Exilio, Segunda Guerra Mundial y posguerra

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Los Vascos en la Segunda Guerra Mundial (Historia 16)

Por Míkel Rodríguez

El País Vasco-francés durante la II Guerra Mundial

En 1939 el País Vasco continental era una sociedad eminentemente rural, donde la industrialización no había hecho apenas acto de presencia. Los 177.000 habitantes de Lapurdi y Zuberoa, mayoritariamente de ideología conservadora y católica, se decantaban en las elecciones por la derechista Federación Republicana. El principal referente político era Jean Ibarnegaray: diputado desde 1914, fundador de la Federación Francesa de Pelota Vasca y futuro ministro de Familia y Juventud con Pétain. En el pasado había sentido simpatía por el PNV, al que incluso había suministrado armamento. Pero el apoyo jeltzale a la República durante la Guerra Civil había trocado el amor en odio cerval. Los exiliados republicanos estaban muy mal vistos. La Tercera República tenía 7 millones de nombres en su fichero policial y entre los 2 millones de extranjeros indeseables estaban todos los rojos españoles. En el campo de Gurs hacinaron a más de 60.000 de ellos.

Iparralde era la periferia y nunca pasaba nada. Quizá por ello, el principal acontecimiento de la época –una vez pasado el verano del 36, cuando la multitud plantaban la tumbona y ajustaba los prismáticos para ver a sus vecinos matarse más allá del Bidasoa- fue el viaje del nuevo embajador en Madrid, Philippe Pétain. El 16 de marzo de 1939, el militar, que se esperaba congeniase bien con el nuevo amo de España, bajó del tren en Hendaya. En el andén le esperaban las autoridades, delegaciones de antiguos combatientes y una muchedumbre de reaccionarios vociferantes. El Mariscal y su séquito atravesaron el viejo puente a pie, encontrando al otro lado más aplausos.

La calma y la cotidianeidad se rompieron en septiembre, aunque el estallido de la contienda no resultó demasiado traumático. Por supuesto, los reservistas se despidieron en las estaciones de sus familias y novias entre sollozos y comenzaron las restricciones alimentarias. Pero poco más. Era la drôle de guerre. No había esquelas en la prensa y el País Vasco continental, la retaguardia más absoluta de la Francia metropolitana, vivió escasamente las primeras fases del conflicto. El nerviosismo y la tensión eran similares a los que se vivían en Jibuti o Samoa. Nada parecido a lo sufrido en Lorena o el Somme. Los millones de francos enterrados en la Línea Maginot parecían asegurarles la defensa ante los hunos.

Pero en mayo de 1940 llegó el mazazo. Sucedió lo impensable. Acometieron los alemanes, el frente se derrumbó, los belgas se rindieron, los británicos lograron evacuar y la cabalgata de las walkirias, en forma de carros con cruces negras, inundó la dulce Francia. Los civiles ignoraban la verdadera situación, pero los militares observaban con tanto fatalismo como aprensión las chinchetas que marcaban el avance del enemigo desparramándose por el mapa. Durante la segunda quincena de junio en los puertos de Bayona y San Juan de Luz se desarrolló una frenética actividad. Miles de soldados franceses, polacos y de la Commonwealth se embarcaron huyendo de la quema. El 22 salieron de Bayona los últimos buques con los soldados rezagados y personajes como Robert Schumann y René Cassim. La colonia sefardita, haciendo gala de un encomiable sentido común, desapareció de la noche a la mañana cruzando el Bidasoa. Otro ilustre judío, el barón Edouard Rothschild, pasó el puente en su lujoso Bugatti. Los hebreos que quedaron fueron encerrados en Gurs.

