Exilio, Segunda Guerra Mundial y posguerra
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Los Vascos en la Segunda Guerra Mundial (Historia 16)
Por Míkel Rodríguez
La calma y la
cotidianeidad se rompieron en septiembre, aunque el estallido de la
contienda no resultó demasiado traumático. Por supuesto,
los reservistas se despidieron en las estaciones de sus familias y
novias entre sollozos y comenzaron las restricciones alimentarias.
Pero poco más. Era la drôle de guerre. No había
esquelas en la prensa y el País Vasco continental, la retaguardia
más absoluta de la Francia metropolitana, vivió escasamente
las primeras fases del conflicto. El nerviosismo y la tensión
eran similares a los que se vivían en Jibuti o Samoa. Nada
parecido a lo sufrido en Lorena o el Somme. Los millones de francos
enterrados en la Línea Maginot parecían asegurarles
la defensa ante los hunos. Pero en mayo de
1940 llegó el mazazo. Sucedió lo impensable. Acometieron
los alemanes, el frente se derrumbó, los belgas se rindieron,
los británicos lograron evacuar y la cabalgata de las walkirias,
en forma de carros con cruces negras, inundó la dulce Francia.
Los civiles ignoraban la verdadera situación, pero los militares
observaban con tanto fatalismo como aprensión las chinchetas
que marcaban el avance del enemigo desparramándose por el mapa.
Durante la segunda quincena de junio en los puertos de Bayona y San
Juan de Luz se desarrolló una frenética actividad. Miles
de soldados franceses, polacos y de la Commonwealth se embarcaron
huyendo de la quema. El 22 salieron de Bayona los últimos buques
con los soldados rezagados y personajes como Robert Schumann y René
Cassim. La colonia sefardita, haciendo gala de un encomiable sentido
común, desapareció de la noche a la mañana cruzando
el Bidasoa. Otro ilustre judío, el barón Edouard Rothschild,
pasó el puente en su lujoso Bugatti. Los hebreos que quedaron
fueron encerrados en Gurs. Dos anécdotas
reflejan el ambiente de incredulidad con que vivieron los vasco-franceses
la derrota. Francisco Eizaguirre vivía entonces exiliado en
Cambó: Debía ser por junio de 1940. Yo estaba en el
palacete de mi tío Charles Pagassie. Mi tío era de profesión
millonario y su ocupación era jugar al tenis y
conducir a toda velocidad su Almírcar descapotable.
También era el gerifalte local de los Croix de feu.
Bueno, mi tío Charles, como buen francés, fue a luchar
contra los alemanes. Era tarde avanzada cuando se presentó
un automóvil. Bajó un ministro del gobierno belga, cuyo
nombre me callo y su esposa, Paulette de Jouglar. Le pidió
a la señora Pagassie que, en honor a tiempos más felices,
les acogiera aquella noche. La cena se desarrolló en un ambiente
glaciar. El Ministro dijo que saldría de madrugada hacia San
Sebastián, porque los alemanes ocuparían Cambó
al día siguiente. La tante Madeleine se levantó
en ese punto. Dijo que Francia nunca perdería la guerra, achacó
a los belgas haberse vendido y, tras cantar la Marsellesa,
se retiró. Los belgas salieron muy de mañana y los alemanes
entraron por la tarde. Al estallar la guerra civil la Joyería
Dupont de San Sebastián, para evitar un posible saqueo,
había entregado las piezas de mayor valor en el consulado de
Francia. En abril de 1940 acudieron a recuperarlas con los pertinentes
permisos al Credit Lyonnais de San Juan de Luz. Como la
gestión se retrasaba, preguntaron: Bueno, ¿pero qué
pasará con las joyas si los alemanes llegan hasta aquí?
La airada y patriótica respuesta del Director no se hizo esperar:
¡Por favor! ¡No me haga reír! Eso es imposible.
