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TEORIA GENERAL DE PSICOLOGIA


LIBRO:
LAS LEYES DEL PSIQUISMO

Alberto E. Fresina


CAPITULO 14
-(páginas 287 a 300 del libro de 426)


Indice del capítulo:

FUNCIONAMIENTO DE LOS APARATOS
1. Los ideales
2. Substrato anímico del movimiento de los aparatos
3. Clasificación de los ideales y distribución de sus elementos anímicos básicos
4. La contradicción fundamental del psiquismo y los aparatos





CAPITULO 14


FUNCIONAMIENTO DE LOS APARATOS


1. Los ideales

El concepto: ideal, puede entenderse en dos sentidos fundamentales. Uno es el que se refiere a hechos concretos, como metas u objetivos específicos que se procura lograr. Tales metas son concebidas como hechos únicos que sólo admiten el éxito o fracaso concretos en su consecución. El otro sentido se refiere a las condiciones virtuales “ideales” en las que se desea vivir, sean éstas materiales, morales, individuales o sociales. El primer sentido se refiere al plano de los hechos concretos. El segundo habla de condiciones virtuales estables o trascendentes en relación a los hechos. Al ser clara la diferencia entre ambos sentidos del concepto: ideal, será necesario establecer términos adecuados a cada uno de ellos:

1- Ideales-metas. Este concepto hará referencia al plano de los hechos concretos; a las grandes metas u objetivos claros y específicos que se desea lograr.

2- Condiciones ideales. Con ello nos referiremos a los valores virtuales o condiciones estables, trascendentes a los hechos.

Los dos elementos forman parte del funcionamiento de los aparatos. Las condiciones ideales no son más que los valores virtuales positivos de los aparatos. Estos últimos trabajan constantemente para mejorar las condiciones de vida individuales, sociales, morales y materiales. Las condiciones ideales consisten en el “excelente” de aquellos valores, o en lo más cercano a ello. Pero como esas condiciones virtuales no se consiguen sino a través de hechos concretos, los aparatos se van fijando continuamente metas concretas que sirvan al logro o al mejoramiento de las condiciones ideales o valores virtuales positivos. Entre esas metas, la mayoría son pequeñas y cotidianas, y su logro significa sumar aportes al mejoramiento de los valores virtuales. Pero hay algunas que son más mediatas e importantes en su incidencia para el mejoramiento de las condiciones ideales, y a éstas llamamos ideales-metas. Los aparatos funcionan generando y renovando ideales-metas, perfilados siempre hacia el mejoramiento de los valores virtuales absolutos, o bien hacia el logro de las condiciones ideales. Por eso, los ideales-metas son los grandes objetivos que se fijan los aparatos, como medios o caminos que llevan a lograr o a mejorar los valores virtuales positivos y/o a salir de los negativos.

Los ideales-metas, al ser esencialmente los medios que llevan al logro de las condiciones ideales, son siempre adquiridos o relativos, y dependen de las diversas circunstancias de vida; o sea, no hay ideales-metas concretos y específicos que sean universales o compartidos por todos los miembros de la especie. Lo único que es común a todos, en tal sentido, es el mecanismo de fijarse ideales-metas. En cambio las condiciones ideales, además de tener formas relativas y variables de manifestarse (cualidades o condiciones estables específicas y culturalmente determinadas que se busca ser, poseer o que “haya”), tienen las formas necesarias y constantes, que consisten en los valores virtuales absolutos de los aparatos.

Para ordenar los conceptos, diremos que los objetivos o metas que no tiendan a mejorar las condiciones de los valores virtuales no serán ideales-metas. Cuando el objetivo o meta, por más importante que sea, es un hecho en sí mismo, buscado para ser disfrutado sin más implicancias, será un mero anhelo, aspiración o deseo (por lo general correspondiente al marco funcional de la macropulsión: hecho global placentero). Solamente consideraremos ideales a las metas de los aparatos. Así por ejemplo, un ideal-meta puede ser, para un estudiante, el logro del correspondiente título profesional. Aquí se trata de un objetivo claro y concreto. Lo que se persigue es el acto de obtener el título. En el momento de lograrlo se produce la alegría del éxito por haberse conquistado el ideal-meta. Sin embargo, nadie se esfuerza años enteros por la alegría única que se produce en el acto de recibir un diploma. Lo que sucede es que se busca el título en su calidad de puerta que lleva a la nueva condición virtual o ideal.