Dos anécdotas reflejan el ambiente de incredulidad con que vivieron los vasco-franceses la derrota. Francisco Eizaguirre vivía entonces exiliado en Cambó: Debía ser por junio de 1940. Yo estaba en el palacete de mi tío Charles Pagassie. Mi tío era de profesión “millonario” y su ocupación era jugar al tenis y conducir a toda velocidad su “Almírcar” descapotable. También era el gerifalte local de los “Croix de feu”. Bueno, mi tío Charles, como buen francés, fue a luchar contra los alemanes. Era tarde avanzada cuando se presentó un automóvil. Bajó un ministro del gobierno belga, cuyo nombre me callo y su esposa, Paulette de Jouglar. Le pidió a la señora Pagassie que, en honor a tiempos más felices, les acogiera aquella noche. La cena se desarrolló en un ambiente glaciar. El Ministro dijo que saldría de madrugada hacia San Sebastián, porque los alemanes ocuparían Cambó al día siguiente. La “tante” Madeleine se levantó en ese punto. Dijo que Francia nunca perdería la guerra, achacó a los belgas haberse vendido y, tras cantar la “Marsellesa”, se retiró. Los belgas salieron muy de mañana y los alemanes entraron por la tarde. Al estallar la guerra civil la “Joyería Dupont” de San Sebastián, para evitar un posible saqueo, había entregado las piezas de mayor valor en el consulado de Francia. En abril de 1940 acudieron a recuperarlas con los pertinentes permisos al “Credit Lyonnais” de San Juan de Luz. Como la gestión se retrasaba, preguntaron: Bueno, ¿pero qué pasará con las joyas si los alemanes llegan hasta aquí? La airada y patriótica respuesta del Director no se hizo esperar: ¡Por favor! ¡No me haga reír! Eso es imposible.

Iparralde fue ocupada sin combates en virtud de las cláusulas del armisticio franco-alemán. El 20 de junio miembros de la Gestapo se presentaron en Hendaya para preparar el terreno. Inspeccionaron locales públicos y establecieron los primeros contactos con elementos locales. El 27 llegaron a Bayona las vanguardias motorizadas germanas. El 29, el general Von Weiterstheim se entrevistó en el puente de Santiago con su homólogo español, López Pinto. Los alemanes cruzaron la frontera de uniforme, siendo calurosamente recibidos por sus camaradas franquistas. Cinco mil vascos continentales quedaron presos de guerra, pero se esperaba que pronto volverían a casa. En cuanto se firmase la paz. Gran Bretaña, aislada, capitularía enseguida y la guerra se saldaría nuevamente con la pérdida de Alsacia y Lorena. El eterno retorno. Los franceses creían que se estaba repitiendo la guerra franco prusiana de 1870. Pero por mucho que pretendieran ver en Hitler a un nuevo káiser Guillermo, Hitler era Gengis Kan. En Zuberoa y algo menos en Lapurdi, abundaba la idea de que los diputados marxistas, los politicastros republicanos, los industriales decadentes y los ciudadanos corrompidos habían arruinado la nación. La derrota era una especie de castigo bíblico a estas lacras. Pero con paciencia y expiación, evitando los desvíos, se podría retomar el verdadero espíritu de la Francia eterna. Así que muchos ciudadanos aceptaron incluso la ocupación como un mal menor, que permitiría la reconstrucción del país desde bases morales.

Una línea de demarcación, que hacía las veces de frontera, separó la “Zona Ocupada”, bajo autoridad directa de los alemanes, de la “Zona Libre”, administrada directamente por Vichy e indirectamente por los nazis. Pronto surgió el negocio: 500 francos por pasar galos y cuatro veces más por judío francés o extranjero trasladado. La Gestapo hizo su contraoferta, menos generosa: 250 francos por prófugo denunciado. En noviembre de 1942 los alemanes asumieron el control de todo el país y desapareció la ficción de la “Zona Libre”.

El mariscal Pétain sería la cabeza del nuevo estado francés. Su propuesta: los valores castrenses y rurales como base de una revolución nacional que regeneraría y salvaría la nación. El Mariscal conservaba gran predicamento entre los vascos. Domingo Soubelet le dedicó estos versos en eusquera: Hombre bravo el mariscal Pétain / Semejante a los más grandes / Ha levantado a la humilde Francia / Recordemos sus acciones /Hijo de agricultor, soldado avispado / con un joven corazón que no le cabe en el pecho (...)Al servicio de Francia, venció al enemigo / Los hombres de Verdún no le olvidaron (...) Echó de la Cámara a los ociosos / Elegió para sí a los mejores / De entre nosotros escogió sus ministros / De Uharte a Vichy resuena su voz / De Euskalherria ha escogido ministros / A los que eran diputados ha llamado a su lado / Con Pétain, Lamirand; Ibarnegaray con Darlan (...)Vigila a ingleses y gaulistas / Está preparado contra todos los enemigos (...) Nuestra raza defiende su Patria / es fácil perder nuestra Francia /Amor a la familia, al trabajo y a la Patria / Preparémonos todos para una Francia nueva.

