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¿Qué sigue, Pepe Le Pew denunciado por acoso sexual?
Ahora resulta que estos populares personajes eran una pareja gay, Pero que se puede esperar si ya antes estas mentes enfermas han considerado a Miss Piggy como un ícono feminista. ¿Habrá alguien que, por caridad, les haga saber que se trata de marionetas y que por tanto no tienen vida propia ni preferencias sexuales?
SEPTIEMBRE, 2018.
Muchos de nosotros aprendimos lo básico de la enseñanza
gracias a un programa de TV, famosísimo en los 70, llamado
Plaza Sésamo, adaptación de una emisión
norteamericana que apareció por primera vez en 1969 en la
PBS, la televisión pública de ese país. Fue en Plaza
Sésamo donde muchos de nosotros entramos en contacto con
las marionetas creadas por ese genio, que ya no está entre
nosotros, llamado Jim Henson. Fue éste quien creó a
personajes como la Rana René, la cual apareció en varios
segmentos de Plaza Sésamo aunque más tarde, y temiendo que
lo suyo se encasillara como entretenimiento para niños,
Henson saltó a otros campos, entre ellos la divertidísima
serie The Muppet Show.
Recientemente uno de los guionistas de Plaza Sésamo de
nombre Mark Saltzman afirmó en (¿dónde más iba a ser?)
The New York Times, que las historias que él escribió en
torno a Ernie y Bert --a quienes conocimos por acá como
Enrique y Beto-- siempre tuvieron la idea de que se trataba
de una pareja gay: "Como guionista, tu incluyes parte de tu
experiencia personal en su trabajo. En algún momento todo
resultó en que Ernie y Bert eran gays. Hay una diferencia",
dijo Saltzman, quien lleva varios años viviendo con su
pareja del mismo sexo y quien se integró al equipo de
guionistas de Plaza Sésamo en 1974.
Lo innegable es que, en nuestros años de primaria y
secundaria, muchos de nosotros bromeábamos sobre la
posibilidad de que Enrique y Beto fueran más que amigos; ese
par no fue el único: ¿cuántos de nosotros también
especulamos que El Llanero Solitario y Toro y Batman y Robin
igualmente tuvieran sus secretitos pues a ninguno de ellos
se les conocía pareja femenina pese a que el encapuchado sí
llegó a coquetear con la
Batichica y la Gatúvela? E
igualmente innegable es que muchos estábamos seguros que
Robin tenía ademanes finos más que delatores como para
suponer que no tenía novia.
Pero por otro lado, y haciendo de lado los chistoretes sobre
la sexualidad de todos ellos, el que existan duplas cuando
se busca contar historias es un sostén indispensable para
mantener el argumento a riesgo que se caiga a pedazos, y
esto lo hemos visto desde otros dúos famosos, llámense
Quijote y Sancho Panza,
Sherlock Holmes y Watson,
El Gordo y el Flaco,
Tom y Jerry, El Avispón
Verde y Kato,
Han Solo y Chewbacca.
Incluso con Indiana Jones y
James Bond, sus parejas han sido su propio
padre y en el segundo, las chicas Bond, con un romance que
termina consumándose casi al final de cada película.
Las parejas son parte de una fórmula argumental. Así ha sido
y así será mientras se desee escribir historias exitosas.
El gran error que se está cometiendo con esta idea de hacer
más "incluyente" a la industria del entretenimiento es
despojarla de estas jocosas especulaciones. Las sutilezas se
han convertido en verdades, muchas veces totalmente
abiertas, y muchas otras veces poco creíbles. Asimismo,
cuando el argumentista revela lo que se intuye podría
ocurrir, o hace que ocurra, la historia pierde todo interés.
Por ello Quino nunca permitió que Felipito le dirigiera a la
palabra a su guapa vecinita en su amenísima historieta de
Mafalda, ni Schulz dejó que
Charlie Brown se armara de valor para presentarse ante la
hermosa chica pelirroja. Hay una razón por la cual el Coyote
jamás se devora al Correcaminos.
¿De hecho había necesidad que se nos confirmara que Enrique
y Beto eran pareja sentimental? Por supuesto que no. ¿Y por
que se hizo entonces? Por la razón que quizá ya sospechan:
La izquierda norteamericana --la más radical,
desafortunadamente-- ha infiltrado la industria del
entretenimiento para promover sus políticas, y en proceso
está exhibiendo un escaso cacumen y una alarmante inmadurez
emocional.
