o bipulsiones. Por eso, además de los dos impulsos cabecera, la composición de la macropulsión puede contar con la participación rotativa de cualquier impulso o bipulsión. Prácticamente todos los impulsos y bipulsiones se mueven con regularidad en el marco del funcionamiento integral de la macropulsión. Al ser ésta una tendencia que reúne e integra dinámicamente los diversos motivos, con gran frecuencia los impulsos y bipulsiones se ven incluidos bajo su movimiento. El sujeto rara vez se orienta hacia una meta en que sólo tenga lugar un hecho simple aislado, sino que la mayoría de las situaciones que se manejan en las continuas decisiones son hechos globales, que se componen de variados hechos simples, de interés para los distintos impulsos y bipulsiones.

El hecho global es captado por el sujeto en una noción que apunta al promedio anímico que implica introducirse en él. No se distinguen mayormente los placeres y displaceres que van incluidos en su balance anímico integral. No obstante, suelen “asomarse” algunas imágenes de los hechos simples más importantes que van inmersos en el hecho global. Ejemplo, la representación mental de la asistencia a una fiesta puede estar matizada por imágenes fugaces de una mujer que asistirá, y en la que el sujeto varón está interesado. En otro de los invitados quizá lo que aparece con más relevancia en su representación es la idea de las sabrosas y abundantes comidas que habrá. Un tercero verá la posibilidad de lucir su flamante vestimenta. De todas maneras, el interés de la macropulsión está centrado en el promedio anímico integral de placer-displacer que promete cada hecho global.

En esta tendencia, el funcionamiento de la ley de la decisión se manifiesta con gran claridad. Muchas veces los hechos globales contienen ventajas a las que responde el deseo y desventajas que promueven el temor. Pero luego del balance o lucha entre las opciones, se impondrán las ventajas y el deseo sobre el temor y las desventajas, o viceversa. Ello hará que la voluntad sea finalmente empujada a afirmar el hecho global apenas favorable al placer, o bien se concluirá en evitarlo por resultar displacentero en el producto final del análisis. Sin embargo, lo más corriente es que no se presenten tales conflictos con un equilibrio tan pronunciado de ventajas y desventajas en relación a un mismo hecho global.

Además de los impulsos cabecera, hay otros cuatro que están presentes con frecuencia en la estructura motivacional de la macropulsión: recreativo, de variación, de alivio, y de continuación. El recreativo, con su aburrimiento, fomenta el interés por introducirse en hechos globales entretenidos (por lo general actividades). El de variación, con el tedio o hartazgo, favorece la búsqueda de nuevas actividades o situaciones. El de alivio procura abandonar los hechos globales displacenteros. Y el de continuación trata de fomentar la continuidad de los placenteros.

Estructura de la macropulsión:

 

 

Los hechos globales no sólo son buscados o evitados en sí mismos por parte de la macropulsión. Al estar conectados con todo el sistema del movimiento psíquico, pocas veces son concebidos en forma aislada por su sola naturaleza agradable o desagradable. Muchas veces se evita un hecho global placentero porque hay otras cosas que hacer, o por ser excluyente con otros valores. En otros casos el sujeto se somete a hechos globales desagradables por ser un medio inevitable para otros fines. No obstante, cuando las demás circunstancias son neutras, o se anulan entre sí, funciona plenamente la macropulsión, buscando o evitando hechos globales según su sola oferta anímica.

En el organismo social primario, esta tendencia trata fundamentalmente sobre las actividades sociales que se desea o no realizar. Observemos cuáles serían las actividades, además del trabajo, cuya afirmación puede interesar al primitivo:

1- Juegos y deportes
2- Paseo, excursión, expedición
3- Arte (poesía, plástica, música, danza, dramatizaciones)
4- Rituales, ceremonias tribales
5- Reunión, charla, planes, debates de opiniones, comentarios, humor (fogón)
6- Fiestas (las mismas son hechos globales que pueden abarcar variadas actividades y situaciones, como hechos globales menores incluidos bajo su contorno)

Esas actividades, más algunas otras, rellenan el día de la tribu. También son las que reemplazan ocasionalmente al trabajo cuando éste se torna innecesario. Como ya vimos, tales actividades son elementos integradores que favorecen la continua unidad física y espiritual de la tribu. Además, contribuyen a mantener activos a los sujetos, lo que asegura el mantenimiento de las capacidades.