Supongamos que los aparatos de la moral personal y del bienestar personal se fijaron el logro del título como ideal-meta, porque significa pasar a ser profesional en el plano virtual. Ello supone, por un lado, la posesión estable de un grado mayor de virtuosidad personal en relación al estado de no poseer el título. La condición de profesional encierra, según la valoración social, la posesión de virtudes tales como capacidad, conocimientos, habilidad, abnegación, inteligencia. Por lo tanto, implica la mayor probabilidad de ser socialmente estimado o valorado, y de vivenciar sentimientos de autoestima en el futuro, así como un menor riesgo de desestima y autodesestima futuras. Por otro lado, dada la realidad social, significa una condición favorable para el bienestar material futuro.

Tenemos, entonces, que los ideales-metas se persiguen como pasos para el logro o mejoramiento de los valores virtuales o condiciones ideales. Pero a su vez, las condiciones estables se buscan en función de los hechos concretos favorables que garantizan para el futuro. En otras palabras, los aparatos van de lo concreto a lo abstracto (ideales-metas condiciones virtuales) y de lo abstracto a lo concreto (condiciones virtuales hechos futuros favorables). En ese movimiento, los valores virtuales marcan la etapa intermedia o abstracta. Se buscan hechos concretos como medios para el logro de condiciones virtuales o abstraídas de los hechos, pero tales condiciones virtuales son a la vez buscadas como condiciones favorables para la indefinida serie de hechos concretos futuros; es decir, son buscadas, en definitiva, como garantía de ocurrir con más probabilidad en el futuro el placer y la negación del displacer.

Todos los valores virtuales positivos de los aparatos, incluyendo su síntesis máxima: la felicidad, en esencia, no significan más que la garantía de placer y la negación de displacer futuros. Cuando se procura la virtud personal y la negación de los defectos, por ejemplo, se busca a través de ello las miles de reacciones concretas de placer moral por cada una de las miles de futuras muestras de estima y de reacciones de autoestima, garantizadas por la posesión de la virtud. También, se está tratando de evitar los miles de displaceres morales que implicarían las muestras o respuestas concretas de desestima y autodesestima hacia los propios defectos. Lo mismo sucede con todos los valores virtuales, los cuales son buscados o evitados pero no en sí mismos, sino en su calidad de “estaciones abstractas” entre los hechos concretos que llevan a ellas y los hechos concretos que prometen para el futuro.


2. Substrato anímico del movimiento de los aparatos

Si bien los valores virtuales o condiciones estables tienen existencia continua en la extensión del tiempo, las reacciones de placer o displacer nunca pueden tener esas características, sino que son siempre concretas y de limitada duración, o sea, “aparecen y desaparecen” aunque no varíe el estado de los valores virtuales. Por eso, el “manejo anímico” de los valores virtuales se divide en tres etapas. La primera es la reacción de placer causada por el ingreso al valor virtual positivo o de displacer por el ingreso al valor virtual negativo. La segunda es la periódica reacción de placer, en forma de conformidad, que se produce cada vez que se toma conciencia de la posesión del valor positivo, o el reiterado displacer de la disconformidad ante la toma de conciencia de la posesión del valor virtual negativo. Y la tercera etapa es la reacción de displacer por la pérdida o anticipo del fin del valor virtual positivo, o de placer por el fin o anuncio del fin del valor virtual negativo. Por ejemplo, si el valor virtual positivo es “tener una casa”, producirá placer el momento en que el sujeto hace posesión de su vivienda. Luego, el segundo momento consiste en las periódicas reacciones de placer, en forma de conformidad, que experimentará aquel individuo cada vez que reflexione sobre lo bueno que posee como valor virtual. Por último, si le anuncian que derrumbarán su casa, y le muestran las “topadoras” como prueba de que no es en broma, se producirá seguramente un fuerte disgusto en el sujeto. Por otro lado, si el valor negativo es una enfermedad, veremos también los tres momentos o etapas anímicas, pero en una distribución inversa. El ingreso al estado de enfermedad es displacentero o disgustante. Luego, el segundo momento consiste en las reiteradas reacciones de displacer, en forma de disconformidad, que tienen lugar cada vez que se toma conciencia de la condición negativa. Por último, la salida de la enfermedad (o de cualquier otro valor virtual negativo) es acompañada por un sentimiento placentero.