Los ocupantes
Los alemanes en Iparralde tenían dos centros de interés. El principal era las comunicaciones con España, especialmente el puerto de Bayona, por donde recibían 30.000 toneladas mensuales de hierro vizcaíno. También deseaban explotar los recursos industriales de la región, en especial la Usine Breguet de Anglet. Esta fábrica debía construir el prototipo del nuevo transporte de la Lufhansa, el Blohm und Voss 144. Este escaso interés y el tranquilo ambiente reinante permitieron que las tropas acantonadas fuesen unidades en período de descanso o de escasa calidad combativa. Para disfrutar de unas semanas de relax en el litoral, los alemanes se instalaron en hoteles, castillos y villas junto al mar. El Ejército de Tierra situó una división en Lapurdi. Hasta la primavera de 1942 rotaron cuatro unidades de primera línea en período de descanso. Posteriormente se sucedieron tres divisiones más, mal equipadas, sin motorizar y con plantilla reducida. Los arios germanos fueron sustituidos por polacos, cosacos e hindúes. La moral de la tropa extranjera era baja y los suicidios, frecuentes. La Kriegmarine tuvo bases en Bayona y San Juan de Luz y una unidad de hidroaviones de reconocimiento en el Adour. La Luftwaffe instaló en el aeródromo de Parme una escuadrilla de caza en adiestramiento. También disponía de un radar en Labenne-Océan. Los alemanes derribaron a lo largo de la contienda seis cuatrimotores aliados, número muy inferior al de cazas perdidos en accidentes de instrucción.

La Gestapo tenía sus comisarías en las villas Gobette y Mendixka de Hendaya (cuarenta miembros), en el chalet Mont Carmel de Bayona (once miembros), en Biarriz (seis miembros) y en Cambó (tres miembros). La documentación de la época era fácilmente falsificable, por lo que se estableció como medida de control la multiplicidad de las tarjetas de identificación. Todos los hombres adultos debían portar carnet de identidad con foto, permiso de trabajo, tarjeta de racionamiento, licencia del servicio militar, certificado médico de exención de trabajo forzoso y un permiso especial si estaban en las proximidades de la frontera o la costa. Lo que hacía temible a la Policía germana era su premisa de partida: Cualquier sospechoso arrestado puede conocer los secretos vitales de la clandestinidad. Cuando de la coexistencia pacífica se pasó a la dialéctica de los puños, la Gestapo mostró su verdadera faz. Si fallaban las amenazas –o, simplemente, si el detenido nada sabía- se aplicaba la tortura. A veces, técnicas modernas: la bañera de agua helada, descargas eléctricas o grilletes de presión en las articulaciones... Otras, procedimientos medievales como la extracción de uñas y dientes o las patadas en los genitales, especialidad de fraulein Hebner. Un aspecto que delataba la catadura moral de estos monstruos era que, además de sádicos, eran ladrones. A menudo robaban el dinero y joyas de sus víctimas. Algunas operaciones no tenían más objeto que la rapiña, como el atraco al diputado del PNV Javier Landáburu, al que robaron el dinero de los servicios secretos norteamericanos que custodiaba, pero al que no arrestaron.

El sombrío organigrama de los ocupantes se completaba con la Organización Todt, empresa encargada de la fortificación de costas. Las obras se iniciaron en agosto de 1942. La paga de un obrero era de 3.000 francos mensuales, una cifra respetable para la época, que doblaba el sueldo de un oficinista.

¿Convivencia o connivencia?
La represión no fue demasiado dura en un principio. Los invasores se esforzaron por evitar la confrontación y la multa era su principal argumento punitivo. Con ello seguían escrupulosamente la regla de Hitler: Un conquistador listo impondrá sus demandas a los conquistados, siempre que sea posible, a plazos. No era que los nazis hubiesen adoptado un talante humanitario, era simplemente que la paz social les resultaba más barata que el garrotazo. Un fenómeno de orden psicológico jugó al principio en su favor: la propensión humana a sumarse al carro de los vencedores. Igual que Bilbao, Barcelona o Madrid se llenaron de banderas rojigualdas y palmas en alto tras la entrada de los nacionales, parte de la población descubrió súbitamente su admiración por los triunfantes nórdicos. Los ocupantes intentaron asumir la cultura local con su peculiar método germánico. Por ejemplo, publicaron el folleto Grandes líneas de la historia del toreo, lo hicieron leer a la tropa y la llevaron al coso de Bayona. Allí, mediante megafonía, les repartían las instrucciones: Esto es la presentación de los toreros ¡Aplaudan!... En este momento el torero va a matar ¡Silencio! Eso sí, las blandenguerías quedaban para los empadronados en la bella Francia. Los exiliados sufrían otro trato, como bien lo saben los deportados a los campos de exterminio o los entregados a las autoridades españolas.
El toque de queda nocturno, las restricciones alimentarias y la existencia de zonas prohibidas limitaban las actividades de la población. Pero todo en niveles soportables. Lo más difícil de sobrellevar era el hambre, especialmente en las ciudades. En 1940 las cartillas de racionamiento establecían un máximo – para trabajadores manuales varones – de 350 gramos de pan diario, complementados con 50 gramos de queso, 100 gramos de materias grasas y 350 gramos de embutidos semanales. Para los bebedores –es un decir- un litro de vino cada diez días. Desde 1941 la ración se fue reduciendo.

