Casi al inicio de On Her Majesty's Secret Service hay una escena de acción que es rematada por Lazenby con una frase destinada a romper la desconfianza de los espectadores: "Esto no lo habría hecho el otro tipo" en alusión a Sean Connery. No fue suficiente. Pese a su taquilla más que buena Lazenby sólo personificó al superespía una sola vez; la herencia y responsabilidad sobre sus hombros fueron demasiados para este ex modelo que hasta entonces era conocido en Gran Bretaña por anunciar chocolates por televisión.

Habría otro inconveniente: Pese a que sus padres eran ingleses, Lazenby había nacido en Australia (se mantiene, hasta hoy, como el único Bond que no procede de la Pérfida Albión), algo que no agradó gran cosa a los puristas. Pero hay otro elemento quizá más insalvable, esto es, el que la historia fue totalmente inadecuada para un Bond que aún estaba verde y no era ampliamente reconocido por el público. Al contraer matrimonio perdió mucha de su esencia sin importar que más adelante en la película su flamante esposa haya sido asesinada --elemento que lo humanizó a ojos de muchos fans de la saga--, ni que se haya contado con el gran Telly Zavalas como el villano Blofeld: todos los elementos actuaron en contra de Lazenby, quien había firmado contrato por tres cintas.

¿Qué le queda entonces a un actor que luego de haber acariciado el cielo regresa a su medianía? Eso es exactamente lo que hizo Lazenby: fue invitado a decenas de convenciones Bond y de las cuales vive hasta hoy. Hace algunos años manifestó en una entrevista "no extraño ser James Bond porque desde entonces lo he sido casi todos los días".