A mediados de 1952 un ex agente
del servicio secreto británico entregó a su editor su primera novela,
escrita durante su luna de miel en Goldeneye, Jamaica, por entonces
territorio inglés. El nombre de la novela era Casino Royale, y el autor,
Ian Fleming.
Las bajas ventas estuvieron a punto de convencer
a Fleming de matar a su protagonista para Live and Let Die, su siguiente
novela, la cual tuvo bastante más éxito, convenciéndolo de que James
Bond, el personaje central podía dar mucho más. Cuando Albert R.
Broccoli compró los derechos del personaje, a principios de los sesenta,
quedaba sellada la franquicia más rentable del cine, con 22 películas
estrenadas hasta la fecha, cinco distintos protagonistas y una
recaudación que supera los 3 mil millones de dólares.
Fleming falleció en 1965 pero pudo atestiguar la
enorme fama que el personaje adquirió en el cine y conocer en persona al
actor que lo caracterizaba, un escocés (como James Bond) de nombre Sean
Connery y quien es hoy una de las leyendas más imponentes de la
industria.
Curiosamente, Casino Royale es el nombre que
lleva la más reciente cinta de James Bond, un título que ya había sido
utilizado en una cinta "espuria" del superespía filmada en
1968. Se espera que la película, el estreno de Daniel Craig como Bond,
constituya un éxito pese a las innumerables parodias suyas que se han
hecho y al dominio de otros héroes como Neo en The Matrix y Van Diesel,
ante los cuales James Bond se ve desfasado, como un remanente de la guerra
fría que, en apariencia, a pocos debería interesar.
Sin embargo la resistencia de James Bond está
fuera de toda duda. Fue capaz, primero, de sobrevivir a la salida de
Connery, después, a la desilusión de George Lazenby en su primera --y
única-- caracterización, a la semicaricaturización de Roger Moore y, la
"seriedad mortal" que le imprimió un actor shakespeariano como
Timothy Dalton, así como al súbito envejecimiento de Pierce Brosnan,
ello sin contar que salió relativamente indemne de una pelea judicial por
derechos de autor y la quiebra de United Artists en 1980 tras el
monumental fracaso de la cinta Heaven's Gate.
El esquema varió poco en las primeras 20
cintas: Bond aparece al principio resolviendo un caso, luego se traslada a
las oficinas de la M-16 en Londres, coquetea brevemente con la secretaria
Money Penny, entra con M quien le asigna una nueva misión donde se
contactará con otros agentes locales. Antes de ello, una especia de
inventor extravagante conocido como Q le proporcionará una serie de
artilugios que la habrán de salvar la vida, algunos de ellos incluidos en
un auto último modelo, la mayoría de las veces un Aston Martin.
Ya de lleno en su misión Bond tiene oportunidad
de encontrarse frente al villano, de quien se sospecha sin que se le haya
probado nada y, más aún, suele gozar de buena reputación en los
círculos gubernamentales y empresariales. Sin embargo, y casi siempre
debido a una mujer, la lucha de Bond contra el villano culmina en el
búnker de éste, que termina destruido. Al final el M-16 busca a Bond,
quien prefiere esconder para disfrutar algunos momentos de privacía con
la chica que le ayudó a resolver la misión.
Para muchos críticos del superespía, la
fórmula es un machote que en poco difiere al de otras historias fílmicas
larguísimas como Viernes 13, Halloween y Rocky. Sin
embargo de todas ellas, Bond es la única que continúa vigente. Es verdad
que hay pocos cambios en cada entrega --lo que ocurrió con Pierce Brosnan
en Tomorrow Never Dies, donde es capturado y torturado, no cayó
muy bien entre los fans--, y que se la ha quitado mucho del caparazón
machista a Bond a quien M (Judi Dench) llama "dinosaurio
misógino" en GoldenEye y Moneypenny luego amenaza con acusarlo por
acoso sexual. Pero la esencia, después del estreno de Casino Royale y
A Quantum of Solace, se ha mantenido.
La pregunta que nos salta enseguida es: Si los
esquemas de Bond se repiten sin que importe quién sea el protagonista y
la gente acude en tropel a las salas ¿por qué el espía sigue, como su
compatriota Johnny Walker, tan campante?