Al ser tan importantes las funciones de tales actividades, debían ser agradables para los primitivos. Por eso forman un conjunto de regulares hechos globales placenteros que interesan a la macropulsión. Debe tenerse en cuenta que solamente se nombraron géneros de actividades o situaciones sociales, pero dentro de cada uno hay una infinidad de variedades posibles.


1. El trabajo y las actividades sociales complementarias

El conjunto de aquellas actividades sociales tiene la capacidad natural de suplantar al trabajo productivo de la tribu en los diversos aspectos. No sólo aseguran la unidad de los sujetos y el mantenimiento de las capacidades de rendimiento frente a la naturaleza, sino que además contienen el conjunto de elementos anímicos y motivacionales que funcionan durante el trabajo común, haciendo posible, por tanto, cubrir las necesidades psicológicas que el trabajo en su forma natural satisface normalmente.

Anteriormente habíamos dicho que el trabajo, como actividad social fundamental, constituye, desde un grueso enfoque, el gran objeto de satisfacción de las necesidades superiores del hombre. Esto es así porque todo el sistema motivacional que distingue al hombre del resto de animales se desarrolló alrededor del trabajo productivo del conjunto. Por eso, dicha actividad vital de la tribu reúne, en estado natural, una diversidad de funciones psicológicas que se presentan combinadamente durante su desarrollo. El propio trabajo es un deporte, un arte, una ciencia, un juego, un paseo, una expedición, una aventura. Sin embargo, al ser siempre probable la aparición de épocas favorables, donde las facilidades de alimentación, junto a otras comodidades eventuales, hacen apenas necesario el trabajo de la tribu, se torna indispensable la existencia de actividades capaces de reemplazarlo, cubriendo el vacío que su ausencia (parcial o total) deja. Así, aquellas actividades de entretenimiento se encargan de suplantar al trabajo cuando éste no es necesario. Tales actividades, según decíamos, no sólo aseguran la unidad física y espiritual de los miembros de la tribu, y el mantenimiento de las capacidades globales de rendimiento, sino que están capacitadas para movilizar plenamente las funciones psicológicas que se despliegan en forma natural durante el trabajo de la tribu. Dichas funciones, que el trabajo reúne haciéndolas converger y fusionarse durante su desarrollo, son rescatadas por esas actividades complementarias o reemplazantes, donde cada una se encarga de acentuar determinadas funciones parciales. De tal modo, lo que va unido durante el trabajo (“deporte”, “arte”, etc.) es separado por aquellas actividades, que acentúan cada función parcial. Entre todas ellas aseguran el despliegue de las funciones psicológicas esenciales que acompañan habitualmente al trabajo en su forma natural.

Este fenómeno estaría basado, entre otros elementos, en la flexibilidad funcional de la bip. del rendimiento personal, la cual puede separarse del trabajo y trasladar su mecanismo a otras actividades, donde funcionan plenamente sus “pesados” valores absolutos: buen rendimiento - mal rendimiento. Ello permite que la bip. del rendimiento personal se despliegue con todo su vigor en el marco de las actividades artísticas, recreativas, deportivas, educativas, etc.

El trabajo, en su forma natural, es como un abanico cerrado, que lleva comprimidas las funciones psicológicas; mientras que las actividades recreativas, artísticas, deportivas, etc., forman el abanico abierto de esas mismas funciones psíquicas. Se trata de una armoniosa combinación entre el trabajo, como sintetizador de las funciones, y las actividades complementarias o reemplazantes, que toman esas mismas funciones más analíticamente o por separado. Así, cuando la tribu debe trabajar se cierra el abanico de motivaciones, las que se fusionan apoyando la actividad laboral, para abrirse luego en las diversas actividades de entretenimiento. Por ejemplo, las bipulsiones artística, de la lucha moral, y racional, se encuentran formando parte de la misma motivación que impulsa a la mejor producción en el trabajo. La artística se halla presente en el interés por la belleza y perfección de la tarea que se realiza; la de la lucha moral se encuentra en la disputa sobre quién lo hace mejor; la racional se manifiesta en los intercambios de ideas y propuestas ante un determinado problema o dificultad. Estas motivaciones, que van juntas durante el trabajo, son rescatadas o aisladas por el arte, el deporte, y las “reuniones”, respectivamente, como actividades o situaciones que acentúan por separado aquellos aspectos de la motivación.