Esquemáticamente:

 

Esa distribución de las reacciones anímicas es lo que asegura el normal movimiento de los aparatos hacia la afirmación y el mantenimiento de los valores virtuales positivos y la supresión de los negativos.

Las reacciones de placer-displacer que sostienen el movimiento de los valores virtuales corresponden, como norma general, a la bip. anticipatoria. Como sabemos, esta bipulsión tiene a cargo todas las reacciones anímicas placenteras o displacenteras que se anticipan a otros hechos concretos productores de placer o displacer. Por consiguiente, el placer de la alegría por el ingreso a la condición virtual positiva, así como el placer de la conformidad reflexiva con el valor virtual positivo que se posee, o el placer del abandono del valor virtual negativo, consisten en reacciones que anticipan o anuncian otros hechos placenteros implicados y/o la ausencia futura de hechos displacenteros. A su vez, el disgusto, disconformidad o amargura, causados por el ingreso al valor negativo, su mantenimiento, o el fin del valor virtual positivo, son reacciones anímicas que se anticipan a la serie de hechos concretos displacenteros, así como a la negación o ausencia futura de los placenteros. Esto nos muestra que la presencia de la bip. anticipatoria es una constante en el nivel de los aparatos. Como aquí la abstracción reúne grandes cantidades de hechos, aparecen continuamente las reacciones de alegría o disgusto, como anticipos del promedio placentero o displacentero que ofrecen los conjuntos de hechos concretos abarcados por las condiciones virtuales.

Además de la bip. anticipatoria, hay también otros elementos anímicos en relación a los valores virtuales. Tales elementos se presentan principalmente en el momento intermedio, el que coincide con la existencia “actual” del valor virtual positivo o negativo, es decir, el correspondiente a los periódicos sentimientos de conformidad o disconformidad con los valores virtuales que ya se poseen. En el caso del aparato de la moral personal, los sentimientos de conformidad o disconformidad con las propias virtudes o defectos son fundamentalmente de naturaleza ética-moral; ocurren en forma de reacciones de autoestima o autodesestima. En el aparato de la moral grupal, los sentimientos de conformidad o disconformidad son básicamente de naturaleza ética-moral y espiritual: reacciones de “autoestima” y orgullo por las honrosas condiciones del propio grupo o “autodesestima” por la pobreza de sus valores; a lo que se agrega el placer o displacer espirituales por algo que es bueno o malo (favorable o desfavorable en general) para ese objeto de la identificación fraternal y moral. En el aparato del bienestar personal, los sentimientos de conformidad o disconformidad por las condiciones de bienestar o malestar no tienen prácticamente “agregados anímicos”. Aquí, los periódicos sentimientos de conformidad o disconformidad son casi totalmente reacciones anticipadas de alegría o disgusto por las condiciones virtuales favorables o desfavorables, de lo que interesa a los impulsos y bipulsiones “materiales” y a la macropulsión. En el aparato del bienestar grupal, los frecuentes sentimientos placenteros de conformidad o displacenteros de disconformidad son principalmente de naturaleza espiritual: placer espiritual por ver las condiciones de bienestar del O.M.I.F., o displacer espiritual por la situación negativa en que éste se encuentra.

Además de todos estos elementos anímicos que componen los intermitentes sentimientos de conformidad o disconformidad con los valores virtuales, se suma el placer o displacer estéticos por los valores que se poseen. Los valores positivos, por ejemplo, al estar siempre asociados al placer, adquieren una relativa autonomía en su capacidad de producir placer contemplativo o estético. Así, lo que en principio provocaba un placer anticipatorio de otros hechos placenteros se convierte en algo placentero en sí mismo. El placer que producen los valores virtuales positivos ya no es sólo el anticipo de otros hechos implicados, sino que además pasa a ser de interés en sí mismo para la bip. estética.