¿Hasta qué punto aceptaron o colaboraron en Iparralde con el Nuevo Orden? Se trata de un tema controvertido y de imposible cuantificación pues en vísperas de la liberación los archivos más comprometedores fueron quemados. La colaboración fue la respuesta de amplios grupos sociales al trauma de la derrota. Si las máximas autoridades morales, si los guías y los creadores de opinión, como el obispo de París, Braudillart, afirmaban que la guerra de Hitler es una noble acción en defensa de la cultura europea, resultaba lógico que parte de la población se acercase a los ocupantes. Además, la derecha más recalcitrante, representante de cierta tradición europea de pogromos y quema de libros, tenía necesariamente que sentirse identificada con estos nuevos caballeros teutónicos. En el País Vasco francés funcionaron diversos movimientos que preconizaban la colaboración. Entre los de mayor implantación encontramos:

- El Partido Popular Francés llegó a contar con 250 afiliados en 1941. Tras un atentado contra su sede en Biarriz la noche del 13 de julio del 42 entró en declive. Su Servicio de Orden era una milicia que efectuaba funciones auxiliares para la Gestapo. En 1944 tenía dieciséis miembros en Bayona, que se caracterizaban por los robos y las torturas en los interrogatorios.
- La Milicia Francesa, policía auxiliar de los alemanes, tuvo 420 miembros en los Bajos Pirineos. Eran muy temidos por la sistemática aplicación de torturas y por la ejecución de represalias tras los atentados.
- La Legión de Voluntarios Franceses contra el Bolchevismo era una unidad similar a la División Azul. Se desconoce cuantos de sus componentes eran vascos, pues los archivos fueron destruidos.
- Las Waffen-SS francesas. Tampoco podemos cuantificarlas porque su documentación se quemó y los voluntarios supervivientes fueron rehabilitados tras luchar con la Legión Extranjera en la campaña de Indochina.
- El Grupo Collaboration era una organización que preconizaba la amistad franco-alemana y la eliminación de los elementos judíos y antifranceses de la sociedad. Llegó a contar con 75 afiliados en Bayona.
- Jóvenes de la Nueva Europa era la sección juvenil de Collaboration. Tuvo 40 miembros en Iparralde.
- El Servicio de Orden Legionario, organización anticomunista cuyos miembros contaban entre 20 y 45 años, disponía de 150 afiliados en los Bajos Pirineos.

Si la represión tras la liberación resultase un indicio válido para juzgar la implantación del colaboracionismo, habríamos de considerarlo menor que el de otras regiones, pues la depuración alcanzó a pocos ciudadanos de Iparralde.La guerra del PNV

Los verdaderos parámetros de la relación entre nacionalistas vascos y nazis durante la ocupación constituyen un tema espinoso que ha sido eludido tanto por sus protagonistas como por los historiadores. El Gobierno Vasco no dio instrucciones para organizar la lucha armada ni aconsejó a sus militantes que ingresasen en el maquis, aunque sí se realizaron labores de espionaje para los Aliados. El ocasional enganche en la Resistencia de los jeltzales se produjo de forma individual, como una cuestión personal, de conciencia.
El Servicio Técnico de Información del Gobierno Vasco, los servicios, había sido organizado durante la Guerra Civil, estableciendo relaciones con su homólogo francés, el Déuxieme Bureau. La invasión alemana resultó funesta para esta organización porque la Gestapo encontró en la Delegación Vasca de París documentación sobre sus actividades. Pasaron la información a sus colegas madrileños y la Político Social detuvo a 28 personas y fusiló a su jefe, Luis Álava. A partir de 1942 los servicios retomaron su actividad clandestina, al servicio de la Oficina de Servicios Estratégicos norteamericana y del espionaje británico.

