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Sí, Steven... ¿y tus calzonsotes?

Ah, la sacrosanta, incorruptible, veraz, comprometida y siempre imparcial prensa norteamericana... se dicen tantas mentiras sobre el principal tentáculo de lambisconería y servilismo del Partido Demócrata. A excepción de Hollywood, claro. Aunque es una película bien lograda, es una lástima que el genio de Steven Spielberg se ponga otra vez al servicio de la hipocresía liberal

Versión impresión

The Post
Meryl Streep, Tom Hanks, Sarah Paulson, Tracy Letts
Dirigida por Steven Spielberg
Amblin-Dreamworks/2017

ENERO, 2018. Por lo visto cintas otrora legendarias y festejadas por la izquierda norteamericana como Todos los Hombres del Presidente ya son noticias viejas. Y así como aquella película fue reestrenada (no casualmente) durante los años de Ronald Reagan para dejar en claro que todos los republicanos son acérrimos enemigos de la libertad de expresión, aquella cinta ha sido remplazada por The Post, que refiere la misma historia pero donde ahora resulta que es acto de valentía de la prensa, de enfrentarse a la mismísima Casa Blanca, fue orquestado por una mujer. Hora de darle un patadón a Bob Woodward y a  Carl Berstein. Quien realmente orquestó la denuncia del Watergate fue una mujer... nos han engañado terriblemente todos estos años.

Antes de continuar debemos poner algo en claro: Steven Spielberg es un GRAN cineasta. Conoce como pocos el lenguaje de la industria y es capaz de imbuir suspenso en sus películas aun y cuando ya sepamos el desenlace. Porque en The Post, y no estamos soltando spoiler alguno, la ganadora del asunto es la sacrosanta libertad de expresión que los medios norteamericanos manejan a su conveniencia. Ha pasado un año y siguen sin encontrar el supuesto nexo Trump-Rusia, pero en los años de Obama jamás se molestaron en cubrir lo que realmente pasó en Benghazi, pendiente que comenzó a moverse solo hasta que los republicanos ganaron la mayoría y obligaron a declarar a Hillary Clinton.

Vayamos al argumento: todo inicia en 1965, en Vietnam, Daniel Ellsberg (Matthew Rhys) se encuentra cubriendo una batalla donde murieron varios soldados norteamericanos. En el vuelo de regreso a casa, Ellsberg platica con el secretario de Defensa Robert McNamara (Bruce Greenwood) quien  termina por confesar que las cosas no están marchando bien en esa guerra que jamás fue declarada y la cual encuentra cada vez mayor oposición en Estados Unidos. Sin embargo y a poco de aterrizar, McNamara es abordado por la prensa y dice que en Vietnam las cosas están de maravilla y no podrían funcionar mejor. No es la única mentira que el gobierno dará a la opinión pública.

Durante una visita al Pentágono, Ellsberg logra sacar de contrabando un artero de papeles y documentos clasificados acerca de la guerra en Vietnam. Cuando Ellsberg y dos colegas empiezan a  revisar los documentos, éstos revelarán ciertos datos comprometedores, incluidos graves abusos a los derechos humanos los cuales han ocurrido con la complacencia de todos los presidentes, incluido John F. Kennedy.

Cinco años después vemos a Kay Graham (Meryl Streep) en una junta directiva del Washington Post. Graham se verá forzada a tomar la dirección del periódico una vez que su esposo Phillip se suicidó, un episodio al que todos los empleados llaman "el accidente". Arthur Parsons (Bradley Whitford), uno de ellos, afirma que sus colegas se sienten incómodos de que una mujer pueda ser la directora del periódico, algo que en la mentalidad de 1971, por cierto, era bastante normal y entendible aunque ahora se crea que representaba un acto de machismo e intolerancia.

Pero como muestra de que es pantalonuda (¿será machismo ahora afirmar esto?) Graham recibe la visita de McNamara quien le advierte que habría "repercusiones" si se publicara algo negativo acerca de él. Graham antepone el interés de la "opinión pública" si cualquier funcionario hiciera algo deshonesto o buscara esconder cualquier acontecimiento a los lectores. En ese momento nos acordamos que Streep es amigota de Harvey Weinstein y de cómo según ella "desconocía" sus trapacerías...

A las pocas semanas The New York Times publica parte de los documentos robados por Ellsberg, lo que provoca la furia de la Casa Blanca. El director de ese periódico Abe Rosenthal (Michael Stuhlbarg) y su esposa se reúnen con Grahyam donde le advierten que el presidente Nixon piensa llevar a juicio al periódico. Esto llevará a los dos diarios a unir fuerzas y periodistas en nombre de la sacrosanta libertad de expresión. Ellsberg hace lo propio con los reporteros del Washington Post al igual que Lally, la hija de Graham y quien al principio tiene dudas de que publicar esa información sirva de poco y que, en cambio, hunda financieramente al matutino. Se consultan varios abogados para proteger cualquier flanco legal hasta que Graham se decide; hay q que publicar los documentos y enfrentar las consecuencias.

El reportaje es rápidamente reproducido en otros periódicos del país y del extranjero. Esto llevará a Graham a los tribunales. Y aunque seguramente el lector ya se huele el final, omitiremos mencionarlo por si a usted se le ocurre ir a ver The Post, No pretendemos aguarle la fiesta.

Y aunque el desarrollo de la cinta es excelente --de nuevo, hablamos de Spielberg, qué más podríamos esperar-- el mensaje implícito del filme, más que el Watergate, es la forzada analogía de que Estados Unidos tiene en la Casa Blanca a otro Richard Nixon capaz de hacer cosas incluso peores. Y a menos que Spielberg y Hollywood vean como amenaza que Trump haga un listado de medios de comunicación a los que acusa de difundir notas falsas, la analogía suena absurda y sinsentido. Más bien este asunto --e independientemente de que el actual mandatario sea un tipo aborrecible y sangrón-- The Post viene a ser un grito de frustración, y seguramente no sera el último, por parte de Hollywood pues Trump conoce las reglas del juego y la trampas creadas por los medios pues él mismo fue parte de esa maquinaria durante muchos años.

The Post es entretenida, qué duda cabe. Pero de ahí a llamarla imprescindible, para nada. Robert Redford y Dustin Hoffman hicieron mejor papel, respaldado más que nada porque en aquellos años la prensa norteamericana tenía mucho más credibilidad que ahora. Hoy, cuando incluso entrevista marionetas como lo hace CNN, la prensa es un chiste de mal gusto que ha causado mucho daño a lo que antes denominaban el Cuarto Poder.

 

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