La diferencia entre el placer estético y el placer como reacción anímica anticipada está dada principalmente en que el estético, además de ser producto de una contemplación pasiva, es tomado como fin en sí mismo. En cambio el placer o displacer anticipatorios son interpretados o sentidos como medios o anuncios de otros hechos. Pero es frecuente que las reacciones de placer o displacer ante determinados estímulos, que nacen como anticipos de otros sucesos, se vuelvan autónomos en su capacidad de producir agrado o desagrado. En tal caso, esos estímulos pasan a ser buscados o evitados en sí mismos por parte de la bip. estética, que los concibe ahora simplemente como bello o feo. Así, la asociación al placer, de los valores positivos, y al displacer, de los negativos, hace que los primeros adquieran cierta belleza contemplativa o estética y los negativos sean causales de un desagrado estético.

Más allá de la minuciosa composición anímica de los sentimientos de conformidad o disconformidad por los valores virtuales con que se cuenta, esas reacciones, surgidas de la evaluación de los valores, pueden ser de diversos grados de parcialidad, o bien totalizadoras. Cuando la atención se centra en un valor parcial y aislado, como por ejemplo: la valentía, surgirá un sentimiento de conformidad o disconformidad específicos para ese valor parcial. Lo mismo si el valor parcial es la salud, etc. Luego, cuando es mayor el sector de valores abarcado por la atención, o por el cuestionamiento reflexivo, alcanzará, por ejemplo, la situación global en que se encuentra un aparato. Si el aparato es el de la moral personal, las reacciones de conformidad o disconformidad responderán a la síntesis del grado total de virtuosidad o defectuosidad generales del sujeto. En otros términos, los sentimientos de conformidad o disconformidad quedan librados al grado analítico- parcializador o sintético-totalizador de la evaluación reflexiva sobre los valores. De ese modo, se tratará de algo parcializado y específico en extremo, o llegará a la síntesis máxima que abarca el total de aspectos de la vida, es decir, entrará en acción el gran aparato de la integración general, resultando la conformidad general como sentimiento de felicidad, o “mal”, surgirán reiterados sentimientos de infelicidad, como reacciones de disconformidad global.

El sentimiento de felicidad, como periódica reacción concreta de placer, es la combinación del conjunto de reacciones de placer estético, moral, espiritual, etc., como vivencia única de conformidad general por la situación presente, más la profunda alegría anticipatoria por el maravilloso colorido que muestra el futuro. Por el contrario, el sentimiento periódico de infelicidad es la mezcla de los diversos tipos de displacer que forman la amargura de la disconformidad con el presente, más la dolorosa angustia anticipatoria al mirar la oscuridad que presenta la ventana del futuro.

Con respecto al aparato ético, la conformidad o disconformidad con las virtudes o defectos en las personas, grupos, animales u objetos, que consisten en reacciones de agrado por las virtudes y desagrado ante los defectos, pueden tener lugar, también, en relación a una cualidad aislada o como respuesta al conjunto sintético de virtudes y defectos. La naturaleza del placer o agrado por las virtudes ajenas es una mezcla de placer estético en sí mismo, más el placer anticipatorio de los hechos favorables que esa virtud está garantizando; mientras que el displacer ante los defectos ajenos es también la mezcla del desagrado estético en sí, más el disgusto anticipatorio del conjunto de hechos desagradables que tales condiciones virtuales negativas anuncian.

Hemos visto hasta ahora las reacciones anímicas ocurridas alrededor de los valores virtuales, es decir, las reacciones placenteras o displacenteras que acompañan el ingreso al valor o condición virtual; la conformidad-disconformidad como respuestas a la presencia “actual” de los valores virtuales; y las correspondientes reacciones ante el abandono o salida de éstos. Faltaría ver las principales reacciones anímicas que se presentan durante el trabajo orientado hacia el logro de ideales que se hallan alejados en algún punto del futuro.