Al principio tanto Broccoli como Saltzman temían
que el personaje moriría sin Connery, y los magros resultados en taquilla
que se tuvieron con George Lazenby por poco y hacían realidad sus
temores. Pero una vez que Roger Moore logró reafirmar el personaje quedó
claro que los fans buscaban, y encontraron, otros elementos relacionados
con la serie. Uno de ellos era el exoticismo: si las aventuras de Bond
ocurrieran únicamente en Gran Bretaña, seguramente la franquicia habría
perdido interés entre los espectadores; desde en el momento mismo de su
debut, Gran Bretaña ha sido elemento secundario --ningún villano ha
tenido ahí su centro de operaciones--, aunque esencial para resolver el
problema.
Cada aventura de Bond nos lleva con él a
paisajes y países que quizá nunca conoceremos. Es verdad que el
pintoresquismo local abunda en muchos de los filmes. Pero lo importante
aquí son los viajes por el mundo que nos ofrece cada cinta de Bond,
factor exótico que ha sido uno de los más grandes logros de la
franquicia.
Otro elemento, claro, son las chicas Bond. Cuando
la sensacional Ursula Andress salió del mar con su --entonces--
provocativo traje de baño naranja, se abrió una caja de sensualidad
cinematográfica que entonces sólo había escandalizado a través de
Brigitte Bradot. Lo que hizo Hugh Hefner en Playboy lo hicieron, aunque
siempre con ropa, Broccoli y Saltzman. ¡Y esos nombres! Pussy Galore.
Honey Rider, Miss Sato... desde los primeros filmes, las chicas Bond han
sido elemento clave en el éxito del espía.
Bond incluso ha resistido, hasta hoy, el embate
políticamente correcto, el de un Hollywood terco a presentarlo como un
héroe de aventuras y el de la mofa abierta.
El primer aspecto lo obligó a dejar de
"tirarle los perros" a Moneypenny al inicio de cada película so
pena de ser demandado por "acoso sexual"; incluso los nombres de
las chicas Bond también han sido modificados: es impensable llamar
Doctora Goodhead a una de ellas como ocurrió en Moonraker. Tampoco Bond
volverá a abofetear a una chica como lo hizo en From Russia with Love y,
es más, ni siquiera a darle un breve manotazo a su amante de ocasión
como ocurrió en Thunderball (es más, olvidémonos incluso de la amante
de ocasión). Ya hasta su jefe es una mujer que lo ridiculizó
abiertamente en The World is Not Enough.
En lo segundo es donde la franquicia corre más
peligro. Por años el productor Broccoli se rehusó a que Hollywood tomara
poder total sobre el personaje --su compatriota JK Rowling, la creadora de
Harry Potter, tuvo un encontronazo similar-- temeroso que Bond fuera
devorado por la maquinaria fílmica que ha hecho indistinguible a un
Supermán que a un Spawn. Sin embargo su hija Barbara, heredera del
imperio Bond, parece haber cedido terreno.
Y, finalmente, las sátiras e imitaciones, las
cuales han acompañado a Bond casi desde el principio, desde las
realizadas por Lando Buzzanca en Italia, Jaime Bonet en España y en
México el Agente 00 Sexy con Fernando Luján así como el legendariamente
deplorable Agente Dynamo, interpretado por Julio Alemán hasta las más
recientes como Austin Powers y de Rowan Atkinson, más conocido como Mr.
Bean. Hay quienes dicen que todas ellas han fortalecido a James Bond,
aunque no faltan los que proponen que, con el tiempo, el original es
también ya parte de la parodia, algo que se achaca en buena medida a
Roger Moore, aunque sin él, y es justo reconocerlo, seguramente la
franquicia habría muerto desde hace tiempo.
El reto de Daniel Craig, el nuevo Bond, no fue
fácil. Todavía no se estrenaba su primera cinta y ya se habían publicado
miles de parrafadas que lo reprobaban. Y es que Craig nunca estuvo en la
lista de espera --algo que, por cierto, comparte con George Lazenby, el
segundo Bond--, pues Moore, Dalton y Brosnan estuvieron contemplados con
mucha anterioridad mientras terminaban otros compromisos contraactuales.
Para los optimistas, si Dalton no logró matar a Bond, demuestra que el
personaje es invencible y, sí, inmortal. Pero los pesimistas afirman que,
al final, lo políticamente correcto vendrá a ser un enemigo más letal
que el mismo Blofeld.