Iparralde fue
ocupada sin combates en virtud de las cláusulas del armisticio
franco-alemán. El 20 de junio miembros de la Gestapo se presentaron
en Hendaya para preparar el terreno. Inspeccionaron locales públicos
y establecieron los primeros contactos con elementos locales. El 27
llegaron a Bayona las vanguardias motorizadas germanas. El 29, el
general Von Weiterstheim se entrevistó en el puente de Santiago
con su homólogo español, López Pinto. Los alemanes
cruzaron la frontera de uniforme, siendo calurosamente recibidos por
sus camaradas franquistas. Cinco mil vascos continentales quedaron
presos de guerra, pero se esperaba que pronto volverían a casa.
En cuanto se firmase la paz. Gran Bretaña, aislada, capitularía
enseguida y la guerra se saldaría nuevamente con la pérdida
de Alsacia y Lorena. El eterno retorno. Los franceses creían
que se estaba repitiendo la guerra franco prusiana de 1870. Pero por
mucho que pretendieran ver en Hitler a un nuevo káiser Guillermo,
Hitler era Gengis Kan. En Zuberoa y algo menos en Lapurdi, abundaba
la idea de que los diputados marxistas, los politicastros republicanos,
los industriales decadentes y los ciudadanos corrompidos habían
arruinado la nación. La derrota era una especie de castigo
bíblico a estas lacras. Pero con paciencia y expiación,
evitando los desvíos, se podría retomar el verdadero
espíritu de la Francia eterna. Así que muchos ciudadanos
aceptaron incluso la ocupación como un mal menor, que permitiría
la reconstrucción del país desde bases morales. Una línea
de demarcación, que hacía las veces de frontera, separó
la Zona Ocupada, bajo autoridad directa de los alemanes,
de la Zona Libre, administrada directamente por Vichy
e indirectamente por los nazis. Pronto surgió el negocio: 500
francos por pasar galos y cuatro veces más por judío
francés o extranjero trasladado. La Gestapo hizo su contraoferta,
menos generosa: 250 francos por prófugo denunciado. En noviembre
de 1942 los alemanes asumieron el control de todo el país y
desapareció la ficción de la Zona Libre. El mariscal Pétain
sería la cabeza del nuevo estado francés. Su propuesta:
los valores castrenses y rurales como base de una revolución
nacional que regeneraría y salvaría la nación.
El Mariscal conservaba gran predicamento entre los vascos. Domingo
Soubelet le dedicó estos versos en eusquera: Hombre bravo el
mariscal Pétain / Semejante a los más grandes / Ha levantado
a la humilde Francia / Recordemos sus acciones /Hijo de agricultor,
soldado avispado / con un joven corazón que no le cabe en el
pecho (...)Al servicio de Francia, venció al enemigo / Los
hombres de Verdún no le olvidaron (...) Echó de la Cámara
a los ociosos / Elegió para sí a los mejores / De entre
nosotros escogió sus ministros / De Uharte a Vichy resuena
su voz / De Euskalherria ha escogido ministros / A los que eran diputados
ha llamado a su lado / Con Pétain, Lamirand; Ibarnegaray con
Darlan (...)Vigila a ingleses y gaulistas / Está preparado
contra todos los enemigos (...) Nuestra raza defiende su Patria /
es fácil perder nuestra Francia /Amor a la familia, al trabajo
y a la Patria / Preparémonos todos para una Francia nueva. Los
ocupantes La Gestapo tenía
sus comisarías en las villas Gobette y Mendixka de Hendaya
(cuarenta miembros), en el chalet Mont Carmel de Bayona (once miembros),
en Biarriz (seis miembros) y en Cambó (tres miembros). La documentación
de la época era fácilmente falsificable, por lo que
se estableció como medida de control la multiplicidad de las
tarjetas de identificación. Todos los hombres adultos debían
portar carnet de identidad con foto, permiso de trabajo, tarjeta de
racionamiento, licencia del servicio militar, certificado médico
de exención de trabajo forzoso y un permiso especial si estaban
en las proximidades de la frontera o la costa. Lo que hacía
temible a la Policía germana era su premisa de partida: Cualquier
sospechoso arrestado puede conocer los secretos vitales de la clandestinidad.
