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De plano, ésta
salió peor
Se albergaba la
esperanza, así fuera remota, de que los productores esta vez
intentarían dar un producto digno, mejorado. Pero la conclusión es
inevitable: Fifty Shades Darker es aún todavía más
inmasticable. Ojalá que su baja taquilla finalmente convenza a todos
de que este supuesto thriller erótico es bazofia que,
inexplicablemente, alcanza la pantalla grande
Fifty Shades Darker
Dakota Johnson, Jamie Dornan, Eloise Mumford, Rita Ora
Dirigida por James Foley
Universal/2017
FEBRERO, 2017. A veces uno espera que los
productores que se avientan a filmar la segunda parte de una
película definitivamente mala traten, en lo mínimo, de mejorar la
historia, de pulirla, de decirle al público que existe la intención
clara de ofrecer un producto de calidad; después de todo la cantidad
de directores y actores que hicieron su debut en filmes
horripilantes constituyen una gigantesca mayoría.
Cuando supimos que se avecinaba el estreno de Fifty Shades Darker,
basada en el segundo libro, la verdad es que albergábamos esa
esperanza, no tanto por la novela, que sabíamos es pésima, sino
porque quizá los autores de la versión cinematográfica tratarían de
mejorar el asunto, como decíamos en el párrafo anterior. Y hay que
decirlo: casi al inicio de esta película aparece una escena
hilarante donde pareciera que el director Foley nos estuviera
diciendo que todo el asunto es una broma, que sería ridículo querer
tomar en serio este menjurje. Pero conforme avanza la historia el
temor de que esta segunda parte será peor que la primera se adueña
de los espectadores. El olor a bodrio comienza a suplir en la sala
el irresistible aroma de las palomitas de maíz.
Repasemos la historia. Han pasado dos años desde que Anastasia
Stelle (Johnson) optó por dejar, aterrada, al multimillonario
triunfador Christian Grey (Dornan). En ese lapso las cosas no le han
salido bien a la pobre muchacha, quien no puede quitarse de la
cabeza a ese tipo que, sádico y todo, la había llevado a los límites
de placer que ella desconocía. No pasa mucho tiempo para que los dos
se reencuentren, él asegurando que la ama pese a sus extrañas
tendencias y ella advirtiéndole que hay que "ir despacio" esta vez
para a los cinco minutos estar ambos empiernados.
"Te quiero de regreso", le dice Grey, y para el efecto le ofrece a
Anastasia "renegociar los términos", como si se trata de mera
mercancía o de una transacción. Increíblemente, ella acepta las
condiciones, a lo que seguirán las escenas "candentes" en el
elevador, el famoso salón sadomasoquista del papucho Grey así como
las razones y traumas de su infancia que han llevado a asumir un
comportamiento aberrante.
También saltará otro elemento, el grupo de chicas que pasaron por el
lecho de Grey antes que la pobre Dakota, entre ellas Kate (Mumford)
una acosadora que sufre claros desórdenes mentales. También
aparecerá por ahí Elena, una Kim Basinger claramente desaprovechada
y quien, como se sabe, protagonizó en los 80 9 1/2 Weeks, al
lado de Mickey Rourke, una historia para su tiempo controvertida y
la cual claramente esta película busca emular, sin conseguirlo.
Conforme avanza la historia y se va derrumbando desde sus cimientos
comienzan a vislumbrarse los porqués, ya sean los diálogos
acartonados, el guión ultrapredecible y, lo recalcamos, la ausencia
de química entre los protagonistas, ya evidente desde la primera
entrega.
El misterio sigue sin aclararse: ¿para qué una segunda parte de una
historia malísima? Esta vez, la taquilla ha sido poco generosa con
Fifty Shades Darker. Ojalá que esa lección sí la
entiendan los productores y dejen de seguir tirando basura como ésta
a la pantalla grande.
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