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CINE

Spencer: real-mente soporífera

El mundo no clamaba por otra ¡otra! biografía sobre la Princesa Diana, a menos que se quiera promover posturas "progresistas" a través del cine, de modo que lo que aquí tenemos es una actuación mediocre, un argumento insípido y personajes acartonados que hacen de Spencer una película aptísima para quienes padecen problemas de insomnio. Si usted piensa ir a verla, le advertimos que, en algunas escenas, las palomitas de maíz le causarán un efecto poco amable

Versión impresión

Spencer
Kristen Stewart, Timothy Spall, Stella Gonett, Richard Sammel
Dirigida por Pablo Larraín
Komplicem Film; Shoebox Films/2021

DICIEMBRE, 2021. Miles de personas siguen odiando al ex primer ministro británico Tony Blair aunque rara vez se incluye lo que fue una de sus peores desplantes populistas, esto es, el haber llamado a Lady Diana "la princesa del pueblo", apelativo que luego sería usado hasta el hartazgo para martirizar su memoria, una mujer víctima de las intrigas palaciegas en Buckingham, factor al que contribuyó, por supuesto, su inesperada muerte provocada por los paparrazi cuando la perseguían por una de las avenidas de París.

Desde entonces se ha buscado santificar la imagen de Diana, convirtiéndola en una especie de Madre Teresa de Buckingham, y ya en épocas más recientes, el objetivo ha sido transformarla en un icono feminista que luchó denodadamente contra el patriarcado y que perdió una batalla pero luego puso el ejemplo para las generaciones venideras y patatín patatán.

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Es curioso, pero con el párrafo anterior hemos dado el spoiler más grande que contiene Spencer, cinta que busca, en el descaro absoluto, la nominación de Kristen Stewart para la próxima entrega de los Óscares. Y es que, la verdad, no hacía falta filmar una película de dos horas aderezada con una pléyade de personajes acartonados y predecibles. Sorprende, por cierto, que el director, el chileno Pablo Larraín, sea el que estuvo detrás de la extraordinaria Jackie, protagonizada por Natalie Portman. ¿Hablamos del mismo cineasta que esta vez nos trae una película insípida, ideal para quienes padecen insomnio?

(Por cierto, el título de la cinta es otro de sus aspectos más desafortunados: Spencer no da pista alguna sobre el personaje central de la película --¿cuánta gente sabe que el apellido de Diana era  Spencer?-- situación igual de absurda que, por ejemplo, haberle puesto el nombre de Bullock a la película basada en la vida de Tina Turner, llamada Anna Mae Bullock).

Spencer refiere las últimas vacaciones que Diana pasa al lado de su esposo Carlos (Jack Farthin, quien, por cierto, en nada se parece al estirado y flemático futuro monarca). Para entonces su matrimonio ha naufragado, pero antes de anunciar su divorcio se nos presentan algunos flashbacks, entre ellos el día de su boda en julio de1981 y al que la prensa mundial catalogó como "la boda del siglo" y que en realidad fue una pesadilla desde antes de la ceremonia. Como ejemplo, la anoche anterior Diana de Gales se la pasó vomitando de los puros nervios. Naturalmente esa escena se incluye aquí, y si usted piensa consumir palomitas y refresco durante la proyección, le advertimos que no será la última vomitada de Diana, sorbe todo cuando se nos revela que se ha convertido en una bulímica.

Muestra de que ese matrimonio fue un error, la noche de bodas cuando se suponía que Diana consumaría su amor con Carlos, lo primero que éste hace es llamar por teléfono a su "amiga" Camilla Bowles; sería la primera de tantas humillaciones que durarían los siguientes 15 años.

La historia ofrece un extraño ángulo: cualquiera pudiera anticipar que el director Larraín tratará de denigrar hasta el paroxismo a la familia real. Y es cierto: todos sus miembros son presentados como déspotas, insensibles, obsesionados con la etiqueta y angustiados por el qué dirán. Pero igualmente Diana es presentada como una niña caprichuda que exige su "derecho a masturbarse" como un acto subversivo y cuyo único refugio son sus dos hijos Harry y William. Pero al final, la saña con que se presenta a Diana no deja de llamar la atención, en contraste con algo que ya no sorprende a nadie, esto es, que dentro del "nuevo discurso", todos los personajes masculinos aparecen como tontoretes pusilánimes, o bien como auténticos tarados; el único que pareciera salvarse de este estereotipo es el valet Michael (John Keogh), quizá porque su perfil es claramente gay.

A diferencia de Jackie, una de las mejores películas de la década anterior y que también dirigió el chileno Larraín, se exploraba la personalidad de la ex primera dama y su psiqué tan compleja producto de una infancia infeliz donde imperó el dilema de lo qué le convenía a Jackie Bouvier y lo que podría llenar su vacío existencial. Asimismo, la historia de esta Diana no ofrece nada nuevo que ya haya aparecido en los periódicos amarillistas británicos; todos los problemas, desde la bulimia hasta los encontronazos que tuvo con su suegra la Reina, son incluidos aquí sin un solo tramo de información fresca lograra descifrar el huracán de emociones que ocurría dentro de la mente de Diana o bien el porqué tardó tanto en decidirse a salir de ese infierno.

Peor al final de cuentas, ofrecer información nueva respecto a la fallecida ex princesa no es el objetivo de esta cinta sino el exponer la lucha de una mujer contra el patriarcado, esto pese a que en ese  momento la cabeza de los Windsor era (es) una mujer, la Reina Isabel. Con su salida de la Corte, Diana por fin volverá a ser libre y parecerá convertirse en icono de la liberación femenina, esto en Gran Bretaña, el primer país en el mundo que otorgó el voto a las mujeres; Diana es empleada aquí como mera herramienta de la lucha ideológica de los wokes contra el resto el mundo.

Otro pecado análogo es que, con sus más de dos horas de duración, no sucede nada interesante; aparte de las ya referidas vomitadas de Diana, lo que presenciamos son interminables diálogos, una sarta de cuchicheos y sesiones fotográficas donde Diana no esconde su odio hacia los fotógrafos, así como esas cenas donde, al igual que en toda la cinta, solo se abordan tópicos aburridos.

A diferencia de Natalie Portman, quien interpretó magistralmente a Jackie Kennedy, Kristen Stewart se percibe fingida, sin adentrarse completamente en el personaje, el cual en apariencia presenta sus defectos únicamente como reacción al hostil ambiente palaciego en el que se ha metido ¿Acaso en su infancia no hubo momentos angustiantes, por qué no rebeló ante el aferramiento de su padre para que se uniera al príncipe Carlos, quien aparte de feo poseía una simpatía bajo cero?

Fuera de eso, no vemos en la protagonista algún otro conflicto interno: ¿por qué, si  se sentía oprimida por la "masculinidad tóxica", fue que  casi al final de su vida fue a dar en brazos de Dodi Al Fayed, un magnate celoso, posesivo y quien difícilmente satisfaría sus ansias feministas pues ya había advertido que, de casarse con Diana, la apartaría de la vida pública?

En suma, hay muy poco que reportar en torno a Spencer. Es aburrida y tediosa, una película que deja un sentimiento de molestia y de fraude al terminar su proyección difícilmente merecerá recomendación alguna. Spencer es soporífera, tanto o más que el mismo Príncipe Carlos. Pero si sufre usted de insomnio, lléguele.

 

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