Cuando de la coexistencia pacífica se pasó a la dialéctica
de los puños, la Gestapo mostró su verdadera faz. Si
fallaban las amenazas o, simplemente, si el detenido nada sabía-
se aplicaba la tortura. A veces, técnicas modernas: la bañera
de agua helada, descargas eléctricas o grilletes de presión
en las articulaciones... Otras, procedimientos medievales como la
extracción de uñas y dientes o las patadas en los genitales,
especialidad de fraulein Hebner. Un aspecto que delataba la catadura
moral de estos monstruos era que, además de sádicos,
eran ladrones. A menudo robaban el dinero y joyas de sus víctimas.
Algunas operaciones no tenían más objeto que la rapiña,
como el atraco al diputado del PNV Javier Landáburu, al que
robaron el dinero de los servicios secretos norteamericanos que custodiaba,
pero al que no arrestaron. El sombrío organigrama de los ocupantes se completaba con la Organización Todt, empresa encargada de la fortificación de costas. Las obras se iniciaron en agosto de 1942. La paga de un obrero era de 3.000 francos mensuales, una cifra respetable para la época, que doblaba el sueldo de un oficinista. ¿Convivencia
o connivencia? ¿Hasta
qué punto aceptaron o colaboraron en Iparralde con el Nuevo Orden?
Se trata de un tema controvertido y de imposible cuantificación
pues en vísperas de la liberación los archivos más
comprometedores fueron quemados. La colaboración fue la respuesta
de amplios grupos sociales al trauma de la derrota. Si las máximas
autoridades morales, si los guías y los creadores de opinión,
como el obispo de París, Braudillart, afirmaban que la guerra
de Hitler es una noble acción en defensa de la cultura europea,
resultaba lógico que parte de la población se acercase
a los ocupantes. Además, la derecha más recalcitrante,
representante de cierta tradición europea de pogromos y quema
de libros, tenía necesariamente que sentirse identificada con
estos nuevos caballeros teutónicos. En el País Vasco francés
funcionaron diversos movimientos que preconizaban la colaboración.
Entre los de mayor implantación encontramos: -
El Partido Popular Francés llegó a contar con 250 afiliados
en 1941. Tras un atentado contra su sede en Biarriz la noche del 13
de julio del 42 entró en declive. Su Servicio de Orden era una
milicia que efectuaba funciones auxiliares para la Gestapo. En 1944
tenía dieciséis miembros en Bayona, que se caracterizaban
por los robos y las torturas en los interrogatorios. Los
verdaderos parámetros de la relación entre nacionalistas
vascos y nazis durante la ocupación constituyen un tema espinoso
que ha sido eludido tanto por sus protagonistas como por los historiadores.
El Gobierno Vasco no dio instrucciones para organizar la lucha armada
ni aconsejó a sus militantes que ingresasen en el maquis, aunque
sí se realizaron labores de espionaje para los Aliados. El ocasional
enganche en la Resistencia de los jeltzales se produjo de forma individual,
como una cuestión personal, de conciencia. ¿Qué
hay de cierto y qué de mito interesado en las negociaciones de
nacionalistas y alemanes? La Delegación Vasca de París
siguió trabajando durante la ocupación. A diferencia de
lo ocurrido con los demás republicanos - los alemanes entregaron
a las autoridades franquistas a políticos como Lluis Companys,
Julián Zugazagoitia o Joan Peiró - no se deportó
a ningún dirigente nacionalista. Con frecuencia se evoca la tenaz
persecución de la Gestapo contra el lendakari Aguirre y su audaz
fuga a América. Pero si consultamos la prensa falangista de Bilbao,
resulta que el 23 de junio de 1940 casi tenían localizado a Aguirre:
lo situaban en Bruselas, en la embajada de un país sudamericano.
