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Porqué las celebridades dicen lo que dicen

Empeñadas en convertirse también en líderes de opinión, muchos actores toman una palestra política cuya base es su fama en las películas y la música. Desafortunadamente para para nosotros, sus opiniones en tal sentido no son algo que estemos todos ansiosos por escuchar, ni mucho menos hacer caso

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FEBRERO, 2017. Todos festejamos su talento en películas legendarias, canciones que se convirtieron en parte de nuestras vidas y en libros que leemos con deleite una y otra vez. Las celebridades son la sangre en la industria, del entretenimiento y, ciertamente, es difícil que los medios de comunicación puedan subsistir sin ellas.

Pero en ocasiones estas celebridades, dada la enorme aceptación y simpatía que les profesan miles de personas, creen ostentar el derecho a decir a sus seguidores CÓMO deben pensar y CUÁLES deben ser sus creencias políticas. Esto es problemático: ¿cuántos fans, por ejemplo, le habrán escrito a Barbra Streisand o a Susan Sarandon para exigirles que rechacen determinado papel o que cambien a sus representantes?

Más molesto aún es cuando estas celebridades toman provecho da palestras cuyo fin no es eminentemente político, ya sean los American Music Awards, los Grammys o los Óscares. Se entendería que un Michael Moore participe en un mitin político y suelte tepocatas (diría Fox) pero no tanto en ceremonias de premiación. ¿Qué les cuesta agradecer al público, por igual el que los adora y los odia, a sus familias, al productor, a quién sea? ¿Pero por qué llamarla sinvergüenza" a George W. Bush y "perro" a Trump? Son opiniones que nadie les ha solicitado y que bien pudieron haberlas expresado mediante una entrevista a cualquier periodista de medios que simpatizan con ellos. Así de sencillo.

La verdad: ¿qué necesidad existía del discurso de Meryl Streep al decir que los inmigrantes han hecho grande a Hollywood? ¿o un grupo de actores, donde el único conocido era Martin Sheen, exigiendo a los electores que no le refrendaran su voto a Donald Trump? ¿O Madonna (¡alguien que a estas alturas quiere dar al mundo lecciones de moralidad, Dios mío!) afirmando que al saber el triunfo de Trump, "sintió ganas de quemar la Casa Blanca"?

Es en este punto cuando alguien enarbola las preguntas de cajón: ¿qué acaso estas celebridades no tienen derecho a la libertad de expresión, de decir lo que se le ocurra o de manifestar sus preferencias políticas? ¿Por qué se les obliga a mantenerse calladas si son ciudadanos como cualquier otro?

Por supuesto que las celebridades tienen derecho a opinar de política, y de hecho tanto ellas como los estudios de Hollywood lo hacen con el argumento de casi todas sus películas las cuales contienen imbuido un mensaje político; igual con muchas canciones y libros que encierran una denuncia detrás de lo que se cree es mero entretenimiento. El problema es que estas celebridades no son ciudadanos como cualquier otro; lo que dicen lo hacen como celebridades y no como John Doe o un Mary Smith (o fulano o fulana, diríamos por acá).

La primera curiosidad --unos lo llamarían incongruencia-- es que estas celebridades que tanto critican la pobreza y la injusticia social de un país como Estados Unidos son de las principales beneficiadas por ese sistema. Cuando artistas como Beyoncé o su rapper o hip-hopero favorito insisten que los negros de ese país aún viven como en tiempos de la esclavitud y al mismo tiempo ellos poseen residencias y automóviles de lujo, la verdad es muy difícil tomarlos en serio; cuando Michael Moore denuncia a "ese 1 por ciento que acumula toda la riqueza de este país" y al mismo tiempo se sabe que posee una fortuna superior a los 60 millones de dólares, la única manera en que se puede interpretar aquello es como un acto de absoluta hipocresía. Tan incongruente como el que Madonna se ponga sermonearnos acerca de lo que es la moralidad.

Pero, como se sabe, quienes denuncian la intolerancia de Donald Trump son igualmente intolerantes. La diferencia es que a la prensa no preocupa gran cosa cubrir a las celebridades que se atreven a mostrar una opinión diferente. Todos sabemos del discurso de Meryl Streep pero poco se difundió cómo el actor Scott Baio fue objeto de agresiones em Washington por haber manifestado su apoyo a Trump o la andanada contra Nicole Kidman cuando pidió que se apoyara a Trump, se estuviera de acuerdo con él o no, "porque ya es el presidente", exigencia que también se enarbolaba cuando iniciaba el primer gobierno de Barack Obama. Tolerancia a mi conveniencia, como titulamos un artículo anterior.

Muchas de estas celebridades viven en una burbuja de lujos, fama y dinero a carretonadas, alejadas de las necesidades de personas que, si bien compran boleto para ir a ver sus películas o asistir a sus conciertos, no necesariamente coinciden con ellos en sus creencias o convicciones políticas. Ello explicaría porqué ni el gigantesco respaldo que casi todas las celebridades dieron a Hillary Clinton bastó para convencer a sus fans para que votaran por ella.

Según el columnista Steve McCann, hay otro factor importante: "Las celebridades que buscan convertirse en líderes de opinión no caen en cuenta que la gente difícilmente va a considerarlos como tales (...) algo tan absurdo como si Al Sharpton, Jesse Jackson, Al Gore o Barack Obama aparecieran un día en una película no interpretándose a sí mismos sino a otras personas o si Ángela Merkel grabara mañana un disco con sus canciones favoritas".

Dicho de otro modo: que las celebridades de Hollywood, los cantantes y los escritores nos sigan deleitando con su talento. Solo un consejo: guárdense sus opiniones políticas. Después de todo no fueron éstas las que los hicieron famosos en el mundo.

 

 

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