Las bipulsiones anticipatoria y estética constituyen el principal sostén de las reacciones anímicas que acompañan el trabajo orientado al logro del ideal. La bip. anticipatoria tiene a cargo las frecuentes alegrías por los logros parciales que van anunciando la cercanía del éxito final, y es la que responde con el disgusto por el fracaso parcial, que aleja la posibilidad del éxito final, o bien que acerca al fracaso definitivo. La bip. estética, por su parte, es la responsable de las intermitentes fantasías, que consisten precisamente en la representación mental de todos los hechos placenteros implicados en el ideal. Tales imágenes son buscadas como fin en sí mismo por la bip. estética, la que a la vez tiende a evitar la representación mental de aquello que significaría el fracaso.

Durante el trabajo orientado hacia el logro de los ideales se da una continua sucesión de reacciones placenteras, que son mezclas de alegría anticipada más el placer estético por las agradables imágenes, tanto fugaces como elaboradas, de lo que implicaría el logro del ideal. Esas reacciones rellenan la mente de un continuo entusiasmo, haciendo revivir y sosteniendo el deseo del ideal. Esta sería la principal función de los “sueños” y fantasías: sostener el trabajo intenso hacia el logro del ideal. Es la función incentivadora, que hace agradable el largo trabajo orientado hacia su logro.


3. Clasificación de los ideales y distribución de sus elementos anímicos básicos

Vimos que hay dos tipos de ideales individuales y dos de ideales sociales: 1- materiales. 2- morales. Pero la misma clasificación admite invertir los términos y decir que hay dos tipos de ideales materiales y dos de ideales morales: 1- individuales. 2- sociales. Así, resulta la siguiente clasificación en cruz de los ideales:

 

 

Los valores virtuales absolutos de esos cuatro campos de la vida tienen, en estado natural, una similar importancia anímica en relación a los sentimientos de felicidad o infelicidad. Por ello, aunque tales sentimientos ocurran en un psiquismo particular, no podemos hablar, por ejemplo, de felicidad “individual”, sino sólo de felicidad, como vivencia globalizadora que incluye elementos morales y espirituales en relación al grupo. Dicho grupo, como objeto de la identificación, es parte estructural de la vida anímica del sujeto.

Repasemos brevemente las formas básicas del placer-displacer en relación a esos cuatro tipos de valores:

- Bienestar-malestar personales: placer-displacer anticipatorios de lo que se relaciona con los intereses de las tendencias sin motivaciones morales y/o espirituales.
- Bienestar-malestar del grupo: placer-displacer espirituales.
- Virtuosidad-defectuosidad personales: placer-displacer morales.
- Honor y dignidad - deshonor e indignidad grupales: placer-displacer morales y espirituales.

Como las condiciones de honor grupal, o la grandeza de los valores tribales, es un ideal que importaría menos a un mono que el bienestar material individual, la naturaleza debió “reforzar” el interés por aquel ideal, que en la tribu humana tenía una importancia similar a los otros para la sobrevivencia. Por ello, fomentó la capacidad de placer y displacer morales-espirituales en relación al honor tribal, para movilizar el interés por ese ideal tan alejado de las premisas motivacionales de cualquier animal. Luego, la virtud personal y el bienestar social o grupal también necesitaron ser reforzados. Por último, el interés por el bienestar material personal no necesitó refuerzos anímicos. La naturaleza dio por “sobreentendido” el interés por condiciones favorables para el conjunto de tendencias con destinos materiales individuales.

De tal modo, se da la siguiente composición anímica básica para los ideales absolutos de cada aparato:

 

 


4. La contradicción fundamental del psiquismo y los aparatos

Al igual que en los otros niveles, el movimiento y funcionamiento de los aparatos depende de la sostenida contradicción o lucha entre la ley general y las fuerzas contrarias. A pesar de los esfuerzos de cada aparato por obtener los valores virtuales positivos y evitar los negativos, ambos tipos de valores contrarios se presentan en forma aproximadamente equilibrada. En el caso de los aparatos morales, ello responde, al igual que sucedía con las bipulsiones, a la propia naturaleza del mecanismo fundamental que determina los valores: el promedio social. Aunque todos sean, según nosotros, faltos de virtudes o todos muy virtuosos, igual habrá un grupo de los mejores que serán estimados, y otro de los peores que tendrán una inevitable desestima relativa (pero vivenciada o sentida como absoluta, o anímicamente concreta).