Existen serias dudas sobre el verdadero interés de los nazis
por detenerlo. El historiador Eugéne Goyhenetche, colaborador
de la Delegación Vasca y principal interlocutor de los alemanes,
trasladó entonces a su círculo de amistades que, si Vichy
rompía sus pactos con el Tercer Reich, los nazis se plantearían
conceder una independencia limitada a Iparralde. Y que si Franco entraba
en guerra a favor de los Aliados, los alemanes podrían incluso
unificar el País Vasco peninsular y el continental. Pero dejemos
que sea el propio Goyhenetche quien nos aporte su versión: Es
preciso tener en cuenta que el nacionalsocialismo no era un bloque totalmente
monolítico, sino que en su interior coexistían familias
y clanes enfrentados por distintos intereses, algunos en oposición
total a la alianza con fuerzas conservadoras y clericales como las de
Franco, a las que detestaban, así como a todos los que tuvieran
una composición racial de tipo latino. ¿Por qué
una vez más los vascos debíamos entrar como vencidos en
una posible Europa nazi? Si había sectores alemanes que nos miraban
con simpatía, pudiendo obtener un trato de favor, ¿por
qué habíamos de despreciar estos ofrecimientos? Las
conversaciones se produjeron a principios de 1941, siendo sus interlocutores
el prestigioso vascólogo Karl Bouda y Ulrich Herbert Best, de
las SS. Quien en realidad llevaba las negociaciones era éste,
jefe de la Administración de Guerra en Francia y posteriormente
plenipotenciario del Reich en Dinamarca. Pese a ser un nazi radical
o quizá debido a ello - era favorable a una política
de entendimiento con las poblaciones genéticamente valiosas.
Así, aunque Hitler le ordenó que gobernase Dinamarca con
mano de hierro, permitió unas elecciones generales y aceptó
unos resultados que concedieron a los nazis sólo el 5% de los
votos. Los daneses, en tanto raza superior, eran vistos con simpatía
por las SS, cuyo líder, Himmler, un granjero avícola,
exotérico y desequilibrado, intentaba justificar su relación
con los españoles pensando en la gota de sangre visigoda que
corría por sus venas. La
propuesta de los ocupantes se basaba en la llamada vía
bretona. El Partido Nacionalista Bretón había aceptado
colaborar bajo la máxima Na gwenn na rozz, Beizao, que podría
traducirse como Ni blanco ni rojo, Bretaña ante todo e incluso
había creado la Milicia Perrot, apellido de un sacerdote
muerto por la Resistencia. El objetivo último de los nazis era
balcanizar Europa, creando pequeños estados nacionales tutelados
por el Reich en Bretaña, Valonia, Cataluña, Córcega,
País Vasco, Occitania, Escocia, Gales y el Ulster. El órgano
oficial nazi en Rumania, el Bukarester Tagerblat, publicó una
serie de artículos sobre las fuerzas centrífugas en Francia,
centrándose en el caso flamenco, bretón y vasco. Su tesis
era que el pueblo vasco a ambos lados del Pirineo tenía pleno
derecho a constituir un estado independiente. Con ello los nazis retomaban
un viejo proyecto geoestratégico del II Reich, la creación
de un estado amigo en el flanco sur francés. La idea formaba
parte del mismo plan que había servido para independizar Valonia,
con capital en Naumur, en 1917. Estos polvorientos proyectos, puestos
al día por el Instituto de Estudios Geopolíticos del general
Haushoffer, quien servía a Hitler como había servido al
Emperador, asegurarían a la Alemania del futuro la superioridad
demográfica y espacial sobre Francia. El
ala del NSDAP que se proclamaba socialista y de izquierdas, los racistas
más beligerantes, era quien promovía estos contactos.
