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Churchill, el poder y la duda

A los admiradores de este estadista inglés con rostro de bulldog no agradará mucho esta versión, por cierto llena de libertades de guión, donde se muestra a un Winston Churchill abrumado por las dudas en torno al Día D. Su lento paso hace  que esta película se sienta tediosa a la mitad pero tampoco es un pretexto para menospreciarla

Churchill
Brian Cox,Miranda Richardson, John Slattery, Richard Durden
Dirigida por Jonathan Teplitzky
Salon-Tempo Pictures/2017

JULIO, 2017. Considerado uno de los políticos claves del siglo XX --y, quizá, el único de ellos que ganó el Nóbel de Literatura-- debido a su aspecto y su comportamiento, Winston Churchill puede caer fácilmente en la caricaturización cada vez que es llevado a la pantalla grande debido a su rostro de bulldog, su afición a la copa y a tirar saliva cada vez que habla. Lo innegable es que Winston Churchill es uno de los grandes de la historia, la cual hoy tendría un curso diferente sin su intervención; el ensayista inglés Norman Davies apunta, por ejemplo, que al ver cómo el presidente Roosevelt le daba exageradas concesiones a Stalin durante la conferencia de Yalta, al final prevaleció su propuesta de que Berlín fuera dividida entre los cuatro aliados ganadores cuando la idea original era que solo se la repartieran Estados Unidos y la URSS.

Hay que advertir otra cosa respecto a Churchill, del director Teplitzky, quien aún no ha dado el gran campanazo, es que a diferencia de otras cintas biográficas donde el icono se impone sobre el hombre, aquí sucede a la inversa; lo que tenemos es a un personaje lleno de dudas, incluso temeroso, sabedor que su paso a la historia aún no está asegurado y que quizá se le relacionará para siempre con la desastrosa campaña de Gallipoli donde murieron cientos de soldados británicos y australianos durante la primera guerra mundial. Asimismo veremos a un hombre constantemente deprimido que continuamente mira al horizonte desde su ventana y al que con frecuencia le aterra la idea de que le ha fallado a sus compatriotas.

La película inicia en las 96 horas previas al Día D, planeado por Estados Unidos. Se sabe que la Alemania nazi está preparando una invasión a las costas inglesas desde una Francia ocupada por lo que la decisión de un contraataque incomoda a Churchill (Brian Cox), sabedor que esa operación, de fracasar hará pedazos su reputación como político. A lo largo de la película veremos constantes enfrentamientos de Churchill con los generales Eisenhower (Slaterry) y Montgomery (Julian Wadham), el rey Jorge VI (Purefoy) y buena parte de su gabinete. El argumento enfatiza una contradicción enorme en la vida de este político: ¿se trata acaso de la misma persona que en un discurso radial para alentar a la población habló de "no ofrecer otra cosa que sangre, sudor y lágrimas" pero que al final se ganaría la guerra?

Indecisiones, pasos en falso, dudas, depresión... Churchill no es una película que halague al estadista inglés. Será la presencia y la tosudez de su esposa Clementine (Miranda Richardson) la que lo obligará a seguir adelante, a no darse por vencido. Sí, ya sabemos que para muchos espectadores ésta será la primera vez que sepan quién fue la esposa de Churchill, por lo que puede intuirse que la cinta tiene un sesgo claramente feminista.

Sin embargo el principal problema de Churchill es que, primero, ya conocemos el desenlace y, segundo, el lento paso de la historia hace que se sienta tediosa a la mitad, como si la depresión y los movimientos lentos del protagonista comenzaran a contagiarnos; hay diálogos innecesariamente largos, tomas en el mismo tenor, exceso de escenas de un Londres lluvioso como si se quisiera reflejar en ese momento el espíritu del protagonista.

Un elemento minimizado, por cierto, es la importancia definitiva cuando finalmente Churchill apoya la ofensiva del Día D. Abrumado por la incertidumbre y todo lo que se quiera, pero una vez que asume el riesgo, Churchill lo apoya con todo y vuelve a ser el hombre de las arengas, de la arrogancia y de sus momentos de exasperación --por ejemplo, en la película le grita constantemente a su secretaria y la trata como trapo usado-- pero al final efectivo y certero, indomable como lo había sido Enrique VIII cinco siglos atrás.

En suma, Churchill está lejos de ser una película elogiosa con el personaje y trata de humanizarlo en lo posible. Pero en lo que coinciden críticos y admiradores es que se trató de un estadista que se dio a respetar, se estuviera de acuerdo con él o no. Su grandeza quizá explica porqué Barack Obama decidió retirar su busto de la Casa Blanca: toda comparación con Winston Churchill lo habría dejado en ridículo.

 

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