Aquel mecanismo, que corta por la mitad el promedio social sin otro parámetro, significa que todos los que queden por debajo de la línea media tratarán de estar en el lado de los mejores para lograr la estima y evitar la desestima. Pero si todos los que están en el grupo de los peores logran mejorar y pasan la línea media, colocándose entre los mejores, no quedaría “nadie” en la mitad de abajo. Esto hace que se forme automáticamente el nuevo promedio social de virtudes, es decir, la mitad caerá necesariamente en los peores. Ese grupo, nuevamente, hará todo lo posible por ubicarse encima de la línea media.

En el estado natural de la tribu, todo esto tiende a ser rotativo para los sujetos. Al haber igualdad de condiciones, de práctica, motivación, más la equilibrada influencia del azar, es continuo el pasaje de los sujetos de un lado a otro de la línea media; se da una constante fluctuación entre las condiciones contrarias. Más allá de que alguno logre perdurar más tiempo arriba de esa línea, la norma es que a todo el mundo le toque fluctuar de un lado a otro. Siempre se renuevan las figuras de la jornada. Hay constantemente un movimiento de estima-desestima relativas hacia cada uno. Inclusive cada sujeto experimenta alternadamente autoestima y autodesestima, según posea o deje de poseer determinadas virtudes, o de acuerdo a aciertos y errores de sus conductas. La misma situación se presenta en relación a los grupos, y es lo que permite el continuo pasaje de los valores de un contrario a otro, asegurando el movimiento de los aparatos morales.

El promedio social, como determinante de la calidad de los valores, y de la respuesta social correspondiente, no funciona indiscriminadamente para todos los individuos, sino que tiene lugar, especialmente en los valores de la actividad, una adecuación de la valoración según las condiciones de cada caso. Así, si un individuo es torpe para algo en lo que no tiene la menor práctica, tendrá una respuesta social diferente que en caso de contar con la práctica suficiente. Luego, el nivel de rendimiento de un niño, por ejemplo, no será comparado con el rendimiento promedio de los adultos, sino con el de quienes comparten una edad similar. Con respecto a los valores de la relación, son más generales los criterios. Ejemplo: la evaluación de la bondad-maldad surgen del promedio global de la realidad social, sin mayores distinciones de categorías.

Aquel proceso de lucha y pasaje de un contrario a otro significa el desarrollo de una contradicción objetiva en el interior del grupo (reforzada y revitalizada por la bip. de la lucha moral, o emulación, espíritu deportivo), que favorece el progreso o mejoramiento en la calidad de las conductas. Para observar los mecanismos de ese progreso de la calidad de los valores, tomemos como ejemplo los valores: eficiencia-ineficiencia productiva, como cualidades de los sujetos de una tribu. El parámetro indicador que determina quién es eficiente o ineficiente consiste en el promedio social. Supongamos que se reconoce a un sujeto, que usa una determinada técnica o método, por poseer eficiencia laboral como virtud. Luego, cuando todos copian esa técnica o modo eficaz de trabajar se formará un nuevo promedio del nivel de productividad. A causa de ello, ese individuo ya no será eficiente, sino “neutro”. Sólo se considerará eficiente a quien supere el nuevo promedio de productividad. Si luego aparece una nueva técnica que supera a aquella en productividad, el sujeto que la aplique será eficiente y merecerá el reconocimiento. Pero una vez que todos adoptan ese método de trabajo, se formará el nuevo promedio de productividad. Mientras tanto, aquella técnica que dejamos atrás ya se ha transformado en ineficaz por ser menos productiva que las ahora vigentes. Por consiguiente, si aquel individuo continúa con esa técnica que hoy es ineficaz, pasará a ser improductivo, ineficiente, o inútil, lo cual lo obligará a abandonarla y aplicar las nuevas y mejores. Como se podrá apreciar, tales mecanismos favorecen el progreso productivo del conjunto en términos absolutos, lo que significa una condición sumamente ventajosa para una tribu.