Conversaciones, por otra parte, nada clandestinas, lo que provocó
que al final de la contienda la fiscalía pidiese la pena de muerte
para Goyhenetche. Autorizado explícitamente por el Gobierno Vasco
o no, lo cierto es que el PNV le protegió económicamente
y arropó socialmente hasta su muerte en 1989. De
la correspondencia de los líderes nacionalistas Javier Landáburu
-¡qué también militaba en la procomunista UNE!,
Domingo Epalza, Eliodoro de la Torre y Jesús Solaun se deduce
que todos mantuvieron contactos informales con los nazis. La cuestión
esencial es si obraban por su cuenta o cumplían instrucciones
superiores y, de resultar cierta la segunda hipótesis, si se
trataba de contemporizar para ganar tiempo o había intención
de llegar a un acuerdo formal. La respuesta se debería encontrar
en los archivos alemanes, pero no parece ser así. El historiador
Antonio Peter, especialista en relaciones hispanogermanas, comenta:
No he encontrado artículo o alusión a un País Vasco
unificado bajo auspicio alemán, ni tampoco he leído algo
parecido en los documentos del Ministerio de Exteriores alemán.
Aunque a primera vista me parece algo poco común, creo posible
la existencia de contactos y planes dentro de las SS. A comienzo de
los años 40, Best y otros estaban ocupados en planear el futuro
europeo en manos alemanas. Múltiples fueron las ideas
hoy las más conocidas son los bosquejos acerca del dominio alemán
en Rusia y la idea de balcanizar Europa supuestamente
cabe bien en el pensamiento de Himmler. Precisamente la rivalidad entre
los SS y el Auswärtiges Amt en política exterior explicaría
que estos planes no fuesen adoptados por el Ministerio de Asuntos Exteriores.
Esta
situación ambivalente se refleja en un suceso protagonizado por
el antropólogo José Miguel de Barandiarán. El ministerio
de Cultura nazi le había encargado un catálogo de los
megalitos del Pirineo. Y este cura aprovechó su libertad de movimientos
para disfrazar de monaguillo a un judío huido y llevarlo hasta
la frontera. Un testigo de aquella época comenta: Los alemanes
no se comportaron demasiado mal. Ante mi hermano, que había perdido
una pierna en la Guerra Civil, se cuadraban siempre. Recuerdo un partido
de pelota en honor al jefe de la Gestapo de los Bajos Pirineos al que
asistió todo el pueblo. A nadie se le ocurrió iniciar
una guerrilla por las represalias, aunque colaborábamos en todo
lo que podíamos con los Aliados. Cuando se fueron los alemanes
tampoco hubo represalias contra los colaboracionistas, sólo algún
corte de pelo. El
maquis en Iparralde. Poco y tarde Los
primeros maquis aparecieron en la zona de Mauleón el año
1943. Eran todavía pequeños grupos, porque la opción
de cruzar la frontera estaba siempre ahí. Por otra parte, los
intereses de las redes de evasión aconsejaban mantener en calma
la muga. Los siguientes meses la resistencia se fue consolidando. Los
grupos Combat, Libération y Franc-Tireur se fusionaron en los
Mouvements Unis de Résistance (MUR), de obediencia gaulista.
Dentro de los MUR, Iparralde dependía de la 4 Región,
cuya comandancia se encontraba en Toulouse. El País Vasco se
dividía en dos zonas: Zuberoa y Lapurdi. En la primera se juntaron
los comunistas del Franc-Tireur, unos cuarenta zuberotarras y exiliados
españoles mandados por el capitán López, con el
grupo de gaulistas souletinos mandado por Jean Jauréguiberry.
Este médico era un abertzale que había apoyado al PNV
durante la contienda española, enfrentándose por ello
con gran parte de la opinión pública local. A inicios
de 1943 contaban con 85 hombres. Un año después eran 130
y en el momento del desembarco aliado, 477. Lapurdi
era responsabilidad del bayonés Pierre Fort, del grupo Combat.