¿Qué hay de cierto y qué de mito interesado en las negociaciones de nacionalistas y alemanes? La Delegación Vasca de París siguió trabajando durante la ocupación. A diferencia de lo ocurrido con los demás republicanos - los alemanes entregaron a las autoridades franquistas a políticos como Lluis Companys, Julián Zugazagoitia o Joan Peiró - no se deportó a ningún dirigente nacionalista. Con frecuencia se evoca la tenaz persecución de la Gestapo contra el lendakari Aguirre y su audaz fuga a América. Pero si consultamos la prensa falangista de Bilbao, resulta que el 23 de junio de 1940 casi tenían localizado a Aguirre: lo situaban en Bruselas, en la embajada de un país sudamericano. Existen serias dudas sobre el verdadero interés de los nazis por detenerlo. El historiador Eugéne Goyhenetche, colaborador de la Delegación Vasca y principal interlocutor de los alemanes, trasladó entonces a su círculo de amistades que, si Vichy rompía sus pactos con el Tercer Reich, los nazis se plantearían conceder una independencia limitada a Iparralde. Y que si Franco entraba en guerra a favor de los Aliados, los alemanes podrían incluso unificar el País Vasco peninsular y el continental. Pero dejemos que sea el propio Goyhenetche quien nos aporte su versión: Es preciso tener en cuenta que el nacionalsocialismo no era un bloque totalmente monolítico, sino que en su interior coexistían familias y clanes enfrentados por distintos intereses, algunos en oposición total a la alianza con fuerzas conservadoras y clericales como las de Franco, a las que detestaban, así como a todos los que tuvieran una composición racial de tipo latino. ¿Por qué una vez más los vascos debíamos entrar como vencidos en una posible Europa nazi? Si había sectores alemanes que nos miraban con simpatía, pudiendo obtener un trato de favor, ¿por qué habíamos de despreciar estos ofrecimientos?

Las conversaciones se produjeron a principios de 1941, siendo sus interlocutores el prestigioso vascólogo Karl Bouda y Ulrich Herbert Best, de las SS. Quien en realidad llevaba las negociaciones era éste, jefe de la Administración de Guerra en Francia y posteriormente plenipotenciario del Reich en Dinamarca. Pese a ser un nazi radical – o quizá debido a ello - era favorable a una política de entendimiento con las poblaciones genéticamente valiosas. Así, aunque Hitler le ordenó que gobernase Dinamarca con mano de hierro, permitió unas elecciones generales y aceptó unos resultados que concedieron a los nazis sólo el 5% de los votos. Los daneses, en tanto raza superior, eran vistos con simpatía por las SS, cuyo líder, Himmler, un granjero avícola, exotérico y desequilibrado, intentaba justificar su relación con los españoles pensando en la gota de sangre visigoda que corría por sus venas.

La propuesta de los ocupantes se basaba en la llamada “vía bretona”. El Partido Nacionalista Bretón había aceptado colaborar bajo la máxima Na gwenn na rozz, Beizao, que podría traducirse como Ni blanco ni rojo, Bretaña ante todo e incluso había creado la “Milicia Perrot”, apellido de un sacerdote muerto por la Resistencia. El objetivo último de los nazis era balcanizar Europa, creando pequeños estados nacionales tutelados por el Reich en Bretaña, Valonia, Cataluña, Córcega, País Vasco, Occitania, Escocia, Gales y el Ulster. El órgano oficial nazi en Rumania, el Bukarester Tagerblat, publicó una serie de artículos sobre las fuerzas centrífugas en Francia, centrándose en el caso flamenco, bretón y vasco. Su tesis era que el pueblo vasco a ambos lados del Pirineo tenía pleno derecho a constituir un estado independiente. Con ello los nazis retomaban un viejo proyecto geoestratégico del II Reich, la creación de un estado amigo en el flanco sur francés. La idea formaba parte del mismo plan que había servido para independizar Valonia, con capital en Naumur, en 1917. Estos polvorientos proyectos, puestos al día por el Instituto de Estudios Geopolíticos del general Haushoffer, quien servía a Hitler como había servido al Emperador, asegurarían a la Alemania del futuro la superioridad demográfica y espacial sobre Francia.

El ala del NSDAP que se proclamaba socialista y de izquierdas, los racistas más beligerantes, era quien promovía estos contactos. Conversaciones, por otra parte, nada clandestinas, lo que provocó que al final de la contienda la fiscalía pidiese la pena de muerte para Goyhenetche. Autorizado explícitamente por el Gobierno Vasco o no, lo cierto es que el PNV le protegió económicamente y arropó socialmente hasta su muerte en 1989.