Si bien el trabajo en su forma natural promueve el entusiasmo y el saludable funcionamiento psíquico de los miembros de la tribu, aquellas actividades que son su reemplazo o complemento natural generan también un continuo entusiasmo y favorecen igualmente el óptimo funcionamiento psíquico. Inclusive llegan a superar a aquél en cuanto a la capacidad de favorecer el entusiasmo y el nivel anímico de vida. Por ello, un ideal natural de toda tribu es lograr condiciones de seguridad y facilidad para la satisfacción de las necesidades más básicas, de modo de prescindir lo máximo posible del trabajo productivo, para volcar la atención a la variedad de actividades sociales que lo reemplazan naturalmente, y que constituyen conjuntos de hechos globales placenteros. En otros términos, espontáneamente se tiende a crear las condiciones que hagan posible disminuir el trabajo y aumentar el juego, el deporte, el paseo, los fogones, el canto, el baile, la fiesta en la tribu.

El hecho de ser más placentero vivir bajo esas condiciones, que en relación a una situación de trabajo continuo, significa un premio natural para la tribu en su conjunto. Tales condiciones de vida implican que todo está bien en esa tribu, y que se encuentra en las mejores posibilidades de sobrevivencia y reproducción. Por tanto, al tratarse de una situación favorable para la vida, debía provocar un estado anímico promedio favorable al placer, de modo que se fije como un ideal a lograr por toda tribu. De lo contrario, si la situación de facilidades materiales para una tribu significara un estado con promedio displacentero para los sujetos, no surgiría el ideal de su logro, que impulse a trabajar para crear esas condiciones tan favorables para la sobrevivencia. Por tal motivo, era necesario que las actividades reemplazantes del trabajo fueran capaces de igualar y de superar inclusive a este último en cuanto al nivel de entusiasmo de vida y felicidad social. Gracias a ello, se desarrolla un fuerte interés en el trabajo tendiente a lograr las más óptimas condiciones materiales de vida, como el único medio para disfrutar de aquello.

El universal atractivo que tienen los campamentos escolares, o de grupos juveniles, etc., respondería a que constituyen verdaderas “copias” de la vida de la tribu en sus días afortunados. Cuando se realiza un campamento, se cuenta por lo general con las premisas que permitan la seguridad material para todo el contingente. De esa forma, los días se cubren de variadas actividades sociales, las cuales no son más que las reemplazantes naturales del trabajo: deportes, juegos, paseos, expediciones, ceremonias grupales, arte, humor, fogones.

Los primitivos no podían lograr por mucho tiempo esas condiciones ideales de vida. Para ellos era como un espejismo que se esfumaba rápidamente luego de ser alcanzado. Ese ideal servía principalmente, en los hechos, como una motivación más para el trabajo. El propio interés por lograrlo empujaba a trabajar para crear las condiciones materiales favorables para ello.

Hoy, en cambio, existen condiciones materiales que nos acercan a la posibilidad realista de aquel ideal. Bajo la premisa de la justicia económico-social definitiva, que tarde o temprano deberá ser lograda por los trabajadores de todo el mundo, y a medida que se vaya logrando una mayor libertad en relación a las exigencias del trabajo productivo, con el desarrollo de la producción maquinizada y automatizada, toda la sociedad podrá participar activamente y como protagonista de las diversas actividades recreativas, artísticas, deportivas, científicas, turísticas, educativas. Tales actividades, organizadas adecuadamente, pueden ofrecer el campo apropiado para la satisfacción de las necesidades superiores del hombre, además de proveer un profundo entusiasmo de vida. Pero mientras siga siendo indispensable el trabajo productivo durante gran parte del tiempo disponible de cada uno, la atención deberá centrarse, primero, en reorganizar las condiciones de la vida laboral, para que el trabajo recupere su forma natural, es decir, para que vuelva a ser un arte, un deporte, un juego, una ciencia, simultáneamente. El problema actual es que en general no se da una ni la otra. No se cuenta con el abanico abierto de actividades sociales, ni con el cerrado de una adecuada forma del trabajo que favorezca el saludable despliegue de las funciones psicológicas. La infelicidad general y la enfermedad mental serían, en gran medida, el resultado de ello.


© Autor: Alberto E. Fresina
Título: Las Leyes del Psiquismo
Editorial Fundar
Impreso en Mendoza, Argentina

I.S.B.N. 987-97020-9-3
Registrado el derecho de autor en la Dirección Nacional del Derecho de Autor en el año 1988, y en la Cámara Argentina del Libro en 1999, año de su publicación.
Características del ejemplar: Número de páginas: 426; medidas: 15 x 21 x 2,50 cm.; peso: 550 gs.


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