Lo mismo sucede con el resto de valores, en especial los de la actividad. Lo nuevo que aparece, si es mejor que lo vigente, pasa a llamarse bueno (hábil, racional, etc.), convirtiendo en malo (torpe, irracional) lo que ahora es simplemente peor. Se trata de un continuo progreso, que va transformando valores positivos en negativos. Es un proceso de negación de la negación, por el cual lo nuevo y mejor niega el carácter positivo de lo anterior, y así sucesivamente. Los valores que entran y salen de esa “onda” en vigencia son los relativos. Pero los absolutos son los constantes y estructurales de la onda. Constituyen el mecanismo básico del zig-zag invariable y esencial que va haciendo pasar la serie de valores relativos.

El mecanismo del promedio también funciona con los valores no morales. En todos los casos, aquello nuevo que aparece, si es mejor, transforma en malo lo que solamente es peor. En otras palabras, el proceso descripto no sólo ocurre con las virtudes y defectos en las personas o grupos, sino que sucede lo mismo con respecto al movimiento de conformidad-disconformidad en relación al resto de valores. Si se posee un valor positivo con el que existe conformidad, basta que aparezca la posibilidad de algo mejor, para que surja la disconformidad con lo que se tiene. Como lo que se posee es peor en relación a aquello nuevo que aparece, se convierte en negativo, generando una disconformidad vivenciada como absoluta.

Este proceso contribuye a asegurar el equilibrio de la lucha entre los aparatos y las fuerzas contrarias. Gracias a ello se mantiene el movimiento de los primeros, renovando ideales. De lo contrario, si no existieran esos mecanismos, se produciría, luego de lograr el ideal, una conformidad indefinida, frenando el movimiento de los aparatos y de la conducta en general. Tales mecanismos son los que promueven el continuo progreso de los valores relativos, empujando constantemente a mejorar las condiciones de los valores virtuales que interesan al sujeto o grupo. La aparición de una posibilidad mejor, pone fin al sentimiento de conformidad con lo vigente, fijándose la nueva meta. Como se podrá deducir, se trata de algo útil para la sobrevivencia de la tribu. Significa el constante movimiento de la conducta orientado hacia el mejoramiento ininterrumpido de las condiciones de vida.

Estos procesos son auténticas leyes psicológicas. Por eso no corresponde culpar a los sujetos o acusarlos porque “nada los conforma”. Tales elementos existen porque sobrevivieron las tribus en cuyos sujetos aparecía un automático interés por mejorar las condiciones de los valores virtuales cada vez que fuera posible hacerlo; al tiempo que se fueron extinguiendo aquellas tribus donde los sujetos no contaban con la capacidad de experimentar una respuesta anímica de disconformidad con lo vigente, cuando ello era peor que la nueva posibilidad surgida.

Las leyes vistas, que aseguran el movimiento de los aparatos, y la fijación de nuevas y mejores metas, son las responsables de que un capitalista, por ejemplo, sienta una disconformidad con su situación de obtener una ganancia de 100, cuando tiene la posibilidad de ganar 300. También, ese mismo sujeto experimentará una disconformidad por ganar 1.000 si percibe una real posibilidad de obtener 10.000, y así sucesivamente.*


* Esta sería la base psicológica del fenómeno que aparece como un hecho dado en el campo de la economía, por el cual todo capital muestra una tendencia indefinida a acrecentarse.

Esos mismos procesos son los que a su vez dan legitimidad a los reclamos y las luchas obreras en todo el mundo, sin importar el nivel de vida de ciertos trabajadores con respecto a otros. Si en un determinado país, los trabajadores se hallan en una situación menos apremiante que los proletarios de otros pueblos, o que ellos mismos en relación al pasado, eso no implicará que no tengan “derecho” a sentirse disconformes, cada vez que perciban la posibilidad de mejorar sus condiciones de vida y de trabajo.