De la correspondencia de los líderes nacionalistas Javier Landáburu -¡qué también militaba en la procomunista UNE!–, Domingo Epalza, Eliodoro de la Torre y Jesús Solaun se deduce que todos mantuvieron contactos informales con los nazis. La cuestión esencial es si obraban por su cuenta o cumplían instrucciones superiores y, de resultar cierta la segunda hipótesis, si se trataba de contemporizar para ganar tiempo o había intención de llegar a un acuerdo formal. La respuesta se debería encontrar en los archivos alemanes, pero no parece ser así. El historiador Antonio Peter, especialista en relaciones hispanogermanas, comenta: No he encontrado artículo o alusión a un País Vasco unificado bajo auspicio alemán, ni tampoco he leído algo parecido en los documentos del Ministerio de Exteriores alemán. Aunque a primera vista me parece algo poco común, creo posible la existencia de contactos y planes dentro de las SS. A comienzo de los años 40, Best y otros estaban ocupados en planear el futuro europeo en manos alemanas. Múltiples fueron las ideas – hoy las más conocidas son los bosquejos acerca del dominio alemán en Rusia – y la idea de “balcanizar” Europa supuestamente cabe bien en el pensamiento de Himmler. Precisamente la rivalidad entre los SS y el Auswärtiges Amt en política exterior explicaría que estos planes no fuesen adoptados por el Ministerio de Asuntos Exteriores.

Esta situación ambivalente se refleja en un suceso protagonizado por el antropólogo José Miguel de Barandiarán. El ministerio de Cultura nazi le había encargado un catálogo de los megalitos del Pirineo. Y este cura aprovechó su libertad de movimientos para disfrazar de monaguillo a un judío huido y llevarlo hasta la frontera. Un testigo de aquella época comenta: Los alemanes no se comportaron demasiado mal. Ante mi hermano, que había perdido una pierna en la Guerra Civil, se cuadraban siempre. Recuerdo un partido de pelota en honor al jefe de la Gestapo de los Bajos Pirineos al que asistió todo el pueblo. A nadie se le ocurrió iniciar una guerrilla por las represalias, aunque colaborábamos en todo lo que podíamos con los Aliados. Cuando se fueron los alemanes tampoco hubo represalias contra los colaboracionistas, sólo algún corte de pelo.

El maquis en Iparralde. Poco y tarde
La lucha armada resultó débil y tardía en el País Vasco. Los jóvenes huidos que en otras regiones nutrían la guerrilla aquí solían escapar a España y la mentalidad conservadora de la mayoría de la población aconsejaba paciencia, observar y esperar. Pero una serie de circunstancias variaron esta situación. Hitler ordenó fortificar la costa vasca en agosto de 1942 y la creciente necesidad de mano de obra provocó la creación del Servicio de Trabajo Obligatorio (STO). Es decir, se legalizó la deportación laboral de la juventud. Esto empujó a muchos a echarse al monte. Por otra parte, la supresión de la Zona Libre restó legitimidad a las posiciones políticas colaboracionistas. Las nuevas exigencias obligaron a los alemanes a quitarse la máscara de severa justicia para mostrar su verdadero y brutal talante. Pero sobre todo fue el propio desarrollo de la contienda, cada vez más desfavorable a los nazis, quien animó a los vacilantes y empujó a la población hacia actitudes de hostilidad.

Los primeros maquis aparecieron en la zona de Mauleón el año 1943. Eran todavía pequeños grupos, porque la opción de cruzar la frontera estaba siempre ahí. Por otra parte, los intereses de las redes de evasión aconsejaban mantener en calma la muga. Los siguientes meses la resistencia se fue consolidando. Los grupos Combat, Libération y Franc-Tireur se fusionaron en los Mouvements Unis de Résistance (MUR), de obediencia gaulista. Dentro de los MUR, Iparralde dependía de la 4 Región, cuya comandancia se encontraba en Toulouse. El País Vasco se dividía en dos zonas: Zuberoa y Lapurdi. En la primera se juntaron los comunistas del Franc-Tireur, unos cuarenta zuberotarras y exiliados españoles mandados por el capitán López, con el grupo de gaulistas souletinos mandado por Jean Jauréguiberry. Este médico era un abertzale que había apoyado al PNV durante la contienda española, enfrentándose por ello con gran parte de la opinión pública local. A inicios de 1943 contaban con 85 hombres. Un año después eran 130 y en el momento del desembarco aliado, 477.