Otras activistas han exigido que Miss Piggy sea convertida
en icono feminista. Si, leyeron bien: una marioneta subida
al pedestal del feminismo. También hemos visto otras
tonterías, por ejemplo, que se prohiba la publicación de
libros como Pinocho "porque atentan contra la
ecología" (¿acaso el protagonista no surgió de un pedazo de
madera tallada?), de Ricky Rikón ("su ostentación de
la riqueza puede se ofensiva y provocar daño en la
autoestima de clases sociales bajas", dijo Scott Larden, un
psicólogo de la Universidad de Montana) y otros más han
exigido que en las historias de
Archie (sí, todavía
existan) se agreguen personajes "más inclusivos" ante una
Riverdale mayoritariamente blanca.... ¿Esta exigencia
abarcará que Torombolo finalmente se declare gay ¿cómo
sospechan muchos lectores del cómic?
Al respecto el legendario marionetista Frank Oz, quien entre
otras de sus creaciones tiene a Yoda, señaló en torno a la
controversia: "Parece que a Saltzman le preguntaron si Ernie
y Bert son gays. Está bien si él cree que así es, aunque por
supuesto no lo son. ¿Pero por qué esa pregunta, en realidad
eso importa? ¿Por qué esa necesidad de definir a una persona
como gay?"
En el caso de Enrique y Beto, la PBS ha respondido
plausiblemente a las declaraciones de Saltzman: "Como aquí
siempre lo hemos dicho, Ernie y Bert son muy buenos amigos.
Fueron creados para enseñar a los alumnos de preescolar que
la gente puede ser amiga de aquellos que son diferentes a
uno mismo. Y aunque se les identifica a ambos como
personajes masculinos y poseen su propia personalidad (como
sucede con la mayoría de los Muppets que aparecieron en
Plaza Sésamo), siguen siendo marionetas y no poseen una
orientación sexual".
¡Exacto! Quizá la izquierda inmadura que sufre hoy los
Estados Unidos no cae en cuenta que Miss Piggy, ni la Rana
René, ni Figaredo, ni el simpático par de viejitos que
echaban carrilla desde un balcón en el Show de los
Muppets, existen en realidad. La lucha ideológica de la
izquierda adquiere matices risibles, si no es que
increíblemente ridículos, al infiltrarse a la industria del
entretenimiento. Y es como bien señaló alguna vez Álvaro
Vargas Llosa en uno de sus artículos, esta tendencia a
politizar el entretenimiento "se basa esencialmente en el
manejo de los simbolismos como punto de apoyo para promover
su ideología progresista".
Parte de esta tontería tiene su origen en un libraco llamado
Para Leer al Pato Donald, y que ya comentamos hace
algunos años. Ese libro, donde se argumentaba que muchos
simbolismos que aparecían en las historias de Disney eran en
realidad un complot imperialista, libraco que parece haber
sido lectura obligada cuando estos progres inmaduros
pasaron por un aula de clases.
Por ello, para la izquierda no hay diferencia alguna entre
las acusaciones que se están dando contra el juez Brett
Kavanaugh y el comportamiento de Pepe Le Pew, el simpático
zoguillou apestosou que se la pasaba persiguiendo a
unas gatitas a las que por accidente les caía una raya de
pintura blanca en el lomo. Debido a esa postura absurda, tan
culpable de racismo es un personaje ficticio como Tom Sawyer
que David Duke, el aborrecible simpatizante del Ku Klux
Klan.
Estamos frente a una inmadurez irracional donde la frontera
entre lo real y lo imaginario ha sido borrada por estos
activistas. Solo así se entiende que se les ocurra tomar
como icono feminista a una marioneta como Miss Piggy.
Dentro de este lineamiento aberrante, pronto veremos cómo la
izquierda pedirá que se retire toda referencia de que Clark
Kent le echaba los perros a Luisa Lane en la redacción de
El Planeta, que Pepe Le Pew ofrezca una disculpa pública
por andar persiguiendo a esas pobres gatitas, que Josie y
las Melódicas prometan ya no vestir atuendos pequeñitos, no
vaya a ser que con ello anden incitando a los varones y
luego éstos las quieran violar.
Ni Enrique ni Beto son gays del mismo modo que ni Miss Piggy
es una cerdita ni René es, bueno, la Rana René. Son
marionetas fabricadas para divertir y entretener. ¿Por qué
les resulta tan difícil entender eso?
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