Fort había sido de los primeros en lanzarse a la lucha junto
a un grupo de masones vascos y bearneses. El maquis de la costa, aunque
permanecerá inactivo, se organizó durante el verano de
1943. Bajo el mando nominal del comandante Passicot se formó
un grupo con tres oficiales, seis suboficiales y veinte soldados. A
inicios del año siguiente lo componían sesenta y tres
miembros. En vísperas de la liberación eran ciento treinta
hombres. En general, los MUR de Iparralde eran grupos mal armados, formados
por vascos, que preconizaban operar en el medio rural para evitar represalias
alemanas. El
otro movimiento resistente era la Organisation de Résistance
de l´Armée (ORA), compuesta por militares seguidores del
general Giraud que habían pasado a la clandestinidad tras la
supresión del gobierno de Vichy. Sus grupos armados recibían
el nombre de Corps-Francs Pommies. La ORA en Iparralde dependía
del grupo de Aquitania, mandado por el comandante D´Ossau. Su
responsable en Lapurdi era Paul Gelos, secretario del ayuntamiento de
San Juan de Luz. Su principal función consistía en recoger
información y facilitar el paso a España de los evadidos.
En Zuberoa la ORA efectuaba sabotajes. Formada principalmente por franceses
de otras regiones, defendía una estrategia de acciones armadas
en pueblos y ciudades, sin permitir que las amenazas de represalia les
frenasen. Estaban bien armados porque habían conseguido material
de los depósitos militares escondidos en 1940 y porque recibían
suministros de los ingleses. En junio de 1944 disponían de quinientos
hombres en los Bajos Pirineos. Por esas fechas se fusionaron con los
MUR y aceptaron la jefatura gaullista. También accedieron a no
atacar a los alemanes hasta que se ordenase la sublevación general
y a entablar los combates lejos de las poblaciones. El
8 de febrero del 42, una nueva muerte. Un centinela nervioso disparó
a un pescador en el puerto de Bayona. En abril la guerra se acercó
peligrosamente a Lapurdi: un destructor británico bombardeó
Bidart, siendo contestado con total ineficacia por las baterías.
El 7 de agosto la resistencia puso una bomba en el local del PPF en
Biarriz. La operación se realizó de forma que no hubiese
víctimas, pues se trataba de advertir a los fascistas que en
lo sucesivo se les consideraría beligerantes. El
20 de febrero del año siguiente se sabotearon los vagones en
la estación de Mauleón. En abril se produjo una manifestación
contra el ocupante en Bayona. En junio y agosto se seccionaron cables
de la Werhmacht en diversas localidades. El 2 de julio una bomba explotó
en el puente de Bétharran. Un grupo de la ORA y los MUR de Mauleón
asaltó en septiembre la armería del campo de Gurs, llevándose
todo el material en camión. En octubre los MUR recibieron un
gran envío de armas, lanzado por la noche cerca de Olorón.
La última y más importante acción del año
se produjo el 6 de ese mes: la destrucción de un gran tramo en
la vía férrea entre Bayona y Biarriz paralizó el
tráfico de mercancías. Ese
año los ocupantes cambiaron las multas por el plomo. Fusilaron
en Bayona - por motivos desconocidos- a Raymond Siart y a Jean Miremont.
Alexandre Darritchou y Jacques Dibarboure fueron trasladados a París
y ejecutados. Joseph Olaizola, Robert Labat, el piloto Webert Ruelves
y un tal Olacireguy fueron muertos en la muga cuando intentaban cruzarla.
El maquis José Laguna fue capturado y fusilado en Laruns. También
se iniciaron las deportaciones raciales con destino final en los campos
de exterminio. Durante
1944 se produjo un continuo crescendo en la lucha armada. El 30 de enero
pusieron una bomba en una empresa de Bayona que trabajaba para los alemanes.