Lapurdi era responsabilidad del bayonés Pierre Fort, del grupo Combat. Fort había sido de los primeros en lanzarse a la lucha junto a un grupo de masones vascos y bearneses. El maquis de la costa, aunque permanecerá inactivo, se organizó durante el verano de 1943. Bajo el mando nominal del comandante Passicot se formó un grupo con tres oficiales, seis suboficiales y veinte soldados. A inicios del año siguiente lo componían sesenta y tres miembros. En vísperas de la liberación eran ciento treinta hombres. En general, los MUR de Iparralde eran grupos mal armados, formados por vascos, que preconizaban operar en el medio rural para evitar represalias alemanas.

El otro movimiento resistente era la Organisation de Résistance de l´Armée (ORA), compuesta por militares seguidores del general Giraud que habían pasado a la clandestinidad tras la supresión del gobierno de Vichy. Sus grupos armados recibían el nombre de Corps-Francs Pommies. La ORA en Iparralde dependía del grupo de Aquitania, mandado por el comandante D´Ossau. Su responsable en Lapurdi era Paul Gelos, secretario del ayuntamiento de San Juan de Luz. Su principal función consistía en recoger información y facilitar el paso a España de los evadidos. En Zuberoa la ORA efectuaba sabotajes. Formada principalmente por franceses de otras regiones, defendía una estrategia de acciones armadas en pueblos y ciudades, sin permitir que las amenazas de represalia les frenasen. Estaban bien armados porque habían conseguido material de los depósitos militares escondidos en 1940 y porque recibían suministros de los ingleses. En junio de 1944 disponían de quinientos hombres en los Bajos Pirineos. Por esas fechas se fusionaron con los MUR y aceptaron la jefatura gaullista. También accedieron a no atacar a los alemanes hasta que se ordenase la sublevación general y a entablar los combates lejos de las poblaciones.

El primer acto de resistencia se produjo el 13 de agosto de 1940, cuando se saboteó el vapor Odet, que embarrancó. Ese mismo año se produjeron dos acciones menores: el 28 de noviembre y el 2 de diciembre destruyeron 65 metros de cableado telefónico de la Werhmacht. En 1941 colocaron clavos en las carreteras al paso de convoyes y unos cuatreros se llevaron las caballerías de los ocupantes. También se produjo la primera víctima de la brutalidad nazi: el 19 de enero se ahogó un hombre al que unos soldados arrojaron desde el puente de Saint-Esprit en Bayona.

El 8 de febrero del 42, una nueva muerte. Un centinela nervioso disparó a un pescador en el puerto de Bayona. En abril la guerra se acercó peligrosamente a Lapurdi: un destructor británico bombardeó Bidart, siendo contestado con total ineficacia por las baterías. El 7 de agosto la resistencia puso una bomba en el local del PPF en Biarriz. La operación se realizó de forma que no hubiese víctimas, pues se trataba de advertir a los fascistas que en lo sucesivo se les consideraría beligerantes.

El 20 de febrero del año siguiente se sabotearon los vagones en la estación de Mauleón. En abril se produjo una manifestación contra el ocupante en Bayona. En junio y agosto se seccionaron cables de la Werhmacht en diversas localidades. El 2 de julio una bomba explotó en el puente de Bétharran. Un grupo de la ORA y los MUR de Mauleón asaltó en septiembre la armería del campo de Gurs, llevándose todo el material en camión. En octubre los MUR recibieron un gran envío de armas, lanzado por la noche cerca de Olorón. La última y más importante acción del año se produjo el 6 de ese mes: la destrucción de un gran tramo en la vía férrea entre Bayona y Biarriz paralizó el tráfico de mercancías.

Ese año los ocupantes cambiaron las multas por el plomo. Fusilaron en Bayona - por motivos desconocidos- a Raymond Siart y a Jean Miremont. Alexandre Darritchou y Jacques Dibarboure fueron trasladados a París y ejecutados. Joseph Olaizola, Robert Labat, el piloto Webert Ruelves y un tal Olacireguy fueron muertos en la muga cuando intentaban cruzarla. El maquis José Laguna fue capturado y fusilado en Laruns. También se iniciaron las deportaciones raciales con destino final en los campos de exterminio.

Durante 1944 se produjo un continuo crescendo en la lucha armada. El 30 de enero pusieron una bomba en una empresa de Bayona que trabajaba para los alemanes. En febrero, un envío de armas fue recogido por los gendarmes, que lo entregaron a los ocupantes. Las autoridades ordenaron el 18 de febrero que todos los hombres de 16 a 60 años quedaban adscritos al STO. Esta medida empujó a muchos a la lucha. Durante la primera mitad del año hubo sabotajes de instalaciones eléctricas y telefónicas por todo Iparralde. El 20 de mayo volaba sin víctimas la oficina del STO de Bayona.