Tanto en el caso del capitalista como en el de los trabajadores, no se trata aquí de evaluar si está bien o mal sentir disconformidad. La cuestión es que aquellas leyes psicológicas hacen que sea automática la disconformidad cuando se presenta una nueva posibilidad concebida como mejor o más ventajosa y a la vez realista. Estas dos condiciones: 1- certeza sobre las ventajas de la nueva posibilidad, 2- convencimiento en cuanto al realismo de la misma, hacen funcionar automáticamente el mecanismo por el que surge el deseo de su logro, que se fija como la nueva meta o ideal, junto a la aparición de la disconformidad con la situación presente. Ninguna de esas dos condiciones puede faltar para que funcione el proceso. Si una posibilidad es muy realista pero desventajosa, obviamente no despertará interés alguno. Y si algo es imposible de lograrse, tampoco se fijará como un objetivo aunque se lo vea como ventajoso. Sólo cuando lo nuevo que aparece en el horizonte es concebido como ventajoso y realista, allí se fija el deseo de su logro, apareciendo simultáneamente la disconformidad con la situación vigente, la que se transforma en mala por el hecho de ser peor en relación a aquello.

El natural pasaje de conformidad a disconformidad se da, como hemos observado, aunque no ocurra nada negativo. La sola aparición en la mente, de una posibilidad mejor, genera automáticamente la disconformidad con la situación en vigencia. Sin embargo, hay dos factores más que contribuyen a asegurar la desaparición del estado de conformidad, reemplazándolo por la disconformidad. Uno de éstos, y el más obvio, es la presencia de la adversidad. Cuando surgen nuevas dificultades concretas en algún sector importante, que empeoran la situación presente, se interrumpe el estado de conformidad, lo que moviliza la fijación de nuevas metas al respecto, poniendo en movimiento la conducta.

El último factor que aseguraría el movimiento y pasaje de los sentimientos de conformidad-disconformidad sería el propio sistema de mantenimiento autónomo (ver capítulo 5). Cuando alguien ha logrado reunir las más favorables condiciones de vida, significa que sólo posee motivos de placer y de conformidad, junto a la ausencia de todo motivo de disconformidad o displacer. Pero como las neuronas del displacer no tolerarán la situación de reposo absoluto, entrarán en actividad generando el displacer autónomo en la vivencia. Ese displacer, o angustia, ansiedad, depresión, amargura, se manifiesta en el dominio subjetivo, o consciente, reflexivo, fundamentalmente como disconformidad general. Es decir, a pesar de haberse logrado todo lo que se quería, y no tener razones para “quejarse”, surge no obstante un profundo y frecuente malestar y disconformidad global. Esta sería la última “carta” de las fuerzas contrarias, para evitar la paralización del movimiento de los aparatos. Por lo tanto, la utilidad de esa disconformidad paradójica no se limitaría al mantenimiento neuronal, etc., sino que sería algo aprovechado naturalmente para movilizar la búsqueda de nuevas metas, asegurando el movimiento de la conducta.

Entre los tres factores mencionados (1- aparición de nuevas metas mejores. 2- presencia de dificultades concretas. 3- disconformidad autónoma o paradójica), aseguran la presencia del sentimiento de disconformidad, evitando la paralización perjudicial de la conducta que tendría lugar en caso de haber una continua y pasiva conformidad.

A pesar de esta situación, el aparato de la integración general, como sintetizador de todos los ideales, apunta a algo imposible: la continua conformidad general. He aquí otra expresión de la contradicción dialéctica del psiquismo. El aparato de la integración general aspira unilateralmente al “paraíso”; mientras que las fuerzas contrarias deben hacer de barrera de contención, asegurando un cierto equilibrio de la lucha, y con ello el continuo funcionamiento de los aparatos, renovando metas e ideales.


© Autor: Alberto E. Fresina
Título: Las Leyes del Psiquismo
Editorial Fundar
Impreso en Mendoza, Argentina

I.S.B.N. 987-97020-9-3
Registrado el derecho de autor en la Dirección Nacional del Derecho de Autor en el año 1988, y en la Cámara Argentina del Libro en 1999, año de su publicación.
Características del ejemplar: Número de páginas: 426; medidas: 15 x 21 x 2,50 cm.; peso: 550 gs.


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