En febrero, un envío de armas fue recogido por los gendarmes,
que lo entregaron a los ocupantes. Las autoridades ordenaron el 18 de
febrero que todos los hombres de 16 a 60 años quedaban adscritos
al STO. Esta medida empujó a muchos a la lucha. Durante la primera
mitad del año hubo sabotajes de instalaciones eléctricas
y telefónicas por todo Iparralde. El 20 de mayo volaba sin víctimas
la oficina del STO de Bayona. El
desembarco de Normandía en junio señaló la sublevación
general. Ante el aumento de las acciones armadas y la presencia de maquis
en la sierra, los alemanes iniciaron su ofensiva. Seiscientos soldados
desencadenaron una acción punitiva en la zona de Mauleón.
Saquearon y quemaron caseríos, deportando a los prisioneros a
Alemania. Los ocupantes implantaron el terror como fórmula de
control. Como la guarnición de Zuberoa era escasa, cuatrocientos
hombres, trajeron tropas de las comandancias vecinas para cortar de
raíz toda veleidad de resistencia. Se distinguieron por su brutalidad
el Batallón Spielberg, la sección de las SS de Pau y la
unidad de protección del aeropuerto de Pau. Dieciocho personas
fueron ejecutadas en represalias o en actos de violencia gratuita. Los
dejaron colgando de árboles con este cartel de advertencia: Je
suis un terroriste. Cuatro más fueron muertas cuando intentaban
cruzar la frontera y ocho maquis fueron ejecutados sumariamente tras
su captura. El
13 de julio, Rufino Jaúregui y Jean Amestoy destruyeron con explosivos
los almacenes de la Breguet en Biarriz. El 10 de agosto los maquis descubrieron
que un convoy salía deMauleón. Anticipando que se trataba
de la retirada general tendieron una emboscada a los tres últimos
camiones. Los alemanes se rindieron sin apenas lucha y la operación
se saldó con 44 prisioneros. Al día siguiente los maquis
liberaron parte de la capital y detuvieron en Moncayole una columna
de ochocientos hombres que querían socorrer a la guarnición
de Mauleón. El 14 la ORA ocupó las aduanas de Santa Engracia
y Larrau y capturaron un lanzamiento de armamento para los alemanes.
Los ocupantes se mantuvieron en Mauleón hasta el 16. Esa fecha,
ante el desembarco aliado en Provenza, evacuaron la localidad. Era el
¡sálvese quien pueda! Las tropas que intentaban retirarse
fueron bloqueadas en Tardets. El 23, tras una negociación llevada
por Jean Jauréguiberry, se rindieron formalmente. La resistencia
local había liberado Zuberoa, capturando 207 prisioneros. Mauleón,
bombardeada por los alemanes, recibió la Cruz de Guerra francesa.
Mientras,
¿qué había pasado en Lapurdi? A diferencia de Zuberoa,
el maquis no se había lanzado a una sublevación general
al considerar a la guarnición demasiado fuerte. El 21 de agosto
el Batallón Passicot, tras dieciocho meses de inactividad, hizo
acto de presencia, apresando 28 alemanes. Al día siguiente los
ocupantes fusilaron en Bayona a dos resistentes. Serían los últimos.
El 24, maquis y guerrilleros procedentes de Mauleón entraron
en camiones en Bayona y Hendaya. La ocupación había terminado.
En los Bajos Pirineos, entre 1943 y 1944 fueron detenidos 985 hombres y 162 mujeres por motivos raciales, escapar del STO, pertenecer a la Resistencia o paso clandestino de fronteras. Cuarenta y seis lo fueron en acciones militares o de Policía. Se deportaron 1460 personas con destino Buchenwald y Auschwitz. Los bombardeos aliados causaron 99 muertos en Biarriz y 41 en Anglet. Las cifras de las represalias tras la liberación nunca se conocieron, pero fueron proporcionalmente muy inferiores a las del conjunto del Estado, donde hubo unas 11.000 ejecuciones extrajudiciales y 800 ordenadas por los tribunales. |