El desembarco de Normandía en junio señaló la sublevación general. Ante el aumento de las acciones armadas y la presencia de maquis en la sierra, los alemanes iniciaron su ofensiva. Seiscientos soldados desencadenaron una acción punitiva en la zona de Mauleón. Saquearon y quemaron caseríos, deportando a los prisioneros a Alemania. Los ocupantes implantaron el terror como fórmula de control. Como la guarnición de Zuberoa era escasa, cuatrocientos hombres, trajeron tropas de las comandancias vecinas para cortar de raíz toda veleidad de resistencia. Se distinguieron por su brutalidad el Batallón Spielberg, la sección de las SS de Pau y la unidad de protección del aeropuerto de Pau. Dieciocho personas fueron ejecutadas en represalias o en actos de violencia gratuita. Los dejaron colgando de árboles con este cartel de advertencia: Je suis un terroriste. Cuatro más fueron muertas cuando intentaban cruzar la frontera y ocho maquis fueron ejecutados sumariamente tras su captura.

El 13 de julio, Rufino Jaúregui y Jean Amestoy destruyeron con explosivos los almacenes de la Breguet en Biarriz. El 10 de agosto los maquis descubrieron que un convoy salía deMauleón. Anticipando que se trataba de la retirada general tendieron una emboscada a los tres últimos camiones. Los alemanes se rindieron sin apenas lucha y la operación se saldó con 44 prisioneros. Al día siguiente los maquis liberaron parte de la capital y detuvieron en Moncayole una columna de ochocientos hombres que querían socorrer a la guarnición de Mauleón. El 14 la ORA ocupó las aduanas de Santa Engracia y Larrau y capturaron un lanzamiento de armamento para los alemanes. Los ocupantes se mantuvieron en Mauleón hasta el 16. Esa fecha, ante el desembarco aliado en Provenza, evacuaron la localidad. Era el ¡sálvese quien pueda! Las tropas que intentaban retirarse fueron bloqueadas en Tardets. El 23, tras una negociación llevada por Jean Jauréguiberry, se rindieron formalmente. La resistencia local había liberado Zuberoa, capturando 207 prisioneros. Mauleón, bombardeada por los alemanes, recibió la Cruz de Guerra francesa.

Mientras, ¿qué había pasado en Lapurdi? A diferencia de Zuberoa, el maquis no se había lanzado a una sublevación general al considerar a la guarnición demasiado fuerte. El 21 de agosto el Batallón Passicot, tras dieciocho meses de inactividad, hizo acto de presencia, apresando 28 alemanes. Al día siguiente los ocupantes fusilaron en Bayona a dos resistentes. Serían los últimos. El 24, maquis y guerrilleros procedentes de Mauleón entraron en camiones en Bayona y Hendaya. La ocupación había terminado.
Durante estos combates los maquis tuvieron un único muerto, Julio López, si bien algunos vascos, como el maestro Daniel Argote o los hermanos René y Maurice Lavache fallecieron luchando en departamentos limítrofes. Las bajas alemanas fueron de dos muertos y ocho heridos.

En los Bajos Pirineos, entre 1943 y 1944 fueron detenidos 985 hombres y 162 mujeres por motivos raciales, escapar del STO, pertenecer a la Resistencia o paso clandestino de fronteras. Cuarenta y seis lo fueron en acciones militares o de Policía. Se deportaron 1460 personas con destino Buchenwald y Auschwitz. Los bombardeos aliados causaron 99 muertos en Biarriz y 41 en Anglet. Las cifras de las represalias tras la liberación nunca se conocieron, pero fueron proporcionalmente muy inferiores a las del conjunto del Estado, donde hubo unas 11.000 ejecuciones extrajudiciales y 800 ordenadas por los tribunales.

1- Los vascos toman posturas en la guerra civil       • 7- Alava, el sueño del Lehendakari
• 2- Un vasco, ministro sin cartera en el gobierno “español”     • 8- Guadalajara: cambia las cosas
• 3- Formación del Gobierno y del Ejército de Euzkadi     9- Del Cinturón al Arenal, pasando por Archanda
• 4- Organización y material de guerra     • 10- La crisis política y militar de Euzkadi
• 5- El problema de la Aviación y la Marina     • 11- La derrota, contactos para la paz y el "Pacto de Santoña"
• 6- Gran exhibición bélica en Bilbao     • 12- Exilio y posguerra

 

 

 

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