Los pueblos que antiguamente ocuparon mesoamérica, daban una gran importancia al ejercicio físico, incluídos claro ésta, los juegos de fortaleza física y equilibrio.

Por las crónicas de Clavijero, tenemos noticias de ésta actividad física, y tal punto llego el asombro de los españoles que, éste nos refiere, que en ellas intervenía el demonio: "por que no se hacían cargo de lo que pude la industria de los hombres, ayudada de la aplicación y diligencia". De igual forma, Acosta, nos refiere: "En ninguna parte, hubo tanta curiosidad de juegos y bailes como en Nueva España, donde hoy día se venb indios volteadores que admiran sobre una cuerda; otros sobre un palo alto derecho, puestos de pie, danzan y hacen mil mudanzas; otros con las plantas de los pies y con las corvas, menean y echan en alto, y revuelven un tronco pesadísimo, cosa creíble, sino es viéndolo; hacen otras mil pruebas de sutileza, en trepar, saltar, volteare, llevar gransísimo peso, sufrir golpes, que bastan a quebrantar hierro, de todo lo cual se ven pruebas de harto donosas".

Representaciones de estos hábiles atletas, encontramos en los códices y en el mural de Tepantitla; al igual que en preciosas figurillas tarascas, encontradas en especial en Nayarit, Jalisco y Colima. Al igual que piezas de cerámica de Tlatilco y Mixteco-Zapoteca.

Se sabe, por Clavijero, que ante el Papa Clemente VII, fueron llevados, algunos acróbatas indígenas; quienes pueden ser considerados como los primeros representantes deportivos, de nuestros pueblos en el viejo continente; y en presencia de éste, ejecutaron un acto consistente, en que un hombre acostado sobre su espalda, y levantando los pies, hacía girar sobre ellos un pesado tronco, en cuyos extremos, había dos hombres sentados; acto según nos comenta el cronista, fue del beneplácito de los presentes.